sábado, 30 de octubre de 2010

Juan Pablo II: Oración por la familia

Dios, de quien proviene toda paternidad en el cielo y en la tierra: Padre, que eres amor y vida, haz que cada familia humana que habita en nuestro suelo, sea por medio de tu hijo Jesucristo, “nacido de mujer” y mediante el Espíritu Santo, fuente Caridad Divina, un verdadero santuario de vida y amor para las nuevas generaciones. Haz que tu gracia guíe los pensamientos y las obras de los cónyuges, para el bien propio y de todas las familias del mundo.

Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte sostén humano, para que crezcan en la verdad y el amor.

Haz que el amor, reforzado por la gracia del Sacramento del Matrimonio, se manifieste más fuerte que cualquier debilidad o crisis que puedan padecer nuestras familias.

Te pedimos por intermedio de la Familia de Nazaret, que la Iglesia pueda cumplir una misión fecunda en nuestra familia, en medio de todas las naciones de la tierra.

Por Cristo, nuestro Señor, camino, Verdad y Vida, por los siglos de los siglos. Amén

Juan Pablo II


"En virtud de su dignidad y misión, los padres cristianos, tienen el deber específico de educar a sus hijos en la plegaria, de introducirlos
progresivamente al descubrimiento del misterio de Dios y del coloquio personal con El. Sobre todo en la familia cristiana, enriquecida con la gracias y los deberes del sacramento del matrimonio, importa que los hijos aprendan desde los primeros años a conocer y a adorar a Dios y amar al prójimo según la fe recibida en el bautismo. Elemento fundamental e insustituible de la educación de la oración, es el ejemplo concreto el testimonio vivo de los padres ; sólo orando junto con sus hijos, el padre y la madre, mientras ejercen su propio sacerdocio real, calan profundamente en el corazón de sus hijos, dejando huellas que los posteriores acontecimientos de la vida no lograrán borrar"

Juan Pablo II
"Familiaris Consortio (60)"

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martes, 26 de octubre de 2010

Se acelera la beatificación de Juan Pablo II

ROMA, 20 Oct. 10 / 07:36 pm (ACI)

Tras ser recibido el pasado sábado por el Papa Benedicto XVI, el Presidente de Polonia, Bronislaw Komorowski, señaló que uno de los temas de conversación fue el del proceso de beatificación del recordado Juan Pablo II. "Las últimas señales nos hacen entender que este proceso últimamente ha sido acelerado", indicó.

Según señala el diario La Stampa, el mandatario comentó que el tema de la beatificación del Papa polaco fue uno de los asuntos tratados con Benedicto XVI: "sí, obviamente, y también porque mañana (el domingo 17) participaremos en el Vaticano de la canonización del beato polaco Stanislao Kazimierczyk, y naturalmente hemos hablado de la de Juan Pablo II".

Con el Papa Benedicto XVI, continuó, "hemos expresado la esperanza para que siga bien el proceso y las últimas señales nos hacen entender que este proceso últimamente ha sido acelerado"

En el diálogo con el Santo Padre, el Presidente Komorowski también le expuso los procesos de reconciliación con Alemania y Rusia; y explicó que renovó su invitación al Papa Benedicto XVI para que visite Polonia, país que ya visitó en mayo de 2006.

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sábado, 23 de octubre de 2010

Karol Wojtyla: "testarudamente hombre"

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Juan Pablo II, el Grande

Lo que hace "grande" a un hombre no es lo que se dice o se escribe de él, sino lo que realmente es y ha sido en su corta o larga vida. En el caso del Papa recién desaparecido, se han mencionado muchas facetas de su inmensa actividad: Papa de la paz, de la vida, de la juventud, Papa mediático, gran comunicador, Papa mariano, asertor de los derechos humanos, Papa del diálogo, campeón de la libertad y, con mucha razón, Papa del perdón… Pero, la gente, con ese instinto de percepción que le es propio, ha querido anticiparse a la historia, reconociéndole ya el atributo de "Grande", hasta ahora reservado a muy contados papas. Signo de los tiempos y de esa "vox populi, vox Dei" que difícilmente se equivoca. En esta nota, me limitaré a subrayar aspectos poco comentados, pero significativos, con el ánimo de prolongar el halo de su presencia en medio de nosotros y seguir saboreando su cariño, su humanidad, su cotidianidad y cercanía que tan querido lo hicieron en todo el mundo.

Pasión por el hombre, pasión por los hombres

Fue, ante todo, un hombre, profundamente hombre y profundamente cristiano, en un tiempo de generalizada violencia, como nunca en la historia. Bien lo ha graficado Salvatore Martínez, coordinador de Renovación en el Espíritu: Es un hombre inolvidable, un Papa realmente inolvidable, testarudamente hombre y siempre cercano en el signo de la fe. Vale la pena recordar que su primera encíclica está dedicada al hombre, recordando, con el Concilio, que mediante la encarnación, el Hijo de Dios se ha unido, en cierto modo, a todo hombre. Al respecto, el padre Julián Carrón, presidente de Comunión y Liberación, agrega que Juan Pablo II deja al mundo más lleno de la humanidad de Cristo y a la Iglesia más consciente de ser ella misma movimiento. En esta línea, el profesor Andrés Riccardi, iniciador de la Comunidad de san Egidio, rememora el beso del Papa en la mano herida de un gitano, en un campamento de refugiados. A esto, se suma el testimonio de una periodista de la televisión, Paola Saluzzi, quien no duda en afirmar que después de él, habrá un gran vacío, no tanto para la Iglesia, sino porque en la fragilidad del mundo actual no tenemos a otros referentes. Realmente sentiremos mucho su ausencia. Este rasgo explica su incansable lucha por la paz, lucha que lo llevó a enfrentarse con regímenes dictatoriales y con los poderos de este mundo, en defensa de los derechos humanos y en la promoción de una vida mejor para millones de personas.

Solidario en el "Via Crucis" del sufrimiento humano

Cedo, ahora, la palabra al sacerdote Antonio Mazzi, hombre de los medios de comunicación y comprometido también en la redención social de jóvenes en riesgo (droga, sexo, alcohol). Pensábamos, nos dice, que este Papa nos había entregado lo mejor de sí viajando por el mundo, haciendo caer los muros, venciendo los miedos, superando preconceptos, humillando ideologías. Pero no, lo mejor de sí nos lo ha ofrecido desde el mes de febrero hasta su muerte. Los medios nos han hechos asistir a su larga "agonía", como "la misa sobre el mundo", de Teilhard de Chardin. Un Papa cercano en el sufrimiento: esa cara crispada por las muecas, incapaz de emitir una palabra, una sílaba, las ganas de asomarse a la ventana para dar la bendición a la gente… Todo esto ha hecho llorar a millones de personas y de familias recogidas ante el televisor… Muchos se han preguntado por qué y para qué esta exposición en los medios de un hombre que conocimos sano, vigoroso, incansable caminante por los continentes para anunciar a Cristo, como san Pablo. El padre Mazzi anota que sólo ahora comprendemos por qué dejaron a "ese Cristo en el balcón": Juan Pablo, como el Cristo del Viernes santo, quería decirnos, desde lo alto de la cruz: No los dejaré huérfanos. Voy al Padre. No lloren, déjenme ir. Sólo, desde allí, podré enviarles el Espíritu renovador. Porque nuestro mundo necesita más que nunca de un gran soplo del Espíritu. De todas maneras, les dejo a la Madre, cerca de ella, no se sentirán huérfanos. Adiós. La gente lo ha percibido y, en un tiempo marcado como nunca por el sufrimiento y los miedos, ha querido acompañarlo con la oración, los cantos, la cercanía, la esperanza.

Santo "a furor de pueblo"

La expresión es de Chiara Lubich, fundadora de los Focolares, uno de los movimientos eclesiales más numerosos y muy querido por Juan Pablo II. Ella, Chiara, lo quisiera ya "santo", proclamado en la plaza de san Pedro repleta de pueblo y por aclamación, como en la Iglesia antigua. Le hace eco Vittorio Messori, amigo personal del Papa y buen conocedor de su vida. Él dice que era evidente en él la santidad, las virtudes de la fe, de la esperanza y de la caridad vividas heroicamente, en lo cotidiano, con la intensidad del místico que ya ve lo que profesa en el credo. Destaca que de esa caridad brotaba su amor a los hombres, a cuya salvación se entregó sin reserva y sin desmayo. Messori subraya la manera de orar de Juan Pablo II: daba la sensación de que veía a Dios. Del mismo parecer es el brasilero Leonardo Boff, conocido teólogo de la liberación. En un artículo muy crítico acerca de las reformas "que la Iglesia necesitaba" y que Juan Pablo II habría detenido, anota: Las limitaciones de su estilo de gobierno de la Iglesia no impidieron que Juan Pablo II alcanzara la santidad personal en un grado eminente. Fue hombre de profunda oración. A veces, al orar se transfiguraba y palidecía; otras veces, gemía y vertía lágrimas. Una vez, lo sorprendieron en su capilla particular extendido en el suelo, en forma de cruz.

Una vez más, el "sensus fidelium" –voz del Espíritu Santo– se ha activado en el corazón de la Iglesia y, según Messori, ya llegan voces de milagros, de prodigios desde su nativa Polonia hasta estas tierras latinoamericanas que visitó tantas veces y cuyos pueblos alentó hacia la libertad y una vida más digna. Y la gente, en esto de la santidad, casi nunca se equivoca. La expresión pronunciada por un cardenal, mientras el Papa agonizaba, "ahora ya ve y toca a Dios", es una realidad que nos alienta a pedir su intercesión y, tal vez, para muchos, a reorientar su vida.

La "marea humana" que se ha encaminado hacia Roma para despedirlo es el mejor reconocimiento a su constante labor en pos de la dignificación del hombre, y de la empatía que supo establecer con la gente de todo el mundo y de todos los sectores sociales, culturales y religiosos.

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Autor: Benito Spoletini, ssp
Sacerdote de la Sociedad de San Pablo
benitos@arnet.com.ar


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martes, 19 de octubre de 2010

Las diez Ave María

"...Este es el elemento más extenso del Rosario y que a la vez lo convierte en una oración mariana por excelencia. Pero precisamente a la luz del Ave Maria, bien entendida, es donde se nota con claridad que el carácter mariano no se opone al cristológico, sino que más bien lo subraya y lo exalta. En efecto, la primera parte del Ave Maria, tomada de las palabras dirigidas a María por el Ángel Gabriel y por Santa Isabel, es contemplación adorante del misterio que se realiza en la Virgen de Nazaret. Expresan, por así decir, la admiración del Cielo y de la tierra y, en cierto sentido, dejan entrever la complacencia de Dios mismo al ver su Obra maestra –la Encarnación del Hijo en el Seno virginal de María–, análogamente a la mirada de aprobación del Génesis (cf. Gn 1, 31), aquel «pathos con el que Dios, en el alba de la creación, contempló la obra de sus manos». Repetir en el Rosario el Ave Maria nos acerca a la complacencia de Dios: es júbilo, asombro, reconocimiento del milagro más grande de la historia. Es el cumplimiento de la profecía de María: «Desde ahora todas las generaciones me llamarán Bienaventurada» (Lc1, 48)..."

Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae", punto 33

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miércoles, 13 de octubre de 2010

Juan Pablo II y los Misterios Luminosos

Tradicionalmente, el Rosario estaba dedicado a una de las tres series de “misterios”, que debían ser recitados secuencialmente. Sin embargo, en la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae del Papa Juan Pablo II, publicada el 16 de octubre de 2002, fue introducida una nueva serie de “misterios”, los luminosos. Considero oportuna una incorporación que, si bien se deja a la libre consideración de los individuos y de la comunidad, les permita contemplar también los misterios de la vida pública de Cristo desde el Bautismo a la Pasión. En efecto, en estos misterios contemplamos aspectos importantes de la persona de Cristo como revelador definitivo de Dios. Él es quien, declarado Hijo predilecto del Padre en el Bautismo en el Jordán, anuncia la llegada del Reino, dando testimonio de él con sus obras y proclamando sus exigencias. Durante la vida pública es cuando el misterio de Cristo se manifiesta de manera especial como misterio de luz: «Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo» (Jn 9, 5)
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Para que pueda decirse que el Rosario es más plenamente ‘compendio del Evangelio’, es conveniente pues que, tras haber recordado la encarnación y la vida oculta de Cristo (misterios de gozo), y antes de considerar los sufrimientos de la pasión (misterios de dolor) y el triunfo de la resurrección (misterios de gloria), la meditación se centre también en algunos momentos particularmente significativos de la vida pública (misterios de luz). Esta incorporación de nuevos misterios, sin prejuzgar ningún aspecto esencial de la estructura tradicional de esta oración, se orienta a hacerla vivir con renovado interés en la espiritualidad cristiana, como verdadera introducción a la profundidad del Corazón de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria.

Pasando de la infancia y de la vida de Nazaret a la vida pública de Jesús, la contemplación nos lleva a los misterios que se pueden llamar de manera especial «misterios de luz». En realidad, todo el misterio de Cristo es luz. Él es «la luz del mundo» (Jn 8, 12). Pero esta dimensión se manifiesta sobre todo en los años de la vida pública, cuando anuncia el evangelio del Reino. Deseando indicar a la comunidad cristiana cinco momentos significativos –misterios «luminosos»– de esta fase de la vida de Cristo, pienso que se pueden señalar: 1. su Bautismo en el Jordán; 2. su autorrevelación en las bodas de Caná; 3. su anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión; 4. su Transfiguración; 5. institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual.

Cada uno de estos misterios revela el Reino ya presente en la persona misma de Jesús. Misterio de luz es ante todo el Bautismo en el Jordán. En él, mientras Cristo, como inocente que se hace ‘pecado’ por nosotros ( 2 Co 5, 21), entra en el agua del río, el cielo se abre y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto ( Mt 3, 17 par.), y el Espíritu desciende sobre Él para investirlo de la misión que le espera. Misterio de luz es el comienzo de los signos en Caná (Jn 2, 1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente. Misterio de luz es la predicación con la cual Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión ( Mc 1, 15), perdonando los pecados de quien se acerca a Él con humilde fe ( Mc 2, 3-13; Lc 7,47-48), iniciando así el ministerio de misericordia que Él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia. Misterio de luz por excelencia es la Transfiguración, que según la tradición tuvo lugar en el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad resplandece en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles extasiados para que lo « escuchen » ( Lc 9, 35 par.) y se dispongan a vivir con Él el momento doloroso de la Pasión, a fin de llegar con Él a la alegría de la Resurrección y a una vida transfigurada por el Espíritu Santo. Misterio de luz es, por fin, la institución de la Eucaristía, en la cual Cristo se hace alimento con su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino, dando testimonio de su amor por la humanidad « hasta el extremo » (Jn13, 1) y por cuya salvación se ofrecerá en sacrificio.

Excepto en el de Caná, en estos misterios la presencia de María queda en el trasfondo. Los Evangelios apenas insinúan su eventual presencia en algún que otro momento de la predicación de Jesús (Mc 3, 31-35; Jn 2, 12) y nada dicen sobre su presencia en el Cenáculo en el momento de la institución de la Eucaristía. Pero, de algún modo, el cometido que desempeña en Caná acompaña toda la misión de Cristo. La revelación, que en el Bautismo en el Jordán proviene directamente del Padre y ha resonado en el Bautista, aparece también en labios de María en Caná y se convierte en su gran invitación materna dirigida a la Iglesia de todos los tiempos: «Haced lo que él os diga» (Jn 2, 5). Es una exhortación que introduce muy bien las palabras y signos de Cristo durante su vida pública, siendo como el telón de fondo mariano de todos los «misterios de luz».

Fuente: Material de Internet

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martes, 5 de octubre de 2010

Juan Pablo II y el Santo Rosario

En el punto 17 de la Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae" , el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, expresa que "La Virgen del Rosario continúa su obra de anunciar a Cristo".
El siguiente es el texto completo de dicho punto:

"...El Rosario es también un itinerario de anuncio y de profundización, en el que el misterio de Cristo es presentado continuamente en los diversos aspectos de la experiencia cristiana. Es una presentación orante y contemplativa, que trata de modelar al cristiano según el corazón de Cristo. Efectivamente, si en el rezo del Rosario se valoran adecuadamente todos sus elementos para una meditación eficaz, se da, especialmente en la celebración comunitaria en las parroquias y los santuarios, una significativa oportunidad catequética que los Pastores deben saber aprovechar. La Virgen del Rosario continúa también de este modo su obra de anunciar a Cristo. La historia del Rosario muestra cómo esta oración ha sido utilizada especialmente por los Dominicos, en un momento difícil para la Iglesia a causa de la difusión de la herejía. Hoy estamos ante nuevos desafíos. ¿Por qué no volver a tomar en la mano las cuentas del rosario con la fe de quienes nos han precedido? El Rosario conserva toda su fuerza y sigue siendo un recurso importante en el bagaje pastoral de todo buen evangelizador..."

http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_letters/documents/hf_jp-ii_apl_20021016_rosarium-virginis-mariae_sp.html



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