miércoles, 25 de enero de 2012

Santa María, Reina de la Paz

Oración de Juan Pablo II
en el Santuario de Chiquinquirá, Colombia.
1986

¡Dios te salve, María!

Te saludamos con el Ángel:

Llena de gracia. El Señor está contigo!

Te saludamos con Isabel:

¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¡Feliz porque has creído a las promesas divinas!

Te saludamos con las palabras del Evangelio:

Feliz porque has escuchado la Palabra de Dios y la has cumplido.
¡Tú eres la llena de gracia!

Te alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo Divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo.
Te invocamos; Madre y Modelo de toda la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas de toda la humanidad.

El Señor está contigo!

Tú eres la Virgen de la Anunciación, el Sí de la humanidad al misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio de la Visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, la que lo mostraste a los pastores y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo, lo acompaña hasta Egipto y lo conduce a Nazaret.
Tú eres la Virgen de los caminos de Jesús, de la vida oculta y del milagro de Caná.
Tú eres la Madre Dolorosa del Calvario y Virgen gozosa de la Resurrección.
Tú eres la Madre de los discípulos de Jesús en la espera y en el gozo de Pentecostés.

Bendita Tú eres...!

Porque creíste en la Palabra del Señor,
Porque esperaste en sus promesas,
Porque fuiste perfecta en el amor.
Por tu caridad presurosa con Isabel,
Por tu bondad materna en Belén,
Por tu fortaleza en la persecución,
Por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo,
Por tu vida sencilla en Nazaret,
Por tu intercesión en Caná,
Por tu presencia maternal junto a la Cruz,
Por tu fidelidad en la espera de la Resurrección,
Por tu oración asidua en Pentecostés.
Por la gloria de tu Asunción a los cielos,
Por tu maternal protección sobre la Iglesia,
Por tu constante intercesión por toda la humanidad.

Santa María, Madre de Dios!   Queremos consagrarnos a Ti.

Porque eres Madre de Dios y Madre nuestra.
Porque tu Hijo Jesús nos confió a Ti.
Porque has querido ser Madre de la Iglesia.

Santa María, Madre de Dios!  Nos consagramos a Ti:

Los obispos, que a imitación del Buen Pastor velan por el Pueblo de Dios.
Los sacerdotes, que han sido ungidos por el Espíritu.
Los religiosos y religiosas, que ofrendan su vida por el Reino de Cristo.
Los seminaristas, que han acogido la llamada del Señor.
Los esposos cristianos en la unidad e indisolubilidad de su amor con sus familias.
Los seglares comprometidos en el apostolado.
Los jóvenes que anhelan una sociedad nueva.
Los niños que merecen un mundo más pacífico y humano.
Los enfermos, los pobres, los encarcelados, los perseguidos, los huérfanos, los desesperados, los moribundos.

Ruega por nosotros pecadores!

Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio nos acogemos y a tu inspiración nos encomendamos.

Te pedimos por la Iglesia, para que sea fiel en la pureza de la fe, en la firmeza de la esperanza, en el fuego de la caridad, en la disponibilidad apostólica y misionera, en el compromiso por promover la justicia y la paz entre los hijos de esta tierra bendita.

Te suplicamos que toda la Iglesia se mantenga siempre en perfecta comunión de fe y de amor, unida a la Sede de Pedro con estrechos vínculos de obediencia y de caridad.

Te encomendamos la fecundidad de la nueva evangelización, la fidelidad en el amor de preferencia por los pobres y la formación cristiana de los jóvenes, el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, la generosidad de los que se consagran a la misión, la unidad y la santidad de todas las familias.

Ahora y en la hora de nuestra muerte!

¡Virgen Santísima, Madre nuestra! Ruega por nosotros ahora. Concédenos el don inestimable de la paz, la superación de todos los odios y rencores, la reconciliación de todos los hermanos.

Te lo pedimos a Ti, a quien invocamos como Reina de la Paz. Que cese la violencia y la guerrilla. Que progrese y se consolide el diálogo y se inaugure una convivencia pacífica. Que se abran nuevos caminos de justicia y de prosperidad.

Ahora y en la hora de nuestra muerte!

Te encomendamos a todas las víctimas de la injusticia y de la violencia, a todos los que han muerto en las catástrofes naturales, a todos los que en la hora de la muerte acuden a ti como Madre. Sé para todos nosotros Puerta del cielo, vida, dulzura y esperanza, para que, juntos, podamos contigo glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén!

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sábado, 21 de enero de 2012

La Confesión explicada por Juan Pablo II

Permanecemos evidentemente perplejos ante el abandono del Sacramento de la Penitencia por parte de muchos fieles y haremos todo lo posible por instruir y persuadir a todos de la necesidad de recibir el perdón de Dios de forma personal, ferviente y frecuentemente (Alocución, 15.VII.83).

Nadie puede cancelar el pasado. Ni aún el mejor psicólogo puede librar al hombre del peso del pasado. Sólo la Omnipotencia de Dios puede, con su amor creador, construir con nosotros un nuevo comienzo: ésta es la grandeza del Sacramento del perdón (Homilía, 26.VI.88). No se limita a olvidar el pasado, como si se extendiera sobre él un velo efímero, sino que nos lleva a un cambio radical de la mente, del corazón y de la conducta. La confesión sacramental no constituye una represión, sino una liberación. Tened pues la valentía del arrepentimiento. ¡Esto os hará libres! (Alocución, 5.IV.79).

Gracias al amor y misericordia de Dios, no hay pecado por grande que sea que no pueda ser perdonado; no hay pecador que sea rechazado. Toda persona que se arrepienta será recibida por Jesucristo con perdón y amor inmenso (Alocución, 29.IX.79). "Hay más alegría en el Cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve que no necesitan penitencia" (Lucas, 15,7).

Este poder de perdonar los pecados Jesús lo confiere, mediante el Espíritu Santo, a simples hombres, sujetos ellos mismos a la insidia del pecado: "Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos" (Juan. 20, 22). Es ésta una de las novedades evangélicas más notables.

El Sacerdote, ministro de la Penitencia, actúa in persona Christi, en la persona de Cristo. Confesamos nuestros pecados a Dios mismo, aunque en el confesonario los escucha el hombre-sacerdote (Homilía, 16.III.80). Por otra parte, los miembros del Pueblo de Dios, con instinto sobrenatural, saben reconocer en sus sacerdotes a Cristo mismo, que los recibe y perdona, y agradecen de corazón la capacidad de acogida, la palabra de luz y consuelo con que acompaña la absolución de sus pecados (Alocución, 30.XI.83).

"La confesión, hijos míos, es la manifestación más hermosa del Poder y del Amor de Dios. Un Dios que perdona... ¡¿no es una maravilla?! Es un Sacramento que limpia, purifica, enaltece y diviniza: que nos da fuerza para salir adelante en los caminos de la tierra, que nos pone en condiciones de ser eficaces " (San Josemaría).

Fuente: Catholic.net
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sábado, 14 de enero de 2012

Benedicto XVI y Juan Pablo II

Días antes de la beatificación de Juan Pablo II, le proyectaron al Papa Benedicto XVI el documental "Peregrino vestido de blanco", sobre el pontificado del hoy beato Juan Pablo II. El Papa comentó que Karol Wojtyla "nos sigue acompañando desde el Cielo".

Luego de ver el documental, Benedicto XVI señaló que Juan Pablo II se distinguió por dos "puntos cardinales en su vida y su ministerio: la oración y el celo misionero… Juan Pablo II ha sido un gran contemplativo y un gran apóstol de Cristo. Dios lo eligió para la sede de Pedro y lo conservó buen tiempo para introducir a la Iglesia en el tercer milenio. Con su ejemplo nos ha guiado a todos en este peregrinaje y ahora nos sigue acompañando desde el Cielo".

El Papa agradeció a los realizadores del documental y señaló que es una válida contribución para mejor conocer a su predecesor, en la que se puede apreciar diversos testimonios y entrevistas, además de una rica documentación.

Por su parte, Mons. Sławomir Oder, sacerdote polaco, que fue postulador de la causa de beatificación de Juan Pablo II, concedió en el mismo tiempo una entrevista donde consideraba que era un verdadero regalo de Dios encargarse de esa tarea consistente en investigar y certificar todo aquello que hace relación a la vida del Papa.

Comentó en la entrevista que, en el tiempo en que se estudiaba la beatificación de Wojtyla, llegaban al Vaticano muchísimas cartas, algunas reclamando que aún no se le nombre santo. Por ejemplo, escribían: “Es inútil, están ustedes perdiendo el tiempo, ¡es santo, lo saben todos!”. Ciertamente, dice Monseñor, la santidad de Juan Pablo II es algo en la que todos estamos de acuerdo, pero es preciso hacer las investigaciones pertinentes para que las generaciones futuras tengan las pruebas de esa santidad. Ahora podemos decir que lo conocemos mejor.

En otras cartas, dice, sorprende la sencillez de las personas. Para dirigirlas solo ponen en el sobre: “A Juan Pablo II, Roma”. Aunque la mejor ha sido la de un niño que se la envió al Cielo escribiendo: “Juan Pablo II. El Paraíso”. También hemos recibido muchas de no cristianos, que percibían la santidad del Papa.

Le preguntan si siendo un Papa tan bueno, ¿acaso tenía defectos? Responde Monseñor Oder: “¿Defectos? Bueno, imagino que sí, como todos. Algunos dicen que era demasiado transparente. Recuerdo el problema que se creó cuando una periodista logró fotografiarlo mientras se lanzaba a la piscina de Castel Gandolfo. Cuando le informaron, dijo: «¿De verdad? ¿Y dónde lo podré ver publicado?». Y es que le daba igual. Otros sostienen que podía parecer que daba signos de inquietarse, pero era evidente que tenía un gran dominio de sí.

Comenta Mons. Oder que Benedicto XVI trabajó 25 años al lado de Juan Pablo II. Así que, si no hubiera sido elegido Papa, seguramente podría haber sido el testigo más importante del proceso de beatificación. Referido a dicho proceso, siempre decía: «Trabajad rápido, pero sobre todo... ¡trabajad bien!»”.

Extractado de un artículo del Pbro. José Martínez Colín
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miércoles, 11 de enero de 2012

Juan Pablo II en Guatemala

El siguiente escrito es una gentileza del señor Mariano Galvez, que lo ha hecho para conmemorar la visita realizada por Juan Pablo II a ciudad de Guatemala el 30 de julio de 2002 para la canonización de Pedro de Bethancourt el 30 de julio de 2002.


Paseo la mirada y donde hubiese millares de conterráneos, hay vacío. No mucho tiempo ha. Hubo miles de oraciones juntas. Motivadas por un anciano que dice sus discursos sentado. Discursos que son Padre Nuestros profundos. Un anciano que a veces tiene que sostenerse la cabeza con la mano. Quizá porque esta es símbolo de esperanza para millones. Y esto pesa. O quizá simplemente porque es un anciano.

Su voz se expresa en variados lenguajes. Su expresión la entienden diferentes culturas. Porque viene de los rincones puros del ser. Porque las palabras están dichas en el lenguaje universal de la esperanza. Esperanza de encontrar algo, largo tiempo, ha, perdido: ¡La Paz!

Vinieron de todos los países de la Patria Grande. La Centro América utópica de Morazán, Barrios. La que lucho unida, una sola en contra del filibustero. Y aun de más lejos. Entre otros lugares, de unas islas que tienen nombre de pájaro. De donde vino tiempo ha, un hombre de escasas proporciones físicas. Que con humildad, sembrando caridad cristiana, se hizo grande espiritualmente.

Traían rosarios de oraciones. Un solo nombre las iniciaba: Juan Pablo. De Juan El Bautista y Pablo El Perseguidor Convertido. Dos nombres simbolizando una unión rara. De procedimientos diferentes; un solo propósito: Un camino mejor para la raza humana.

Se juntaron. Columnas de diferente color. Afluentes humanos al río que brotase dos mil y pico años ha. Y se juntaron en un lugar bendito de Dios: MI PATRIA, Guatemala. Para pedir por lo que tanto anhelamos. Una paz basada en la igualdad. Una paz deseada por los hombres de buena voluntad. Amantes de sus semejantes. Una paz con los mismos derechos y las mismas responsabilidades sin distinción de raza, política, religión, cultura. Una paz basada en las enseñanzas de ÉL. Quien nos dejara el axioma: Yo soy la luz y el que me sigue (mis enseñanzas), vivirá por siempre!

Se han ido. Esta solo el lugar, pero... Subiendo las faldas de los volcanes de Pacaya, Agua, Fuego; tomando por el Cañón de Palin, repetido por las golondrinas de Escuintla, va el rumor: Padre Nuestro que estas en los cielos... En lenguaje Maya toma las curvas de la Interamericana. Descansa en la ciudad de Las Perpetuas Rosas, acariciando la tumba del hoy santo, pero ayer hombre y por ello más nuestro. El Xocomil de Atitlan le impulsa con más fuerza. El frio de Totonicapán lo estremece, pasando por Olintepeque, el rojo atardecer recuerda la sangre de nuestros ancestros sacrificados al igual que en Xinabajul, cuando musita: Santificado sea tu nombre...Se riega por las calientes tierras del oriente. Santa Rosa de Lima lo ve pasar. Jutiapa, Jalapa, tierras bravías lo repiten con fuerza. Al igual que La Fragua y la Perla de Oriente: Venga a nos el tu reino, hagase tu voluntad aqui en la tierra asi como en el cielo...
Las Verapaces repiten la plegaria. El Río Dulce lo lleva mecido en un catamarán. Livinsgton le pone color. En el Gran Templo, el sacrificio hoy es espiritual: El Pan Nuestro de cada dáa dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Se va extendiendo fuera de nuestras fronteras. Hacia el planeta todo: No nos dejes caer en tentación, mas líbranos de todo mal. ¡AMEN!

Ha caído la noche. Está medio oscuro. O medio claro. Un hombre de escasas proporciones, de vestir humilde, pasa a mi lado -Buenas noches, Hermano-. Automáticamente, respondo buenas noches. Pienso dentro de mí: Un evangelista que anda perdido. Al doblar la esquina el individuo. Oigo el sonido de una campanilla. Se escucha una voz que dice: "Acordaos hermanos, que una alma tenemos y si la perdemos no la recobramos".


Biografía del Hermano Pedro de San José Bethencourt (1626-1667) tomada de la página oficial del Vaticano, clic acá
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martes, 3 de enero de 2012

El Santísimo Nombre de Jesús

El 3 de enero la Iglesia celebra el Santísimo Nombre de Jesús.  Al respecto el Beato Juan Pablo II expresó lo siguiente en uno de los párrafos de la Audiencia General del 14 de enero de 1987 cuyo título era "Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador":

"...En el plan dispuesto por la Providencia de Dios, Jesús de Nazaret lleva un Nombre que alude a la salvación: 'Dios libera', porque Él es en realidad lo que el nombre indica, es decir, el Salvador. Lo atestiguan algunas frases que se encuentran en los llamados Evangelios de la infancia, escritos por Lucas: '...nos ha nacido... un Salvador' (Lc 2, 11), y por Mateo: 'Porque salvaría al pueblo de sus pecados' (Mt 1, 21). Son expresiones que reflejan la verdad revelada y proclamada por todo el Nuevo Testamento. Escribe, por ejemplo, el Apóstol Pablo en la Carta a los Filipenses: 'Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó un Nombre, sobre todo nombre, para que al Nombre de Jesús se doble la rodilla y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor (Kyrios, Adonai) para gloria de Dios Padre' (Flp 2, 9-11).

La razón de la exaltación de Jesús la encontramos en el testimonio que dieron de El los Apóstoles, que proclamaron 'En ningún otro hay salvación, pues ningún otro Nombre nos ha sido dado bajo el Cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos' (Hech 4, 12)..."

Texto tomado de
El Camino de María
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