miércoles, 20 de abril de 2011

El misterio del amor de Dios sin límites


Estamos en la víspera el Triduo Pascual, ya inmersos en el clima espiritual de la Semana Santa. Desde mañana hasta el Domingo viviremos los días centrales de la liturgia, que nos vuelven a proponer el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

En el centro de este Triduo Sacro se encuentra el "misterio de un Amor sin límites", es decir, el misterio de Jesús que "habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1). He vuelto a proponer este conmovedor y dulce misterio a los sacerdotes en la Carta que, como todos los años, les he enviado con ocasión del Jueves Santo.

Sobre este mismo amor os invito a reflexionar también a vosotros, a fin de que os preparéis dignamente a revivir las últimas etapas de la vida terrena de Jesús. Mañana entraremos en el Cenáculo para acoger el don extraordinario de la Eucaristía, del sacerdocio y del mandamiento nuevo. El Viernes Santo recorreremos el camino doloroso que lleva al Calvario, donde Cristo consumará su sacrificio. El Sábado Santo esperaremos en silencio introducirnos en la solemne Vigilia Pascual.

"Los amó hasta el extremo". Estas palabras del evangelista San Juan expresan y definen de modo peculiar la liturgia de mañana, Jueves Santo, contenida en la celebración de la Misa Crismal de la mañana y de la Misa vespertina in Cena Domini, con la que se inaugura el Triduo Pascual.

La Eucaristía es signo elocuente de este amor total, libre y gratuito, y ofrece a cada uno la alegría de la presencia de Cristo, que también a nosotros nos hace capaces de amar, como Él, "hasta el extremo". El Amor que Jesús propone a sus discípulos es un amor exigente.

"Los amó hasta el extremo". Desde el Cenáculo hasta el Gólgota: nuestra reflexión nos lleva al Calvario, donde contemplamos un Amor cuya coronación plena es el don de la vida. La Cruz es un signo claro de este misterio, pero, al mismo tiempo, precisamente por eso, se convierte en símbolo que interpela y sacude las conciencias. Cuando, el Viernes, celebremos la Pasión del Señor y participemos en el Vía Crucis, no podremos olvidar la fuerza de este amor que se entrega sin medida.

"Los amó hasta el extremo". Jesús, después de sacrificarse por nosotros en la Cruz, resucita y se convierte en primicia de la nueva creación. Pasaremos el Sábado Santo en silenciosa espera del encuentro con el Resucitado, meditando en las palabras del apóstol San Pablo: "Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras" (1 Co 15, 3-4).

De ese modo podremos prepararnos mejor para la solemne Vigilia Pascual, cuando irrumpa en el corazón de la noche la deslumbrante Luz de Cristo Resucitado. Que en este último tramo del camino penitencial nos acompañe María Santísima, la Virgen que permaneció siempre fiel al lado de su Hijo, sobre todo en los días de la Pasión. Que Ella nos enseñe a "amar hasta el extremo", siguiendo el ejemplo de Jesús, que con su Muerte y su Resurrección ha salvado al mundo.


Juan Pablo II
Semana Santa 2001

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