domingo, 31 de diciembre de 2023

Oración de San Juan Pablo II a la familia

“Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, "nacido de Mujer", y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.

Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.

Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.

Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.

Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Tú, que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu santo. Amén”

domingo, 3 de diciembre de 2023

¿Por qué viene el Señor? Meditaciones de Adviento

Vivir de la Iglesia
Vuelvo a tocar el tema del Adviento siguiendo el ritmo de la liturgia que nos introduce en la vida de la Iglesia del modo más sencillo y, a la vez, más profundo. El Concilio Vaticano II, que nos ha dado una doctrina rica y universal sobre la Iglesia, atrajo nuestra atención también hacia la liturgia. A través de ésta no sólo conocemos qué es la Iglesia, sino que experimentamos día a día de qué vive. También nosotros vivimos de ella, pues somos la Iglesia: «La liturgia… contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia. Es característico de la Iglesia ser a la vez humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina» (Sacrosanctum Concilium 2).
 
La liturgia del Adviento
La Iglesia ahora está viviendo el Adviento, y por ello nuestros encuentros de los miércoles se centran en este período litúrgico. Adviento significa «venida». Para penetrar en la realidad del Adviento, hasta ahora hemos procurado mirar en dirección de quién es el que viene y para quién viene. Hemos hablado, por lo tanto, de un Dios que al crear el mundo se revela a Sí mismo: un Dios Creador. Y el miércoles pasado hablamos del hombre. Hoy seguiremos adelante para hallar respuesta más completa a la pregunta: ¿por qué el «Adviento»?, ¿por qué viene Dios?, ¿por qué quiere venir hasta el hombre?
 
La liturgia del Adviento se funda principalmente en textos de los profetas del Antiguo Testamento. En ella habla casi todos los días el profeta Isaías. En la historia del Pueblo de Dios de la Antigua Alianza, él era un «intérprete» particular de la promesa que este pueblo había recibido de Dios hacía tiempo en la persona del fundador de su estirpe: Abraham. Como todos los demás profetas, y quizá más que todos, Isaías reforzaba en sus contemporáneos la fe en las promesas de Dios confirmadas por la alianza al pie del monte Sinaí. Inculcaba sobre todo la perseverancia en la expectación y la fidelidad: «Pueblo de Sión, el Señor vendrá a salvar a los pueblos y hará oír su voz majestuosa para dar gozo a vuestro corazón» (cf. Is 30, 19.30).
 
Cuando Cristo estaba en el mundo aludió una y otra vez a las palabras de Isaías. Decía claramente: «Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír» (Lc 4, 21).
 
Los primeros capítulos del libro del Génesis
La liturgia del Adviento es de carácter histórico. La expectación de la venida del Ungido (Mesías) fue un proceso histórico. De hecho impregnó toda la historia de Israel, que fue elegido precisamente para preparar la venida del Salvador.
 
Pero en cierto modo nuestras consideraciones van más allá de la liturgia diaria del Adviento. Volvamos, pues, a la pregunta fundamental: ¿Por qué viene Dios” ¿Por qué quiere venir al hombre, a la humanidad? Busquemos respuestas adecuadas a estas preguntas; y busquémoslas en los orígenes mismos, es decir, antes de que comenzara la historia del pueblo elegido.
 
Por lo tanto, buscando una respuesta a la pregunta ¿«por qué» el Adviento?, debemos volver a leer otra vez atentamente toda la descripción de la creación del mundo, y en particular de la creación del hombre. Es significativo (y ya he tenido ocasión de aludir a ello) cómo cada uno de los días de la creación termina comprobando: «vio Dios ser bueno»; y después de la creación del hombre: «…vio ser muy bueno». Esta comprobación se enlaza con la bendición de la creación, y sobre todo con la bendición explícita del hombre.
 
En toda esta descripción está ante nosotros un Dios que se complace en la verdad y en el bien, según la expresión de San Pablo (cf. 1 Cor 13, 6). Allí donde está la alegría que brota del bien, allí está el amor. Y sólo donde hay amor existe la alegría que procede del bien. El libro del Génesis, desde los primeros capítulos, nos revela a Dios, que es amor (si bien esta expresión la utilizará San Juan mucho más tarde). Es amor porque goza con el bien. Por consiguiente, la creación es a la vez donación auténtica: donde hay amor, hay don.
 
Dios Salvador
Qué relación tiene todo esto con el Adviento, podemos preguntarnos con razón. Contesto: El Adviento se delineó por vez primera en el horizonte de la historia del hombre cuando Dios se reveló a Sí mismo como Aquel que se complace en el bien, que ama y da. En este don al hombre, Dios no se limitó a «darle» el mundo visible —esto está claro desde el principio—, sino que al dar al hombre el mundo visible, Dios quiere darse también a Sí mismo, tal como el hombre es capaz de darse, tal como «se da a sí mismo» a otro hombre: de persona a persona; es decir, darse a Sí mismo a él, admitiéndolo a la participación en sus misterios o, mejor aún, a la participación en su vida. Esto se lleva a efecto de modo palpable en las relaciones entre familiares: marido, mujer, padres, hijos. He aquí por qué los profetas se refieren muy a menudo a tales relaciones para mostrar la imagen verdadera de Dios.
 
El orden de la gracia es posible sólo «en el mundo de las personas». Y se refiere al don que tiende siempre a la formación y comunión de las personas; de hecho, el libro del Génesis nos presenta tal donación. En él, la forma de esta «comunión de las personas» está delineada ya desde el principio. El hombre está llamado a la familiaridad con Dios, a la intimidad y amistad con Él. Dios quiere estar cercano a él. Quiere hacerle partícipe de sus designios. Quiere hacerle partícipe de su vida. Quiere hacerle feliz con su misma felicidad (con su mismo Ser).
 
Para todo ello es necesaria la Venida de Dios y la expectación del hombre: la disponibilidad del hombre.
 
Sabemos que el primer hombre, que disfrutaba de la inocencia original y de una particular cercanía de su Creador, no mostró tal disponibilidad. La primera alianza de Dios con el hombre quedó interrumpida, pero nunca cesó de parte de Dios la voluntad de salvar al hombre. No se quebrantó el orden de la gracia, y por eso el Adviento dura siempre.
 
La realidad del Adviento está expresada, entre otras, en las palabras siguientes de San Pablo: «Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2, 4).
 
Este «Dios quiere» es justamente el Adviento y se encuentra en la base de todo Adviento.
 
San Juan Pablo II

domingo, 26 de noviembre de 2023

¡Venga tu Reino!

Amadísimos hermanos y hermanas, la liturgia de hoy nos recuerda que la verdad sobre Cristo Rey constituye el cumplimiento de las profecías de la antigua alianza.
 
El profeta Daniel anuncia la venida del Hijo del hombre, a quien dieron "poder real, gloria y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin" (Dn 7, 14). Sabemos bien que todo esto encontró su perfecto cumplimiento en Cristo, en su Pascua de muerte y de resurrección.
 
La solemnidad de Cristo, Rey del universo, nos invita a repetir con fe la invocación del Padre nuestro, que Jesús mismo nos enseñó: "Venga tu reino".
 
¡Venga tu reino, Señor! "Reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz".
 
Hemos escuchado en el evangelio la pregunta que Poncio Pilato hace a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?" (Jn 18, 33). Jesús responde, preguntando a su vez: "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?" (Jn 18, 34). Y Pilato replica: "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí: ¿qué has hecho?" (Jn 18, 35).
 
En este momento del diálogo, Cristo afirma: "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí" (Jn 18, 36).
 
Ahora todo es claro y transparente. Frente a la acusación de los sacerdotes, Jesús revela que se trata de otro tipo de realeza, una realeza divina y espiritual. Pilato le pide una confirmación: "Conque, ¿tú eres rey?" (Jn 18, 37). Aquí Jesús, excluyendo cualquier interpretación errónea de su dignidad real, indica la verdadera: "Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz" (Jn 18, 37).
 
Él no es rey como lo entendían los representantes del Sanedrín, pues no aspira a ningún poder político en Israel. Por el contrario, su reino va más allá de los confines de Palestina. Todos los que son de la verdad escuchan su voz (cf. Jn 18 37), y lo reconocen como rey. Este es el ámbito universal del reino de Cristo y su dimensión espiritual.
 
La solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, nos invita a repetir con fe: "¡Venga tu Reino!"
 
San Juan Pablo II
(Extracto de la homilía en la celebración de 1997)

domingo, 12 de noviembre de 2023

Consagración de Argentina a la Virgen de Luján por San Juan Pablo II

1. ¡Dios te salve, María, llena de gracia, Madre del Redentor!
Ante tu imagen de la Pura y Limpia Concepción, Virgen de Luján, Patrona de Argentina, me postro en este día aquí, en Buenos Aires, con todos los hijos de esta patria querida, cuyas miradas y cuyos corazones convergen hacia Ti; con todos los jóvenes de Latinoamérica que agradecen tus desvelos maternales, prodigados sin cesar en la evangelización del continente en su pasado, presente y futuro; con todos los jóvenes del mundo, congregados espiritualmente aquí, por un compromiso de fe y de amor; para ser testigos de Cristo tu Hijo en el tercer milenio de la historia cristiana, iluminados por tu ejemplo, joven Virgen de Nazaret, que abriste las puertas de la historia al Redentor del hombre, con tu fe en la Palabra, con tu cooperación maternal.
 
2. ¡Dichosa tú porque has creído!
En el día del triunfo de Jesús, que hace su entrada en Jerusalén manso y humilde, aclamado como Rey por los sencillos, te aclamamos también a Ti, que sobresales entre los humildes y pobres del Señor; son éstos los que confían contigo en sus promesas, y esperan de Él la salvación. Te invocamos como Virgen fiel y Madre amorosa, Virgen del Calvario y de la Pascua, modelo de la fe y de la caridad de la Iglesia, unida siempre, como Tú, en la cruz y en la gloria, a su Señor.
 
3. ¡Madre de Cristo y Madre de la Iglesia!
Te acogemos en nuestro corazón, como herencia preciosa que Jesús nos confió desde la cruz. Y en cuanto discípulos de tu Hijo, nos confiamos sin reservas a tu solicitud porque eres la Madre del Redentor y Madre de los redimidos.
Te encomiendo y te consagro, Virgen de Luján, la patria argentina, pacificada y reconciliada, las esperanzas y anhelos de este pueblo, la Iglesia con sus Pastores y sus fieles, las familias para que crezcan en santidad, los jóvenes para que encuentren la plenitud de su vocación, humana y cristiana, en una sociedad que cultive sin desfallecimiento los valores del espíritu.
Te encomiendo a todos los que sufren, a los pobres, a los enfermos, a los marginados; a los que la violencia separó para siempre de nuestra compañía, pero permanecen presentes ante el Señor de la historia y son hijos tuyos, Virgen de Luján, Madre de la Vida.
Haz que Argentina entera sea fiel al Evangelio, y abra de par en par su corazón a Cristo, el Redentor del hombre, la Esperanza de la humanidad.
 
4. ¡Dios te salve, Virgen de la Esperanza!
Te encomiendo a todos los jóvenes del mundo, esperanza de la Iglesia y de sus Pastores; evangelizadores del tercer milenio, testigos de la fe y del amor de Cristo en nuestra sociedad y entre la juventud.
Haz que, con la ayuda de la gracia, sean capaces de responder, como Tú, a las promesas de Cristo, con una entrega generosa y una colaboración fiel.
Haz que, como Tú, sepan interpretar los anhelos de la humanidad; para que sean presencia saladora en nuestro mundo Aquel que, por tu amor de Madre, es para siempre el Emmanuel, el Dios con nosotros, y por la victoria de su cruz y de su resurrección está ya para siempre con nosotros, hasta el final de los tiempos.
Amén.
 
San Juan Pablo II
Buenos Aires, Argentina
Domingo 12 de abril de 1987

domingo, 5 de noviembre de 2023

¡Caminemos con esperanza!

¡Caminemos con esperanza! Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo. El Hijo de Dios, que se encarnó hace dos mil años por amor al hombre, realiza también hoy su obra. Hemos de aguzar la vista para verla y, sobre todo, tener un gran corazón para convertirnos nosotros mismos en sus instrumentos. ¿No ha sido quizás para tomar contacto con este manantial vivo de nuestra esperanza, por lo que hemos celebrado el Año jubilar?
 
El Cristo contemplado y amado ahora nos invita una vez más a ponernos en camino: «Id pues y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19). El mandato misionero nos introduce en el tercer milenio invitándonos a tener el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos. Para ello podemos contar con la fuerza del mismo Espíritu, que fue enviado en Pentecostés y que nos empuja hoy a partir animados por la esperanza « que no defrauda » (Rm 5,5).
 
¡Caminemos con esperanza! Nuestra andadura, al principio de este nuevo siglo, debe hacerse más rápida al recorrer los senderos del mundo. Los caminos, por los que cada uno de nosotros y cada una de nuestras Iglesias camina, son muchos, pero no hay distancias entre quienes están unidos por la única comunión, la comunión que cada día se nutre de la mesa del Pan Eucarístico y de la Palabra de Vida. Cristo Resucitado nos convoca cada Domingo como en el Cenáculo, donde al atardecer del día «primero de la semana» (Jn 20,19) se presentó a los suyos para «exhalar» sobre de ellos el don vivificante del Espíritu e iniciarlos en la gran aventura de la evangelización.
 
¡Caminemos con esperanza! Nos acompaña en este camino la Santísima Virgen, a la que hace algunos meses, junto con muchos Obispos llegados a Roma desde todas las partes del mundo, he confiado el tercer milenio. Muchas veces en estos años la he presentado e invocado como «Estrella de la nueva evangelización». La indico aún como aurora luminosa y guía segura de nuestro camino. «Mujer, he aquí tus hijos», le repito, evocando la voz misma de Jesús (cf. Jn 19,26), y haciéndome voz, ante Ella, del cariño filial de toda la Iglesia.
 
Que Jesús Resucitado, que también nos acompaña en nuestro camino, dejándose reconocer como a los discípulos de Emaús «al partir el pan» (Lc 24,30), nos encuentre vigilantes y preparados para reconocer su Rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles el gran anuncio:«¡Hemos visto al Señor!» (Jn 20,25).
 
San Juan Pablo II
Enero de 2001 

domingo, 29 de octubre de 2023

Oración por la PAZ de San Juan Pablo II

- Pronunciada en ocasión de su último viaje a Siria y Tierra Santa -
 
Dios de infinita misericordia y bondad, con corazón agradecido te invocamos hoy en esta tierra que en otros tiempos recorrió San Pablo y proclamó a las naciones la verdad de que en Cristo Dios reconcilió al mundo consigo.
 
Que tu voz resuene en el corazón de todos los hombres y mujeres, cuando los llames a seguir el camino de reconciliación y paz, y a ser misericordiosos como Tú.
 
Señor, Tú diriges palabras de paz a tu pueblo y a todos los que se convierten a Tí de corazón.
 
Te pedimos por los pueblos de Oriente Próximo. Ayúdales a derribar las barreras de la hostilidad y de la división y a construir juntos un mundo de justicia y solidaridad.
 
Señor, tú creas cielos nuevos y una tierra nueva.
 
Te encomendamos a los jóvenes de estas tierras. En su corazón aspiran a un futuro más luminoso; fortalece su decisión de ser hombres y mujeres de paz y heraldos de una nueva esperanza para sus pueblos.
 
Padre, tú haces germinar la justicia en la tierra.
 
Te pedimos por las autoridades civiles de esta región, para que se esfuercen por satisfacer las justas aspiraciones de sus pueblos y eduquen a los jóvenes en la justicia y en la paz.
 
Impúlsalos a trabajar generosamente por el bien común y a respetar la dignidad inalienable de toda persona y los derechos fundamentales que derivan de la imagen y semejanza del Creador impresa en todo ser humano.
 
Te pedimos de modo especial por las autoridades de esta noble tierra de Siria. Concédeles sabiduría, clarividencia y perseverancia; no permitas que se desanimen en su ardua tarea de construir la paz duradera, que anhelan todos los pueblos.
 
Padre celestial, en este lugar donde se produjo la conversión del apóstol San Pablo, te pedimos por todos los que creen en el evangelio de Jesucristo.
 
Guía sus pasos en la verdad y en el amor. Haz que sean uno, como tú eres uno con el Hijo y el Espíritu Santo. Que testimonien la paz que supera todo conocimiento y la luz que triunfa sobre las tinieblas de la hostilidad, del pecado y de la muerte.
 
Señor del cielo y de la tierra, Creador de la única familia humana, te pedimos por los seguidores de todas las religiones.
 
Que busquen tu voluntad en la oración y en la pureza del corazón, y te adoren y glorifiquen tu santo nombre. Ayúdales a encontrar en Tí la fuerza para superar el miedo y la desconfianza, para que crezca la amistad y vivan juntos en armonía.
 
Padre misericordioso, que todos los creyentes encuentren la valentía de perdonarse unos a otros, a fin de que se curen las heridas del pasado y no sean un pretexto para nuevos sufrimientos en el presente.
 
Concédenos que esto se realice sobre todo en Tierra Santa, esta tierra que bendijiste con tantos signos de tu Providencia y donde te revelaste como Dios de amor.
 
A la Madre de Jesús, la bienaventurada siempre Virgen María, le encomendamos a los hombres y a las mujeres que viven en la tierra donde vivió Jesús. Que, al seguir su ejemplo, escuchen la palabra de Dios y tengan respeto y compasión por lo demás, especialmente por los que son diversos de ellos.
 
Que, con un solo corazón y una sola mente, trabajen para que todo el mundo sea una verdadera casa para todos sus pueblos.
 
¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!
 
Amén.
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San Juan Pablo II

domingo, 22 de octubre de 2023

Oración a San Juan Pablo II

¡Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo dónanos tu bendición!
 
Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido, y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo para llevar a Jesús a todos y a todos a Jesús.
 
Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar, volver a mirar hacia lo alto para encontrar la luz, que ilumina los caminos de la vida en la tierra.
 
Bendice las familias, ¡bendice cada familia!
 
Tú advertiste el asalto de Satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia.
 
Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz.
 
Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios. Amén.

sábado, 14 de octubre de 2023

San Juan Pablo II y los misterios luminosos del Rosario

Un 16 de octubre de 2002 el Papa San Juan Pablo II publicó la carta apostólica
Rosarium Virginis Mariae, por la que incorporó cinco nuevos misterios, los luminosos, a los tradicionales 15 meditados en el Rosario.

Los misterios luminosos están referidos a la vida pública de Jesús y son: el Bautismo del Señor en el Jordán; la autorrevelación en las bodas de Caná; el anuncio del Reino invitando a la conversión; la Transfiguración y la institución de la Eucaristía.
 
En esta carta apostólica, el Santo Padre explica que el Rosario, “aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología” que tuvo “un puesto importante” durante sus años de juventud en su vida espiritual.
 
De hecho, dos semanas después de ser elevado a la Cátedra de Pedro, San Juan Pablo II confesó de modo público: “El Rosario es mi oración predilecta”.
 
El Papa propuso los misterios luminosos para “resaltar el carácter cristológico del Rosario”. Se trata de misterios referidos “a la vida pública de Cristo desde el Bautismo a la Pasión”, explica el Santo Padre.
 
Así, en estos misterios “contemplamos aspectos importantes de la persona de Cristo como revelador definitivo de Dios”, afirma el Papa, ya que es Él “quien, declarado Hijo predilecto del Padre en el Bautismo en el Jordán, anuncia la llegada del Reino, dando testimonio de Él con sus obras y proclamando sus exigencias”.
 
San Juan Pablo II consideró en esta carta apostólica además que “durante la vida pública, es cuando el misterio de Cristo se manifiesta de manera especial como misterio de luz”.
 
Así, para que el Rosario sea “plenamente compendio del Evangelio”, el Papa considera conveniente que “la meditación se centre también en algunos momentos significativos de la vida pública”, tras haber contemplado la encarnación  y la vida oculta en los misterios de gozo y antes de considerar los de la Pasión (misterios dolorosos) y el triunfo de la Resurrección (en los gloriosos).
 
El Papa advierte que esta incorporación se realiza “sin prejuzgar ningún aspecto esencial de la estructura tradicional de esta oración” y con la intención de “hacerla vivir con renovado interés en la espiritualidad cristiana, como verdadera introducción a la profundidad del Corazón de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria”.
 
Misterios que revelan la luz del Reino
 
San Juan Pablo II detalla que, cada uno de los misterios de luz “revela el Reino ya presente en la persona misma de Jesús”.
 
Esta presencia se manifiesta de manera particular en cada uno de los misterios luminosos.
 
1) En el Bautismo, Cristo “se hace ‘pecado’ por nosotros”, el Padre lo proclama Hijo Predilecto y el Espíritu Santo “desciende sobre él para investirlo de la misión que le espera”.
 
2) En las bodas de Caná, Cristo, al transformar el agua en vino, “abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente”.
 
3) Con la predicación del Reino y la llamada a la conversión, Jesús inicia “el misterio de la misericordia” que continúa a través del “sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia”.
 
4) Para San Juan Pablo II, la Transfiguración es el “misterio de luz por excelencia” ya que “la gloria de la Divinidad resplandece en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles”.
 
5) La institución de la Eucaristía es también misterio de luz porque al hacerse alimento bajo las especies del pan y el vino, Cristo da “testimonio de su amor por la humanidad ‘hasta el extremo’ y por cuya salvación se ofrecerá en sacrificio”.
 
María en los misterios de luz
 
El Santo Padre afirma que “excepto en el de Caná, en estos misterios la presencia de María queda en el trasfondo”. Sin embargo, “el cometido que desempeña en Caná acompaña toda la misión de Cristo” con su invitación materna: “Haced lo que Él os diga”.
 
San Juan Pablo II considera que esta es “una exhortación que introduce muy bien las palabras y signos de Cristo durante su vida pública, siendo como el telón de fondo de todos los misterios de luz”.
 
El Papa propuso desde entonces contemplar estos misterios de luz los jueves de cada semana.

(ACIprensa)

domingo, 8 de octubre de 2023

María Reina del Santo Rosario

«Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para Ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del Rosario de Pompeya, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los tristes. Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el Cielo». ( San Juan Pablo II: "Rosarium Virginis Mariae", 43)
El Papa Francisco se hizo devoto del Santo Rosario junto a San Juan Pablo II. El testimonio le fue descrito de puño y letra por el entonces Cardenal Bergoglio a la periodista Stefania Falasca, quien escribió al respecto estas líneas en el diario Avvenire de Italia.
 
"Cuando Juan Pablo II murió, el 2 de abril de 2005, toda la Iglesia y el mundo entero le rindió homenaje. Su enseñanza y su persona habían dejado una huella profunda e indeleble para siempre. Una avalancha de comentarios, conmemoraciones, análisis, destacaron el valor histórico y eclesial del largo pontificado de Wojtyla.
 
Fue entonces que Giulio Andreotti, director de la revista "30 Giorni", para la que escribía entonces, tuvo la idea de invitarme a producir una breve memoria del Papa polaco pidiendo testimonio a los cardenales que llegaban a la ciudad para participar en el Cónclave. Así entonces tomé contacto con el cardenal Jorge Mario Bergoglio, quien todavía estaba en Buenos Aires. Presenté la solicitud y cuando estuvo en Roma me dio una página escrita a mano y me dijo que la había compilado en el avión. El testimonio eran sólo unas pocas líneas, pero muy elocuente. El arzobispo argentino no paró de valorar el pontificado que acababa de terminar. Pero el breve texto entrelazaba todo con una historia más íntima, totalmente espiritual y comenzaba recordando una noche romana de años pasados…"
 
Cita del texto del entonces Cardenal Bergoglio:

"Si no recuerdo mal, era 1985. Una noche fui a rezar el Santo Rosario que dirigía el Santo Padre. Estaba delante de todos, de rodillas. El grupo era grande, veía al Santo Padre por la espalda y, poco a poco, me sumergí en la oración. No estaba solo. Oraba entre el pueblo de Dios al que yo pertenecía, y todos los que estaban allí, dirigidos por nuestro Pastor. En el medio de la oración, me distraje, mirando la figura del Papa: su piedad, su devoción, ¡eran todo un testimonio! Y el tiempo se desvaneció, y empecé a imaginar el joven sacerdote, seminarista, el poeta, el trabajador, el niño de Wadowice... en la misma posición en que estaba en ese momento, orando Ave María tras Ave María. Su testimonio me impactó. Sentí que este hombre, elegido para dirigir la Iglesia, había recorrido un camino de regreso hasta su Madre del Cielo, un proceso iniciado desde su infancia. Y allí me di cuenta de la densidad que tenían las palabras de la Madre de Guadalupe a San Juan Diego: "No temas, ¿no soy acaso tu madre?" Comprendí así la presencia de María en la vida del Papa, que no dejó de testimoniar ni un instante. Desde entonces recito todos los días los quince misterios del Rosario".
 
En el punto 17 de la Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae", San Juan Pablo II, expresa que "La Virgen del Rosario continúa su obra de anunciar a Cristo".  El siguiente es el texto completo de dicho punto:
"...El Rosario es también un itinerario de anuncio y de profundización, en el que el misterio de Cristo es presentado continuamente en los diversos aspectos de la experiencia cristiana. Es una presentación orante y contemplativa, que trata de modelar al cristiano según el corazón de Cristo. Efectivamente, si en el rezo del Rosario se valoran adecuadamente todos sus elementos para una meditación eficaz, se da, especialmente en la celebración comunitaria en las parroquias y los santuarios, una significativa oportunidad catequética que los Pastores deben saber aprovechar. La Virgen del Rosario continúa también de este modo su obra de anunciar a Cristo. La historia del Rosario muestra cómo esta oración ha sido utilizada especialmente por los Dominicos, en un momento difícil para la Iglesia a causa de la difusión de la herejía. Hoy estamos ante nuevos desafíos. ¿Por qué no volver a tomar en la mano las cuentas del rosario con la fe de quienes nos han precedido? El Rosario conserva toda su fuerza y sigue siendo un recurso importante en el bagaje pastoral de todo buen evangelizador..."

sábado, 23 de septiembre de 2023

Oración al Santo Padre Pío compuesta por San Juan Pablo II

Santo padre Pío, enséñanos también a nosotros, te pedimos, la humildad del corazón para formar parte de los pequeños del Evangelio, a quienes el Padre les ha prometido revelar los misterios de su Reino.
 
Ayúdanos a rezar sin cansarnos nunca, seguros de que Dios conoce lo que necesitamos, antes de que se lo pidamos.
 
Danos una mirada de fe capaz de capaz de reconocer con prontitud en los pobres y en los que sufren el rostro mismo de Jesús.
 
Apóyanos en la hora del combate y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del sacramento del perdón.
 
Transmítenos tu tierna devoción a María, Madre de Jesús y nuestra.
 
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria bienaventurada, donde esperamos llegar también nosotros para contemplar para siempre la Gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
 
(Oración pronunciada por Juan Pablo II en la Misa de canonización del padre Pío)

domingo, 27 de agosto de 2023

San Juan Pablo II reza por los sacerdotes

Para orar por los sacerdotes o por alguno en particular.
(De la exhortación apostólica Pastores dabo vobis  de san Juan Pablo II)
 
Oh  María, Madre de Jesucristo y Madre de los sacerdotes: acepta este título con el que hoy te honramos para exaltar tu maternidad y contemplar contigo el Sacerdocio de tu Hijo unigénito y de tus hijos, oh Santa Madre de Dios.
 
Madre de Cristo, que al Mesías Sacerdote diste un cuerpo de carne por la unción del Espíritu Santo para salvar a los pobres y contritos de corazón: custodia en tu seno y en la Iglesia a los sacerdotes, oh Madre del Salvador.
 
Madre de la fe, que acompañaste al templo al Hijo del hombre, en cumplimiento de las promesas hechas a nuestros Padres: presenta a Dios Padre, para su gloria, a los sacerdotes de tu Hijo, oh Arca de la Alianza.
 
Madre de la Iglesia, que con los discípulos en el Cenáculo implorabas el Espíritu para el nuevo Pueblo y sus Pastores: alcanza para el orden de los presbíteros la plenitud de los dones, oh Reina de los Apóstoles.
 
Madre de Jesucristo, que estuviste con Él al comienzo de su vida y de su misión, lo buscaste como Maestro entre la muchedumbre, lo acompañaste en la cruz, exhausto por el sacrificio único y eterno, y tuviste a tu lado a Juan, como hijo tuyo: acoge desde el principio a los llamados al sacerdocio, protégelos en su formación y acompaña a tus hijos en su vida y en su ministerio, oh Madre de los sacerdotes. Amén
 
¡Rogad al dueño de los sembrados, que envíe más trabajadores para la cosecha! 

San Juan Pablo II

domingo, 25 de junio de 2023

San Juan Pablo II: «Estoy lleno de una inmensa confianza»

Durante su primer viaje a Polonia, en 1979, el recién elegido papa Juan Pablo II acudió inmediatamente al santuario mariano de Chestochowa:
 
«Hoy, por los inescrutables designios de la Providencia divina, presente aquí en Jasna Góra, en mi patria terrena, Polonia, deseo confirmar ante todo los actos de consagración y de confianza, que en diversos momentos —numerosas veces y de varias formas— han pronunciado el cardenal primado y el Episcopado polaco. De modo muy especial deseo confirmar y renovar el acto de consagración pronunciado en Jasna Góra, el 3 de mayo de 1966, con ocasión del milenio de Polonia; con este acto los obispos polacos, entregándose a ti, Madre de Dios, "a tu materna esclavitud de amor", querían servir a la gran causa de la libertad de la Iglesia (…).
 
"Virgen santa, que defiendes la clara Czestochowa...". Me vienen de nuevo a la mente estas palabras del poeta Mickiewicz, que, al comienzo de su obra Pan Tadeusz, en una invocación a la Virgen ha expresado lo que palpitaba y palpita en el corazón de todos los polacos. (…)
 
Hemos venido aquí tantas veces, a este santo lugar, en vigilante escucha pastoral para oír latir el corazón de la Iglesia y de la patria en el corazón de la Madre. (…) Permitid que confíe todo esto a María. Permitid que se lo confíe de modo nuevo y solemne. Soy hombre de gran confianza. He aprendido a serlo aquí».
 
Homilía en Jasna Gora (Polonia), 4 de junio de 1979

domingo, 11 de junio de 2023

Solemnidad del Corpus Christi

Hoy la Iglesia muestra al mundo el Corpus Christi, el Cuerpo de Cristo, e invita a adorarlo: “Venite, adoremus, Venid, adoremos” La mirada de los creyentes se concentra en el Sacramento, donde Cristo se nos da totalmente a sí mismo: cuerpo, sangre, alma y divinidad. Por eso siempre ha sido considerado el más santo: el "antísimo Sacramento", memorial vivo del sacrificio redentor.
 
En la solemnidad del Corpus Christi volvemos a aquel "jueves" que todos llamamos "santo", en el que el Redentor celebró su última Pascua con los discípulos: fue la última Cena, culminación de la cena pascual judía e inauguración del rito eucarístico. La la solemnidad del Corpus Christi, es fiesta de adoración, de contemplación y de exaltación. Fiesta en la que el pueblo de Dios se congrega en torno al tesoro más valioso que heredó de Cristo, el sacramento de su misma presencia, y lo alaba, lo canta, lo lleva en procesión por las calles de la ciudad.
 
En la santa Eucaristía está realmente presente Cristo, muerto y resucitado por nosotros. En el pan y en el vino consagrados permanece con nosotros el mismo Jesús de los evangelios, que los discípulos encontraron y siguieron, que vieron crucificado y resucitado, y cuyas llagas tocó Tomás, postrándose en adoración y exclamando: "Señor mío y Dios mío" (Jn 20, 28; cf. 20, 17-20).
 
En el Sacramento del altar se ofrece a nuestra contemplación amorosa toda la profundidad del misterio de Cristo, el Verbo y la carne, la gloria divina y su tienda entre los hombres. Ante él no podemos dudar de que Dios está "con nosotros", que asumió en Jesucristo todas las dimensiones humanas, menos el pecado, despojándose de su gloria para revestirnos a nosotros de ella (cf. Jn 20, 21-23).
 
En su cuerpo y en su sangre se manifiesta el rostro invisible de Cristo, el Hijo de Dios, con la modalidad más sencilla y, al mismo tiempo, más elevada posible en este mundo. A los hombres de todos los tiempos, que piden perplejos:  "Queremos ver a Jesús" (Jn 12, 21), la comunidad eclesial responde repitiendo el gesto que el Señor mismo realizó para los discípulos de Emaús: parte el pan. Al partir el pan se abren los ojos de quien lo busca con corazón sincero. En la Eucaristía la mirada del corazón reconoce a Jesús y su amor inconfundible, que se entrega "hasta el extremo" (Jn 13, 1). Y en él, en ese gesto suyo, reconoce el rostro de Dios.
 
Con este pan nos alimentamos para convertirnos en testigos auténticos del Evangelio. Necesitamos este pan para crecer en el amor, condición indispensable para reconocer el rostro de Cristo en el rostro de los hermanos.
 
San Juan Pablo II
Corpus Christi 2001

sábado, 13 de mayo de 2023

San Juan Pablo II y la Virgen de Fátima, una historia de amor filial



Al recorrer el Pontificado de Juan Pablo II, resulta evidente -y el mismo Santo Padre así lo ha indicado- la presencia maternal de la Virgen de Fátima.

Esta historia de amor filial comenzó el 13 de mayo de 1981. Juan Pablo II tenía poco más de dos años como Pontífice y ese mismo día, salvó de morir en un atentado perpetrado por el turco Alí Agca en la Plaza San Pedro.

"Cuando fui alcanzado por la bala no me di cuenta en un primer momento que era el aniversario del día en que la Virgen se apareció a tres niños en Fátima", reveló poco después el Pontífice y agregó que fue su secretario personal quien lo notó después de la operación en la que le extrajeron un proyectil del intestino.

Durante su convalecencia, el Papa pidió que le entreguen un informe sobre las apariciones de Fátima, que estudió en detalle hasta llegar a la conclusión que debía su vida a la amorosa intercesión de la Virgen.

Un año después del atentado, el 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II viajó por primera vez a Fátima para "agradecer a la Virgen su intervención para la salvación de mi vida y el restablecimiento de mi salud".

En diciembre de 1983, el Papa visitó en la cárcel al hombre que intentó matarlo. El mismo Alí Agca habló de Fátima. "¿Por qué no murió? Yo sé que apunté el arma como debía y sé que la bala era devastante y mortal. ¿Por qué entonces no murió? ¿Por qué todos hablan de Fátima?"

Un año más tarde, Juan Pablo II formalizó su devoción y agradecimiento a la Virgen donando al santuario de Fátima la bala que le extrajeron, la misma que desde 1984 está engarzada en la aureola de la corona de la imagen mariana que preside el santuario.

Asimismo, donó la faja blanca que llevaba el día del atentado al santuario polaco de Jasna Gora, cuya Virgen es venerada desde hace siglos por sus compatriotas como símbolo de la unidad nacional.

En 1991 el Santo Padre regresó al santuario, donde afirmó que "la Virgen me regaló otros diez años de vida". En más de una ocasión ha señalado que considera todos sus años de Pontificado posteriores al atentado como un regalo de la Divina Providencia a través de la intercesión de la Virgen de Fátima.

El Papa también se ha referido a los dos mensajes conocidos de la Virgen de Fátima y en su visita de 1982, Juan Pablo II consagró solemnemente el mundo entero al corazón inmaculado de María, siguiendo una de las recomendaciones dadas por la Virgen a los pastorcitos.

Tras un encuentro con la hermana Lucía, la tercera vidente y única sobreviviente de Fátima, Juan Pablo II repitió la consagración dos años más tarde, luego de escribir una carta a los obispos de los cinco continentes para que se unieran a la celebración.

Sobre el tercer secreto no revelado de Fátima se han hecho múltiples especulaciones. El Santo Padre, conocedor del mismo, ha escrito al respecto que "Cristo triunfará a través de Ella, porque quiere que las victorias de la Iglesia en el mundo contemporáneo y en el futuro estén unidas a ella".

(Fuente: ACI)

domingo, 16 de abril de 2023

San Juan Pablo II y la Fiesta de la Divina Misericordia

La fiesta que celebramos el Domingo II de Pascua es dedicada a la Divina Misericordia.
 
Jesús habló por primera vez a Santa Faustina de instituir esta fiesta el 22 de febrero de 1931 en Plock el mismo día en que le pidió que pintara su imagen y le dijo: “Yo deseo que haya una Fiesta de la Divina Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer Domingo después de la Pascua de Resurrección; ese Domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia”.
 
Durante los años posteriores, Jesús le repitió a Santa Faustina este deseo en catorce ocasiones, definiendo precisamente la ubicación de esta fiesta en el calendario litúrgico de la Iglesia, el motivo y el objetivo de instituirla, el modo de prepararla y celebrarla, así como las gracias a ella vinculada.
 
El 30 de abril del año 2000, coincidiendo con la canonización de Santa Faustina, “Apóstol de la Divina Misericordia”, San Juan Pablo II instituyó oficialmente la Fiesta de la Divina Misericordia a celebrarse todos los años en esa misma fecha: Domingo siguiente a la Pascua de Resurrección.
 
Luego de su homilía, Juan Pablo II anunció: «En todo el mundo, el segundo Domingo de Pascua recibirá el nombre de Domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros».
 
Con la institución de esta Fiesta, San Juan Pablo II concluyó la tarea asignada por Nuestro Señor Jesús a Santa Faustina en Polonia, 69 años atrás, cuando en febrero de 1931 le dijo: “Deseo que haya una Fiesta de la Misericordia”. Dicha Fiesta constituye uno de los elementos centrales del Mensaje de la Divina Misericordia según le fuera revelado por nuestro Señor a Sor Faustina.
 
«Es el Amor que convierte los corazones y dona la paz» -escribió San Juan Pablo II– destacando que «el mundo tiene mucha necesidad de comprender y acoger la Divina Misericordia».

domingo, 9 de abril de 2023

Último mensaje de Pascua de San Juan Pablo II (año 2005)

Domingo, 27 marzo 2005 (ZENIT.org).-
Publicamos el mensaje que Juan Pablo II ha dirigido para esta Pascua de este año, leído en su nombre por el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, al final de la misa del domingo de Resurrección, celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano.
1. Mane nobiscum, Domine!
¡Quédate con nosotros, Señor! (cf. Lc 24,29).
 
Con estas palabras, los discípulos de Emaús invitaron al misterioso Viandante a quedarse con ellos al caer de la tarde aquel primer día después del sábado en el que había ocurrido lo increíble.
Según la promesa, Cristo había resucitado; pero ellos aún no lo sabían.
Sin embargo, las palabras del Viandante durante el camino habían hecho poco a poco enardecer su corazón.
Por eso lo invitaron: «Quédate con nosotros».
Después, sentados en torno a la mesa para la cena, lo reconocieron “al partir el pan”.
Y, de repente, él desapareció.
Ante ellos quedó el pan partido, y en su corazón la dulzura de sus palabras.
 
2. Queridos hermanos y hermanas, la Palabra y el Pan de la Eucaristía, misterio y don de la Pascua, permanecen en los siglos como memoria perenne de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
También nosotros hoy, Pascua de Resurrección, con todos los cristianos del mundo repetimos: Jesús, crucificado y resucitado, ¡quédate con nosotros!
Quédate con nosotros, amigo fiel y apoyo seguro de la humanidad en camino por las sendas del tiempo.
Tú, Palabra viviente del Padre, infundes confianza y esperanza a cuantos buscan el sentido verdadero de su existencia.
Tú, Pan de vida eterna, alimentas al hombre hambriento de verdad, de libertad, de justicia y de paz.
 
3. Quédate con nosotros, Palabra viviente del Padre, y enséñanos palabras y gestos de paz: paz para la tierra consagrada por tu sangre y empapada con la sangre de tantas víctimas inocentes; paz para los Países de Oriente Medio y África, donde también se sigue derramando mucha sangre; paz para toda la humanidad, sobre la cual se cierne siempre el peligro de guerras fratricidas.
Quédate con nosotros, Pan de vida eterna, partido y distribuido a los comensales: danos también a nosotros la fuerza de una solidaridad generosa con las multitudes que, aun hoy, sufren y mueren de miseria y de hambre, diezmadas por epidemias mortíferas o arruinadas por enormes catástrofes naturales.
Por la fuerza de tu Resurrección, que ellas participen igualmente de una vida nueva.
 
4. También nosotros, hombres y mujeres del tercer milenio, tenemos necesidad de Ti, Señor resucitado.
Quédate con nosotros ahora y hasta al fin de los tiempos.
Haz que el progreso material de los pueblos nunca oscurezca los valores espirituales que son el alma de su civilización.
Ayúdanos, te rogamos, en nuestro camino.
Nosotros creemos en Ti, en Ti esperamos, porque sólo Tú tienes palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68).
Mane nobiscum, Domine! ¡Alleluia!
 
[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede]