martes, 29 de abril de 2014
domingo, 27 de abril de 2014
domingo, 13 de abril de 2014
Juan Pablo II Santo
Por la gracia de Dios viajo a Roma para estar presente
en
la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II.
Por ese motivo no se actualizará este blog hasta mi regreso.
Queda la imagen del nuevo santo de la Iglesia:
sábado, 12 de abril de 2014
jueves, 10 de abril de 2014
Aspectos menos conocidos del Papa Juan Pablo II
El 27 de abril unos 5 millones de personas procedentes de
todo el mundo se conmoverán viendo la tela de la Loggia de la Bendición bajarse
y descubrir el rostro de Juan Pablo II. El deseo de numerosos fieles que a su
muerte gritaban "¡Santo
subito!" se ha cumplido: Wojtyla será canonizado junto a Juan XXIII.
Como Roncalli, también el Pontífice polaco ha cambiado la historia, a través de
un pontificado revolucionario que ha esparcido las semillas de tantos frutos
que se viven hoy en la Iglesia y en el mundo. Pero el secreto de esta fuerza,
de esta fe, de esta santidad, ¿de dónde nacía? De una relación íntima con Dios,
que se realizaba en una oración incesante que, más de una vez, ha hecho que el
beato dejara la cama intacta, porque prefería transcurrir la noche en el suelo,
en oración. Lo confirma el postulador de la causa de canonización, monseñor
Slawodir Oder, en la entrevista realizada a ZENIT que publicamos a
continuación.
De Juan Pablo II se ha dicho todo, se ha escrito de
todo. Pero ¿realmente se ha pronunciado la última palabra sobre este
"gigante de la fe"?
Mons. Oder: El mismo Juan Pablo II sugirió cuál era la clave
para su conocimiento: "Muchos
intentan conocerme mirando fuera, pero yo quiero ser conocido solo desde
dentro, es decir, desde el corazón". Seguramente el proceso de
beatificación, antes, y de canonización, después, ha permitido acercarse más al
corazón de esta persona. Cada experiencia y testimonio ha sido una pieza que ha
compuesto el mosaico de la extraordinaria figura de este Pontífice. Sin
embargo, seguramente, llegar al corazón de una persona como Wojtyla permanece
un misterio. Podemos decir que en el corazón de este Papa esté seguramente el
amor por Dios y por los hermanos, un amor siempre cambiante, que no es nunca un
hecho consumado en la vida.
¿Qué ha descubierto de nuevo o de poco conocido sobre
Wojtyla durante sus investigaciones?
Mons. Oder: Hay distintos aspectos históricos y de su
vida que han surgido en el proceso y que son poco conocidos. Uno de estos es
sin duda la relación con el Padre Pío, con el que se vio a menudo y con el que
mantuvo una larga relación epistolar. Más allá de algunas cartas ya conocidas,
como aquella en la que pedía oración por la profesora Poltawska, su amiga y
colaboradora; surgió otra en la que el beato pedía al Santo de Pietrelcina
oraciones de intercesión por la sanación de los fieles. O pedía oraciones para sí
mismo, que, al mismo tiempo, desarrollaba el encargo de vicario capitular de la
diócesis de Cracovia, en espera al nombramiento del nuevo arzobispo que después
será él mismo.
¿Algo más?
Mons. Oder: Hemos descubierto mucho sobre la
espiritualidad de Juan Pablo II. Más que nada se ha tratado de una confirmación
de cuanto ya era perceptible, visible de su relación con Dios. Una relación
íntima con Cristo vivo, sobre todo en la Eucaristía donde surgía todo lo que
nosotros fieles hemos visto en él como fruto de extraordinaria caridad, celo
apostólico, pasión por la Iglesia, amor por el cuerpo místico. Y este es el
secreto de santidad de Juan Pablo II.
Por tanto, más allá de los grandes viajes y los grandes
discursos, ¿el aspecto espiritual es el corazón del pontificado de Juan Pablo
II?
Mons. Oder: Absolutamente. Y hay un episodio muy tocante
que lo identifica muy bien. El Papa enfermo, al final de uno de sus últimos
viajes apostólicos, sus colaboradores le llevan a la habitación. Los mismos, la
mañana después, encuentran la cama intacta porque Juan Pablo II pasó toda la
noche en oración, de rodillas, en el suelo. Para él, recogerse en oración era
fundamental. Tanto que, en los últimos meses de vida, pidió tener en la
habitación un espacio para el Santísimo. Su relación con el Señor era realmente
extraordinaria.
El Papa era también muy devoto de María...
Mons. Oder: Sí, y el proceso de canonización nos ha
ayudado a acercarnos también a esto. Hemos profundizado la relación
profundísima de Wojtyla con la Virgen. Una relación que la gente externa a
veces no conseguía comprender y que parecía sorprendente. A veces el Papa
durante la oración mariana aparecía en éxtasis, se alienaba del contexto, ya
fuera un paseo o un encuentro. Vivía una relación personalísima con la Virgen.
Entonces, ¿también hay un aspecto místico en Juan Pablo
II?
Mons. Oder: Decididamente sí. No puedo confirmar visiones
o elevaciones, con las que a menudo se identifica la vida mística; pero con
Juan Pablo II el aspecto de un profundo y auténtico misticismo estaba presente
y se manifestaba con su estar en la presencia de Dios. Un verdadero místico es,
de hecho, aquel que tiene la conciencia de estar en presencia de Dios, y vive
todo a partir de un profundo encuentro con el Señor.
Usted vive desde hace años con la figura de este hombre
considerado ya Santo en vida. ¿Cómo se siente al verlo ahora elevado a los
honores de los altares?
Mons. Oder: El proceso de canonización ha sido una
aventura extraordinaria. Seguramente marca mi vida sacerdotal. Agradezco mucho
a Dios que me ha puesto delante este maestro de vida y de fe. Para mí estos 9
años del proceso han sido una aventura humana y un curso extraordinario de
ejercicios espirituales predicados "indirectamente" con su vida, sus
escritos, con todo lo que ha surgido de las investigaciones.
¿Tiene recuerdos personales?
Mons. Oder: Nunca he sido uno de los más estrechos
colaboradores de Wojtyla, pero conservo en el corazón distintas ocasiones en
las que he podido respirar la santidad del Pontífice. Una de estas es del
inicio de mi sacerdocio, el Jueves Santo de 1993, el año en el que el Papa
quiso lavar los pies a los sacerdotes comprometidos en la formación de
seminaristas. Yo estaba entre estos sacerdotes. Además del valor simbólico del
ritual, para mí permanece el primer contacto con una persona que en ese gesto
auténticamente humilde, lleno de amor, me ha comunicado su amor por Cristo y
por el mismo sacerdocio. Otra ocasión se presentó en los últimos meses de vida
del Papa: estaba ya enfermo, y al imprevisto tuve oportunidad de cenar con él,
junto a los secretarios, a los colaboradores y a otros pocos sacerdotes.
También allí recuerdo esta sencillez y el gran sentido de acogida, de
humanidad, que transpiraba en la sencillez de sus gestos.
Benedicto XVI ha declarado recientemente en una
entrevista que siempre supo que estaba viviendo junto a un Santo. Es famoso su
"hacedlo rápido, pero hacedlo bien", cuando autorizó el inicio del
proceso de beatificación.
Mons. Oder: Me ha gustado mucho leer el testimonio del
papa emérito. Ha sido la confirmación de lo que él ha hecho transpirar a lo
largo de su pontificado: siempre que era posible hablaba de su amado
predecesor, en privado o en público durante las homilías y los discursos.
Siempre ha dado gran testimonio del afecto hacia Juan Pablo II. Y, por mi
parte, puede expresar una fuerte gratitud a Benedicto por la actitud que ha
mostrado en estos años. Le he sentido siempre muy cerca y puedo afirmar que fue
determinante en el abrir el proceso de beatificación poco después de la muerte.
Mirando después a los últimos eventos históricos, debo decir que la Divina
Providencia ha hecho una "dirección" magnífica de todo el proceso.
¿Ve una continuidad también con el papa Francisco?
Mons. Oder: El Magisterio continúa, el carisma de Pedro
continúa. Cada uno de los Papas da consistencia y forma histórica determinada
de la vivencia personal y de la propia personalidad. No se puede no ver una
continuidad. Más en detalle, hay distintos aspectos por los que Francisco recuerda
a Juan Pablo II: el deseo profundo de estar cercano a las personas, la valentía
de ir más allá de ciertos esquemas, la pasión por Cristo presente en su Cuerpo
místico, el diálogo con el mundo y con otras religiones.
Uno de los deseos irrealizables de Wojtyla fue el de
visitar China y Rusia. Parece que Francisco está abriendo camino en este
sentido...
Mons. Oder: Es extraordinario que los esfuerzos cumplidos
por Juan Pablo II para una apertura hacia Oriente está proliferando con sus
sucesores. El camino abierto por Wojtyla ha encontrado terreno fértil con el
pensamiento de Benedicto XVI y, ahora, gracias a los eventos históricos que
acompañan el pontificado de Francisco, se realizan concretamente. Es siempre
esa dialéctica de la continuidad de la que hablaba antes, que es además la
lógica de la Iglesia: ninguno comienza de cero, la piedra es Cristo que ha
actuado en Pedro y en sus sucesores. Hoy vivimos la preparación de aquello que
en la Iglesia sucederá mañana.
Se dice también que Juan Pablo II tenía el deseo de
visitar Medjugorje. ¿Lo puede confirmar?
Mons. Oder: Hablando privadamente con sus amigos, más de
una vez el Papa dijo: "Si fuera
posible quisiera ir". Son palabras que no se deben interpretar con un
carácter de reconocimiento u oficialidad a los eventos en el pueblo bosnio. El
Papa siempre ha estado muy atento al moverse, consciente de la importancia de
su encargo. No hay duda de que en Medjugorje suceden cosas que transforman los
corazones de las personas, sobre todo en el confesionario. Por tanto, el deseo
expreso del Papa se puede interpretar en la óptica de su pasión sacerdotal, es
decir, del querer estar en un lugar donde un alma busca a Cristo y lo
encuentra, gracias a un sacerdote, a través del sacramento de la reconciliación
o de la eucaristía.
¿Y por qué no fue?
Mons. Oder: Porque no todo es posible en la vida...
Traducido del italiano por Rocío Lancho García
sábado, 5 de abril de 2014
El activismo de Juan Pablo II fue el de la dignidad humana: nunca se sintió un político
Juan Pablo II murió el 2 de abril de 2005. Nueve años
después, en el aniversario de "nacimiento a la vida eterna", su
"dies natalis", el filólogo Jordi Picazo entrevista para “Religión en
Libertad” al doctor Joaquín Navarro-Valls, que convivió 22 años con el Papa
polaco y ha sido el único laico de la historia en ocupar el puesto de Jefe de
la Sala de Prensa del Vaticano. Desde cerca fue testigo de grandes cambios
históricos, y del papel de Juan Pablo II en ellos.
- La caída del Muro
de Berlín en 1989, la abolición de la pena de muerte en países como Guatemala y
Filipinas, evitar una guerra entre Chile y Argentina... ¿podemos hablar de un
Papa "activista"?
- Si usted quiere llamarlo así, yo no tengo inconveniente
en aceptarlo. Activista, entre comillas al menos. Un activismo que se le puede
atribuir a Juan Pablo II es el activismo de la dignidad humana. Ésa fue su
arma, la de hablar, predicar y hacer lo posible por la dignidad del ser humano,
y ahí entran guerras, totalitarismo, todo lo que usted quiera.
- ¿Y político?
- No se sentía un líder político ni siquiera cuando cayó
el muro de Berlín y cambió la vida de centenares de millones de personas en
todo un ámbito. No solamente hay que destacar el milagro del cambio: aquel
cambio se produjo sin derramamiento de sangre, cosa que ningún historiador
pensaba que podía suceder. Ahora, todo eso fue posible porque él era el gran
activista -yo utilizo su palabra- el gran activista de la dignidad humana:
aquello convenció. En Cuba, por ejemplo, estuve con él. Bien, el sistema en
Cuba no es que haya cambiado de por sí, pero ha cambiado la Iglesia, ha
cambiado mucho su presencia, su reconocimiento social en Cuba. Antes de aquel
viaje estaba apartada de todo protagonismo social. De esta forma también se
podría analizar Chile, Uruguay, Paraguay...
- ¿Cómo quiso
Benedicto dar continuidad a la visión de Juan Pablo II?
- En el caso de Juan Pablo II como Papa filósofo, y un
gran teólogo como Benedicto XVI, puedo decir que Benedicto ha concedido, desde
que renunció al pontificado, una sola entrevista, que estos días se está
volviendo a considerar en Italia en un libro que se ha publicado y que me toca
presentar el día cinco de abril aquí en Roma. Benedicto afirma ahí, con la
modestia y la riqueza intelectual que le han caracterizado siempre, y la
elegancia intelectual: “Yo ni quise ni podía imitar a Juan Pablo II. No lo
quise y tampoco lo podía hacer", dice Benedicto.
Es decir, cada uno tiene la responsabilidad de lo que es
y de lo que tiene que hacer y por ello se diferencia mucho de su predecesor,
pero que necesariamente se hace con el propio carisma, con el propio modo de
ser. Eso que Dios mismo ha elegido al cambiar una persona por otra. Desde este
punto de vista pienso que a Benedicto XVI no le fue difícil dar continuidad a la
reforma iniciada por Juan Pablo II.
El entonces cardenal Ratzinger era el colaborador número
uno de Juan Pablo II durante todo el pontificado, al menos a partir de 1980,
que es cuando vino a Roma. Le fue por tanto fácil continuar con su propio
estilo, su propia especifidad la gran reforma, que sería ahora largo de
explicar, que llevó a cabo Juan Pablo II.
- ¿Se apagará esta
"popularidad" inicial del Papa Francisco? ¿Qué pasará entonces?
- Yo pienso que el gran desafío del momento, como lo ha
sido probablemente en momentos anteriores es la gran necesidad de superar el
gran vacío antropológico, ético, que en nuestra época es bastante notable, el
peor en la historia de la humanidad. Hay grandes problemas éticos en el mundo,
pero es que antes que eso hay un gran problema antropológico, y es que no
sabemos quién es el ser humano: cada vez que en un congreso internacional de
filosofía se habla de este tema de la naturaleza humana o se habla del tema de
la verdad, resulta que la gente se siente incómoda, como si fueran dos temas
que no tienen que ver con la identidad humana. Ahí está el gran déficit de
nuestra época.
- ¿Se valora lo
suficiente el magisterio de Juan Pablo II sobre la familia? ¿La Teología del
Cuerpo de Juan Pablo II se ha difundido mínimamente al menos en ambientes
católicos?
- La Familiaris
Consortio, la encíclica de Juan Pablo II, sigue siendo un gran documento
sobre el amor humano. Un documento que, y a mí me sorprende, cuando a veces se
viaja y se va a universidades fuera del ámbito habitual, en ámbitos nada
sospechosos de catolicismo o de fe cristiana, vemos que continúa estudiándose y
prestándosele atención porque tiene una riqueza extraordinaria.
Juan Pablo II, cuando era todavía obispo, ni siquiera
cardenal, empezó a elaborar sobre este tema y escribió aquel libro estupendo
que se llama Amor y Responsabilidad. El libro se difundió pero él mismo, y
-esto me lo ha contado Juan Pablo II-, se dio cuenta que para entender bien
Amor y Responsabilidad había que hacer una reflexión sobre quién es la persona
humana. Ése es el déficit antropológico al que me refería. Después escribió
Persona y Acto, un libro muy difícil pero muy rico desde el punto de vista
antropológico, no de antropología cristiana sino simplemente antropología,
“kultur”. En el fondo, hay que plantearse con seriedad filosófica y
antropológica, y últimamente también ética, qué es el amor humano; cuáles son
esos parámetros del amor humano que hace que el amor humano sea distinto del
amor entre animales, que sea específico del ser humano, es un gran tema en el
que nuestra época es deficitaria. Sin embargo la biografía para profundizar no
falta, gracias a Juan Pablo II.
- ¿Piensa usted que
el diablo está especialmente activo en el mundo, en los signos de los
tiempos...?
- Usted me está pidiendo con eso casi una profecía. No me
atrevería a entrar en el terreno de la profecía. El demonio está activo como lo
ha estado siempre y el demonio me parece un elemento honesto, ¿cómo lo diría?,
que ¡hace lo que tiene que hacer!
El tema es si nosotros hacemos lo que tenemos que hacer
también. Es decir, ser cristiano coherente no es fácil, pero ese hecho no es
nada comparado con el hecho de ser una persona humana: ser un hombre o una
mujer no es una empresa fácil. El ser humano no está fabricado. Tiene que
hacerse con su libertad, tiene que aprender a manejar su libertad. Éste es el
gran desafío de todo ser humano, qué quiero hacer con mi libertad, qué quiero
hacer con mi vida. Podemos tratarlo a nivel teórico, académico, pero lo curioso
de todo ello es que cada uno lo tiene que resolver en primera persona, no se lo
puede dar nadie resuelto. El problema es si eso nos asusta. El destino del ser
humano a ser libre no nos debe asustar y debe asumirse. Antes de ser una
cuestión ética, es una cuestión antropológica.
Fuente: “Religión en Libertad”
miércoles, 2 de abril de 2014
A nueve años de su Pascua
Un día como hoy de hace nueve años atrás fallecía el papa
Juan Pablo II. Mientras en una plaza de San Pedro y por cadena televisiva miles
o millones rezaban el Santo Rosario por él, era él quien pasaba a interceder
por quienes estaban rezando. Las manifestaciones de fe fueron impresionantes,
todos recuerdan las imágenes de los miles de personas que se congregaron e
hicieron interminables filas en vía de la Conciliazione para una última
despedida y los carteles y coros de 'Santo enseguida”.
Benedicto XVI indicó que no tenía dudas sobre el 'santo
súbito' si bien había algunas etapas canónicas que eran necesarias seguir. El
28 de abril siguiente Benedicto XVI concedió la dispensa del plazo de cinco
años de espera después de la muerte requerido por el derecho canónico para
iniciar el proceso de beatificación.
El 2 de abril de 2007, dos años después de su muerte,
concluyó la fase diocesana del proceso de beatificación, y el 1 de mayo de 2011
fue declarado beato. Este próximo 27 de abril concluye el proceso de
canonización de Juan Pablo II con una ceremonia en la plaza de San Pedro,
presidida por el papa Francisco que declarará santo también a Juan XXIII.
A continuación
unas breves frases de las noticias de esa noche.
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 2 abril 2005 (ZENIT.org).-
En la noche de este sábado, el director de la Oficina de Prensa de la Santa,
Joaquín Navarro-Valls, publicó este comunicado, después de que el arzobispo
Leonardo Sandri, anunciara en la plaza de San Pedro el fallecimiento de Juan
Pablo II. “El Santo Padre ha fallecido esta noche a las 21,37 horas en su
apartamento privado. Se han puesto en marcha todos los procedimientos previstos
en la constitución apostólica «Universi Dominici Gregis», promulgada por Juan
Pablo II el 22 de febrero de 1996”.
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 2 abril 2005 (ZENIT.org).-
Publicamos una segunda declaración emitida por Joaquín Navarro-Valls tras el
fallecimiento de Juan Pablo II. “El Santo
Padre ha fallecido esta noche a las 21,37 horas en su apartamento privado. A
las 20,00 había comenzado la celebración de la santa misa de la fiesta de la
Divina Misericordia, en la habitación del Santo Padre, presidida por el
arzobispo Stanislaw Dziwisz con la participación del cardenal Marian Jaworski,
del arzobispo Stanislaw Rylko y de monseñor Mieczyslaw Mokrzycki. Durante la
santa misa se le administró a Juan Pablo II el santo viático y, una vez más, el
sacramento de la Unción de los Enfermos. Las últimas horas del Santo Padre se
caracterizaron por la constante oración de todos los que le asistían en el pío
tránsito y por la participación en la oración de miles de fieles congregados
desde hacía muchas horas en la Plaza de San Pedro”.
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