domingo, 27 de junio de 2021
Oración a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
Te invocamos
sábado, 12 de junio de 2021
San Juan Pablo II y el Inmaculado Corazón de María
«Madre de los hombres y de
los pueblos, Tú conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas, Tú sientes
maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las
tinieblas que sacuden al mundo, acoge nuestro grito dirigido en el Espíritu Santo
directamente a tu Corazón y abraza con el Amor de la Madre y de la Esclava del
Señor a los que más esperan este abrazo, y, al mismo tiempo, a aquellos cuya
entrega Tú esperas de modo especial. Toma bajo tu protección materna a toda la
familia humana a la que, con todo afecto a Ti, Madre, confiamos. Que se acerque
para todos el tiempo de la paz y de la libertad, el tiempo de la verdad, de la
justicia y de la esperanza».
(San
Juan Pablo II. «Acto de consagración». Basílica de Santa María la Mayor)
María dio a luz a Aquel que
es nuestra reconciliación; Ella estaba al pie de la Cruz cuando, en la Sangre
del Hijo, Dios reconcilió "con Él
todas las cosas" (Col 1,20); ahora, glorificada en el cielo, tiene -como
recuerda una plegaria litúrgica- "un corazón lleno de misericordia hacia
los pecadores, que, volviendo la mirada a su caridad materna, en Ella se
refugian e imploran el perdón de Dios..."
(San
Juan Pablo II. Ángelus. Domingo 3 de septiembre de 1989)
domingo, 6 de junio de 2021
Corpus Christi: un misterio de pan y de vino
El
jueves 22 de junio de 2000 en la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo,
San Juan Pablo II celebró Ia Santa Misa
ante miles de personas en la basílica de San Juan de Letrán. En su homilía
expresó:
"La institución de la
Eucaristía, el sacrificio de Melquisedec y la multiplicación de los panes es el
sugestivo tríptico que nos presenta la liturgia de la Palabra en esta
solemnidad del Corpus Christi.
El libro del Génesis nos
habla de Melquisedec, "rey de Salem" y "sacerdote del Dios
altísimo", que bendijo a Abraham y "ofreció pan y vino" (Gn 14,
18). A este pasaje se refiere el Salmo 109, que atribuye al Rey Mesías un
carácter sacerdotal singular, por consagración directa de Dios: "Tú eres
sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec". La víspera de su muerte
en la cruz, Cristo instituyó la Eucaristía. También él ofreció pan y vino, que
"en sus santas y venerables manos" (Canon romano) se convirtieron en
su Cuerpo y su Sangre, ofrecidos en sacrificio. Así cumplía la profecía de la
antigua Alianza, vinculada a la ofrenda del sacrificio de Melquisedec.
Precisamente por ello, -recuerda la carta a los Hebreos- "él (...) se
convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, proclamado
por Dios sumo sacerdote a semejanza de Melquisedec" (Hb 5, 7-10).
"El relato evangélico
de la multiplicación de los panes nos ayuda a comprender mejor el don y el
misterio de la Eucaristía. Jesús tomó cinco panes y dos peces, levantó los ojos
al cielo, los bendijo, los partió, y los dio a los Apóstoles para que los
fueran distribuyendo a la gente (cf. Lc 9, 16). Todos comieron hasta saciarse e
incluso se llenaron doce canastos con los trozos que habían sobrado. Se trata
de un prodigio sorprendente, que constituye el comienzo de un largo proceso
histórico: la multiplicación incesante en la Iglesia del Pan de vida nueva para
los hombres de todas las razas y culturas. Este ministerio sacramental se
confía a los Apóstoles y a sus sucesores. Y ellos, fieles a la consigna del
divino Maestro, no dejan de partir y distribuir el Pan eucarístico de
generación en generación..."
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