domingo, 27 de junio de 2010

Juan Pablo II y la Virgen del Perpetuo Socorro


Te invocamos
Oh Virgen del Perpetuo Socorro,
Madre Santa del Redentor,
socorre a Tu pueblo,
que anhela resurgir.

Da a todos el gozo de trabajar
por la construcción del Reino
en consciente y activa solidaridad
con los más pobres,
anunciando de modo nuevo y valiente
el Evangelio de Tu Hijo.

Él es fundamento y cima
de toda convivencia humana
que aspire a una paz verdadera,
estable y justa.

Como el Niño Jesús,
que admiramos en este venerado Icono,
también nosotros
queremos estrechar Tu mano derecha.

A Ti no te falta poder ni bondad
para socorrernos
en las más diversas necesidades
y circunstancias de la vida.

La hora actual es Tu Hora
Ven, pues, en ayuda nuestra
y sé para todos socorro,
refugio y esperanza Amén.

Juan Pablo II


Siempre hemos oído hablar de la devoción del Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II a María Santísima bajo esta advocación, devoción que cultivó ya desde joven. El 30 de junio de 1991 el Papa visitó la Iglesia de San Alfonso en Roma con motivo de la celebración de los 125 años del culto público al icono del Perpetuo Socorro en dicha Iglesia. En la charla que mantuvo con la comunidad tras la celebración religiosa dijo expresamente:

"...Recuerdo que en la última guerra, durante el periodo de la ocupación nazi de Polonia y siendo yo obrero en una fábrica de Cracovia, me paraba siempre en una iglesia, precisamente la de los redentoristas, que se encontraba en mi camino de regreso de la fábrica a casa. En aquella Iglesia había una imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro. ¡Cuántas veces me detuve ante dicha imagen! y no sólo porque me caía de paso, sino también porque la encontraba muy bella. Aún después de ser Obispo y Cardenal de Cracovia volví a visitar dicha Iglesia. Prediqué en ella muchas veces y también en ella administré Sacramentos, sobre todo el de la Confirmación. Se comprende fácilmente, pues, que el venir hoy aquí me resulte como si hiciese un viaje hacia mi pasado, hacia mi juventud..."


Fuente: El Camino de María
http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter520.htm


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miércoles, 23 de junio de 2010

Oración del enfermo

Señor, Tú conoces mi vida y sabes mi dolor. Has visto mis ojos llorar, mi rostro entristecerse.
Mi cuerpo lleno de dolencias y mi alma traspasada por la angustia.
Lo mismo que te pasó a ti cuando, camino de la cruz, todos te abandonaron.
Hazme comprender tus sufrimientos y, con ellos, el amor que Tú nos tienes.
Y que yo también aprenda que uniendo mis dolores a los tuyos, tienen un valor redentor por mis hermanos.
Ayúdame a sufrir con amor, hasta con alegría.
Si no es posible que “pase de mí este cáliz” te pido por todos los que sufren:
Por los enfermos como yo, por los pobres, los abandonados,
los desvalidos, los que no tienen cariño ni comprensión y se sienten solos.
Señor, haz que estas dolencias que me aquejan me purifiquen, me hagan más humano,
Me transformen y me acerque más a Ti.
Amén.

Juan Pablo II

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domingo, 20 de junio de 2010

Un cura llamado Juan Pablo II

Juan Pablo II sacerdote

Juan Pablo II quiso vivir siempre según su identidad sacerdotal. Desde su ordenación, y a través de los distintos servicios que prestó a la Iglesia, ancló su vida en el misterio profundo que toca la existencia de todo sacerdote. Puso todas sus cualidades, toda su riqueza humana y espiritual, al servicio no de sí mismo, sino del don. Y su vida, injertada en el misterio, dio mucho fruto.

Al asumir el ministerio petrino no dejó de sentirse hermano de sus hermanos sacerdotes. Así lo hizo ver en la primera carta dirigida a los sacerdotes con motivo del Jueves Santo (8 de abril de 1979), que iniciaba con las palabras de san Agustín: “Para vosotros soy obispo, con vosotros soy sacerdote” (Sermón 340,1).

Wojtyla radicó su vida sacerdotal en el amor a Cristo y a la Iglesia. Un amor que convierte al sacerdote en don de Cristo para los demás, llamado como está a darse, a servir, a identificarse con el Señor. Hace suyas, en primera persona, las palabras que dice en la consagración. En la última carta que dirigió a los sacerdotes para el Jueves Santo de 2005, pocos días antes de morir, decía:

“La autodonación de Cristo, que tiene sus orígenes en la vida trinitaria del Dios-Amor, alcanza su expresión más alta en el sacrificio de la Cruz, anticipado sacramentalmente en la Última Cena. No se pueden repetir las palabras de la consagración sin sentirse implicados en este movimiento espiritual. En cierto sentido, el sacerdote debe aprender a decir también de sí mismo, con verdad y generosidad, «tomad y comed». En efecto, su vida tiene sentido si sabe hacerse don, poniéndose a disposición de la comunidad y al servicio de todos los necesitados” (Carta de Juan Pablo II a los sacerdotes para el Jueves Santo de 2005).

Juan Pablo II, sacerdote entre los sacerdotes. También entre quienes vivían en medio de la tentación, entre quienes lloraban sus debilidades y pecados. También entre quienes habían dejado el ejercicio sacerdotal. Lo expresó, casi con voz temblorosa, en la homilía dirigida durante la misa del Jubileo de los sacerdotes (18 de mayo de 2000, día de su cumpleaños):

“¡Os abrazo con gran cariño, queridos sacerdotes del mundo entero! Es un abrazo que no tiene fronteras y que se extiende a los presbíteros de cada Iglesia particular, hasta llegar de manera especial a vosotros, queridos sacerdotes enfermos, solos, probados por las dificultades. Pienso también en aquellos sacerdotes que, por distintas circunstancias, ya no ejercitan el sagrado ministerio, aunque conservan en sí la especial configuración con Cristo que es propia del carácter indeleble del orden sagrado. Rezo mucho también por ellos y os invito a todos a recordarles en la oración para que, gracias a la dispensa alcanzada de manera regular, mantengan vivo en sí el compromiso de la coherencia cristiana y de la comunión eclesial”.

Juan Pablo II, sacerdote también en la hora de la cruz, del dolor, de la agonía. Cuando la palabra no podía pasar del corazón a los labios. Cuando supo hacer de su lecho un altar. Cuando Dios le concedió la gracia de terminar la existencia terrena con un “Amén” que lo asemejaba al ideal que quiso asumir desde el día de su ordenación: ser como Cristo que hace siempre lo que le agrada a su Padre.

Fuente: Catholic.net

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miércoles, 16 de junio de 2010

El mendigo que confesó a Juan Pablo II

Hace un tiempo, en el programa de televisión de la Madre Angélica en Estados Unidos (EWTN), relataron un episodio poco conocido de la vida Juan Pablo II.

Un sacerdote norteamericano de la diócesis de Nueva York se disponía a rezar en una de las parroquias de Roma cuando, al entrar, se encontró con un mendigo. Después de observarlo durante un momento, el sacerdote se dio cuenta de que conocía a aquel hombre. Era un compañero del seminario, ordenado sacerdote el mismo día que él. Ahora mendigaba por las calles.

El cura, tras identificarse y saludarle, escuchó de labios del mendigo cómo había perdido su fe y su vocación. Quedó profundamente estremecido.

Al día siguiente el sacerdote llegado de Nueva York tenía la oportunidad de asistir a la Misa privada del Papa al que podría saludar al final de la celebración, como suele ser la costumbre. Al llegar su turno sintió el impulso de arrodillarse ante el santo Padre y pedir que rezara por su antiguo compañero de seminario, y describió brevemente la situación al Papa.

Un día después recibió la invitación del Vaticano para cenar con el Papa, en la que solicitaba llevara consigo al mendigo de la parroquia. El sacerdote volvió a la parroquia y le comentó a su amigo el deseo del Papa. Una vez convencido el mendigo, le llevó a su lugar de hospedaje, le ofreció ropa y la oportunidad de asearse.

El Pontífice, después de la cena, indicó al sacerdote que los dejara solos, y pidió al mendigo que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, les respondió que ya no era sacerdote, a lo que el Papa contestó: “una vez sacerdote, sacerdote siempre”. “Pero estoy fuera de mis facultades de presbítero”, insistió el mendigo. “Yo soy el obispo de Roma, me puedo encargar de eso”, dijo el Papa.

El hombre escuchó la confesión del Santo Padre y le pidió a su vez que escuchara su propia confesión. Después de ella lloró amargamente. Al final Juan Pablo II le preguntó en qué parroquia había estado mendigando, y le designó asistente del párroco de la misma, y encargado de la atención a los mendigos.

Fuente: Solidaridad.net

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domingo, 13 de junio de 2010

Lo que dice Juan Pablo II de San Antonio

El Papa Juan Pablo II definió a San Antonio "hombre evangélico". Este altísimo reconocimiento se encuentra en el discurso que pronunció en Padua, el 12 de septiembre de 1982, con ocasión de su memorable visita a la Basílica de San Antonio. Reproducimos aquí algunos pasajes que sobresalen, porque, a través de las palabras del mismo Papa, apreciamos todavía más a fondo a San Antonio.

"Durante toda su existencia San Antonio fue un hombre evangélico. Y si nosotros lo honramos como tal, es porque nosotros creemos que el Espíritu Santo vivió en él de modo extraordinario enriqueciéndolo con sus maravillosos dones y moviéndolo "desde dentro" para emprender una actividad que fue extraordinaria en los treinta y seis años de su existencia, pero que está muy lejos de haberse acabado en el tiempo, ya que prosigue, vigorosamente y providencialmente, todavía en nuestros días.

Quisiera pediros a vosotros que meditéis exactamente sobre esta marca de perfil evangélico. Ésta es también la razón por la cual San Antonio es proclamado "el Santo".

Sin hacer exclusiones o preferencias, esta es una señal que en él la santidad ha conseguido vetas de extraordinaria altitud. La santidad se ha impuesto sobre todo el resto por medio del poder del ejemplo y ha dado a la devoción a San Antonio una expansión extrema en el mundo. Es realmente difícil encontrar una ciudad o un pueblo en el mundo católico donde no haya al menos un altar o una estatua del Santo. Su rostro sereno ilumina, con una amable sonrisa, millones de casas cristianas, donde, a través de él, la fe nutre la esperanza en la providencia del Padre celestial.

Los creyentes, los más pequeños y los más indefensos sobre todo, lo sienten y lo consideran su Santo, un intercesor siempre a punto y enérgico a su favor.

Exulta, Lusitania felix; O felix Padua, gaude. Exulta, feliz Portugal; oh feliz Padua, alégrate. Yo repito estas palabras junto con mi predecesor Pío XII. Alégrate Padua, en tus orígenes romanos y también pre-romanos; a los espléndidos eventos de tu historia tú añades el nobilísimo título de guardián de la viviente y palpitante memoria de San Antonio en su gloriosa tumba. De ti, de hecho, su nombre se ha difundido y resuena todavía en todo el mundo, por esta especial característica: la autenticidad de su perfil evangélico".

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viernes, 11 de junio de 2010

Consagracion del mundo al Corazón Inmaculado de María por Juan Pablo II



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Juan Pablo II y la reparación al Corazón de Jesús

En su carta del 5 de octubre de 1986 al M. R. P. Kolvenbach, prepósito general de la Compañía de Jesús, el Papa definía así “la verdera definición pedida por el Corazón del Salvador”: “Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, edificar la civilización del amor tan deseada, el reino del Corazón de Cristo”

Para Juan Pablo II, el Corazón de Cristo reinará, pues, cuando se establezca la civilización del amor”, es decir cuando el amor reemplace el odio, cuando el amor al prójimo por amor a Cristo amante venza en cada persona las pasiones y las pulsiones de violencia. Cuando, en otros términos, el prójimo sea respetado en sus derechos por amor al más próximo de todos los prójimos, Cristo. De esta manera será reparada la persona odiosa, preocupada por reemplazar el odio por el amor.

Como lo observa L. M. Mendizábal, esta interpretación de la reparación algunas veces ha sido mal comprendida, en un sentido puramente “horizontalista” como si el papa hubiese dicho: “La verdadera reparación no consiste en una expiación dolorosa de los pecados del mundo, sino en establecer la paz y el bienestar en el mundo. Se olvida la declaración hecha quince días antes de esta carta, con ocasión de un simposium internacional: “La consagración al Corazón de Nuestra Señora se realiza, en la práctica, esencialmente viviendo en estado de gracia, con una vida de pureza, de oración, penitencia unida al cumplimiento de todos los deberes de un cristiano y de reparación por nuestros pecados y los pecados del mundo.

En realidad, la declaración del Papa a la Compañía de Jesús quiere decir que a los ojos del señor, el orden violado por la violencia y por el odio no podrá ser restaurado en el mundo más que por el amor sobrenatural por el prójimo y es esta restauración, este retomar de la justicia amante que constituye la esencia de la reparación. Oración, penitencia, cumplimiento de los deberes de estado deben ser vividos en el horizonte del establecimiento de una civilización del amor para constituir la completa reparación social que desea el Corazón de Jesús.

Durante el Ángelus del 1º de junio de l984 Juan Pablo II esbozaba “la síntesis de todos los misterios ocultos en el Corazón del Hijo de Dios: amor solícito, amor satisfactorio, amor vivificante”.

La civilización del amor no se podrá establecer sino la base de un reconocimiento del amor creador, redentor y remunerador de Cristo, Alpha y Omega.

Entonces, la civilización del amor supone la penetración dinámica de la caridad sobrenatural en la pasión natural del amor y en la voluntad libre de la criatura racional, que orienta esas fuerzas del psiquismo inferior de la persona humana hacia su vida eterna, individual y social, bajo el soplo del Espíritu Santo.

Bertrand de Margerie S.J.
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para Aci Prensa
http://www.aciprensa.com/fiestas/sagradocorazon/juanpabloii.htm

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miércoles, 9 de junio de 2010

Joaquín Navarro-Valls y Juan Pablo II

Joaquín Navarro-Valls, el que fuera uno de los representantes más famoso de El Vaticano, durante el cercano y largo Pontificado de Juan Pablo II, a excepción del propio Papa, es un español de 72 años que estudió Medicina y acabó ejerciendo de periodista. El Dr. Joaquín Navarro-Valls, fue desde 1984 hasta 2006, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Primer laico y no italiano que, ocupó ese alto cargo. Durante 15 meses y hasta su dimisión en julio de 2006, también trabajó a las órdenes del actual Papa Benedicto XVI.

“Tengo 73 años. Nací en Cartagena y vivo en Roma. Soltero. Doctor en Psiquiatría y licenciado en Periodismo. Presido un comité asesor de la facultad de Medicina de Roma. Hoy no se sabe quién es el ser humano, pero se legisla sobre él. Me considero un ser creado.”

¿Deseaba trabajar en el Vaticano?
Un día recibí una llamada: "Tiene usted que almorzar con el Papa". Pensé que era una broma, jamás me lo había planteado.

Permaneció 22 años, ¿apasionante?
Sí, increíble, ves la historia mientras se está haciendo y por quien la está haciendo.

¿Cómo era Juan Pablo II?
Poseía una alegría profunda. En las situaciones más tremendas y duras hacía reír a sus colaboradores.

¿Nunca le oyó levantar el tono?
Se enfadaba cuando veía seres humanos humillados y violentados física y moralmente. No podía soportar los abusos.

¿Wojtyla tenía sentido del humor?
El día que le comenté que no era bueno que una misma persona estuviera tantos años en mi puesto, él fingió que pensaba seriamente y luego dijo como para sí: "El doctor Navarro ha dicho una cosa muy importante que hay que reflexionar muy bien. Recuérdemelo dentro de cinco años". Bromeó hasta el momento de su muerte.

Su relación era estrecha...
Cada noche cenábamos juntos. Un día fui buscarlo y estaba en su capilla. Entré de puntillas y lo vi frente al sagrario cantando canciones populares polacas. ¿Quería distraer a Dios?... Era tremendamente humano.

¿Afectuoso y tierno con Dios?
Sí. Recibía miles de cartas conmovedoras de todo el mundo, la mayoría, para que rezara por alguien. Dio la orden de que le hicieran de cada carta un pequeño papelito con el nombre de la persona, país y tema, y los guardaba en el reclinatorio de su capilla privada. Sus oraciones iban destinadas a ellos.

No perder el humor y la inocencia es una capacidad de grandes hombres.
Cierto, escribí un artículo sobre el buen humor de los santos: si crees de verdad que Dios te creó y que está abierto a que tú le hables, esa seguridad de no estar solo te lleva a pensar que, pase lo que pase en tu vida, el final es un final feliz.

Durante los 22 años que fue portavoz de Juan Pablo II, ¿escribió un diario?
Un diario propiamente dicho no, pero tomé notas. En mi ordenador debo de tener unas 600 páginas de apuntes.

¿Se ha planteado publicarlas?
Hace un año y medio un agente estadounidense me ofreció un millón y medio de dólares por escribir ese libro. El problema en parte es que he aceptado en estos años una serie de compromisos profesionales que me absorben. Tendría que dejar todo eso y pasarme un año y medio encerrado en mi habitación para escribir ese libro. Para mí sería un imperativo moral hacerlo, porque Juan Pablo II era muy querido pero no del todo conocido.

El suyo fue un trabajo de 24 horas.
Nada que ver con el del Papa, que, además, era mayor, por eso le empujé en algunas ocasiones a irnos a esquiar. Una página de la historia: el Papa atravesando el caos del tráfico de Roma en un coche sin identificar, parando en todos los semáforos. Yo cruzaba los dedos para que nadie lo reconociese.

¿Según Ud. qué desconocemos más de Juan Pablo II?
Pienso que no se conoce suficientemente a la persona, su carácter. Por ejemplo, tenía un grandísimo sentido del humor. Incluso cuando había que tratar problemas dramáticos no perdía su visión positiva.

¡Santo súbito!, gritaba la gente tras la muerte de Juan Pablo II. ¿Cuánto cree que falta para que sea elevado a lo altares?
Desde el punto de vista estrictamente técnico, podría estar todo listo antes de que acabe el año. Los dos pasos que quedan, técnicamente hablando, son el decreto de virtudes y la declaración del milagro, del que se le atribuyen varios, uno especialmente claro. A partir de ahí, todo depende del Santo Padre.
Solo nos queda rogar a Dios, para que pronto se produzca esa gran noticia que se pueda venerar al Siervo de Dios Juan Pablo II “El Grande” como Santo. Sin duda esa será una gran noticia que le corresponde a S.S. El Papa Benedicto XVI.



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miércoles, 2 de junio de 2010

Oración al Sagrado Corazón

Señor Jesucristo, Redentor del género humano, nos dirigimos a tu Sacratísimo Corazón con humildad y confianza, con reverencia y esperanza, con profundo deseo de darte gloria, honor y alabanza.

Señor Jesucristo, Salvador del mundo, te damos las gracias por todo lo que Tú eres y todo lo que Tú haces por la pequeña grey y los doce millones de personas que viven en esta archidiócesis de Delhi, que abarca también a los que han sido confiados para la administración de esta nación.

Señor Jesucristo, Hijo de Dios Vivo, te alabamos por el amor que has revelado a través de tu Sagrado Corazón, que fue traspasado por nosotros y ha llegado a ser fuente de nuestra alegría, manantial de nuestra vida eterna.

Reunidos juntos en tu Nombre, que está por encima de cualquier otro nombre, nos consagramos a tu Sacratísimo Corazón, en el cual habita la plenitud de la verdad y la caridad.

Al consagrarnos a Ti renovamos nuestro ferviente deseo de corresponder con amor a la rica efusión de tu misericordioso y pleno amor.

Señor Jesucristo, Rey de amor y Príncipe de la paz, reina en nuestros corazones y en nuestros hogares. Vence todos los poderes del maligno y llévanos a participar en la victoria de tu Sagrado Corazón. ¡Que todos proclamemos y demos gloria a Ti, al Padre y al Espíritu Santo, único Dios que vive y reina por los siglos de los siglos! Amén.

Juan Pablo II

Pronunciada en una visita a la India
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