Dios Padre creó un depósito
de todas las aguas y lo llamó mar. Creó un depósito de todas las gracias y lo
llamó María. El Dios omnipotente posee un tesoro o almacén riquísimo en el que
ha encerrado lo más hermoso, refulgente, y precioso que tiene, incluido su
propio Hijo. Este inmenso tesoro es María Santísima, a quien los santos llaman
el Tesoro de Dios, de cuya plenitud se enriquecen los hombres. (n.23)
Dios Hijo comunicó a su Madre
cuanto adquirió mediante su vida y muerte, sus méritos infinitos y virtudes
admirables, y la constituyó tesorera de todo cuanto el Padre le dio en
herencia. Por medio de Ella aplica sus méritos a sus miembros, les comunica
virtudes y les distribuye sus gracias. María constituye su canal misterioso, su
acueducto, por el cual hace pasar suave y abundantemente sus misericordias.
(n.24)
Dios Espíritu Santo comunicó
a su fiel Esposa, María, sus dones inefables y la escogió por dispensadora de
cuanto posee. De manera que Ella distribuye a quien quiere, cuanto quiere, como
quiere y cuando quiere todos sus dones y gracias. Y no se concede a los hombres
ningún don celestial que no pase por sus manos virginales. Porque tal es la
voluntad de Dios que quiere que todo lo tengamos por María. Y porque así será
enriquecida, ensalzada y honrada por el Altísimo la que durante su vida se
empobreció, humilló y ocultó hasta el fondo de la nada por su humildad. Estos
son los sentimientos de la iglesia y de los Santos Padres. (n.25)
(San Luis María Grignión de
Monfort. Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen)
"San Luis María Grignion de Montfort, contempla
todos los misterios a partir de la Encarnación, que se realizó en el momento de
la Anunciación. Así, en el Tratado de la verdadera devoción, María aparece como
"el verdadero paraíso terrenal del nuevo Adán", la "tierra
virgen e inmaculada" de la que Él fue modelado (n. 261). Ella es también
la nueva Eva, asociada al nuevo Adán en la obediencia que repara la desobediencia
original del hombre y de la mujer... Por medio de esta obediencia, el Hijo de
Dios entra en el mundo. Incluso la Cruz ya está misteriosamente presente en el
instante de la Encarnación, en el momento de la Concepción de Jesús en el seno
de María. En efecto, el "ecce venio" de la Carta a los Hebreos (cf.
Hb 10, 5-9) es el acto primordial de obediencia del Hijo al Padre, con el que
aceptaba su sacrificio redentor "ya cuando entró en el mundo".
San Juan Pablo
II
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