domingo, 27 de junio de 2021

Oración a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Te invocamos
Oh Virgen del Perpetuo Socorro,
Madre Santa del Redentor,
socorre a Tu pueblo,
que anhela resurgir.
 
Da a todos el gozo de trabajar
por la construcción del Reino
en consciente y activa solidaridad
con los más pobres,
anunciando de modo nuevo y valiente
el Evangelio de Tu Hijo.
 
Él es fundamento y cima
de toda convivencia humana
que aspire a una paz verdadera,
estable y justa.
 
Como el Niño Jesús,
que admiramos en este venerado Icono,
también nosotros
queremos estrechar Tu mano derecha.
 
A Ti no te falta poder ni bondad
para socorrernos
en las más diversas necesidades
y circunstancias de la vida.
 
La hora actual es Tu Hora
Ven, pues, en ayuda nuestra
y sé para todos socorro,
refugio y esperanza Amén.
 
San Juan Pablo II
Santuario de San Alfonso
Domingo 30-junio-1991

sábado, 12 de junio de 2021

San Juan Pablo II y el Inmaculado Corazón de María

«Madre de los hombres y de los pueblos, Tú conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas, Tú sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que sacuden al mundo, acoge nuestro grito dirigido en el Espíritu Santo directamente a tu Corazón y abraza con el Amor de la Madre y de la Esclava del Señor a los que más esperan este abrazo, y, al mismo tiempo, a aquellos cuya entrega Tú esperas de modo especial. Toma bajo tu protección materna a toda la familia humana a la que, con todo afecto a Ti, Madre, confiamos. Que se acerque para todos el tiempo de la paz y de la libertad, el tiempo de la verdad, de la justicia y de la esperanza».
(San Juan Pablo II. «Acto de consagración». Basílica de Santa María la Mayor)
 
María dio a luz a Aquel que es nuestra reconciliación; Ella estaba al pie de la Cruz cuando, en la Sangre del Hijo,  Dios reconcilió "con Él todas las cosas" (Col 1,20); ahora, glorificada en el cielo, tiene -como recuerda una plegaria litúrgica- "un corazón lleno de misericordia hacia los pecadores, que, volviendo la mirada a su caridad materna, en Ella se refugian e imploran el perdón de Dios..." 
(San Juan Pablo II. Ángelus. Domingo 3 de septiembre de 1989)

domingo, 6 de junio de 2021

Corpus Christi: un misterio de pan y de vino

El jueves 22 de junio de 2000 en la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, San Juan Pablo II  celebró Ia Santa Misa ante miles de personas en la basílica de San Juan de Letrán. En su homilía expresó:
 
"La institución de la Eucaristía, el sacrificio de Melquisedec y la multiplicación de los panes es el sugestivo tríptico que nos presenta la liturgia de la Palabra en esta solemnidad del Corpus Christi.
 
El libro del Génesis nos habla de Melquisedec, "rey de Salem" y "sacerdote del Dios altísimo", que bendijo a Abraham y "ofreció pan y vino" (Gn 14, 18). A este pasaje se refiere el Salmo 109, que atribuye al Rey Mesías un carácter sacerdotal singular, por consagración directa de Dios: "Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec". La víspera de su muerte en la cruz, Cristo instituyó la Eucaristía. También él ofreció pan y vino, que "en sus santas y venerables manos" (Canon romano) se convirtieron en su Cuerpo y su Sangre, ofrecidos en sacrificio. Así cumplía la profecía de la antigua Alianza, vinculada a la ofrenda del sacrificio de Melquisedec. Precisamente por ello, -recuerda la carta a los Hebreos- "él (...) se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, proclamado por Dios sumo sacerdote a semejanza de Melquisedec" (Hb 5, 7-10).
 
"El relato evangélico de la multiplicación de los panes nos ayuda a comprender mejor el don y el misterio de la Eucaristía. Jesús tomó cinco panes y dos peces, levantó los ojos al cielo, los bendijo, los partió, y los dio a los Apóstoles para que los fueran distribuyendo a la gente (cf. Lc 9, 16). Todos comieron hasta saciarse e incluso se llenaron doce canastos con los trozos que habían sobrado. Se trata de un prodigio sorprendente, que constituye el comienzo de un largo proceso histórico: la multiplicación incesante en la Iglesia del Pan de vida nueva para los hombres de todas las razas y culturas. Este ministerio sacramental se confía a los Apóstoles y a sus sucesores. Y ellos, fieles a la consigna del divino Maestro, no dejan de partir y distribuir el Pan eucarístico de generación en generación..."