domingo, 8 de septiembre de 2024

Juan Pablo II y Teresa de Calcuta: “los santos vienen de a dos”

Se dice que los santos “vienen de a dos” como en los casos de la Virgen María y San José, San Pedro y San Pablo, San Francisco y Santa Clara o los franceses San Luis y Santa Celia Martin.
 
Quizá la dupla de santos y amigos que más se conoce en la actualidad es la de la Madre Teresa Calcuta y San Juan Pablo II, cuyos caminos se entrelazaron en el tiempo que la religiosa era Superiora de las Misioneras de la Caridad y Juan Pablo II era Obispo de Roma.
 
En 1986, el Papa llegó hasta la casa de la Madre Teresa ubicado en el corazón de los barrios pobres de Calcuta. La santa describió esta visita como “el día más feliz de mi vida”.  Tras la llegada del Santo Padre al lugar, la Madre Teresa subió al papamóvil blanco y besó su anillo, conocido como el anillo del pescador. Luego el Pontífice besó la frente de la santa, un saludo que intercambiaban cada vez que se encontraban.
 
Después de un cálido “hola” la Madre Teresa llevó a Juan Pablo II a su hogar llamado Nirmal Hriday (Sagrado Corazón), que era un hospicio para enfermos, indigentes y moribundos, que fundó en la década de 1950. El registro fotográfico de la visita muestra a la religiosa llevando al Papa de la mano a varias locaciones del hospicio mientras se detenía a abrazar, bendecir y saludar a los pacientes. También bendijo cuatro cadáveres, entre ellos el de un niño.
 
De acuerdo a lo informado por la BBC, el Papa Wojtyla estaba "visiblemente emocionado" durante el recorrido mientras ayudaba a las hermanas a alimentar y cuidar a enfermos y moribundos. En algunos momentos el Santo Padre estuvo tan sorprendido que no tenía palabras para responder a la Madre Teresa. El entonces Obispo de Roma dio un breve discurso fuera del hospicio, y llamó al hogar Nirmal Hriday "un lugar que da testimonio de la primacía del amor".
 
"Cuando Jesucristo enseñaba a sus discípulos cómo podían mostrar su amor por Él, les dijo: ‘De cierto os digo que cuanto hicisteis a uno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí'. A través de la Madre Teresa y las Misioneras de la Caridad, y través de muchos otros que han servido aquí, Jesús ha amado profundamente a las personas que la sociedad considera a menudo 'el más pequeño de nuestros hermanos'", comentó.
 
"Nirmal Hriday proclama la profunda dignidad de toda persona humana. Es testimonio de la certeza de que el valor de un ser humano no se mide por su utilidad, con la salud o la enfermedad, con la edad, credo o raza. Nuestra dignidad humana viene de Dios nuestro creador, a cuya imagen fuimos creados. Ninguna privación o sufrimiento puede quitarnos esa dignidad, porque siempre somos valiosos a los ojos del Señor”, añadió el Pontífice.
 
Después de su discurso, el Papa saludó a la multitud reunida, e hizo una parada especial para saludar a las sonrientes y cantoras hermanas Misioneras de la Caridad.
 
Además de describir aquella visita como “el día más feliz de mi vida”, la Madre Teresa afirmó que “es una cosa maravillosa para el pueblo, porque su contacto es el contacto mismo de Cristo".
 
Ambos santos siguieron siendo amigos cercanos y se visitaron varias veces a lo largo de los años.
 
Después de la muerte de Madre Teresa en 1997, San Juan Pablo II decidió no esperar los cinco años establecidos para abrir la causa de canonización de la religiosa. Durante la beatificación en 2003, el Pontífice polaco alabó el amor de la Madre Teresa hacia Dios, que se mostró a través de su amor a los pobres.
 
El día de la canonización, el 4 de septiembre de 2016, el Papa Francisco manifestó que la Madre Teresa “a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada. Se ha comprometido en la defensa de la vida proclamando incesantemente que 'el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre'".
 
Su misión, continuó el Papa, "en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres".
 
"Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea vuestro modelo de santidad", expresó.

viernes, 30 de agosto de 2024

San Juan Pablo II habla sobre Santa Rosa de Lima

Queridísimos hermanos y hermanas, reanudando nuestra peregrinación espiritual por los santuarios del continente americano, con motivo del V Centenario de la evangelización, vamos hoy a Lima, capital del Perú, para visitar el templo dedicado a santa Rosa.
 
Joven mestiza, enamorada de Cristo y de su cruz, Rosa representa una primicia de santidad florecida en América precisamente en el alba del anuncio del Evangelio. El santuario dedicado a ella, meta de constantes peregrinaciones, lo forman la iglesia, el jardín y la casa en la cual vivió y murió el 24 de agosto de 1617, cuando tenía poco más de 30 años.
 
Muy jovencita aún Rosa vistió el hábito de la Tercera Orden de Santo Domingo. En el jardín de su casa ella misma construyó una ermita, donde se dedicó a la oración y a la penitencia, realizando notables progresos en el camino de la virtud y de la contemplación de los misterios divinos. La ermita se transformó en un grandioso templo, recientemente inaugurado.
 
Primera santa de América, Rosa de Lima, con su vida sencilla y austera su carácter dulce, su ardiente palabra y su apostolado entre los pobres, los indios y los enfermos, fue también una intrépida evangelizadora, testimonio elocuente del papel decisivo que la mujer ha tenido y sigue teniendo en el anuncio del Evangelio.
 
La próxima Conferencia de Santo Domingo ha de recordar a las santas y santos latinoamericanos y proclamar con énfasis que el fruto más luminoso de la evangelización es la santidad. Que la Iglesia en América Latina, en continuidad con estos quinientos años de fe que celebramos, siga siendo madre de numerosos y fieles discípulos de Cristo.
 
Lo pedimos a María, que ha sido la primera evangelizadora de ese continente rico de posibilidades y esperanzas para la difusión del mensaje evangélico.
 
San Juan Pablo II
(Fuente Aciprensa)

domingo, 25 de agosto de 2024

San Juan Pablo II y la Virgen

La Virgen siempre protegió a Karol Wojtyla, aun desde su época de seminarista, mucho tiempo antes que llegara a ser el papa Juan Pablo II.

Se conoce que el 6 de agosto de 1944, festividad litúrgica de la Transfiguración, permanecerá en Cracovia como el «domingo negro»: la Gestapo barre la ciudad y detiene a los jóvenes para impedir que se repita el alzamiento de Varsovia.
 
El arzobispo Sapieha convoca inmediatamente a sus seminaristas clandestinos con la intención de esconderlos en su residencia. (...) Cuando llega al lugar, Malinski pregunta «¿Karol Wojtyla está aquí ?» Y, sí, ahí estaba, pero se había salvado de milagro. Durante la redada de la víspera, la Gestapo había registrado los dos primeros pisos de la casa del N° 10 de Tyniecka. Pero Karol estaba en su apartamento situado en el subsuelo, detrás de una puerta, con el corazón que se le salía del pecho, rezando... Los alemanes se marcharon con las manos vacías.
 
Es apenas un ejemplo de los tantos que se pueden citar sobre la forma en que San Juan Pablo II estuvo unido y protegido siempre por María, a la que se declaraba “Todo Tuyo” (Totus Tuus).

jueves, 15 de agosto de 2024

La Asunción de la Virgen María al cielo

El Papa San Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre la Asunción, manifestó:
 
♡ "El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio" (JP II, 2-julio-97).
 
♡ "Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos" (JP II , Audiencia General del 9-julio-97).
 
♡ Continúa el Papa: "María Santísima nos muestra el destino final de quienes ‘oyen la Palabra de Dios y la cumplen' (Lc. 11, 28). Nos estimula a elevar nuestra mirada a las alturas, donde se encuentra Cristo, sentado a la derecha del Padre, y donde está también la humilde esclava de Nazaret, ya en la gloria celestial" (JP II, 15-agosto-97)

sábado, 10 de agosto de 2024

Totus Tuus Maria: ¿por qué?

El 2 de abril de 2005, hace poco más de 15 años, murió san Juan Pablo II, después de una larga enfermedad que vivió ofreciendo un testimonio extraordinario. ¿Qué nos dice la vida y el ejemplo de Karol Wojtyla hoy, en un contexto dramático como el que estamos experimentando debido al coronavirus?
 
La propagación de la epidemia y el informe diario sobre el número de víctimas han encontrado una sociedad mal preparada y han dejado ver el vacío espiritual de muchos. El periodista Indro Montanelli, poco antes de su muerte, hizo esta consideración lúcida y honesta: "Si debiera cerrar los ojos sin saber de dónde vengo, a dónde voy y qué he venido a hacer en esta tierra, ¿valdría la pena abrir los ojos? ¡Mi opinión es una declaración de fracaso!”. Estas palabras de Montanelli son una fotografía de la situación de una parte de la sociedad actual. También por esta razón la epidemia es aterradora: porque en muchas personas, la fe se ha extinguido. Juan Pablo II era un creyente, un creyente acérrimo, un creyente constante y la fe iluminó su camino de vida.
 
Todos recordamos el último Viernes Santo de Juan Pablo II. La escena que vimos en la televisión es inolvidable: el Papa, entonces impotente, sostuvo el crucifijo en sus manos y lo miró con gran amor y se podía sentir que estaba diciendo: “Jesús, yo también estoy en la cruz como tú, pero contigo espero la Resurrección”.
 
Juan Pablo II quiso que estas palabras aparecieran en su escudo de armas como lema: Totus Tuus Maria. ¿Por qué? La Virgen estaba cerca de Jesús a la hora de la crucifixión y Ella creyó que era el momento de la victoria de Dios sobre la maldad humana. ¿Cómo? A través del amor, que es la fuerza todopoderosa de Dios.
 
Y María, poco antes de que Jesús consumara su sacrificio de amor en la cruz, escuchó las palabras exigentes que Jesús le dirigió: “¡Mujer, he ahí a tu hijo!”. Es decir, "No pienses en mí, sino en los demás, ayúdalos a transformar el dolor en amor, ayúdalos a creer que la bondad es la fuerza que vence la maldad”. Desde ese momento, María se ha preocupado por nosotros y, cuando nos dejamos guiar por Ella, estamos en buenas manos. Juan Pablo II creía en ello, confiaba en María y con María, transformó el dolor en amor.
(Extraido de Sitio Santísima Virgen)

martes, 6 de agosto de 2024

San Juan Pablo II nos explica la Transfiguración del Señor

«Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadlo» (Mt.17, 5)
 
La invitación que el Padre dirige a los discípulos, testigos privilegiados del extraordinario acontecimiento de la Transfiguración, resuena de nuevo hoy para nosotros y para toda la Iglesia. Como Pedro, Santiago y Juan, también nosotros estamos invitados a subir al monte Tabor junto con Jesús y a quedar fascinados por el resplandor de su gloria, contemplando a Cristo envuelto en luz, en compañía de los autorizados portavoces del Antiguo Testamento, Moisés y Elías. A él le renovamos nuestra adhesión personal: es el «Hijo amado» del Padre.
 
Escuchadlo. Es una invitación a dejar que la luz de Cristo ilumine nuestra vida y nos comunique la fuerza para anunciar y testimoniar el Evangelio a nuestros hermanos. Como bien sabemos, es un compromiso que implica a veces muchas dificultades y sufrimientos.
 
La experiencia de la Transfiguración de Jesús prepara a los Apóstoles para afrontar los dramáticos acontecimientos del Calvario, presentándoles anticipadamente lo que será la plena y definitiva revelación de la gloria del Maestro en el misterio pascual. Al meditar en esta página evangélica, nos preparamos para revivir también nosotros los acontecimientos decisivos de la muerte y resurrección del Señor, siguiéndolo por el camino de la cruz para llegar a la luz y a la gloria. En efecto, «sólo por la pasión podemos llegar con él al triunfo de la resurrección».
 
¿No es verdad que, precisamente por conocer a Cristo, su persona, su amor y su verdad, cuantos lo experimentan personalmente sienten un deseo irresistible de anunciarlo a todos, de evangelizar y de guiar también a los demás al descubrimiento de la fe? Os deseo de corazón a cada uno que este anhelo de Cristo, fuente de auténtico espíritu misionero, os anime cada vez más.

-Homilía del Papa San Juan Pablo II en 1999- 

sábado, 20 de julio de 2024

ORACIÓN POR LA PAZ de San Juan Pablo II

 

Oh, Dios, Creador del universo, que extiendes tu preocupación paternal sobre cada criatura y que guías los eventos de la historia a la meta de la salvación; reconocemos tu amor paternal que a pesar de la resistencia de la humanidad y, en un mundo dividido por la disputa y la discordia, Tú nos haces preparar para la reconciliación.
Renueva en nosotros las maravillas de tu misericordia; envía tu Espíritu sobre nosotros, para que él pueda obrar en la intimidad de nuestros corazones; para que los enemigos puedan empezar a dialogar; para que los adversarios puedan estrecharse las manos; y para que las personas puedan encontrar entre sí la armonía.
Para que todos puedan comprometerse en la búsqueda sincera de la verdadera paz; para que se eliminen todas las disputas, para que la caridad supere al odio, para que el perdón venza el deseo de venganza. Amén.


martes, 16 de julio de 2024

San Juan Pablo II devoto de la Virgen del Carmen

Todos los 16 de julio se celebra una de las advocaciones marianas más celebradas y arraigadas: la de la Virgen del Carmen, con millones de devotos. Uno de los más conocidos y que más habló del escapulario y de la importancia de María fue San Juan Pablo II.
 
Muchas son las referencias que muestran cómo a lo largo de toda la vida del santo polaco, desde que era niño, en su corazón estaba la Virgen del Carmen. Cari Filii News recuerda esta devoción:
 
En el año 2001 se celebraba el 750º aniversario de la entrega del Escapulario del Carmen a San Simón Stock, y con ese motivo el Papa reinante, San Juan Pablo II, proclamó un Año Mariano Carmelitano. El 25 de marzo, festividad de la Anunciación, dirigió una carta-mensaje a la Orden del Carmen donde hacía una confesión: “También yo llevo sobre mi corazón, desde hace mucho tiempo, el escapulario del Carmen”.
 
“Desde mi juventud“, reiteró el 16 de julio de 2003 en Castelgandolfo, “llevo en el cuello el escapulario de la Virgen y me refugio con confianza bajo el manto de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Jesús. Espero que el escapulario sea para todos, particularmente para los fieles que lo llevan, ayuda y defensa en los peligros, sello de paz y signo del auxilio de María”.
 
Para entonces ya era bien conocida esta devoción del Papa polaco a la Virgen del Carmen, que está en la raíz de su interés por San Juan de la Cruz. Siendo estudiante universitario leyó las obras del místico español y pensó ingresar en un convento carmelita donde solía hacer con los religiosos los ejercicios espirituales. No llegó a cumplir ese deseo (fue el cardenal Stefan Sapieha, arzobispo de Cracovia, quien disipó sus dudas, confesaría luego), pero sí le consagró su tesis doctoral, defendida años después en el Angelicum de Roma. Había, pues, un plan de Dios, como había reconocido él mismo en 1988 al coronar (como haría varias veces a lo largo de su pontificado) una imagen de Nuestra Señora del Carmen o del Monte Carmelo, en aquella ocasión la que se venera en Czerna. Fue durante su viaje apostólico a su Polonia natal, y no dudó en afirmar: “Hoy admiro los designios de la Providencia, que me ha incorporado a la espiritualidad carmelitana… Mi primer escapulario, al que he permanecido fiel, y el cual constituye mi fuerza“.
 
Así explicó él mismo la influencia de la espiritualidad carmelitana en sus primeros años: “Al referirme a los orígenes de mi vocación sacerdotal, no puedo olvidar la trayectoria mariana, La veneración a la Madre de Dios en su forma tradicional me viene de la familia, y de la parroquia de Wadowice… En Wadowice había sobre la colina un monasterio carmelita, cuya fundación se remontaba a los tiempos de San Rafael Kalinowski. Muchos habitantes de Wadowice acudían allí, y esto tenía un reflejo en la difundida devoción al Escapulario de la Virgen del Carmen. También yo lo recibí, creo que cuando tenía diez años; y aún lo llevo. Se iba a los carmelitas también para las confesiones. De ese modo, tanto en la iglesia parroquial, como en la del Carmen se formó mi devoción mariana durante los años de la infancia y de la adolescencia”.
 
Ya como Papa, esa devoción se tradujo en un hecho significativo, que recuerda el padre carmelita Enrique Llamas: “Él ostenta el récord entre todos los Papas por el número de documentos marianos publicados, y en particular por el número de documentos sobre la Virgen del Carmen, el Escapulario, y los Carmelitas”.
 
Y otro dato: cuando la reforma litúrgica implantada por el San Pablo VI en 1969 relegó la festividad de la Virgen del Carmen al rango litúrgico de “memoria libre”, Karol Wojtyla, ya arzobispo de Cracovia, fue uno de los numerosos obispos del mundo que escribieron a la Santa Sede que fuese restablecida y conservase al menos el rango de “memoria obligatoria“, como finalmente se hizo.
 
La razón de esta preferencia por la advocación del Carmen no es solamente pietista o referida a su devoción infantil, sino profundamente teológica, en cuanto arraiga en el simbolismo bíblico del Monte Carmelo. Así lo expresó el mismo san Juan Pablo II el 16 de julio de 2000, en el rezo del Angelus en el Valle de Aosta, donde se encontraba pasando unos días de descanso: “Al contemplar estas montañas mi mente acude hoy al Monte Carmelo, cantado en la Biblia por su belleza. Y es que celebramos la fiesta de la bienaventurada Virgen del Monte Carmelo. Sobre ese monte, el santo profeta Elías defendió con arrojo la integridad y la pureza de la fe del pueblo elegido del Dios vivo. En esta misma montaña reuniéronse algunos ermitaños que se dedicaron a la contemplación y a la penitencia. El Carmelo indica simbólicamente el monte de la plena adhesión a la voluntad divina. Todos estamos llamados a escalar esta montaña…”.
 
Si alguien encarna esa adhesión a la voluntad divina es la mujer del Fiat a la Encarnación redentora. Y si alguien encarna el auxilio para encaramarnos a ese monte, es la mediadora de todas las gracias. La Virgen del Carmen, esa que, según propia confesión, constituía “toda la fuerza” del Papa Wojtyla.
(Religión en Libertad)

domingo, 7 de julio de 2024

Oración de San Juan Pablo II para la familia

“Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, "nacido de Mujer", y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.
 
Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.
 
Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.
 
Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.
 
Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Tú, que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu santo. Amén”

domingo, 30 de junio de 2024

Oración a María Madre de la Esperanza

María, Madre de la esperanza... ¡Camina con nosotros!
 
Enséñanos a proclamar al Dios vivo; ayúdanos a dar testimonio de Jesús, el único Salvador; haznos serviciales con el prójimo, acogedores de los pobres, artífices de justicia, constructores apasionados de un mundo más justo; intercede por nosotros que actuamos en la historia, convencidos de que el designio del Padre se cumplirá.
 
Aurora de un mundo nuevo... ¡Muéstrate Madre de la esperanza y vela por nosotros!
 
Vela por la Iglesia en el mundo: que sea trasparencia del Evangelio; que sea auténtico lugar de comunión; que viva su misión de anunciar, celebrar y servir el Evangelio de la esperanza para la paz y la alegría de todos.
 
Reina de la Paz... ¡Protege la humanidad del tercer milenio!
 
Vela por todos los cristianos: que prosigan confiados por la vía de la unidad, como fermento para la concordia del todo el mundo.
 
Vela por los jóvenes, esperanza del mañana: que respondan generosamente a la llamada de Jesús.
 
Vela por los responsables de las naciones: que se empeñen en construir una casa común, en la que se respeten la dignidad y los derechos de todos.
 
María, ¡Danos a Jesús! ¡Haz que lo sigamos y amemos! Él es la esperanza de la Iglesia, y de la humanidad. Él vive con nosotros, entre nosotros, en su Iglesia.
 
Contigo decimos «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20): Que la esperanza de la gloria infundida por Él en nuestros corazones dé frutos de justicia y de paz.
 
San Juan Pablo II
Ecclesia in Europa, 125

sábado, 22 de junio de 2024

San Juan Pablo II y la Cruz

En los últimos años de su pontificado, 
cuando su salud estaba muy deteriorada, 
varias veces le preguntaron al papa Juan Pablo II 
por qué no renunciaba... Y la respuesta de él siempre era la misma: 
"Si Cristo no se bajó de la Cruz, yo no me bajaré de la mía..."
El Papa Santo escribió:

Jamás un hombre ha sufrido tan intensamente, tan completamente, e este hombre es el Hijo de Dios. En su rostro humano se transparenta una nobleza superior. Cristo realiza el ideal del hombre que, a través del dolor, lleva el valor de la existencia al nivel más alto.

La Sangre de Cristo derramada en la Cruz, se ha transformado en fuente de salvación. Abrió a la humanidad el retorno a la morada del Padre, al Reino de los Cielos.

En la Cruz hemos conocido el amor, el amor hasta el extremo. Aquí, en la cruz, conocemos cuál es el poder, en el cielo y en la tierra, de Cristo crucificado; conocemos la fe, la conocemos con el corazón, aquí se nos revela el amor mayor que todo amor humano.

¡Ave Cruz de Cristo! En cualquier lugar donde se encuentre tu signo, Cristo de testimonio de su Pascua: del “paso de la muerte a la vida”. Y da testimonio del amor que es la potencia de la vida, del amor que vence a la muerte.

domingo, 2 de junio de 2024

Corpus Christi es la celebración de la Eucaristía, misterio de amor.

La presencia eucarística nos recuerda que el  Dios de nuestra fe, no es un Dios lejano, sino un Dios muy próximo cuyas delicias son estar con los hijos de los hombres. Un Padre que nos envía al Hijo para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Un Hijo y hermano nuestro, que con su Encarnación se  ha hecho verdaderamente Hombre, sin dejar de ser Dios, y ha querido quedarse entre nosotros hasta la consumación del mundo. Se comprende por la fe que la sagrada Eucaristía constituye el don más grande que Cristo ha ofrecido y ofrece permanentemente a su Esposa. Es raíz y cumbre de toda vida cristiana y de toda acción en la Iglesia.

En la Hostia consagrada se compendian las palabras de Cristo, su vida ofrecida al Padre por nosotros y la gloria de su Cuerpo resucitado. Esta presencia del Emmanuel, Dios-con-nosotros, es a la vez un misterio de fe, una prenda de esperanza y la fuente de caridad con Dios y entre los hombres.

Es misterio de fe, porque el Señor crucificado y resucitado está realmente presente en la Eucaristía, no sólo durante la celebración del Santo Sacrificio, sino mientras subsisten las especies sacramentales. Nuestra alabanza, adoración, acción de gracias y petición a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se enraízan en este misterio de fe. Esa misma presencia del Cuerpo y Sangre de Cristo, bajo las especies de pan y vino, constituye una articulación  entre el tiempo y la eternidad, y nos proporciona una prenda de la esperanza que anima nuestro caminar.

La Sagrada Eucaristía, en efecto, es al mismo tiempo, un anuncio constante de su segunda venida al final de los tiempos. Prenda de la esperanza futura  y aliento, al mismo tiempo esperanzado, para nuestra marcha hacia la vida eterna.

Ante la Sagrada Hostia volvemos a escuchar las dulces palabras: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados que yo os aliviaré”. La presencia sacramental de Cristo es también fuente de amor. Porque “amor con amor se paga”. Amor en primer lugar al propio Cristo. El encuentro eucarístico es un encuentro de amor. Amor también a nuestros hermanos.

(San Juan Pablo II)

domingo, 26 de mayo de 2024

De San Juan Pablo II a la Santísima Trinidad

¡Gloria y alabanza a ti, Santísima Trinidad, único y eterno Dios!
 
Bendito seas, Padre, que en Tu infinito Amor nos has dado a Tu Hijo Unigénito, hecho carne por obra del Espíritu Santo en el seno purísimo de la Virgen María y nacido en Belén hace dos mil años. Él se hizo nuestro Compañero de viaje y dio nuevo significado a la historia, que es un camino recorrido juntos en las penas y los sufrimientos, en la fidelidad y el amor, hacia los cielos nuevos y la tierra nueva en los cuales Tú, vencida la muerte, serás Todo en todos.
 
¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y Eterno Dios!
 
Que por tu gracia, Padre, este tiempo sea un tiempo de conversión y de gozoso retorno a Ti; que sea un tiempo de reconciliación entre los hombres y de nueva concordia entre las naciones; un tiempo en que las espadas se cambien por arados y al ruido de las armas le sigan los cantos de la paz. Concédenos, Padre, poder vivir dóciles a la voz del Espíritu, fieles en el seguimiento de Cristo, asiduos en la escucha de la Palabra y en el acercarnos a las fuentes de la gracia.
 
¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y Eterno Dios!
 
Sostén, Padre, con la fuerza del Espíritu, los esfuerzos de la Iglesia en la nueva evangelización y guía nuestros pasos por los caminos del mundo, para anunciar a Cristo con la propia vida orientando nuestra peregrinación terrena hacia la Ciudad de la Luz. Que los discípulos de Jesús brillen por su amor hacia los pobres; que sean solidarios con los necesitados y generosos en las obras de misericordia; que sean indulgentes con los hermanos para alcanzar de Ti ellos mismos indulgencia y perdón.
 
¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y Eterno Dios!
 
Concede, Padre, que los discípulos de Tu Hijo, purificada la memoria y reconocidas las propias culpas, sean una sola cosa para que el mundo crea. Se extienda el diálogo entre los seguidores de las grandes religiones y todos los hombres descubran la alegría de ser hijos tuyos. A la voz suplicante de María, Madre de todos los hombres, se unan las voces orantes de los apóstoles y de los mártires cristianos, de los justos de todos los pueblos y de todos los tiempos, para que este tiempo sea para cada uno y para la Iglesia causa de renovada esperanza y de gozo en el Espíritu.
 
¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y Eterno Dios!
 
A Ti, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia. En el Espíritu que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
 
San Juan Pablo II

domingo, 19 de mayo de 2024

San Juan Pablo II en Pentecostés


En los últimos días de su vida terrena, Jesús prometió a sus discípulos el don del Espíritu Santo como su verdadera herencia, continuación de su misma presencia. Pentecostés, descrito por los Hechos de los Apóstoles, es el acontecimiento que hace evidente y público, cincuenta días después, este don que Jesús hizo a los suyos la tarde misma del día de Pascua.

La Iglesia de Cristo está siempre, por decirlo así, en estado de Pentecostés. Siempre reunida en el Cenáculo para orar, está, al mismo tiempo, bajo el viento impetuoso del Espíritu, siempre en camino para anunciar. La Iglesia se mantiene perennemente joven y viva, una, santa, católica y apostólica, porque el Espíritu desciende continuamente sobre ella para recordarle todo lo que su Señor le dijo, y para guiarla a la verdad plena.

Al mirar a María y a José, que presentan al Niño en el templo o que van en peregrinación a Jerusalén, los padres cristianos pueden reconocerse mientras participan con sus hijos en la Eucaristía dominical o se reúnen en sus hogares para rezar. A este propósito, me complace recordar el programa que, hace años, vuestros obispos propusieron desde Nin:  "La familia católica croata reza todos los días y el domingo celebra la Eucaristía". Para que esto pueda suceder, es de fundamental importancia el respeto del carácter sagrado del día festivo, que permite a los miembros de la familia reunirse y juntos dar a Dios el culto debido.

La familia requiere hoy una atención privilegiada y medidas concretas que favorezcan y tutelen su constitución, desarrollo y estabilidad. Pienso en los graves problemas de la vivienda y del empleo, entre otros. No hay que olvidar que, ayudando a la familia, se contribuye también a la solución de otros graves problemas, como por ejemplo la asistencia a los enfermos y a los ancianos, el freno a la difusión de la criminalidad, y un remedio contra la droga.

La sociedad actual está dramáticamente fragmentada y dividida. Precisamente por eso, está tan profundamente insatisfecha. Pero el cristiano no se resigna al cansancio y a la inercia. Sed el pueblo de la esperanza. Sed un pueblo que reza: "Ven, Espíritu, desde los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que revivan" (Ez 37, 9). Sed un pueblo que cree en las palabras que nos dijo Dios y que se realizaron en Cristo: "Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago" (Ez 37, 14).

Cristo desea que todos sean uno en él, para que en todos esté la plenitud de su alegría. También hoy expresa este deseo para la Iglesia que somos nosotros. Por eso, juntamente con el Padre, envió al Espíritu Santo. El Espíritu actúa de forma incansable para superar toda dispersión y sanar toda herida.

San Pablo nos ha recordado que "el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí" (Ga 5, 22-23). El Papa invoca estos dones para todos los que participáis en esta celebración y que aquí renováis vuestro compromiso de dar testimonio de Cristo y de su Evangelio.

"¡Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor!" (Aleluya). ¡Ven, Espíritu Santo! Amén.

San Juan Pablo II
Santa Misa para las familias en Rijeka, Croacia
Domingo de Pentecostés, 8 de junio de 2003

martes, 14 de mayo de 2024

«La mano de Nuestra Señora desvió el curso de la bala» (Juan Pablo II)

El 13 de mayo de 1981, en la Plaza de San Pedro de Roma, varios disparos alcanzaron al Soberano Pontífice polaco, Juan Pablo II, mientras se desplazaba entre la multitud de peregrinos que acudían a la Audiencia General.
 
El periodista Benedetto Nardacci testifica: “Por primera vez se puede hablar de terrorismo en el Vaticano, donde siempre se han difundido mensajes de amor, concordia y paz”. Él siguió en directo la Audiencia General para el programa italiano de Radio Vaticana y el 13 de mayo de 1981, a las 17:17 horas, fue testigo de lo inesperado: un intento de asesinato contra Juan Pablo II, quien entonces contaba 60 años. Su atacante, Mehmet Ali Agca, de 23 años, era un activista turco. Una religiosa franciscana, sor Letizia Giudici, consigue derribarlo cuando él acababa de tropezar y logra que se le caiga la pistola.
 
La multitud de 20.000 peregrinos que se había acercado a la Plaza de San Pedro quedó presa de un asombro mezclado con pánico. En las calles de Borgo, vecinas al lugar de la tragedia, se extendió un clamor: “Han matado al Papa. ¡El Papa está muerto!”. Y, sin embargo, el Sucesor de Pedro seguía vivo. De camino al hospital Gemelli, susurra el nombre de María en su lengua materna. La Iglesia celebra en este día a Nuestra Señora de Fátima.
 
Juan Pablo II, en estado crítico, fue operado durante más de cuatro horas. En Roma y en todo el mundo, millones de fieles rezan por él. Su clamor lleno de fervor y esperanza fue escuchado: cuatro días después, el Santo Padre les habló desde su cama de hospital. A la hora del rezo del Regina Coeli, oración de la que brota la fuerza del perdón y de la confianza filial en la Madre del Salvador, el Papa dice:
 
“¡Alabado sea Jesucristo! Queridos hermanos y hermanas, sé que en estos días y especialmente en esta hora del Regina Coeli, estáis unidos a mí. Os agradezco profundamente sus oraciones y os bendigo a todos. Estoy especialmente cerca de las dos personas heridas conmigo. Rezo por el hermano que me disparó y a quien he perdonado sinceramente. Unido a Cristo, sacerdote y víctima, ofrezco mis sufrimientos por la Iglesia y por el mundo. A ti, María, te repito: ‘Totus tuus ego sum’, soy todo tuyo”.
 
Un año después, Juan Pablo II fue a Fátima. Está convencido de ello: la mano de Nuestra Señora, quien se apareció seis décadas antes a los tres pastorcitos, desvió el curso de la bala. A Ella le debe su supervivencia.