miércoles, 30 de mayo de 2012

La Visitación de María a su prima Isabel


En el relato de la Visitación, Lucas muestra cómo la gracia de la Encarnación, después de haber inundado a María, lleva salvación y alegría a la casa de Isabel. El Salvador de los hombres, oculto en el seno de Su Madre, derrama el Espíritu Santo, manifestándose ya desde el comienzo de su venida al mundo.

El evangelista, describiendo la salida de María hacia Judea, usa el verbo anístemi, que significa levantarse, ponerse en movimiento. Considerando que este verbo se usa en los evangelios pare indicar la Resurrección de Jesús (cf. Mc 8, 31; 9, 9. 31; Lc 24, 7. 46) o acciones materiales que comportan un impulso espiritual (cf. Lc 5, 27­28; 15, 18. 20), podemos suponer que Lucas, con esta expresión, quiere subrayar el impulso vigoroso que lleva a María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar al mundo el Salvador.

El texto evangélico refiere, además, que María realice el viaje "con prontitud" (Lc 1, 39). También la expresión "a la región montañosa" (Lc 1, 39), en el contexto de San Lucas, es mucho más que una simple indicación topográfica, pues permite pensar en el mensajero de la buena nueva descrito en el libro de Isaías: "¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: 'Ya reina tu Dios'!" (Is 52, 7).

Así como manifiesta San Pablo, que reconoce el cumplimiento de este texto profético en la predicación del Evangelio (cf. Rom 10, 15), así también San Lucas parece invitar a ver en María a la primera evangelista, que difunde la buena nueva, comenzando los viajes misioneros del Hijo divino.

La dirección del viaje de la Virgen Santísima es particularmente significativa: será de Galilea a Judea, como el camino misionero de Jesús (cf. Lc 9, 51).

En efecto, con su visita a Isabel, María realiza el preludio de la Misión de Jesús y, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra redentora del Hijo, se transforma en el Modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino para llevar la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos.

El encuentro con Isabel presenta rasgos de un gozoso acontecimiento salvífico, que supera el sentimiento espontáneo de la simpatía familiar. Mientras la turbación por la incredulidad parece reflejarse en el mutismo de Zacarías, María irrumpe con la alegría de su fe pronta y disponible: "Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel" (Lc 1, 40).

San Lucas refiere que "cuando oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno" (Lc 1, 41). El saludo de María suscita en el hijo de Isabel un salto de gozo: la entrada de Jesús en la casa de Isabel, gracias a Su Madre, transmite al profeta que nacerá la alegría que el Antiguo Testamento anuncia como signo de la presencia del Mesías.

Ante el saludo de María, también Isabel sintió la alegría mesiánica y "quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: 'Bendita Tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno' " (Lc 1, 41­42).

En virtud de una iluminación superior, comprende la grandeza de María que, más que Yael y Judit, quienes la prefiguraron en el Antiguo Testamento, es bendita entre las mujeres por el fruto de su seno, Jesús, el Mesías.

La exclamación de Isabel "con gran voz" manifiesta un verdadero entusiasmo religioso, que la plegaria del Avemaría sigue haciendo resonar en los labios de los creyentes, como cántico de alabanza de la Iglesia por las maravillas que hizo el Poderoso en la Madre de Su Hijo.

Isabel, proclamándola "Bendita entre las mujeres" indica la razón de la bienaventuranza de María en su fe: "¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (Lc 1, 45). La grandeza y la alegría de María tienen origen en el hecho de que Ella es la que cree.

Ante la excelencia de María, Isabel comprende también qué honor constituye pare ella su visita: "¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1, 43). Con la expresión "mi Señor", Isabel reconoce la dignidad real, más aun, mesiánica, del Hijo de María. En efecto, en el Antiguo Testamento esta expresión se usaba pare dirigirse al rey (cf. 1 R 1, 13, 20, 21, etc.) y hablar del rey­mesías (Sal 110, 1). El ángel había dicho de Jesús: "El Señor Dios le dará el trono de David, su padre" (Lc 1, 32). Isabel, "llena de Espíritu Santo", tiene la misma intuición. Más tarde, la glorificación pascual de Cristo revelará en qué sentido hay que entender este título, es decir, en un sentido trascendente (cf. Jn 20, 28; Hch 2, 34­36).

Isabel, con su exclamación llena de admiración, nos invita a apreciar todo lo que la presencia de la Virgen trae como don a la vida de cada creyente.

En la Visitación la Virgen lleva el Cristo, que derrama el Espíritu Santo, a la madre del Bautista. Las mismas palabras de Isabel expresan bien este papel de mediadora: "Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo saltó de gozo el niño en mi seno" (Lc 1, 44). La intervención de María produce, junto con el don del Espíritu Santo, como un preludio de Pentecostés, confirmando una cooperación que, habiendo empezado con la Encarnación, esta destinada a manifestarse en toda la obra de la salvación divina.

Beato Juan Pablo II
2 de octubre de 1996
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sábado, 26 de mayo de 2012

¡Ven Espíritu de amor y paz!

Espíritu creador, misterioso artífice del Reino, guía la Iglesia con la fuerza de tus santos dones para cruzar con valentía el umbral del nuevo milenio y llevar a las generaciones venideras la luz de la Palabra que salva.

Espíritu de santidad, aliento divino que mueve el universo, ven y renueva la faz de la tierra. Suscita en los cristianos el deseo de la plena unidad, para ser verdaderamente en el mundo signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano.

¡Ven, Espíritu de amor y paz!

Espíritu de comunión, alma y sostén de la Iglesia, haz que la riqueza de los carismas y ministerios contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo, y que los laicos, los consagrados y los ministros ordenados colaboren juntos en la edificación del único Reino de Dios.

Espíritu de consuelo, fuente inagotable de gozo y de paz, suscita solidaridad para con los necesitados, da a los enfermos el aliento necesario, infunde confianza y esperanza en los que sufren, acrecienta en todos el compromiso por un mundo mejor.

¡Ven, Espíritu de amor y paz!

Espíritu de sabiduría, que iluminas la mente y el corazón, orienta el camino de la ciencia y la técnica al servicio de la vida, de la justicia y de la paz. Haz fecundo el diálogo con los miembros de otras religiones. y que las diversas culturas se abran a los valores del Evangelio.

Espíritu de vida, por el cual el Verbo se hizo carne en el seno de la Virgen, mujer del silencio y de la escucha, haznos dóciles a las muestras de tu amor y siempre dispuestos a acoger los signos de los tiempos que Tú pones en el curso de la Historia.

¡Ven, Espíritu de amor y paz!

A Ti, Espíritu de amor, junto con el Padre omnipotente y el Hijo unigénito, alabanza, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Beato Juan Pablo II

Oración compuesta con ocasión del 2do. año del preparación al Jubileo del año 2000 dedicado al Espíritu Santo.



miércoles, 23 de mayo de 2012

Juan Pablo II, un gigante


Ciudad del Vaticano , 21 May. 12 (AICA) 

En el Salón Deskur de la sede del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales se proyectó el filme “Un Gigante”, dedicado a la figura de Juan Pablo II de Italo Moscati producido en colaboración con el Centro Televisivo Vaticano y la RAI, radio televisión italiana, que utiliza las imágenes en 3D de la beatificación del Papa Wojtyla, presidida por Benedicto XVI el 1º de mayo del 2011 en la Plaza de San Pedro, alternadas con imágenes en 2D que recorren la vida de Karol Wojtyla y su ministerio apostólico durante los casi 27 años de Pontificado.

El filme tiene una duración de 22 minutos y ya había sido presentado el pasado 14 de marzo durante una conferencia de prensa, fue transmitido el 1º de abril en el marco del séptimo aniversario de la muerte de Juan Pablo II, en un especial televisivo.

En la proyección participaron los cardenales Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, el arzobispo Claudio Maria Celli, presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, y el director del Centro Televisivo Vaticano,  padre Federico Lombardi, quien destacó que como comunicadores de realidades con significado religioso y espiritual es necesario ser muy sensibles a la relación entre una técnica comunicativa tendiente a caer en lo espectacular, y el mensaje profundo que el hecho quiere comunicar.

El padre Lombardi destacó que es una tarea decisiva el hacer que el mundo en 3D tenga la posibilidad de ofrecer en un futuro también espacio para una presencia religiosa.
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domingo, 20 de mayo de 2012

La Ascensión, misterio anunciado


En los misterios gloriosos del Rosario reviven las esperanzas del cristiano: las esperanzas de la vida eterna que comprometen la omnipotencia de Dios y las expectativas del tiempo presente que obligan a los hombres a colaborar con Dios. En Cristo Resucitado resurge el mundo entero y se inauguran los cielos nuevos y la tierra nueva que llegarán a cumplimiento a su vuelta gloriosa, cuando «la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado» (Ap 21, 4).

En la Ascensión de Cristo al Cielo, se exalta a la naturaleza humana que se sienta a la diestra de Dios, y se da a los discípulos la consigna de evangelizar al mundo. Además, al subir Cristo al Cielo, no se eclipsa de la tierra, sino que se oculta en el rostro de cada hombre, especialmente de los más desgraciados: los pobres, los enfermos, los marginados, los perseguidos...

Al infundir el Espíritu Santo en Pentecostés, dio a los discípulos la fuerza de amar y difundir la verdad, pidió comunión en la construcción de un mundo digno del hombre redimido y concedió capacidad de santificar todas las cosas con la obediencia a la voluntad del Padre celestial. De este modo encendió de nuevo el gozo de donar en el ánimo de quien da, y la certeza de ser amado en el corazón del desgraciado.

En la gloria de la Virgen elevada al Cielo, contemplamos entre otras cosas la sublimación real de los vínculos de la sangre y los afectos familiares, pues Cristo glorificó a María no sólo por ser inmaculada y arca de la presencia divina, sino también por honrar a su Madre como Hijo. No se rompen en el Cielo los vínculos santos de la tierra; por el contrario, en los cuidados de la Virgen Madre elevada para ser Abogada y protectora nuestra y tipo de la Iglesia victoriosa, descubrimos también el modelo inspirador del amor solícito de nuestros queridos difuntos hacia nosotros, amor que la muerte no destruye, sino que acrecienta a la Luz de Dios.

Y, finalmente, en la visión de María ensalzada por todas las criaturas, celebramos el misterio escatológico de una humanidad rehecha en Cristo en unidad perfecta, sin divisiones ya ni otra rivalidad que no sea la de aventajarse en amor uno a otro. Porque Dios es Amor.

Así es que en los misterios del Santo Rosario contemplamos y revivimos los gozos, dolores y gloria de Cristo y su Madre Santa, que pasan a ser gozos, dolores y esperanzas del hombre.

Beato Juan Pablo II
Ángelus . 6 de noviembre, 1983

Tomado de “El camino de María”
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jueves, 17 de mayo de 2012

A 92 años de su nacimiento



El 18 de Mayo de 1920, en Wadowice, cerca de Cracovia, Polonia, nació Karol Jósef Wojtyla, quien en Octubre de 1978 llegaría a ocupar el Trono de Pedro al ser elegido Papa, adoptando el nombre de Juan Pablo II.


En este modesto blog destinado a exaltar su memoria para aprender de su constante ejemplo de vida y santidad, queremos presentar a continuación tres videos acerca de su vida que fueron realizados en 1994 (once años antes de su muerte) por ABC News.

miércoles, 9 de mayo de 2012

25 años de la Visita de Juan Pablo II a Argentina


Con motivo de los 25 años de la segunda visita de Juan Pablo II a la Argentina, los Obispos realizaron una Misa de Acción de Gracias. El siguiente es el texto de la Homilía realizada por Mons. Héctor Luis Villalba, Arzobispo Emérito de Tucumán

La visita del Beato Juan Pablo II a nuestro país fue una gracia singular. Estuvo entre nosotros del 6 al 12 de abril de 1987. El magisterio y la actividad que desplegó nos llaman la atención. Recorrió diez diócesis y pronunció veintisiete discursos.

Su paso dejó una huella profunda. Su presencia y su palabra, a través de la radio y la televisión llegaron a todos los rincones. Nuestro Pueblo recorrió en su persona el Vicario de Cristo y ha escuchado de sus labios la palabra del Señor. El Papa vino a la Argentina para darnos nuevos motivos de esperanza.

Descubrimos los gestos de delicadeza del Papa, como cuando secó las lágrimas de aquel rostro con sus propias manos, al amor preferencial que tiene por los enfermos, los ancianos y los niños. Recibimos el testimonio del Papa orante.  Una oración constante, una oración que contagia. El papa, como Jesús, nos enseña a rezar.

Juntos a los gestos elocuentes, nos dejo su enseñanza. Juan Pablo II nos dijo que venía para “que la semilla del Evangelio penetre más profundamente en todos los ambientes de esta noble y fecunda tierra argentina”.

El 12 de abril nos habló a los obispos. Comenzó diciendo que “Este encuentro ya casi en las últimas horas de mi permanencia en vuestro país, quiere ser un momento análogo a aquél que Jesús quiso compartir con sus Apóstoles cuando después de la misión de los a las aldeas de Israel, los invitó a un lugar retirado, cerca de Betsaida para hacerles descansar y quedarse a solas con ellos: Vengan ustedes solos a un lugar desierto para descansar un poco. Hoy es el mismo Jesús quien nos convoca y nos reúne; el mismo Jesús está en medio de nosotros para guiarnos con su luz y su gracia”.

Nos dijo en esa oportunidad. “Quiero recordaros, en nombre del Señor, algo que está muy dentro de vuestro corazón sacerdotal: el presente y el futuro de la evangelización de Argentina está en vuestras manos”.

Y agregó el Papa: “la evangelización ha de apoyarse, como es su fundamento en vuestra unidad de Pastores, modelo y causa visible de la comunión eclesial recordad la plegaria del Señor Jesús que dirigió al Padre por los Apóstoles: Que todos sean uno: como tú Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Estas palabras contienen la voluntad divina de unidad para los Apóstoles y para los Sucesores, los Obispos: unidad de pensamiento, de palabra, de sentimiento y de acción entre todos los obispos, miembros de un mismo colegio, cuya cabeza visible es el Papa”.

El 10 de abril en el estadio de Vélez Sársfield tuvo lugar el encuentro con los sacerdotes, los consagrados y los agentes de pastoral de todo el país. En la homilía de la Misa nos dijo: “Iglesia en Argentina ¡Levántate, resplandece, porque ha llegado tu luz, y la gloria del Señor alborea sobre ti!” (cf. Is. 60,1).

Sin dudas que uno de los frutos de la visita del papa a la Argentina son Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización. A menos de un mes de la partida del Papa, el 3 de mayo, se realiza la Asamblea Episcopal. En la declaración conclusiva: “Iglesia en Argentina ¡levántate!: Se decide proyectar líneas fundamentales para la nueva evangelización, con la participación de todo el Pueblo de Dios.

Fue  conmovedor como el domingo de Pascua de 2005, marcado por el sufrimiento, el Papa Juan Pablo II se asomó a la ventana de su escritorio en la Plaza San Pedro e  impartió, por última vez, su bendición.

Pidamos ahora, asomado a la ventana de la casa del Padre no bendiga desde el cielo.
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