San Juan Pablo II y el Inmaculado Corazón de María
«Madre de los hombres y de
los pueblos, Tú conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas, Tú sientes
maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las
tinieblas que sacuden al mundo, acoge nuestro grito dirigido en el Espíritu Santo
directamente a tu Corazón y abraza con el Amor de la Madre y de la Esclava del
Señor a los que más esperan este abrazo, y, al mismo tiempo, a aquellos cuya
entrega Tú esperas de modo especial. Toma bajo tu protección materna a toda la
familia humana a la que, con todo afecto a Ti, Madre, confiamos. Que se acerque
para todos el tiempo de la paz y de la libertad, el tiempo de la verdad, de la
justicia y de la esperanza».
(San
Juan Pablo II. «Acto de consagración». Basílica de Santa María la Mayor)
María dio a luz a Aquel que
es nuestra reconciliación; Ella estaba al pie de la Cruz cuando, en la Sangre
del Hijo, Dios reconcilió "con Él
todas las cosas" (Col 1,20); ahora, glorificada en el cielo, tiene -como
recuerda una plegaria litúrgica- "un corazón lleno de misericordia hacia
los pecadores, que, volviendo la mirada a su caridad materna, en Ella se
refugian e imploran el perdón de Dios..."
(San
Juan Pablo II. Ángelus. Domingo 3 de septiembre de 1989)
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