martes, 24 de marzo de 2020

San Juan Pablo II y la Anunciación del Señor

Dios Padre creó un depósito de todas las aguas y lo llamó mar. Creó un depósito de todas las gracias y lo llamó María. El Dios omnipotente posee un tesoro o almacén riquísimo en el que ha encerrado lo más hermoso, refulgente, y precioso que tiene, incluido su propio Hijo. Este inmenso tesoro es María Santísima, a quien los santos llaman el Tesoro de Dios, de cuya plenitud se enriquecen los hombres. (n.23)

Dios Hijo comunicó a su Madre cuanto adquirió mediante su vida y muerte, sus méritos infinitos y virtudes admirables, y la constituyó tesorera de todo cuanto el Padre le dio en herencia. Por medio de Ella aplica sus méritos a sus miembros, les comunica virtudes y les distribuye sus gracias. María constituye su canal misterioso, su acueducto, por el cual hace pasar suave y abundantemente sus misericordias. (n.24)

Dios Espíritu Santo comunicó a su fiel Esposa, María, sus dones inefables y la escogió por dispensadora de cuanto posee. De manera que Ella distribuye a quien quiere, cuanto quiere, como quiere y cuando quiere todos sus dones y gracias. Y no se concede a los hombres ningún don celestial que no pase por sus manos virginales. Porque tal es la voluntad de Dios que quiere que todo lo tengamos por María. Y porque así será enriquecida, ensalzada y honrada por el Altísimo la que durante su vida se empobreció, humilló y ocultó hasta el fondo de la nada por su humildad. Estos son los sentimientos de la iglesia y de los Santos Padres. (n.25)
(San Luis María Grignión de Monfort. Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen)

"San Luis María Grignion de Montfort, contempla todos los misterios a partir de la Encarnación, que se realizó en el momento de la Anunciación. Así, en el Tratado de la verdadera devoción, María aparece como "el verdadero paraíso terrenal del nuevo Adán", la "tierra virgen e inmaculada" de la que Él fue modelado (n. 261). Ella es también la nueva Eva, asociada al nuevo Adán en la obediencia que repara la desobediencia original del hombre y de la mujer... Por medio de esta obediencia, el Hijo de Dios entra en el mundo. Incluso la Cruz ya está misteriosamente presente en el instante de la Encarnación, en el momento de la Concepción de Jesús en el seno de María. En efecto, el "ecce venio" de la Carta a los Hebreos (cf. Hb 10, 5-9) es el acto primordial de obediencia del Hijo al Padre, con el que aceptaba su sacrificio redentor "ya cuando entró en el mundo".

San  Juan Pablo II