sábado, 4 de febrero de 2017

Jóvenes... luz del mundo

Discurso de S.S. Juan Pablo II. Vigilia de oración. Toronto, Parque Downsview Sábado 27 de julio de 2002

Queridos jóvenes, dejaos conquistar por la luz de Cristo y difundidla en el ambiente en que vivís.

"La luz de la mirada de Jesús -dice el Catecismo de la Iglesia católica- ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a verlo todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres" (n. 2715).

En la medida en que vuestra amistad con Cristo, vuestro conocimiento de su misterio, vuestra entrega a él, sean auténticos y profundos, seréis "hijos de la luz" y os convertiréis, también vosotros, en "luz del mundo". Por eso, os repito las palabras del Evangelio: "Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 16).

Esta noche el Papa, juntamente con vosotros, jóvenes de los diversos continentes, reafirma la fe que sostiene la vida de la Iglesia: Cristo es la luz de los pueblos; él ha muerto y resucitado para devolver a los hombres, que caminan en la historia, la esperanza de la eternidad. Su Evangelio no menoscaba lo humano: todo valor auténtico, en cualquier cultura donde se manifieste, es acogido y asumido por Cristo. El cristiano, consciente de ello, no puede por menos de sentir vibrar en su interior el arrojo y la responsabilidad de convertirse en testigo de la luz del Evangelio.

Precisamente por eso, os digo esta noche: haced que resplandezca la luz de Cristo en vuestra vida. No esperéis a tener más años para aventuraros por la senda de la santidad. La santidad es siempre joven, como es eterna la juventud de Dios.

Comunicad a todos la belleza del encuentro con Dios, que da sentido a vuestra vida. Que nadie os gane en la búsqueda de la justicia, en la promoción de la paz, en el compromiso de fraternidad y solidaridad.

¡Cuán hermoso es el canto que ha resonado en estos días: "Luz del mundo, sal de la tierra. Sed para el mundo el rostro del amor. Sed para la tierra el reflejo de su luz"

Es el don más hermoso y valioso que podéis hacer a la Iglesia y al mundo. El Papa os acompaña, como sabéis, con su oración y con una afectuosa bendición.

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