lunes, 29 de enero de 2018

Jesús revela el rostro de Dios Padre "Compasivo y Misericordioso"

Jesús revela el rostro de Dios Padre «compasivo y misericordioso» (St 5, 11), y con el envío del Espíritu Santo manifiesta el misterio de amor de la Trinidad. Es el Espíritu de Cristo quien actúa en la Iglesia y en la historia: se debe permanecer a su escucha para distinguir los signos de los tiempos nuevos y hacer que la espera del retorno del Señor glorificado sea cada vez más viva en el corazón de los creyentes. El Año Santo, pues, debe ser un canto de alabanza único e ininterrumpido a la Trinidad, Dios Altísimo. Nos ayudan para ello las poéticas palabras del teólogo San Gregorio Nacianceno (Poemas dogmáticos, XXXI, Hymnus alias: PG 37, 510-511.)
Gloria a Dios Padre y al Hijo,
Rey del universo.
Gloria al Espíritu,
digno de alabanza y santísimo.
La Trinidad es un solo Dios
que creó y llenó cada cosa:
el Cielo de seres celestes
y la tierra de seres terrestres.
Llenó el mar, los ríos y las fuentes
de seres acuáticos,
vivificando cada cosa con su Espíritu,
para que cada criatura honre
a su sabio Creador,
causa única del vivir y del permanecer.
Que lo celebre siempre más que cualquier otra
la criatura racional
como gran Rey y Padre bueno.

Que este himno a la Trinidad por la Encarnación del Hijo pueda ser cantado juntos por quienes, habiendo recibido el mismo Bautismo, comparten la misma fe en el Señor Jesús. Que el carácter ecuménico del Jubileo sea un signo concreto del camino que, sobre todo en estos últimos decenios, están realizando los fieles de las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales. La escucha del Espíritu debe hacernos a todos capaces de llegar a manifestar visiblemente en la plena comunión la gracia de la filiación divina inaugurada por el Bautismo: todos hijos de un solo Padre. El Apóstol no cesa de repetir incluso para nosotros, hoy, su apremiante exhortación: «Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos» (Ef 4, 4-6). Según San Ireneo, nosotros no podemos permitirnos dar al mundo una imagen de tierra árida, después de recibir la Palabra de Dios como lluvia bajada del cielo; ni jamás podremos pretender llegar a ser un único pan, si impedimos que la harina se transforme en un único pan, si impedimos que la harina sea amalgamada por obra del agua que ha sido derramada sobre nosotros.
(Bula «Incarnationis mysterium»  Convocatoria del Gran Jubileo del Año 2000, n. 3 y 4)
- Fuente: El Camino de María -

miércoles, 17 de enero de 2018

Oración de alabanza al Padre

La siguiente es una oración de San Juan Pablo II pronunciada para la celebración del Gran Jubileo del año 2000.
Dios, creador del cielo y de la tierra, Padre de Jesús y Padre nuestro:

Bendito seas Señor, Padre que estás en el Cielo, porque en tu infinita Misericordia te has inclinado sobre la miseria del hombre y nos has dado a Jesús, tu Hijo, nacido de mujer, nuestro Salvador y Amigo, Hermano y Redentor.

Gracias, Padre Bueno, por el don del Año jubilar; haz que sea un tiempo favorable, el año del gran retorno a la casa paterna, donde Tú, lleno de Amor, esperas a tus hijos descarriados para darles el abrazo del perdón y sentarlos a tu mesa, vestidos con el traje de fiesta.

¡A Ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!

Padre clemente, que en este año se fortalezca nuestro amor a Ti y al prójimo: que los discípulos de Cristo promuevan la justicia y la paz; se anuncie a los pobres la Buena Nueva y que la Madre Iglesia haga sentir su amor de predilección a los pequeños y marginados.

¡A Ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!

Padre justo, que este año sea una ocasión propicia para que todos los católicos descubran el gozo de vivir en la escucha de tu palabra, abandonándose a tu Voluntad; que experimenten el valor de la comunión fraterna partiendo juntos el pan y alabándote con himnos y cánticos espirituales.

¡A Ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!

Padre Misericordioso, que este año sea un tiempo de apertura, de diálogo y de encuentro con todos los que creen en Cristo y con los miembros de otras religiones: en tu inmenso Amor, muestra generosamente tu Misericordia con todos.

¡A Ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!

Padre omnipotente, haz que todos tus hijos sientan que en su caminar hacia Ti, meta última del hombre, los acompaña bondadosamente la Virgen María, icono del amor puro, elegida por Ti para ser Madre de Cristo y de la Iglesia.

¡A Ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!

Padre de la vida, principio sin principio, suma bondad y eterna luz, con el Hijo y el Espíritu, honor y gloria, alabanza y gratitud por los siglos sin fin. Amén.

Fuente: El Camino de María

martes, 2 de enero de 2018

El Santísimo Nombre de Jesús

El 3 de enero celebramos en la Iglesia el Santísimo Nombre de Jesús.  Al respecto San Juan Pablo II expresó lo siguiente en uno de los párrafos de la Audiencia General del 14 de enero de 1987 cuyo título era "Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador":

"...En el plan dispuesto por la Providencia de Dios, Jesús de Nazaret lleva un Nombre que alude a la salvación: 'Dios libera', porque Él es en realidad lo que el nombre indica, es decir, el Salvador. Lo atestiguan algunas frases que se encuentran en los llamados Evangelios de la infancia, escritos por Lucas: '...nos ha nacido... un Salvador' (Lc 2, 11), y por Mateo: 'Porque salvaría al pueblo de sus pecados' (Mt 1, 21). Son expresiones que reflejan la verdad revelada y proclamada por todo el Nuevo Testamento. Escribe, por ejemplo, el Apóstol Pablo en la Carta a los Filipenses: 'Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó un Nombre, sobre todo nombre, para que al Nombre de Jesús se doble la rodilla y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor (Kyrios, Adonai) para gloria de Dios Padre' (Flp 2, 9-11). La razón de la exaltación de Jesús la encontramos en el testimonio que dieron de El los Apóstoles, que proclamaron 'En ningún otro hay salvación, pues ningún otro Nombre nos ha sido dado bajo el Cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos' (Hech 4, 12)..."
Fuente: El Camino de María