Totus Tuus Maria: ¿por qué?
El 2 de abril de 2005, hace poco más de 15 años, murió san Juan Pablo II, después de una larga enfermedad que vivió
ofreciendo un testimonio extraordinario. ¿Qué nos dice la vida y el ejemplo de
Karol Wojtyla hoy, en un contexto dramático como el que estamos experimentando
debido al coronavirus?
La propagación de la
epidemia y el informe diario sobre el número de víctimas han encontrado una
sociedad mal preparada y han dejado ver el vacío espiritual de muchos. El
periodista Indro Montanelli, poco antes de su muerte, hizo esta consideración
lúcida y honesta: "Si debiera cerrar los ojos sin saber de dónde vengo, a
dónde voy y qué he venido a hacer en esta tierra, ¿valdría la pena abrir los
ojos? ¡Mi opinión es una declaración de fracaso!”. Estas palabras de Montanelli
son una fotografía de la situación de una parte de la sociedad actual. También
por esta razón la epidemia es aterradora: porque en muchas personas, la fe se
ha extinguido. Juan Pablo II era un creyente, un creyente acérrimo, un creyente
constante y la fe iluminó su camino de vida.
Todos recordamos el último
Viernes Santo de Juan Pablo II. La escena que vimos en la televisión es
inolvidable: el Papa, entonces impotente, sostuvo el crucifijo en sus manos y
lo miró con gran amor y se podía sentir que estaba diciendo: “Jesús, yo también
estoy en la cruz como tú, pero contigo espero la Resurrección”.
Juan Pablo II quiso que
estas palabras aparecieran en su escudo de armas como lema: Totus Tuus Maria.
¿Por qué? La Virgen estaba cerca de Jesús a la hora de la crucifixión y Ella
creyó que era el momento de la victoria de Dios sobre la maldad humana. ¿Cómo?
A través del amor, que es la fuerza todopoderosa de Dios.
Y María, poco antes de que
Jesús consumara su sacrificio de amor en la cruz, escuchó las palabras
exigentes que Jesús le dirigió: “¡Mujer, he ahí a tu hijo!”. Es decir, "No
pienses en mí, sino en los demás, ayúdalos a transformar el dolor en amor,
ayúdalos a creer que la bondad es la fuerza que vence la maldad”. Desde ese
momento, María se ha preocupado por nosotros y, cuando nos dejamos guiar por
Ella, estamos en buenas manos. Juan Pablo II creía en ello, confiaba en María y
con María, transformó el dolor en amor.
(Extraido de Sitio Santísima Virgen)
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