viernes, 31 de enero de 2014

Información sobre el sacrílego robo de reliquias de Juan Pablo II

Robo de reliquias de Juan Pablo II

ROMA, 27 Ene. 14 / 12:29 pm (ACI/EWTN Noticias).- A tres meses de la canonización del Beato Juan Pablo II que se realizará el 27 de abril en Roma, desconocidos robaron, en el Santuario de San Pedro de la Ienca, de la Diócesis de L’aquila (Italia), una de las cuatro ampollas en el mundo que contienen la sangre del Pontífice polaco.

El hurto ocurrió la madrugada del sábado 25 de enero. Los ladrones entraron sin forzar la puerta de la sacristía, rompieron el cristal de una ventana y cortaron los barrotes que protegen el relicario. Junto a la ampolla también fue sustraído un crucifijo del altar.

En declaraciones a ACI Prensa, el presidente de la Asociación Cultural del Santuario de Juan Pablo II en San Pedro de la Ienca, Pasquale Corriere, explicó que “se trata de un robo muy grave a nivel mundial, un sacrilegio que afecta a todos los católicos en el mundo y no solo a los habitantes de este pequeño pueblo”.

“No sé quien ha podido hacerlo, pensamos que ha podido ser un robo bajo comisión porque si los ladrones buscaran dinero habrían roto también las cajas de la limosna”, añadió.

La policía está investigando los hechos pero hasta ahora no hay resultados. Según Montagna TV, algunos señalan que existiría “la posibilidad de que los ladrones se hubieran desecho del objeto sagrado”, pero por el momento no hay nada confirmado.

La reliquia de Juan Pablo II había sido donada por el secretario personal del Pontífice por más de 40 años, el ahora Cardenal Estanislao Dziwisz, con motivo de la fundación del santuario en el año 2011, el primer santuario en Europa dedicado al Papa peregrino después de su beatificación el 1 de mayo de ese mismo año.

La sangre de la ampolla había sido extraída al Pontífice en los últimos días de su vida para ponerla a disposición del Centro de Transfusiones del Hospital Bambino Gesù, en donde aún se conserva una de las cuatro que en total se extrajeron.

Encuentran parte de lo robado

ROMA, 30 Ene. 14 / 12:01 pm (ACI/EWTN Noticias).- Casi una semana después del robo de una reliquia de sangre del Beato Papa Juan Pablo II, los agentes encontraron el pequeño trozo de tela de la sotana del Pontífice polaco que quedó manchada de sangre durante el atentado que sufrió en la Plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981. Hasta el momento hay dos detenidos y continúan las investigaciones.

Según señala el diario La Nación, por el robo ocurrido en la iglesia de San Pietro della Ienca, en el L'Aquila, en la región italiana de Los Abruzos, hay dos jóvenes detenidos, de 23 y 24 años, quienes confesaron haber robado el relicario y la cruz del templo.

El presidente de la asociación San Pietro della Ienca, Pasquale Corriere, responsable del santuario del que desapareció la reliquia, explicó a los medios italianos que falta aún una parte que esperan poder recuperar.

El fiscal de L'Aquila, David Mancini, ordenó un nuevo interrogatorio a los dos detenidos para que confiesen dónde se encuentra la reliquia.

Precisamente hoy llegó el llamado del que fuera secretario de Juan Pablo II por más de 40 años, el ahora Arzobispo de Cracovia (Polonia), Cardenal Stanislaw Dziwisz, para que los ladrones devuelvan la reliquia antes de la canonización del Pontífice que se realizará el 27 de abril.

En 2011, el Purpurado entregó a la comunidad de Los Abruzzos la reliquia como "una muestra de su amor hacia la montaña".

La Nación señala que en un primer momento se barajó la posibilidad de que se tratase de un robo para realizar algún rito satánico, pero posteriormente se ha pensado en la posibilidad de que se trate de un robo vinculado a un coleccionista.

miércoles, 22 de enero de 2014

Publican libro con los apuntes personales de Juan Pablo II que su secretario salvó de ser quemados

ROMA, 22 Ene. 14 / 12:02 am (ACI/EWTN Noticias).-
La editorial Znak de Polonia lanzará el próximo 5 de febrero el libro “Estoy en manos de Dios. Apuntes personales 1962-2003”, un texto que recoge las más íntimas memorias del Beato Juan Pablo II, que fueron salvadas de ser quemadas por su secretario por más de 40 años, el ahora Cardenal Stanislaw Dziwisz.

Según anuncia la editorial Znak, el lector encontrará en este volumen “las más importantes preguntas íntimas, profundas, conmovedoras meditaciones y oraciones que marcaban su tiempo día a día”, así como “apuntes que atestiguan su preocupación por sus seres queridos (amigos y colaboradores) y por la Iglesia que le había sido encomendada”.

Los apuntes personales de Juan Pablo II permiten al lector encontrarse con un hombre que siempre confió más en Dios que en sí mismo y que luchó por la verdad hasta el final de su vida.

Juan Pablo II pidió a Mons. Dziwisz, su secretario y más cercano colaborador, quemar los apuntes tras su muerte, pero el ahora Arzobispo de Cracovia decidió no destruirlos sino que los conservó y entregó a la Congregación para las Causas de los Santos, que examinó la vida de Karol Wojtyla durante su proceso de canonización.

En los textos, el lector tiene acceso al corazón del hombre que fue Obispo de Cracovia durante la difícil época del comunismo, y que luego, por cerca de 27 años, fue el sucesor de Pedro a fines del siglo XX e inicios del XXI.

El texto recopila las experiencias de Juan Pablo II, junto a oraciones, reflexiones y comentarios, convirtiendo al lector en un discípulo de la espiritualidad del futuro santo.

En declaraciones a la agencia Kai, el Cardenal Dziwisz explicó su decisión: “No, no quemé los apuntes de Juan Pablo II, porque constituyen la clave de lectura de su espiritualidad, la parte más íntima del hombre: sus relaciones con Dios, con el otro y consigo mismo”.

El libro ya se encuentra en pre-venta en su edición en polaco.

viernes, 17 de enero de 2014

Oración compuesta por Juan Pablo II

Padre Bueno, en Cristo tu Hijo nos revelas tu amor, nos abrazas como a tus hijos y nos ofreces la posibilidad de descubrir, en tu voluntad, los rasgos de nuestro verdadero rostro.

Padre santo, Tú nos llamas a ser santos como Tú eres santo. Te pedimos que nunca falten a tu Iglesia ministros y apóstoles santos que, con la palabra y con los sacramentos, preparen el camino para el encuentro contigo.

Padre misericordioso, da a la Humanidad extraviada, hombres y mujeres, que, con el testimonio de una vida transfigurada, a imagen de tu Hijo, caminen alegremente con todos los demás hermanos y hermanas hacia la patria celestial.

Padre nuestro, con la voz de tu Espíritu Santo, y confiando en la materna intercesión de María, te pedimos ardientemente: manda a tu Iglesia sacerdotes, que sean testimonios valientes de tu infinita bondad. ¡Amén!

domingo, 12 de enero de 2014

Juan Pablo II y el Bautismo

Homilía de S.S. Juan Pablo II en la vigilia celebrada en el hipódromo de Longchamp, París (Jornada Mundial de la Juventud). 23 de agosto de 1997

Queridos jóvenes, ¿sabéis lo que hace en vosotros el sacramento del bautismo? Dios os reconoce como hijos suyos y transforma vuestra existencia en una historia de amor con él. Os conforma con Cristo, para que podáis realizar vuestra vocación personal. Ha venido para establecer una alianza con vosotros y os ofrece su paz. Vivid desde ahora como hijos de la luz, que se saben reconciliados por la cruz del Salvador.

El bautismo, «misterio y esperanza del mundo que vendrá» (san Cirilo de Jerusalén, Procatequesis 10, 12), es el más bello de los dones de Dios, pues nos invita a convertirnos en discípulos del Señor. Nos hace entrar en la intimidad con Dios, en la vida trinitaria, desde hoy y por toda la eternidad. Es una gracia que se da al pecador, que nos purifica del pecado y nos abre un futuro nuevo. Es un baño que lava y regenera. Es una unción que nos conforma con Cristo, sacerdote, profeta y rey. Es una iluminación, que esclarece y da pleno significado a nuestro camino. Es un vestido de fortaleza y de perfección. Revestidos de blanco el día de nuestro bautismo, como lo seremos en el último día, estamos llamados a conservar cada día su esplendor y a recuperarlo por medio del perdón, la oración y la vida cristiana. El bautismo es el signo de que Dios se ha unido con nosotros en nuestro caminar, que embellece nuestra existencia y transforma nuestra historia en una historia sagrada.

Habéis sido llamados, elegidos por Cristo para vivir en la libertad de los hijos de Dios y habéis sido también confirmados en vuestra vocación bautismal y habitados por el Espíritu Santo para anunciar el Evangelio a lo largo de toda vuestra vida. Al recibir el sacramento de la confirmación os comprometéis con todas vuestras fuerzas a hacer crecer pacientemente el don recibido por medio de la recepción de los sacramentos, en particular de la Eucaristía y de la penitencia, que conservan en nosotros la vida bautismal. Bautizados, dais testimonio de Cristo por vuestro esfuerzo de una vida recta y fiel al Señor, que se ha de mantener con una lucha espiritual y moral.

En medio de vuestros hermanos tenéis que vivir como cristianos. Por el bautismo Dios nos da una madre, la Iglesia, con la que crecemos espiritualmente para avanzar por el camino de la santidad. Este sacramento nos integra en un pueblo, nos hace partícipes de la vida eclesial y nos da hermanos y hermanas que amar, para ser «uno en Cristo Jesús» (Ga 3, 28). En la Iglesia no hay ya fronteras; somos un único pueblo solidario, compuesto por múltiples grupos con culturas, sensibilidades y modos de acción diversos, en comunión con los obispos, pastores del rebaño.

Gracias a Cristo estamos cerca de todos nuestros hermanos y somos llamados a manifestar la alegría profunda que se tiene al vivir con él. El Señor nos llama a cumplir nuestra misión donde estamos, pues «el lugar que Dios nos ha señalado es tan hermoso, que no nos está permitido desertar de él» (cf. Carta a Diogneto, VI, 10). Independientemente de lo que hagamos, nuestra vida es para el Señor; en él está nuestra esperanza y nuestro título de gloria. En la Iglesia la presencia de los jóvenes, de los catecúmenos y de los nuevos bautizados es una riqueza y una fuente de vitalidad para toda la comunidad cristiana, llamada a dar cuenta de su fe y a testimoniarla hasta los confines de la tierra.

Un día, en Cafarnaúm, cuando muchos discípulos abandonaban a Jesús, Pedro respondió a la pregunta de Jesús: «¿También vosotros queréis marcharos?», diciéndole: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6, 67-68). En esta Jornada de la juventud en París, una de las capitales del mundo contemporáneo, el Sucesor de Pedro acaba de repetiros que estas palabras del Apóstol deben ser el faro que os ilumine a todos en vuestro camino. «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6, 68). Más aún: no sólo nos hablas de la vida eterna. Tú mismo eres la vida eterna. Verdaderamente, tú eres «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6).

Queridos jóvenes, por la unción bautismal os habéis convertido en miembros del pueblo santo. Por la unción de la confirmación participáis plenamente en la misión eclesial. La Iglesia, de la que sois parte, tiene confianza en vosotros y cuenta con vosotros. Que vuestra vida cristiana sea un «acostumbrarse» progresivo a la vida con Dios, según la hermosa expresión de san Ireneo, para que seáis misioneros del Evangelio.

jueves, 9 de enero de 2014

"El misterio de Juan Pablo II"

¿Hubo un plan secreto que relaciona Fátima con el Cardenal Wyszynski, Juan Pablo II y la caída del imperio soviético? Este es el interrogante que plantea el nuevo documental que acaba de lanzar Goya Producciones en España. Su título es revelador: “El Misterio de Juan Pablo II: De Fátima al fin del comunismo”.

Se trata de una ágil adaptación española de la película polaca “Tajemnica tajemnic”, producida por Rafael Porzezinski y dirigida por Agnieszka Porzezinska y Pawel Sobczyk, con la colaboración de un elenco de expertos y testigos, como el exsecretario de Juan Pablo II y hoy cardenal de Cracovia, Mons. Stanisław Dziwisz.

El documental sugiere que la caída del comunismo no se decidió en la poderosa Unión Soviética sino en la humilde Polonia. ¿Hubo un plan oculto que guiaba los acontecimientos? ¿Tenía algo que ver con el Mensaje de Fátima? ¿Jugó algún papel la Virgen de Czestochowa? Existen indicios de que así fue. Entonces, ¿de quiénes se sirvió la Virgen para sus fines?

Esta epopeya la protagonizan el cardenal primado de Polonia Stefan Wyszynski, Juan Pablo II, el pueblo polaco y la Virgen. Lo revelan testigos de primera mano, apoyados en imágenes de los archivos de la televisión y del episcopado polaco.

La historia nos muestra cómo la masiva devoción polaca a María, ridiculizada y perseguida por los comunistas, de pronto se convirtió en la fuerza de la Iglesia. El cardenal Wyszynski fue el símbolo de la resistencia a la dictadura atea. “Ningún Zar va a sentarse sobre el altar”, profetizó desde la cárcel. Y de ese coraje surgió la figura de Karol Woytila, el papa que debió ser asesinado. ¿Qué milagro le hizo sobrevivir al disparo certero de un asesino profesional?

Según apuntes de sor Lucía, citados por un testigo, al consagrar el mundo al Inmaculado Corazón de María, Juan Pablo II  cambió el curso de la historia: evitó la guerra nuclear prevista para la década de los 80. Una guerra entre la OTAN y el Pacto de Varsovia hubiera costado millones de vidas y destruido docenas de ciudades.

Un documental que inserta la próxima canonización de Juan Pablo II en una perspectiva nueva cuajada de interrogantes acerca de la acción divina en la historia:

domingo, 5 de enero de 2014

Cristo es la Epifanía del Padre

«La luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la acogieron» (Jn 1, 5).
Toda la liturgia habla hoy de la luz de Cristo, de la luz que se encendió en la noche santa. La misma luz que guió a los pastores hasta el portal de Belén indicó el camino, el día de la Epifanía, a los Magos que fueron desde Oriente para adorar al Rey de los judíos, y resplandece para todos los hombres y todos los pueblos que anhelan encontrar a Dios.

En su búsqueda espiritual, el ser humano ya dispone naturalmente de una luz que lo guía: es la razón, gracias a la cual puede orientarse, aunque a tientas (cf. Hch 17, 27), hacia su Creador. Pero, dado que es fácil perder el camino, Dios mismo vino en su ayuda con la luz de la revelación, que alcanzó su plenitud en la encarnación del Verbo, Palabra eterna de verdad.

La Epifanía celebra la aparición en el mundo de esta luz divina, con la que Dios salió al encuentro de la débil luz de la razón humana. Así, en la solemnidad de hoy, se propone la íntima relación que existe entre la razón y la fe, las dos alas de que dispone el espíritu humano para elevarse hacia la contemplación de la verdad, como recordé en la reciente encíclica Fides et ratio.

Cristo no es sólo luz que ilumina el camino del hombre. También se ha hecho camino para sus pasos inciertos hacia Dios, fuente de vida. Un día dijo a los Apóstoles: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto» (Jn 14, 6-7). Y ante la objeción de Felipe añadió: «El que me ha visto a mí ha visto al Padre. (...) Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Jn 14, 9.1 1). La epifanía del Hijo es la epifanía del Padre.

¿No es éste, en definitiva, el objetivo de la venida de Cristo al mundo? El mismo afirmó que había venido para «dar a conocer al Padre», para «explicar» a los hombres quién es Dios y para revelar su rostro, su «nombre» (cf. Jn 17, 6). La vida eterna consiste en el encuentro con el Padre (cf. Jn 17, 3). Por eso ¡cuán oportuna es esta reflexión, especialmente durante el año dedicado al Padre!

La Iglesia prolonga en los siglos la misión de su Señor: su compromiso principal consiste en dar a conocer a todos los hombres el rostro del Padre, reflejando la luz de Cristo, Lumen gentium, luz de amor, de verdad y de paz. Para esto el divino Maestro envió al mundo a los Apóstoles, y envía continuamente, con el mismo Espíritu, a los obispos, sus sucesores.

Conscientes de esta tarea apostólica y misionera, que compete a todo el pueblo cristiano, pero especialmente a cuantos el Espíritu Santo ha puesto como obispos para pastorear la Iglesia de Dios (cf. Hch 20, 28), vamos como peregrinos a Belén, a fin de unirnos a los Magos de Oriente, mientras ofrecen dones al Rey recién nacido.

Pero el verdadero don es él: Jesús, el don de Dios al mundo. Debemos acogerlo a él, para llevarlo a cuantos encontremos en nuestro camino. Él es para todos la epifanía, la manifestación de Dios, esperanza del hombre, de Dios, liberación del hombre, de Dios, salvación del hombre.

Cristo nació en Belén por nosotros. Venid, adorémoslo. Amén.

Homilía de S.S. Juan Pablo II en la Solemnidad de la Epifanía del Señor
6 de enero de 1999