domingo, 27 de noviembre de 2022
Mensaje de Adviento de San Juan Pablo II
«Vayamos
jubilosos al encuentro del Señor» es un estribillo que está perfectamente en armonía
con el jubileo. Es, por decir así, un «estribillo jubilar», según la etimología
de la palabra latina jubilar, que encierra una referencia al júbilo. ¡Vayamos,
pues, con alegría! Caminemos jubilosos y vigilantes a la espera del tiempo que
recuerda la venida de Dios en la carne humana, tiempo que llegó a su plenitud
cuando en la cueva de Belén nació Cristo. Entonces se cumplió el tiempo de la
espera.
domingo, 20 de noviembre de 2022
El Reino de Jesucristo
En el calendario litúrgico
postconciliar la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo va
unida al domingo último del año eclesiástico. Y está bien así.
Efectivamente, las verdades
de la fe que queremos manifestar, el misterio que queremos vivir, encierran, en
cierto sentido, cada una de las dimensiones de la historia, cada una de las
etapas del tiempo humano, y abren al mismo tiempo la perspectiva “de un cielo
nuevo y de una tierra nueva” (Ap 21, 1), la perspectiva de un Reino que “no es
de este mundo” (Jn 18, 36).
Es posible que se entienda
erróneamente el significado de las palabras sobre el “Reino” que pronunció
Cristo ante Pilato, es decir sobre el Reino que no es de este mundo. Sin
embargo, el contexto singular del acontecimiento en cuyo ámbito fueron
pronunciadas no permite comprenderlas así. Debemos admitir que el Reino de
Cristo, gracias al cual se abren ante el hombre las perspectivas
extraterrestres, las perspectivas de la eternidad, se forma en el mundo y en la
temporalidad. Se forma, pues, en el hombre mismo mediante “el testimonio de la
verdad” (Jn 18, 37) que Cristo dio en ese momento dramático de su misión
mesiánica: ante Pilato, ante la muerte en cruz que pidieron al juez sus
acusadores (…)
Cristo subió a la cruz como
un Rey singular: como el testigo eterno de la verdad. “Para esto he nacido y
para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37).
Este testimonio es la medida de nuestras obras, la medida de la vida. La verdad
por la que Cristo ha dado la vida –y que la ha confirmado con la resurrección–,
es la fuente fundamental de la dignidad del hombre. El Reino de Cristo se
manifiesta, como enseña el Concilio, en la “realeza” del hombre. Es necesario
que, bajo esta luz, sepamos participar en toda esfera de la vida contemporánea
y formarla (…)
Cristo, en cierto sentido,
está siempre ante el tribunal de las conciencias humanas, como una vez se
encontró ante el tribunal de Pilato. Él nos revela siempre la verdad de su
Reino.
Por esto, que él se
encuentre aún cercano a nosotros. Que su reino esté cada vez más en nosotros.
Correspondamos con el amor al que nos ha llamado, y amemos en él siempre más y
más la dignidad de cada hombre. Entonces seremos verdaderamente partícipes de
su misión. Nos convertiremos en apóstoles de su reino.
San
Juan Pablo II
Homilía
25-11-1979 (extracto)
martes, 1 de noviembre de 2022
En la Solemnidad de Todos los Santos
Queridos hermanos y
hermanas:
Con interés especial hoy os
pido a los que estáis aquí reunidos, para rezar conmigo el Ángelus [1 Nov 1978], que os
detengáis un momento a reflexionar sobre el misterio de la liturgia del día.
La Iglesia vive con una gran
perspectiva, la acompaña siempre, la forja continuamente y la proyecta hacia la
eternidad. La liturgia del día pone en evidencia la realidad escatológica, una
realidad que brota de todo el plan de salvación y, a la vez de la historia del
hombre, realidad que da el sentido último a la existencia misma de la Iglesia y
a su misión.
Por esto vivimos con tanta
intensidad la Solemnidad de todos los Santos, así como también el día de
mañana, Conmemoración de los Difuntos. Estos dos días engloban en sí de modo
muy especial la fe en la "vida eterna" (últimas palabras del Credo
apostólico). Si bien estos dos días enfocan ante los ojos de nuestra alma lo
ineludible de la muerte, dan también al mismo tiempo testimonio de la vida.
El hombre que está
"condenado a muerte", según las leyes de la naturaleza, el hombre que
vive con la perspectiva de la aniquilación de su cuerpo, este hombre desarrolla
su existencia al mismo tiempo con perspectivas de vida futura y está llamado a
la gloria.
La Solemnidad de todos los
Santos pone ante los ojos de nuestra fe a los que han alcanzado ya la plenitud
de su llamada a la unión con Dios. El día de la Conmemoración de los Difuntos
hace converger nuestros pensamientos en quienes, después de dejar este mundo,
en la expiación esperan alcanzar la plenitud de amor que requiere la unión con
Dios.
Se trata de dos días grandes
en la Iglesia que "prolonga su vida" de cierta manera en sus santos y
en todos los que se han preparado a esa vida sirviendo a la verdad y al amor.
Por ello los primeros días
de noviembre la Iglesia se une de modo especial a su Redentor, que nos ha
introducido en la realidad misma de esa vida a través de su Muerte y
Resurrección. Al mismo tiempo ha hecho de nosotros "un reino de sacerdotes"
para su Padre.
Por ello, a nuestra oración
común uniré una intención especial por las vocaciones sacerdotales en la
Iglesia de todo el mundo. Me dirijo a Cristo para que llame a muchos jóvenes y
les diga: "Ven y sígueme". Y pido a los jóvenes que no se opongan,
que no contesten "no". A todos ruego que oren y colaboren en favor de
las vocaciones.
La mies es grande. La
Solemnidad de todos los Santos nos dice precisamente que la mies es abundante.
No la mies de la muerte, sino la de la salvación; no la mies del mundo que
pasa, sino la mies de Cristo que perdura a través de los siglos.
San
Juan Pablo II
Ángelus 1 Nov
1978
Fuente: El
Camino de María
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