jueves, 24 de septiembre de 2015

San Juan Pablo II y los Estados Unidos de América

1979 – El Papa Juan Pablo II hace el primero de sus siete viajes a los Estados Unidos, visitando Boston, Nueva York, las Naciones Unidas, Filadelfia, Chicago, Des Moines, y Washington, D. C.

1981 – El Observatorio del Vaticano funda su primer centro en el extranjero, el Grupo de Investigaciones del Observatorio del Vaticano, en Tucson, Arizona, en donde conduce estudios de calidad mundial e innovaciones tecnológicas.

1981 – El Papa Juan Pablo II hace su segunda visita a tierras de los Estados Unidos, visitando Guam y Anchorage, Alaska.

1984 – El Papa hace una breve visita a Fairbanks, Alaska.

1984 – El Presidente Reagan y el Papa Juan Pablo II establecen relaciones diplomáticas formales entre los Estados Unidos y el Vaticano.

1985 – Caballeros de Colón (sociedad de beneficios fraternales católica) le regala al Centro de Televisión del Vaticano una unidad de producción de televisión ambulante para que puedan grabar y transmitir las ceremonias papales. Se usa durante la visita histórica del líder soviético, Mikhail Gorbachev con el Papa Juan Pablo II ese mismo año.

1986 – Comienza la restauración de la fachada de 65.000 pies de la Basílica de San Pedro, la primera vez que se ha limpiado en más de 350 años. Los fondos para este proyecto y otros que se realizan en San Pedro y sus grutas son proporcionados por Caballeros de Colón.

1987 – El Papa Juan Pablo II visita Miami, Columbia, (Carolina del Sur), Nueva Orleans, San Antonio, Phoenix, Los Ángeles, Monterey (California), San Francisco, y Detroit.

1988 – A pedido del Papa, Caballeros de Colón proporciona los fondos para establecer una cátedra en el Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia de la Universidad Católica de América, (The Catholic University of America). Carl Anderson, (más tarde Caballero Supremo), es su primer Vicepresidente y Decano.

1993 – El Papa toma parte de la Jornada Mundial de la Juventud en Denver, Colorado y les predica a cientos de miles de jóvenes de todas partes del mundo acerca de la “cultura de la vida.”

1995 – El Papa Juan Pablo II regresa a los Estados Unidos y visita Newark, Nueva York, las Naciones Unidas, Brooklyn y Baltimore. Caballeros de Colón, patrocina conjuntamente con la Diócesis de Brooklyn una Misa oficiada por el Papa Juan Pablo II al aire libre en el “Aqueduct Racetrack” que atrae a 100.000 personas.

1999 – Después de visitar México para presentar una visión unida de las Américas, el Papa Juan Pablo II hace su última visita a los estados Unidos, St. Louis. También ese año durante los preparativos para la celebración por parte de la Iglesia del milenio del año 2000, Caballeros de Colón subvenciona la restauración del Atrio Maderno en la Basílica de San Pedro de la Puerta del Año Santo a través del cual pasan millones de peregrinos durante la Celebración del Milenio.

2004 – El Presidente George W. Bush se reúne con Juan Pablo II en el Vaticano y le presenta la Medalla de la Libertad, (Medal of Freedom), de los Estados Unidos.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Recordando la visita de San Juan Pablo II a Cuba (1998)

El 21 de enero de 1998, el Papa Juan Pablo II inicia una visita de cinco días a Cuba, durante los cuales celebró misas en cuatro provincias; también visitó el monumento donde reposan los restos del Padre Félix Varela en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Durante su estancia en la Antilla mayor, Su Santidad se pronunció por la “globalización de la solidaridad” y en contra del bloqueo económico a Cuba. El Papa fue recibido y despedido por el Comandante en Jefe Fidel Castro en el Aeropuerto Internacional “José Martí”.

Esta son algunas frases seleccionadas de los discursos pronunciados por el papa santo durante aquella visita:

- Del discurso del Santo Padre al llegar al aeropuerto de La Habana: "Vengo como peregrino del amor, de la verdad y de la esperanza que Cuba se abra al mundo, que el mundo se abra a Cuba"

- De la homilía del Papa en Santa Clara: "Los valores del Evangelio de Jesucristo no son un peligro para ningún proyecto social"

- De la homilía del Papa en Camagüey: "Valientes en la verdad, audaces en la libertad, constantes en la responsabilidad, generosos en el amor, invencibles en la esperanza"

- La consigna que Juan Pablo II ha dejado a las jóvenes cubanos: "No se debe eludir el reto de la época en que se vive: el compromiso es la respuesta valiente de quienes no quieren malgastar su vida."

- Del discurso del Papa en la Universidad de La Habana: "La antorcha que aparece en el escudo de este Ateneo no es sólo memoria, sino también proyecto. La evangelización de la cultura es como una elevación de su "alma religiosa", infundiéndole un dinamismo nuevo y potente, el dinamismo del Espíritu Santo, que la lleva a la máxima actualización de sus potencialidades humanas."

- De la homilía del Papa en Santiago de Cuba: "La Iglesia no busca ninguna forma de poder político para desarrollar su misión, sólo quiere ser germen fecundo de bien."

- El Santo Padre a los representantes de las otras confesiones religiosas: "La dedicación a la causa de la unidad de los cristianos es uno de los signos de esperanza en este siglo."

- De la homilía del Papa en la Plaza José Martí de La Habana: "Les traigo el Evangelio de Cristo: no es una ideología política ni un sistema económico. Es un camino de paz, justicia y libertad."

- A los obispos en el arzobispado de La Habana: "La libertad religiosa no es un privilegio que depende de estrategias políticas: es el reconocimiento de un derecho inalienable"

lunes, 14 de septiembre de 2015

La Cruz y la Dolorosa

El 15 de septiembre en el calendario litúrgico se celebra la memoria de los dolores de la Santísima Virgen María. Esta fiesta fue precedida por la de la Exaltación de la Santa Cruz que celebramos ayer.

¡Qué desconcertante es el misterio de la Cruz! Después de haber meditado largamente en él San Pablo escribió a los cristianos de Galacia "En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo" (Ga 6, 14).

También la Santísima Virgen podría haber repetido —¡y con mayor verdad!— esas mismas palabras. Contemplando a su Hijo moribundo en el Calvario había comprendido que la "gloria" de su maternidad divina alcanzaba en aquel momento su ápice, participando directamente en la obra de la Redención. Además, había comprendido que a partir de aquel momento el dolor humano, hecho suyo por el Hijo Crucificado, adquiría un valor inestimable.

Por tanto, la Virgen de los Dolores, firme junto a la Cruz, con la elocuencia muda del ejemplo, nos habla del significado del sufrimiento en el Plan Divino de la Redención. Ella fue la primera que supo y quiso participar en el misterio salvífico "asociándose con entrañas de madre a su sacrificio consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que Ella misma había engendrado" (LG, 58). Íntimamente enriquecida por esta experiencia inefable, se acerca a quien sufre, lo toma de la mano y lo invita a subir con Ella al Calvario y a detenerse ante el Crucificado.

En aquel cuerpo martirizado está la única respuesta convincente para las preguntas que se elevan imperiosamente desde el corazón. Y con la respuesta se recibe también la fuerza necesaria para desempeñar el propio papel en la lucha que —como escribí en la carta apostólica Salvifici doloris— opone las fuerzas del bien a las del mal (cf. n. 27). Y agregué: "Los que participan en los sufrimientos de Cristo conservan en sus sufrimientos una especialísima partícula del tesoro infinito de la redención del mundo, y pueden compartir este tesoro con los demás" (ib.).

Pidamos a la Virgen de los Dolores que alimente en nosotros la firmeza de la fe y el ardor de la caridad, de forma que llevemos con valor nuestra cruz cada día (cf. Lc 9, 23) y así participemos eficazmente en la obra de la redención. "Fac ut ardeat cor meum", "¡haz que, amando a Cristo, se inflame mi corazón, para que pueda agradarle!"  Amén.

San Juan Pablo II .
Ángelus. Domingo 15 de septiembre de 1991
Tomado de "El Camino de María"

miércoles, 9 de septiembre de 2015

La Virgen María, cooperadora en la obra de la Redención

A lo largo de los siglos la Iglesia ha reflexionado en la cooperación de María en la obra de la salvación, profundizando el análisis de su asociación al sacrificio redentor de Cristo. Ya san Agustín atribuye a la Virgen la calificación de «colaboradora» en la Redención, título que subraya la acción conjunta y subordinada de María a Cristo redentor.

La reflexión se ha desarrollado en este sentido, sobre todo desde el siglo XV. Algunos temían que se quisiera poner a María al mismo nivel de Cristo. En realidad, la enseñanza de la Iglesia destaca con claridad la diferencia entre la Madre y el Hijo en la obra de la salvación, ilustrando la subordinación de la Virgen, en cuanto cooperadora, al único Redentor.

El término «cooperadora» aplicado a María cobra un significado específico. La cooperación de los cristianos en la salvación se realiza después del acontecimiento del Calvario, cuyos frutos se comprometen a difundir mediante la oración y el sacrificio. Por el contrario, la participación de María se realizó durante el acontecimiento mismo y en calidad de madre; por tanto, se extiende a la totalidad de la obra salvífica de Cristo. Solamente ella fue asociada de ese modo al sacrificio redentor, que mereció la salvación de todos los hombres. En unión con Cristo y subordinada a él, cooperó para obtener la gracia de la salvación a toda la humanidad.

El particular papel de cooperadora que desempeñó la Virgen tiene como fundamento su maternidad divina. Engendrando a Aquel que estaba destinado a realizar la redención del hombre, alimentándolo, presentándolo en el templo y sufriendo con él, mientras moría en la cruz, «cooperó de manera totalmente singular en la obra del Salvador» (LG, 61). Aunque la llamada de Dios a cooperar en la obra de la salvación se dirige a todo ser humano, la participación de la Madre del Salvador en la redención de la humanidad representa un hecho único e irrepetible.

¿Cuál es el significado de esa singular cooperación de María en el plan de la salvación? Hay que buscarlo en una intención particular de Dios con respecto a la Madre del Redentor, a quien Jesús llama con el título de «mujer» en dos ocasiones solemnes, a saber, en Caná y al pie de la cruz (cf. Jn 2, 4; 19, 26). María está asociada a la obra salvífica en cuanto mujer. El Señor, que creó al hombre «varón y mujer» (cf, Gn 1, 27), también en la Redención quiso poner al lado del nuevo Adán a la nueva Eva. La pareja de los primeros padres emprendió el camino del pecado; una nueva pareja, el Hijo de Dios con la colaboración de su Madre, devolvería al género humano su dignidad originaría. María, nueva Eva, se convierte así en icono perfecto de la Iglesia. En el designio divino, representa al pie de la cruz a la humanidad redimida que, necesitada de salvación, puede dar una contribución al desarrollo de la obra salvífica.

El Vaticano II no sólo presenta a María como la «madre del Redentor», sino también como «compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas», que colabora «de manera totalmente singular a la obra del Salvador con su obediencia, fe, esperanza y ardiente amor». Recuerda, asimismo, que el fruto sublime de esa colaboración es la maternidad universal: «Por esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia» (LG, 61).

Por tanto, podemos dirigirnos con confianza a la Virgen santísima, implorando su ayuda, conscientes de la misión singular que Dios le confió: colaboradora de la redención, misión que cumplió durante toda su vida y, de modo particular, al pie de la cruz.

Catequesis de Juan Pablo II el miércoles 9 de abril de 1997

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Jesús en ti confío...

"...A la humanidad, que a veces parece extraviada y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor resucitado le ofrece como don su amor que perdona, reconcilia y suscita de nuevo la esperanza. Es un amor que convierte los corazones y da la paz. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger la Misericordia divina!

Señor, que con tu muerte y resurrección revelas el Amor del Padre, creemos en Ti y con confianza te repetimos hoy: ¡Jesús, confío en Ti, ten misericordia de nosotros y del mundo entero!

La solemnidad litúrgica de la Anunciación, nos impulsa a contemplar con los ojos de María el inmenso misterio de este amor misericordioso que brota del Corazón de Cristo. Ayudados por Ella, podemos comprender el verdadero sentido de la alegría pascual, que se funda en esta certeza:  Aquel a quien la Virgen llevó en su seno, que padeció y murió por nosotros, ha resucitado verdaderamente. ¡Aleluya!

Ángelus póstumo del Papa San Juan Pablo II.