martes, 8 de diciembre de 2020
Solemnidad de la Inmaculada Concepción
domingo, 29 de noviembre de 2020
Mensaje de Adviento de San Juan Pablo II
«Vayamos jubilosos al
encuentro del Señor» es un estribillo que está perfectamente en armonía con el
jubileo. Es, por decir así, un «estribillo jubilar», según la etimología de la
palabra latina iubilar, que encierra una referencia al júbilo. ¡Vayamos, pues,
con alegría! Caminemos jubilosos y vigilantes a la espera del tiempo que
recuerda la venida de Dios en la carne humana, tiempo que llegó a su plenitud
cuando en la cueva de Belén nació Cristo. Entonces se cumplió el tiempo de la
espera.
Viviendo el Adviento,
esperamos un acontecimiento que se sitúa en la historia y a la vez la
trasciende. Al igual que los demás años, tendrá lugar en la noche de la Navidad
del Señor. A la cueva de Belén acudirán los pastores; más tarde, irán los Magos
de Oriente. Unos y otros simbolizan, en cierto sentido, a toda la familia
humana. La exhortación que resuena en la liturgia de hoy: «Vayamos jubilosos al
encuentro del Señor» se difunde en todos los países, en todos los continentes,
en todos los pueblos y naciones. La voz de la liturgia, es decir, la voz de la
Iglesia, resuena por doquier e invita a todos al gran jubileo.
Nosotros podemos encontrar a
Dios, porque Él ha venido a nuestro encuentro. Lo ha hecho, como el padre de la
parábola del hijo pródigo (cf. Lc 15, 11-32), porque es Rico en Misericordia,
Dives in Misericordia, y quiere salir a nuestro encuentro sin importarle de qué
parte venimos o a dónde lleva nuestro camino. Dios viene a nuestro encuentro,
tanto si lo hemos buscado como si lo hemos ignorado, e incluso si lo hemos
evitado. Él sale primero a nuestro encuentro, con los brazos abiertos, como un
padre amoroso y misericordioso.
Si Dios se pone en
movimiento para salir a nuestro encuentro, ¿podremos nosotros volverle la
espalda? Pero no podemos ir solos al encuentro con el Padre. Debemos ir en
compañía de cuantos forman parte de «la familia de Dios». Para prepararnos
convenientemente al jubileo debemos disponernos a acoger a todas las personas.
Todos son nuestros hermanos y hermanas, porque son hijos del mismo Padre
celestial. (...)
En el Evangelio [leemos] la
invitación del Señor a la vigilancia. «Velad, porque no sabéis qué día vendrá
vuestro Señor». Y a continuación: «Estad preparados, porque a la hora que menos
penséis vendrá el Hijo del hombre» (Mt 24, 42.44). La exhortación a velar
resuena muchas veces en la liturgia, especialmente en Adviento, tiempo de
preparación no sólo para la Navidad, sino también para la definitiva y gloriosa
venida de Cristo al final de los tiempos. Por eso, tiene un significado
marcadamente escatológico e invita al creyente a pasar cada día, cada momento,
en presencia de Aquel «que es, que era y que vendrá» (Ap 1, 4), al que
pertenece el futuro del mundo y del hombre. Ésta es la esperanza cristiana. Sin
esta perspectiva, nuestra existencia se reduciría a un vivir para la muerte.
Cristo es nuestro Redentor:
Redentor del mundo y Redentor del hombre. Vino a nosotros para ayudarnos a
cruzar el umbral que lleva a la puerta de la vida, la «Puerta Santa» que es Él
mismo.
Que esta consoladora verdad
esté siempre muy presente ante nuestros ojos, mientras caminamos como
peregrinos hacia el gran jubileo. Esa verdad constituye la razón última de la
alegría a la que nos exhorta la liturgia: «Vayamos jubilosos al encuentro del
Señor». Creyendo en Cristo Crucificado y Resucitado, creemos en la resurrección
de la carne y en la vida eterna.
San
Juan Pablo II
Extracto de la Homilía del
Domingo I de Adviento.
Domingo 29 de noviembre de
1998
martes, 17 de noviembre de 2020
sábado, 7 de noviembre de 2020
sábado, 5 de septiembre de 2020
Palabras de San Juan Pablo II sobre Santa Teresa de Calcuta
Poco antes de su partida a la Casa del Padre, el Papa Juan Pablo II,
amigo personal de la religiosa, dedicó el rezo dominical del Ángelus en la
Plaza San Pedro a la madre Teresa de quien dijo lo siguiente:
"La querida Religiosa reconocida universalmente como la Madre de
los Pobres, nos deja un ejemplo elocuente para todos, creyentes y no creyentes.
Nos deja el testimonio del amor de Dios. Las obras por ella realizadas hablan
por sí mismas y ponen de manifiesto ante los hombres de nuestro tiempo el alto
significado que tiene la vida".
"Misionera de la Caridad. Su misión comenzaba todos los días antes
del amanecer, delante de la Eucaristía. En el silencio de la contemplación,
Madre Teresa de Calcuta escuchaba el grito de Jesús en la cruz: tengo sed. Ese
grito la empujaba hacia las calles de Calcuta y de todas las periferias del
mundo, a la búsqueda de Jesús en el pobre, el abandonado, el moribundo".
"Misionera de la Caridad, dando un ejemplo tan arrollador, que
atrajo a muchas personas, dispuestas a dejar todo por servir a Cristo, presente
en los jóvenes".
"Ella sabía por experiencia que la vida adquiere todo su valor
cuando encuentra el amor y siguiendo el Evangelio fue el buen samaritano de las
personas que encontró, de toda existencia en crisis y despreciada".
sábado, 15 de agosto de 2020
La Asunción de la Santísima Virgen
En
esta homilía, San Juan Pablo II, nos da una hermosa explicación sobre la
Asunción de la Virgen María al Cielo:
La Asunción de la Virgen
María (o la Asunción de la Virgen) es una doctrina de la Iglesia Católica que
enseña que después de la muerte de la madre de Jesús, ella fue resucitada,
glorificada y llevada corporalmente al cielo (es decir, físicamente y
espiritualmente), para vivir con Dios Padre, con su hijo (Jesucristo), con el
Espíritu Santo, los Ángeles y todos los santos del Cielo por toda la eternidad
La palabra asunción se toma
de una palabra latina que significa "tomar". La Asunción de María es
enseñada tanto por la Iglesia Católica, así como por la Iglesia Ortodoxa
Oriental en menor grado.
Todos los seres humanos
tenemos que esperar hasta el fin de los tiempos para nuestra resurrección
corporal, pero el cuerpo de María fue capaz de ir directamente al cielo porque
su alma no había sido contaminada por el pecado original (Inmaculada).
Nadie se ha sumergido como
María en el corazón del misterio de la redención. Nadie como ella puede acercar
este misterio a nosotros. Ella se encuentra en el centro mismo del misterio.
Nos encontramos, en el día
de la solemnidad de la Asunción de María al cielo, cuando la Iglesia proclama
la gloria de su nacimiento definitivo para el cielo.
Oración a la Virgen María
asunta al Cielo
¡Oh Madre de la Iglesia!
Ante esta humanidad que parece siempre fascinada por lo temporal, y cuando la
dominación sobre el mundo oculta la perspectiva del destino eterno del hombre en
Dios, sé tú misma un testimonio de Dios; tú, su Madre.
¿Quién puede resistir al
testimonio de una madre? Tú que has nacido para las fatigas de esta tierra:
concebida de forma inmaculada. Tú que has nacido para la gloria del cielo:
asunta al cielo.
Tú que estás vestida del sol
de la insondable Divinidad, del sol de la impenetrable Trinidad, llena del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Tú, a quien la Trinidad se
da como único Dios, el Dios de la alianza y de la redención, el Dios del
comienzo y del fin. El Alfa y Omega. El Dios-Verdad. El Dios-Amor. El
Dios-Gracia. El Dios-Santidad. El Dios que lo supera todo y lo abraza todo. El
Dios que es todo en todos.
Tú que estás vestida del
sol. ¡Hermana nuestra! ¡Madre nuestra! Sé el testimonio de Dios (…) ante
nosotros, hijos de Eva en el destierro. ¡Sé el testimonio de Dios!
Amén.
domingo, 26 de julio de 2020
Juan Pablo II salvó la vida de una niña que salía del campo de concentración
Era enero de 1945. Edith
Zierer tenía trece años y salía del campo de concentración en la ciudad de
Częstochowa. No podía imaginar que todos sus familiares habían muerto a manos
de los alemanes. Apenas se mantenía en pie. Un joven seminarista la ayudó en la
estación de trenes. Ese seminarista era Karol Wojtyła. De no ser por él, ella
habría muerto de frío y hambre.
Después de abandonar el
campo, Edith se subió a un vagón de tren que transportaba carbón. Se estaba
quedando sin fuerzas. Se bajó en una estación de trenes en Jędrzejów (provincia
de Świętokrzyskie). Y cayó al suelo, totalmente exhausta. Allí quedó tendida, helada y hambrienta, vestida
únicamente con un fino uniforme a
rayas del campo de trabajo infestado de piojos. Nadie miraba en su dirección y ya no podía moverse. Solamente un hombre se detuvo a ayudarla.
Como más tarde recordaría, el hombre era apuesto y
vigoroso. Preguntó a la muchacha qué hacía en un lugar como ese.
Ella respondió que estaba intentando llegar a Cracovia. Cuando Karol
Wojtyła le preguntó por su nombre, los ojos de la chica se llenaron de
lágrimas. Hacía mucho tiempo que nadie la llamaba por su nombre de
pila. Hasta hacía muy poco, había sido un mero número. El joven desapareció un
rato para regresar con té
caliente, pan y queso.
Cabe mencionar que, durante
la ocupación de Polonia por la Alemania nazi, Karol Wojtyła se estaba preparando
para el sacerdocio. Más tarde, como Papa, recordando los tiempos difíciles de
la guerra, Juan Pablo II comentó que sus estudios tuvieron lugar parcialmente
en la cantera de Solvay en Cracovia y durante clases clandestinas en el Palacio
de los arzobispos de Cracovia. El 1 de noviembre de 1946, Karol Wojtyła fue
ordenado en el sacerdocio por el cardenal Adam Sapieha.
“Intenta
levantarte”, la animó el hombre. Por desgracia, la chica no podía. Estaba tan agotada que su cuerpo se hundía
como el plomo. Al verlo, el seminarista la
tomó en sus brazos y cargó con ella durante tres kilómetros hasta la estación
de donde salía el tren a Cracovia.
Los otros judíos presentes
en el mismo vagón de ganado del tren “advirtieron” a la chica de que quizás el
estudiante de sacerdote querría meterla en un convento. Wojtyła cubrió a Edith con un abrigo. La
chica estaba muy asustada.
Cuando el tren se detuvo, la
muchacha se bajó y escondió detrás de los tanques de leche. Wojtyła la llamó
por la versión polaca de su nombre: “¡Edyta, Edyta!”. Ella recordaría el nombre de
él en su memoria para siempre.
Cuando el campo de
concentración fue liberado por los rusos. Edith quiso entonces encontrar a sus
seres queridos. Estaba completamente sola, aunque todavía no lo sabía. Sus
padres habían muerto en Dachau y su hermana había sido asesinada en Auschwitz. Menos
mal que «un ángel» se cruzó en su duro camino. Recibió la ayuda de un hombre
que estudiaba para ser sacerdote, Karol Wojtyła. Recordaría su nombre
perfectamente. Toda su vida le estaría profundamente agradecida. Ninguno de los
dos tenía familia. El joven sacerdote ya había perdido a su madre, su padre y
su hermano. Igual que Edith.
Cuando en 1978 Edith se
enteró de que Wojtyła se había convertido en Papa, la inundó una alegría tal
que lloró de pura felicidad. Por entonces vivía en Israel, tras abandonar
Polonia en 1951. Ahora tenía su propia familia: era esposa, madre y trabajaba
como técnica dental. Le escribió una carta a Juan Pablo II y le agradeció que
le salvara la vida.
El Papa la recordaba y la
invitó a visitarle en el Vaticano. Se encontraron por primera vez después de
tantísimos años en 1998. El Santo Padre le dijo: “Habla alto, hija mía. Soy un
hombre viejo”. Bendijo a la mujer y le dijo: “Regresa, hija mía”. (Foto que ilustra esta nota)
En 2000, durante su
peregrinación a Tierra Santa, Juan Pablo II visitó el Instituto Yad Vashem y
depositó allí una corona de flores. Dirigiéndose a él, una mujer dijo: “Quien
salva una vida salva al mundo entero”. Este lema está inscrito en la medalla
que se concede a los Justos entre las Naciones o aquellos que salvaron vidas de
judíos durante el Holocausto.
Edith volvería a escribir al
Papa y él le respondería. Sin embargo, no volvieron a verse. Zierer falleció en
2014.
(Fuente:
Aleteia)
sábado, 20 de junio de 2020
lunes, 18 de mayo de 2020
A cien años del nacimiento de San Juan Pablo II
El mundo católico celebra hoy, 18 de mayo, el
centenario del nacimiento en 1920 en Wadowice, un pequeño pueblo en el sur de
Polonia, en el seno de una familia humilde, de Karol Wojtyla, quien se
convertiría en el primer papa no italiano en cientos de años, con numerosos récord en su largo
pontificado.
El diario vaticano «Osservatore Romano» dedica un
número especial de varias páginas a la vida de San Juan Pablo II. En la portada
digital del diario, que se ha dejado de imprimir debido a la pandemia, se
observa la foto del papa polaco y un pensamiento de Francisco pidiendo su intercesión.
«Recordando el centenario del nacimiento de San Juan
Pablo II, recurrimos a él para pedirle su intercesión: Intercede para que
siempre permanezcamos fieles al Evangelio. Intercede para que sepamos cómo
abrir las puertas a Cristo (…) Intercede para que sepamos cómo responder a las
necesidades de nuestros hermanos que sufren», se lee.
También el papa emérito Benedicto XVI, retirado desde
el pasado febrero de 2013, escribió una carta para con motivo del centenario
del papa con quien compartió muchos años de trabajo en la Curia.
Benedicto XVI, de 93 años, estuvo al lado de Wojtila
durante casi todo el pontificado al estar al frente de la Congregación para la
Doctrina de la Fe desde 1981. «Cuando el cardenal Wojtyla fue elegido sucesor
de San Pedro el 16 de octubre de 1978, la Iglesia estaba en una situación
desesperada», recuerda en su carta el pontífice alemán.
El papa emérito añade «la tarea, que superaba las
fuerzas humanas, esperaba al nuevo Papa. Sin embargo, desde el primer momento,
Juan Pablo II despertó un nuevo entusiasmo por Cristo y su Iglesia. Primero lo
hizo con el grito del sermón al comienzo de su pontificado: ¡No tengan miedo!
¡Abran, sí, abran de par en par las puertas a Cristo! Este tono finalmente
determinó todo su pontificado y lo convirtió en un renovado liberador de la
Iglesia».
Francisco celebrará hoy lunes una misa especial para
recordar los 100 años del nacimiento del pontífice polaco desde la capilla de
la tumba del santo que se encuentra en la basílica vaticana. La misa servirá de
homenaje a Karol Wojtila, papa desde el 16 de octubre de 1978 hasta su muerte
el 2 de abril de 2005, y canonizado por Jorge Bergoglio en 2014.
Tuvo el tercer pontificado más largo en la historia
de la iglesia católica, de casi 27 años (1978-2005), beatificó a 1.340 personas
y canonizó a 483 santos y realizó 104 viajes en los que visitó 129 países.
El 13 mayo de 1981, dos balas disparadas por el turco
Ali Mehmet Agca hirieron de gravedad al Papa mientras saludaba en papamóvil a
los fieles durante la audiencia general en la plaza de San Pedro y después el
terrorista fue perdonado por el pontífice que le visitó en la cárcel.
En estos días se ha publicado el documental «Wojtyla:
La investigación» del periodista español José María Zavala, una cinta que
recoge momentos nunca antes conocidos de la vida de Juan Pablo II y de un
pontificado en medio de la guerra fría, del fin de la Unión Soviética y de la
caída del Muro de Berlín y las varias conspiraciones para acabar con su vida.
El postulador de la causa de canonización del
pontífice, el sacerdote polaco Slawomir Oder, también es el encargado del
proceso para beatificar a los padres del papa polaco que avanza en estos días,
según adelantó esta semana en una videoconferencia con periodistas.
Reveló Oder que después de atentado, el papa mantuvo
una gran amistad con los médicos y que cuando uno falleció «fue a casa de la
familia para rezar frente al ataúd y consolar a la viuda y a sus hijos». Era
como pide ahora Francisco «un verdadero pastor con olor a oveja», aseguró el
sacerdote polaco.
sábado, 2 de mayo de 2020
San Juan Pablo II en el Mes de María: Virgo Fidelis
"...De entre tantos títulos atribuidos a la Virgen, a lo largo de
los siglos, por el amor filial de los cristianos, hay uno de profundísimo
significado: Virgo Fidelis, Virgen fiel.
¿Qué significa esta fidelidad de María? ¿Cuáles son les dimensiones de esa fidelidad?
La primera dimensión se llama búsqueda. María fue fiel ante todo
cuando, con amor se puso a buscar el sentido profundo del Designio de Dios en
Ella y para el mundo. ¿Quomodo fiet?
-¿Cómo sucederá esto?, preguntaba Ella al Ángel de la Anunciación.
Ya en el Antiguo Testamento el sentido de esta búsqueda se traduce en una
expresión de rara belleza y extraordinario contenido espiritual: buscar el
Rostro del Señor. No habrá fidelidad si no
hubiere en la raíz esta ardiente, paciente y generosa
búsqueda; si no se encontrara en el corazón del hombre una pregunta, para la
cual sólo Dios tiene respuesta, mejor dicho, para la cual sólo Dios es la
respuesta.
La segunda dimensión se llama acogida, aceptación. El quomodo fiet
se
transforma, en los labios de María, en un ‘fiat’. Que se haga,
estoy pronta, acepto: éste es el momento
crucial de la fidelidad, momento en el cual el hombre percibe que jamás comprenderá totalmente el cómo; que hay en el
Designio de Dios más zonas de misterio que de evidencia; que,
por más que haga, jamás logrará captarlo todo. Es entonces cuando el hombre
acepta el misterio, le da un lugar en su corazón así como María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su
corazón. Es el momento en el que el hombre se abandona al
misterio, no con la resignación de alguien que capitula frente a un enigma, a
un absurdo, sino más bien con la disponibilidad de quien se abre para ser
habitado por algo ¡por Alguien! más grande que el
propio corazón. Esa aceptación se cumple en
definitiva por la fe que es la adhesión de todo el ser al misterio que se
revela.
Coherencia, es la tercera dimensión de la fidelidad. Vivir de acuerdo
con lo que se cree. Ajustar la propia vida al objeto de la propia adhesión.
Aceptar incomprensiones, persecuciones antes que permitir rupturas entre lo que
se vive y lo que se cree: esta es la coherencia. Aquí se encuentra, quizás, el
núcleo más íntimo de la fidelidad.
Pero toda fidelidad debe pasar por la prueba más exigente: la de la
duración. Por eso la cuarta dimensión de la fidelidad es la constancia. Es
fácil ser coherente por un día o algunos días. Difícil e importante es ser
coherente toda la vida. Es fácil ser coherente en la hora de la exaltación,
difícil serlo en la hora de la tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad una
coherencia que dura a lo largo de toda la vida. El ‘fiat’ de María en la Anunciación encuentra su
plenitud en el ‘fiat’ silencioso que
repite al pie de la cruz. Ser fiel es no traicionar en les tinieblas lo que se
aceptó en público.
De todas les enseñanzas que la Virgen da a sus hijos, quizás la más
bella e importante es esta lección de fidelidad..."
San Juan Pablo II
Homilía en la Catedral de México. 26 de enero de 1979
domingo, 19 de abril de 2020
San Juan Pablo II, apóstol de la Divina Misericordia
1. Misericordia de vida
Karol Wojtyła
vivió en tiempos muy difíciles. Los años de la Segunda Guerra Mundial y del
comunismo de post-guerra en Polonia, como así también todos los años en los que
llevó a cabo el ministerio de San Pedro, le permitieron observar los problemas,
tan distintos entre sí y tan difíciles, de todo el mundo. De ahí que sus
palabras sobre la misericordia no fueron meramente teóricas, sino que
provinieron de una persona que sabe lo que es el sufrimiento, que experimentó
el drama del pecado humano y el sufrimiento humano. Consciente de las amenazas
existentes, escribió en 1980: “Una exigencia de no menor importancia, en estos
tiempos críticos y nada fáciles, me impulsa a descubrir una vez más en el mismo
Cristo el rostro del Padre, que es « misericordioso y Dios de todo consuelo”
Dives in Misericordia, 1).
Ser
misericordioso es llevar a Dios dentro del drama humano. Incluso, si nosotros
mismos no experimentamos grandes dificultades, no hay necesidad de viajar muy
lejos para conocer personas para las que la misericordia es la única salvación.
2. Misericordia de paciencia
Inclusive antes
de que Karol Wojtyła se convirtiera en Papa, vino a vivir a Cracovia. Pudo
observar, y luego acompañar, la devoción a la Divina Misericordia que iba
creciendo en torno de la misión de Sor Faustina. Digna de elogio fue su actitud
única ante la prohibición de este culto que estuvo en vigor desde 1959 hasta
1978, prácticamente, todo lo que duró su ministerio como obispo de Cracovia.
Como obispo, y luego cardenal, nunca criticó la decisión de la Santa Sede pero,
dentro de los límites permitidos por la ley intentó, junto con otros obispos
polacos, distender la prohibición.
Ser
misericordioso significa también saber esperar. Ser capaz de entender a
aquellos que aún no han recibido el don del entendimiento. Confiar en Dios que
es Él quien, finalmente, determina los tiempos y los lugares de su obra.
3. Misericordia de palabra
San Juan Pablo
II no habló mucho sobre la misericordia. Sin embargo, después de dos años de su
elección en la Santa Sede escribió la primera encíclica dedicada a este
misterio. 'Dives in misericordia' se refiere, ya desde el título, a la Divina
Misericordia. Es necesario que todo el mundo que quiera, por lo menos, entender
qué es la misericordia lo lea. Además, se necesita la lectura de esta encíclica
para entender la homilía de la misa de canonización de Santa Faustina (Roma,
2000) y de la prédica durante la última peregrinación de San Juan Pablo II a su
tierra (Cracovia, 2002).
Al momento de
la canonización de Santa Faustina, Juan Pablo II dijo: “la luz de la
misericordia divina, que el Señor quiso volver a entregar al mundo mediante el
carisma de sor Faustina, iluminará el camino de los hombres del tercer
milenio.”
Ser
misericordioso es también saber cómo hablar de la misericordia. San Juan Pablo
II nos enseña cómo hablar ya que esto no es una simple cuestión humana sobre el
amor, lo cual no necesita de Dios, ni una manera de hablar de Dios que no ayuda
a nadie.
4. Misericordia del poder
Las decisiones
de San Juan Pablo II, quien se convirtió en un hito en el camino del
crecimiento de la devoción a la Divina Misericordia, son una bendición a la que
podemos reconocer como una gracia. Ya como obispo de Cracovia comenzó el
proceso de beatificación de Santa Faustina Kowalska (1968) encomendando el
tratamiento de estas cuestiones teológicas a uno de los mejores dogmáticos: P.
Profesor Ignacy Różycki. En 1993 proclamó beata a Sor Faustina Kowalska y,
siete años más tarde, santa. En 1985 instituyó el Domingo de la Divina
Misericordia en la Arquidiócesis de Cracovia; en 1995, en todas las diócesis de
Polonia; y, en el 2000, durante la canonización de Santa Faustina, instituyó
esta fiesta para la Iglesia del mundo.
Ser misericordioso
es también saber tomar buenas decisiones. Tanto en lo personal, como en lo
social, en la vida política o religiosa. No todos tienen la misma autoridad
pero sí todos, dependiendo de la magnitud de la responsabilidad que le compete,
pueden tomar determinadas decisiones de manera tal que Dios misericordioso
pueda estar más cerca de los demás.
5. Misericordia de la armonía
En lo personal,
me impresionó la armonía entre el amor y la verdad de San Juan Pablo II.
Probablemente, quien lo haya conocido debe haber tenido la impresión de que
estaba ante una persona que ama, ante una persona ante la cual hasta el mayor
pecador puede llegar y convertirse en una mejor persona. No era posible
encontrar en él ni un rastro de malicia, desdén o indiferencia. Dios
misericordioso estaba presente en el rostro y en el corazón del Papa. Y, al
mismo tiempo, nada en su actitud daba la sensación de intentar evitar ninguna
de las verdades difíciles de la fe. Era capaz de mantener una especie de santa
armonía entre la verdad y el amor, por eso todo el mundo sabía que el Papa
amaba, aun cuando no estuviera de acuerdo o, incluso, cuando opinara de forma
diametralmente opuesta de aquellos a quienes amaba.
Ser
misericordioso es saber cómo mantener la armonía entre el amor y la verdad, lo
que a veces puede ser muy difícil para una persona. Sin embargo, ni la
misericordia sin la verdad, ni la verdad sin amor por las personas pueden
aliviar a nadie.
6. Misericordia de la confianza
El acto de
confiarle al mundo a la Divina Misericordia que llevó a cabo el Papa el 17 de
agosto de 2002 en el Santuario de la Divina Misericordia en el barrio de
Łagiewniki, Cracovia, todavía no se aprecia en toda su magnitud. Con estas
palabras el Santo Padre encomendó a la humanidad en las manos de la Divina
Misericordia:
“Dios, Padre
misericordioso, que has revelado tu amor en tu Hijo Jesucristo y lo has
derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo, Consolador, te encomendamos hoy
el destino del mundo y de todo hombre.
Inclínate hacia
nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota todo mal; haz que todos
los habitantes de la tierra experimenten tu misericordia, para que en ti, Dios
uno y trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza.
Padre eterno,
por la dolorosa pasión y resurrección de tu Hijo, ten misericordia de nosotros
y del mundo entero. Amén”
Confiar
significa entregarse a Dios. Encomendar el mundo y los hombres a la
misericordia de Dios significa proclamar públicamente la certeza de que
únicamente Dios puede salvar al mundo, auxiliarlo, hacerlo un lugar mejor. Ser
misericordioso siempre comienza con la certeza de que sin Dios, los hombres no
pueden ser rescatados de la miseria, de la pobreza o del pecado.
7. Misericordia de la muerte
Ya en 1981,
cuando el Papa perdonó a su asesino, Ali Agca, se mostró como un ser humano que
sabe que la misericordia, más allá del sufrimiento personal, es la mejor
respuesta a cualquier forma de miseria. Esta bondad del corazón del Papa
también reveló la cruz de su enfermedad y de su muerte. A veces, es más fácil
para nosotros ser misericordiosos con los demás mientras que no sabemos cómo
ser misericordiosos con nosotros mismos. San Juan Pablo II se sumergió tanto en
la Misericordia Divina durante sus últimos años y sus últimos días que Dios lo
llamó a Su casa en la Vigilia del Domingo de la Divina Misericordia; el 2 de
abril de 2005, a las 9:37 pm.
Ser voluntario
de la Misericordia es también ser voluntario de la misericordia hacia ti mismo,
ser misericordioso hacia la propia pobreza, hacia la miseria del propio pecado
y hacia la propia cruz. Ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
martes, 24 de marzo de 2020
San Juan Pablo II y la Anunciación del Señor
Dios Padre creó un depósito
de todas las aguas y lo llamó mar. Creó un depósito de todas las gracias y lo
llamó María. El Dios omnipotente posee un tesoro o almacén riquísimo en el que
ha encerrado lo más hermoso, refulgente, y precioso que tiene, incluido su
propio Hijo. Este inmenso tesoro es María Santísima, a quien los santos llaman
el Tesoro de Dios, de cuya plenitud se enriquecen los hombres. (n.23)
Dios Hijo comunicó a su Madre
cuanto adquirió mediante su vida y muerte, sus méritos infinitos y virtudes
admirables, y la constituyó tesorera de todo cuanto el Padre le dio en
herencia. Por medio de Ella aplica sus méritos a sus miembros, les comunica
virtudes y les distribuye sus gracias. María constituye su canal misterioso, su
acueducto, por el cual hace pasar suave y abundantemente sus misericordias.
(n.24)
Dios Espíritu Santo comunicó
a su fiel Esposa, María, sus dones inefables y la escogió por dispensadora de
cuanto posee. De manera que Ella distribuye a quien quiere, cuanto quiere, como
quiere y cuando quiere todos sus dones y gracias. Y no se concede a los hombres
ningún don celestial que no pase por sus manos virginales. Porque tal es la
voluntad de Dios que quiere que todo lo tengamos por María. Y porque así será
enriquecida, ensalzada y honrada por el Altísimo la que durante su vida se
empobreció, humilló y ocultó hasta el fondo de la nada por su humildad. Estos
son los sentimientos de la iglesia y de los Santos Padres. (n.25)
(San Luis María Grignión de
Monfort. Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen)
"San Luis María Grignion de Montfort, contempla
todos los misterios a partir de la Encarnación, que se realizó en el momento de
la Anunciación. Así, en el Tratado de la verdadera devoción, María aparece como
"el verdadero paraíso terrenal del nuevo Adán", la "tierra
virgen e inmaculada" de la que Él fue modelado (n. 261). Ella es también
la nueva Eva, asociada al nuevo Adán en la obediencia que repara la desobediencia
original del hombre y de la mujer... Por medio de esta obediencia, el Hijo de
Dios entra en el mundo. Incluso la Cruz ya está misteriosamente presente en el
instante de la Encarnación, en el momento de la Concepción de Jesús en el seno
de María. En efecto, el "ecce venio" de la Carta a los Hebreos (cf.
Hb 10, 5-9) es el acto primordial de obediencia del Hijo al Padre, con el que
aceptaba su sacrificio redentor "ya cuando entró en el mundo".
San Juan Pablo
II
martes, 11 de febrero de 2020
Oración de San Juan Pablo II a la Virgen de Lourdes
“¡Dios te salve María, mujer
pobre y humilde, bendecida por el Altísimo! Virgen de la esperanza, profecía de
tiempos nuevos, nos asociamos a tu himno de alabanza para celebrar las
misericordias del Señor, para anunciar la venida del Reino y la liberación total
del hombre.
¡Dios te salve María,
humilde servidora del Señor, gloriosa Madre de Cristo! Virgen fiel, morada
santa del Verbo, enséñanos a perseverar en la escucha de la Palabra, a ser
dóciles a la voz del Espíritu, atentos a sus llamamientos en la intimidad de
nuestra conciencia y a sus manifestaciones en los acontecimientos de la
historia.
¡Dios te salve María, virgen
dolorosa, Madre de los vivos! Virgen esposa ante la Cruz, nueva Eva, sé nuestra
guía por los caminos del mundo, enséñanos a vivir y a transmitir el amor de
Cristo, enséñanos a permanecer contigo junto a las innumerables cruces en las
que tu Hijo todavía está crucificado.
¡Dios te salve María, mujer
de fe, primera entre los discípulos! Virgen, Madre de la Iglesia, ayúdanos a
testimoniar siempre la esperanza que nos habita, teniendo confianza en la
bondad del hombre y en el amor del Padre. Enséñanos a construir el mundo, desde
el interior: en lo profundo del silencio y de la oración, en la alegría del
amor fraterno, en la fecundidad insustituible de la Cruz.
Santa María, Madre de los
creyentes, Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros. Amén”.
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