martes, 16 de octubre de 2012

A 34 años de su elección: Un Papa viajero que amaba la paz


“Habemus Papa" fue el anunció que hizo el cardenal italiano Pericle Felici al mundo y a 100 mil fieles católicos que se encontraban en la Plaza de San Pedro, la tarde del 16 de octubre de 1978, a la expectativa de quien será el sucesor de Juan Pablo I, cuyo pontificado duró solo 33 días.

El nombramiento recayó sobre el cardenal polaco Karol Wojtyla, de 58 años, y causó sorpresa pues se terminaba con los 450 años de pontificados italianos.

Wojtyla, el Papa más joven del siglo, escogió como nombre Juan Pablo II en honor a sus antecesores: Juan XIII, Pablo VI y Juan Pablo I.

Desde un inicio, su carisma conquistó a los católicos del mundo. Tuvo convicciones muy claras que cumplió durante su pontificado, el tercero más largo de la historia con 26 años y medio.

Dijo que un Papa no debe ser un soberano sino un pastor que anuncie el Evangelio de Cristo, y así lo hizo: viajó 104 veces y visitó 129 ciudades, lo que equivale a un recorrido de 1,2 millones de kilómetros y haber estado fuera del Vaticano dos años y ocho meses.

Se lo conocía como el "Papa viajero", aunque la prensa en Latinoamérica lo catalogaba como el "goleador de la fe", "el atleta de Dios", "el trotamundos del Evangelio" o "el Papa de la juventud".

En sus perfiles, se destaca su fe inquebrantable, su temple para hacer respetar los derechos de los seres humanos, apelaba a mantener las familias unidas y una juventud sana. Esto, como él mismo lo dijo, se debía a que durante su juventud vivió dos sucesos extremos que marcaron el siglo XX: el nazismo y el comunismo.

De ahí, se explica también su deseo de luchar por el bienestar de los pueblos e inició un proceso de pacificación en el mundo, lo que lo convirtió en un personaje influyente a la hora de tomar decisiones políticas: contribuyó personalmente para que su natal Polonia y Rusia salgan del comunismo, apeló también en varias ocasiones como mediador entre naciones en conflicto, un ejemplo concreto es el Conflicto del Beagle, un paso interoceánico que no pertenece a ningún océano, entre la Argentina y Chile en 1978. Ambas naciones estaban al borde de la guerra, tenían militares en sus fronteras en disputa de unas islas que se encuentran en la parte del canal que comparten los dos países. Juan Pablo II consiguió que firmen un tratado de paz.

El Pontífice también tuvo influencia en la reanudación de las negociaciones de paz entre los estado del Oriente Medio.

Se mostraba opuesto a los extremos socialistas o capitalistas. Eso explicaría, según sus seguidores, su viaje a Cuba en 1998 a fin de intentar suavizar el sistema. No tuvo ningún reparo en reprender públicamente al cardenal nicaragüense Ernesto Cardenal, quien en 1983 se encontraba arrodillado frente a él a su llegada al aeropuerto de Managua. Lo increpó por su apoyo y trabajo al Frente Sandinista del Liberación Nacional, del presidente Daniel Ortega, y por ocupar el cargo de ministro de Educación, colaborando así a terminar con la dictadura de Anastasio Somoza.

Este suceso fue visto por los progresistas católicos como el alineamiento del Pontífice a las dictaduras militares, de hecho fue muy criticado por mantener buenas relaciones con el exdictador chileno Augusto Pinochet.

Fue duro y radical con lo sacerdotes que apostaban por la Teología de la Liberación y defendió con tenacidad los principios básicos de la Iglesia.

Sin embargo, respetaba los valores de otras religiones, lo que lo llevó a reunirse con ortodoxos, budistas y mahometanos

Al inicio de su pontificado, la Santa Sede tenía relaciones diplomáticas con 84 estados. Al fallecer este Papa, las tenía con 173.

Fue un devoto de la Virgen, algunos de sus biógrafos indican que el amor inmenso que sentía hacia ella surgió luego de la inesperada muerte de su madre.

Su vida estuvo marcada por trágicos sucesos que pusieron el él un dejo de tristeza, pero siempre estuvo lleno de fe y esperanza.

Cuando tenía 9 años, su madre murió mientras daba a luz a su hermana, quien también falleció. Entonces, su padre se dedicó de lleno a él y a su hermano, Edmund Wojtyla.

Edmund, 14 años mayor al Papa, estudiaba medicina y murió tras haber sido contagiado de una enfermedad infecciosa que causa erupciones en todo el cuerpo, llamada escarlatina.

Fue otro duró golpe en su vida, pero, ya más apegado a Dios, aceptó con humildad sus designios.

Durante su pontificado fue evidente el deterioro de salud, pero se mostraba con una gran fuerza interior. Tras el intento del asesinato en 1981, se le detectó cáncer al intestino y tuvo caídas, en las que se fracturó el hombro, en 1993; el fémur, en 1994, y fue diagnosticado con la enfermedad de Parkinson en 1996.

Fue la primera vez que un Papa dio a conocer abiertamente sus enfermedades. En septiembre de 2003, su salud empeoró notablemente y la Cúpula de la Iglesia comenzó a preparar a los católicos para su muerte.

Se negó a tomar medicinas y, aún sin casi poder hablar y con el mal de Parkinson avanzado, se opuso a la guerra contra Iraq.

A inicios de 2005, tuvo complicaciones respiratorias y, a finales de marzo, una fuerte infección a las vías urinarias. El 2 de abril a las 21:37 (hora de Italia) dijo: "Déjenme ir a la casa de mi padre", y murió.
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