sábado, 13 de noviembre de 2021

Oración a San Juan Pablo II

 
Tú que conociste y padeciste las atrocidades de los regímenes comunistas.
Tú que supiste lo que es perder la libertad.
Tú que sufriste la persecución por opinar.
Tú que entendiste el odio de unos pocos hacia muchos.
Tú que viviste la opresión de los regímenes militares.
Tú que presenciaste la destrucción de las familias en pueblos como Cuba, Rusia o Polonia.
Tú que luchaste por los derechos del hombre.
Tú que hiciste promover las virtudes de sinceridad, honradez y comprensión.
Tú que conociste la santidad de más de un millar de personas que dedicaron su vida a Dios y al bien.
Tú que nos entiendes y que gozas de la cercanía del Señor, pide que se nos conceda la gracia de no dejarnos caer en el comunismo en nuestro país.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

sábado, 6 de noviembre de 2021

María Mediadora de todas las gracias

María es Madre de la humanidad en el orden de la Gracia. El Concilio Vaticano II destaca este papel de María, vinculándolo a su cooperación en la Redención de Cristo. Ella, «por decisión de la divina Providencia, fue en la tierra la excelsa Madre del Divino Redentor, la compañera más generosa de todas y la humilde esclava del Señor» (Lumen gentium, 61).
 
Con estas afirmaciones, la Constitución Lumen gentium pretende poner de relieve, como se merece, el hecho de que la Virgen estuvo asociada íntimamente a la Obra redentora de Cristo, haciéndose «la compañera» del Salvador «más generosa de todas». A través de los gestos de toda madre, desde los más sencillos hasta los más arduos, María coopera libremente en la obra de la salvación de la humanidad, en profunda y constante sintonía con su Divino Hijo.
    
María, durante su vida terrena, manifestó su maternidad espiritual hacia la Iglesia por un tiempo muy breve. Sin embargo, esta función suya asumió todo su valor después de la Asunción, y está destinada a prolongarse en los siglos hasta el fin del mundo.  Ella, tras entrar en el Reino eterno del Padre, estando más cerca de su Divino Hijo y, por tanto, de todos nosotros, puede ejercer en el Espíritu de manera más eficaz la función de intercesión materna que le ha confiado la Divina Providencia.
 
Con su Amor de Madre cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y viven entre angustias y peligros hasta que lleguen a la patria feliz. Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora» (Lumen gentium, 62).  Estos apelativos, sugeridos por la fe del pueblo cristiano, ayudan a comprender mejor la naturaleza de la intervención de la Madre del Señor en la vida de la Iglesia y de cada uno de los fieles.
    
María ejerce su papel de «Abogada», cooperando tanto con el Espíritu Paráclito como con Aquel que en la Cruz intercedía por sus perseguidores (cf. Lc 23,34) y al que Juan llama nuestro «Abogado ante el Padre» (cf. 1 Jn 2,1). Como Madre, Ella defiende a sus hijos y los protege de los daños causados por sus mismas culpas.
 
Los cristianos invocan a María como «Auxiliadora», reconociendo su amor materno, que ve las necesidades de sus hijos y está dispuesto a intervenir en su ayuda, sobre todo cuando está en juego la salvación eterna.
 
La convicción de que María está cerca de cuantos sufren o se hallan en situaciones de peligro grave, ha llevado a los fieles a invocarla como «Socorro». La misma confiada certeza se expresa en la más antigua oración mariana con las palabras: «Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita» (Breviario romano).
 
Como Mediadora maternal, María presenta a Cristo nuestros deseos, nuestras súplicas, y nos transmite los dones divinos, intercediendo continuamente en nuestro favor.
 
San Pablo II
Audiencia General Miércoles 24 de septiembre de 1997