miércoles, 30 de noviembre de 2011

Testimonio del lento calvario de JPII: modelo de sufrimiento vivido por amor de Dios

Sábado, 26 Nov. 11
(Radio Vaticana)

Antes de mediodía, el Santo Padre ha recibido en la sala Clementina a los 500, aproximadamente, participantes al Encuentro promovido por el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, que han reflexionado estos días en el Vaticano sobre el tema: “La Pastoral sanitaria al servicio de la vida a la luz del magisterio del Beato Juan Pablo II”.

El "Evangelio de la Vida", ha dicho el Papa, “es un precioso legado de las enseñanzas del Beato Juan Pablo II, que en 1985, constituyó este Pontificio Consejo, para dar testimonio concreto en el vasto y complejo campo de la salud”. Hace veinte años, estableció la Jornada Mundial del Enfermo, y, más recientemente, instituyó la Fundación "El buen samaritano", una organización de beneficencia para los enfermos pobres, en algunos países.

“En los largos e intensos años de su pontificado, el beato Juan Pablo II proclamó que el servicio a la persona enferma en el cuerpo y en el espíritu constituye un constante compromiso de atención y de evangelización para toda la comunidad eclesial, de acuerdo con el mandato dado por Jesús a los Doce Apóstoles para sanar a los enfermos”.

Benedicto XVI ha recordado la carta apostólica de su venerado predecesor Salvifici doloris, en la que Juan Pablo II escribe: "El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre: es uno de aquellos puntos en los que el hombre, en cierto sentido" viene ‘destinado’, a superarse a sí mismo, y viene llamado a esto, de una manera misteriosa".

“El misterio del dolor parece ofuscar el rostro de Dios, haciéndolo casi un desconocido, o incluso señalándolo como responsable directo de los sufrimientos humanos, pero los ojos de la fe son capaces de mirar en profundidad en este misterio”.

“Dios se encarnó, se acercó al hombre incluso en sus situaciones más difíciles: no eliminó el dolor”, ha afirmado el Pontífice. “El Hijo de Dios sufrió hasta la muerte y reveló que su amor baja hasta el abismo más profundo del hombre para darle esperanza”.

“En el Hijo "dado" para la salvación de la humanidad, la verdad del amor, viene “probada”, en un cierto sentido, mediante la verdad del sufrimiento; y la Iglesia, nacida del misterio de la Redención de la Cruz de Cristo, está llamada a buscar el encuentro con el hombre, en particular, en el camino de su sufrimiento”.

Benedicto XVI ha explicado que “el servicio, la cercanía y el cuidado de hermanos enfermos, coloca a quienes les cuidad en una posición privilegiada para testimoniar la acción salvífica de Dios, su amor por el hombre y el mundo. El rostro del Salvador agonizante en la cruz, nos enseña a preservar y promover la vida, en cualquier momento y sea cual fuere su condición.

“Esta visión del dolor y del sufrimiento iluminado por la muerte y resurrección de Cristo fue testimoniada por el lento calvario, que marcó los últimos años de la vida del Beato Juan Pablo II, al que se pueden aplicar las palabras de San Pablo: "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia. (Col 1,24). La fe firme y segura impregnó su debilidad física, haciendo de su enfermedad, vivida por amor de Dios, de la Iglesia y del mundo, una concreta participación en el Camino de Cristo hasta el Calvario”.

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sábado, 26 de noviembre de 2011

Vayamos jubilosos al encuentro del Señor


¡Vayamos jubilosos al encuentro del Señor! ¡Vayamos, pues, con alegría! Caminemos jubilosos y vigilantes a la espera del tiempo que recuerda la venida de Dios en la carne humana, tiempo que llegó a su plenitud cuando en la cueva de Belén nació Cristo. Entonces se cumplió el tiempo de la espera.

Viviendo el Adviento, esperamos un acontecimiento que se sitúa en la historia y a la vez la trasciende. Al igual que los demás años, tendrá lugar en la noche de la Navidad del Señor. A la cueva de Belén acudirán los pastores; más tarde, irán los Magos de Oriente. Unos y otros simbolizan, en cierto sentido, a toda la familia humana.

Nosotros podemos encontrar a Dios, porque Él ha venido a nuestro encuentro. Lo ha hecho, como el padre de la parábola del hijo pródigo (cf. Lc 15, 11-32), porque es Rico en Misericordia y quiere salir a nuestro encuentro sin importarle de qué parte venimos o a dónde lleva nuestro camino. Dios viene a nuestro encuentro, tanto si lo hemos buscado como si lo hemos ignorado, e incluso si lo hemos evitado. Él sale primero a nuestro encuentro, con los brazos abiertos, como un padre amoroso y misericordioso.

Cristo es nuestro Redentor: Redentor del mundo y Redentor del hombre. Vino a nosotros para ayudarnos a cruzar el umbral que lleva a la puerta de la vida, la «Puerta Santa» que es Él mismo.

Que esta consoladora verdad esté siempre muy presente ante nuestros ojos, mientras caminamos como peregrinos. Creyendo en Cristo Crucificado y Resucitado, creemos en la resurrección de la carne y en la vida eterna. Contemplando a Cristo, hagamos nuestras las palabras de un antiguo canto popular polaco:

«La salvación ha venido por la Cruz;
éste es un gran misterio.
Todo sufrimiento tiene un sentido:
lleva a la plenitud de la vida».

Homilía del Domingo 29 de noviembre de 1998
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sábado, 19 de noviembre de 2011

Jesucristo, Mesías Rey

El término “Cristo” es el equivalente griego de la palabra hebrea “Mesías”, que quiere decir “Ungido”. Israel, el pueblo elegido por Dios, vivió durante generaciones en la espera del cumplimiento de la promesa del Mesías, a cuya venida fue preparado a través de la historia de la Alianza. El Mesías, es decir el “Ungido” enviado por Dios, había de dar cumplimiento a la vocación del pueblo de la Alianza, al cual, por medio de la Revelación se le había concedido el privilegio de conocer la verdad sobre el mismo Dios y su proyecto de salvación.

El atribuir el nombre “Cristo” a Jesús de Nazaret es el testimonio de que los Apóstoles y la Iglesia primitiva reconocieron que en Él se habían realizado los designios del Dios de la Alianza y las expectativas de Israel.

Cuando el ángel Gabriel anuncia a la Virgen María que había sido escogida para ser la Madre del Salvador, le habla de la realeza de su Hijo: “...le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 32-33).

Otro hecho significativo es que, al entrar en Jerusalén en vísperas de su Pasión, Jesús cumple, tal como destacan los Evangelistas Mateo (21, 5) y Juan ( 12, 15), la profecía de Zacarías, en la que se expresa la tradición del “Rey mesiánico”: “Alégrate sobremanera, hoja de Sión. Grita exultante, hija de Jerusalén. He aquí que viene tu Rey, justo y victorioso, humilde, montado en un asno, en un pollino hijo de asna” (Zac 9, 9). “Decid a la hija de Sión: he aquí que tu rey viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de una bestia de carga” (Mt 21, 5). Precisamente sobre un pollino cabalga Jesús durante su entrada solemne en Jerusalén, acompañado por la turba entusiasta: “Hosanna al Hijo de David” (cf. Mt 21, 1-10). A pesar de la indignación de los fariseos, Jesús acepta la aclamación mesiánica de los “pequeños” (cf. Mt 21, 16; Lc 19, 40), sabiendo muy bien que todo equívoco sobre el título de Mesías se disiparía con su glorificación a través de la Pasión.

Los días siguientes a la entrada de Jesús en Jerusalén se verá cómo se han de entender las palabras del Ángel en la Anunciación. “Le dará el Señor Dios el trono de David, su padre... reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin”. Jesús mismo explicará en qué consiste su propia realeza, y por lo tanto la verdad mesiánica, y cómo hay que comprenderla.

El momento decisivo de esta clarificación se da en el diálogo de Jesús con Pilato, que trae el Evangelio de Juan. Puesto que Jesús ha sido acusado ante el gobernador romano de “considerarse rey” de los judíos, Pilato le hace una pregunta sobre esta acusación que interesa especialmente a la autoridad romana porque, si Jesús realmente pretendiera ser “rey de los judíos” y fuese reconocido como tal por sus seguidores, podría constituir una amenaza para el imperio. Pilato, pues, pregunta a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos? Responde Jesús: ¿Por tu cuenta dices eso o te lo han dicho otros de Mí?”; y después explica: “Mi Reino no es de este mundo; si de este mundo fuera mi Reino, mis ministros habrían luchado para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí”. Ante la insistencia de Pilato: “Luego, ¿tú eres rey?”, Jesús declara: “Tú dices que soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la Verdad; todo el que es de la Verdad oye mi Voz” (cf. Jn 18, 33-37). Estas palabras inequívocas de Jesús contienen la afirmación clara de que el carácter o munus real, unido a la misión del Cristo-Mesías enviado por Dios, no se puede entender en sentido político como si se tratara de un poder terreno, ni tampoco en relación al “pueblo elegido”, Israel.

En este marco podemos comprender mejor el significado de la inscripción puesta en la Cruz de Cristo, refiriéndonos por lo demás a la definición que Jesús había dado a Sí mismo durante el interrogatorio ante el procurador romano. Sólo en ese sentido el Cristo-Mesías es “el Rey”.

Finalmente, en el Calvario un último episodio ilumina la condición mesiánico-real de Jesús. Uno de los dos malhechores crucificados junto con Jesús manifiesta esta verdad de forma penetrante, cuando dice: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino” (Lc 23, 42). En este diálogo encontramos casi una confirmación última de las palabras que el Ángel había dirigido a María en la Anunciación: Jesús “reinará... y su Reino no tendrá fin” (Lc 1, 33).

Catequesis del Beato Juan Pablo II
11 de febrero de 1989
Tomado de "El camino de María"
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martes, 15 de noviembre de 2011

¿De dónde surgió la serenidad de Juan Pablo II ante la muerte?

Él mismo respondió a esta pregunta en su Carta Apostólica «Salvifici doloris», publicada el 11 de febrero de 1984, asegurando que la resurrección de Cristo arroja una luz totalmente nueva ante el miedo al desenlace de la vida terrena:


"La muerte, muchas veces es esperada incluso como una liberación de los sufrimientos de esta vida. Al mismo tiempo, no es posible dejar de reconocer que ella constituye casi una síntesis definitiva de la acción destructora tanto en el organismo corpóreo como en la psique.

Pero ante todo la muerte comporta la disociación de toda la personalidad psicofísica del hombre. El alma sobrevive y subsiste separada del cuerpo, mientras el cuerpo es sometido a una gradual descomposición, según las palabras del Señor Dios pronunciadas después del pecado cometido por el hombre al comienzo de su historia terrena: Polvo eres, y al polvo volverás [Génesis 3, 19].

Aunque la muerte no es, pues, un sufrimiento en el sentido temporal de la palabra, aunque en un cierto modo se encuentra más allá de todos los sufrimientos, el mal que el ser humano experimenta contemporáneamente con ella tiene un carácter definitivo y totalizante.

Con su obra salvífica el Hijo unigénito libera al hombre del pecado y de la muerte, abriendo con su resurrección el camino a la futura resurrección de los cuerpos.

Una y otra son condiciones esenciales de la "vida eterna", es decir, de la felicidad definitiva del hombre en unión con Dios; esto quiere decir, para los salvados, que en la perspectiva escatológica el sufrimiento es totalmente cancelado.

Como resultado de la obra salvífica de Cristo, el hombre existe sobre la tierra con la esperanza de la vida y de la santidad eternas.

Y aunque la victoria sobre el pecado y la muerte, conseguida por Cristo con su cruz y resurrección no suprime los sufrimientos temporales de la vida humana, ni libera del sufrimiento toda la dimensión histórica de la existencia humana, sin embargo, sobre toda esa dimensión y sobre cada sufrimiento esta victoria proyecta una luz nueva, que es la luz de la salvación. Es la luz del Evangelio, es decir, de la Buena Nueva.

En el centro de esta luz se encuentra la verdad propuesta por Cristo en el Evangelio de Juan 3, 16: Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo unigénito.

Esta verdad cambia radicalmente el cuadro de la historia del hombre y su situación terrena.

Pido para vosotros la gracia de la luz y de la fuerza Espiritual en el sufrimiento, para que no perdáis el valor, sino que descubráis individualmente el sentido del sufrimiento y podáis, con la oración y el sacrificio, aliviar a los demás.

Dios se revela siempre con su amor. Con Cristo, el sufrimiento puede llegar a ser camino de purificación, de liberación interior y de enriquecimiento del alma, pues es una invitación a superar la vanidad y el egoísmo y a confiar solamente en Dios y en su voluntad salvadora".
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sábado, 5 de noviembre de 2011

Estudian posible milagro del Beato Juan Pablo II

ROMA, 24 Oct. 11
Radio Vaticana informó que la Arquidiócesis de Yucatán (México) estudiará el caso de una mujer mexicana que padecía de un grave tumor en la garganta y que asegura haber sanado por intercesión del Beato Juan Pablo II.

"El Padre Jorge Oscar Herrera Vargas, portavoz de la Arquidiócesis de Yucatán, quien informó que el considerado milagro de la Sra. Sara Guadalupe Fuentes será estudiado por un juzgado eclesiástico del Estado que se encargará de reunir los documentos que serán enviados al representante del Vaticano, Mons. Slawomir Oder, postulador de la canonización del Papa Wojtyla, para que determine si formará parte de la propuesta", informó Radio Vaticana en su sitio web.

Asimismo, explica que "la Sra. Sara Fuentes se curó en una semana de un tumor que obstruía el 80% de su garganta y le impedía comer y respirar bien, por lo que requería una cirugía urgente; pero por la supuesta intercesión del beato Juan Pablo II, cuyas reliquias fueron llevadas a México hace unos días, esta devota del Papa se curó repentinamente".

El caso mexicano

Según informa Sipse.com, "la historia de Sara comenzó el 20 de agosto, cuando a través de un examen médico le detectaron el pólipo. Tras las molestias y dolencias, el especialista le recomendó que era necesario una intervención para extraer el tumor; fue entonces cuando decidieron ir al Seguro Social y le programaron la cirugía para el 28 de septiembre, en calidad de urgente".

"Tres días antes, la cámara endoscópica del nosocomio se quemó y el día que le tocaba entrar a quirófano, le informaron que se canceló y se aplazó para el 30 de septiembre", añade.

La familia de Sara buscó someterla a la cirugía en una clínica particular. Le practicaron una "endoscopía para verificar si debía ser entubada. En ese proceso, el médico sorprendido les dio la noticia que les cambió la vida".

"Les tengo dos noticias una buena y una mala, me dijo (el médico), la mala es que yo no la voy a operar y la buena es que se salvó señora no tiene nada, entonces me puse a llorar, luego nos puso el vídeo; yo ni podía verlo, mi esposo lo vio y ya no había nada, el pólipo no estaba", relató Sara.

Sara asegura que desde antes que llegaran las reliquias "comenzó a orar intensamente y colocaba una imagen del Papa en su pecho y su garganta, para pedir que intercediera por ella".

"Dos días antes de la visita del Papa viajero su garganta se libró del tumor. Para dar gracias visitó las reliquias en la Iglesia Catedral y los próximos días le harán nuevos estudios para dar seguimiento a su caso", agrega Sipse.com.

(ACI/EWTN Noticias)
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