En el episodio de las bodas
de Caná, San Juan presenta la primera intervención de María en la vida pública
de Jesús y pone de relieve su cooperación en la misión de su Hijo.
Ya desde el inicio del
relato, el evangelista anota que «estaba allí la madre de Jesús» (Jn 2,1) y,
como para sugerir que esa presencia estaba en el origen de la invitación
dirigida por los esposos al mismo Jesús y a sus discípulos, añade: «Fue
invitado a la boda también Jesús con sus discípulos» (Jn 2,2). Con esas
palabras, San Juan parece indicar que en Caná, como en el acontecimiento
fundamental de la Encarnación, María es quien introduce al Salvador.
El significado y el papel
que asume la presencia de la Virgen se manifiesta cuando llega a faltar el vino.
Ella, como experta y solícita ama de casa, inmediatamente se da cuenta e
interviene para que no decaiga la alegría de todos y, en primer lugar, para
ayudar a los esposos en su dificultad.
Dirigiéndose a Jesús con las
palabras: «No tienen vino» (Jn 2,3), María le expresa su preocupación por esa
situación, esperando una intervención que la resuelva. Más precisamente, según
algunos exégetas, la Madre espera un signo extraordinario, dado que Jesús no
disponía de vino.
La respuesta de Jesús a las
palabras de María: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi
hora» (Jn 2,4), expresa un rechazo aparente, como para probar la fe de su
madre. Jesús desea poner la cooperación de María en el plano de la salvación
que, comprometiendo su fe y su esperanza, exige la superación de su papel
natural de madre.
Mucho más fuerte es la
motivación formulada por Jesús: «Todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2,4).
Algunos estudiosos del texto sagrado, siguiendo la interpretación de San
Agustín, identifican esa «hora» con el acontecimiento de la Pasión. Para otros,
en cambio, se refiere al primer milagro en que se revelaría el poder mesiánico
del profeta de Nazaret. Hay otros, por último, que consideran que la frase es
interrogativa y prolonga la pregunta anterior: «¿Qué nos va a mí y a ti? ¿No ha
llegado ya mi hora?» (Jn 2,4) Jesús da a entender a María que Él ya no depende
de Ella, sino que debe tomar la iniciativa para realizar la obra del Padre.
María, entonces, dócilmente deja de insistir ante Él y, en cambio, se dirige a
los sirvientes para invitarlos a cumplir sus órdenes.
En cualquier caso, su
confianza en el Hijo es premiada. Jesús, al que Ella ha dejado totalmente la
iniciativa, hace el milagro, reconociendo la valentía y la docilidad de su
Madre: «Jesús les dice: "Llenad las tinajas de agua". Y las llenaron
hasta el borde» (Jn 2,7). Así, también la obediencia de los sirvientes
contribuye a proporcionar vino en abundancia.
La exhortación de María:
«Haced lo que Él os diga», conserva un valor siempre actual para los cristianos
de todos los tiempos, y está destinada a renovar su efecto maravilloso en la
vida de cada uno. Invita a una confianza sin vacilaciones, sobre todo cuando no
se entienden el sentido y la utilidad de lo que Cristo pide.
De la misma manera que en el
relato de la cananea (ver Mt 15,24-26) el rechazo aparente de Jesús exalta la
fe de la mujer, también las palabras del Hijo «Todavía no ha llegado mi hora»,
junto con la realización del primer milagro, manifiestan la grandeza de la fe
de la Madre y la fuerza de su oración.
El episodio de las bodas de
Caná nos estimula a ser valientes en la fe y a experimentar en nuestra vida la
verdad de las palabras del Evangelio: «Pedid y se os dará» (Mt 7,7; Lc 11,9).
San
Juan Pablo II
Audiencia
General del miércoles 26 de febrero de 1997