San Juan Pablo II, María y el mes del Rosario
El
centro de nuestra fe es Cristo, el Redentor de la humanidad, recordó el papa
Juan Pablo II, el 16 de octubre de 2002. María no lo opaca; Ella no oculta su
obra salvífica. Llevada al cielo en cuerpo y alma, es la Virgen la primera en
probar los frutos de la Pasión y Resurrección de su Hijo, es quien de la forma
más segura nos conduce a Cristo, el fin último de nuestras acciones y de toda
nuestra existencia...
Para
contemplar el rostro de Cristo con María, ¿hay algún instrumento mejor que
rezar el Rosario? Sin embargo, debemos redescubrir la profundidad mística
contenida en la simplicidad de esta oración, tan preciada por la tradición
popular.
En
su estructura, esta oración mariana es, de hecho, sobre todo una meditación de
los misterios de la vida y obra de Cristo. Al repetir la invocación del Ave
María, podemos profundizar en los acontecimientos esenciales de la misión del
Hijo de Dios en la tierra, los cuales nos han sido transmitidos por el
Evangelio y la Tradición.
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