"...La Cuaresma, que se inicia con el austero y
significativo rito de la imposición de las cenizas, constituye un momento
privilegiado para intensificar un compromiso de conversión a Cristo. El
itinerario cuaresmal se convertirá, de este modo, en ocasión propicia para
examinarse a sí mismos con sinceridad y verdad, para volver a poner en orden la
propia vida, así como las relaciones con los demás y con Dios. «Convertíos y
creed en el Evangelio» (Marcos 1, 15). Que en este exigente camino espiritual
nos apoye la Virgen, Madre de Dios. Que nos haga dóciles a la escucha de la
palabra de Dios, que nos empuja a la conversión personal y a la fraterna
reconciliación. Que María nos guíe hacia el encuentro con Cristo en el misterio
pascual de su muerte y resurrección."
(San Juan Pablo II, Ángelus
22-2-2004)
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