sábado, 31 de diciembre de 2011

El año nuevo en la perspectiva cristiana

Queridos hermanos y hermanas:
 
La luz de la Santa Navidad que acabamos de celebrar nos lleva además a reflexionar sobre la inminente celebración, tan rica de significado humano, del paso del año viejo al nuevo.
 
¿Vamos hacia lo mejor? ¿Vamos hacia lo peor? Para el cristiano no hay duda: la Redención de Cristo, que comienza en la Santa Noche de Navidad, lleva progresivamente a la humanidad redimida y que acoge esta Redención, al triunfo sobre el mal y sobre la muerte.

Ciertamente a medida que se va hacia Dios aumentan pruebas y dificultades. Esto vale tanto para el camino de la Iglesia como para cada uno de los cristianos. Las fuerzas hostiles a la verdad y a la justicia -como nos explica todo el libro del Apocalipsis- aumentan, en el curso de la historia, sus tramas y su violencia contra quien quiere seguir el camino del Redentor. Por tanto, en definitiva, a pesar de los riesgos y las derrotas parciales, la historia marcha hacia el triunfo del bien, hacia la victoria final de Cristo.

El año litúrgico, con sus festividades periódicas que tienden a recordarnos y hacernos vivir los principales fundamentos del pensar y el actuar cristiano, es un inestimable don de Dios, presente en nuestra historia. Las festividades litúrgicas sostienen de este modo nuestra fidelidad al mensaje evangélico, permitiéndonos al mismo tiempo hacer fructificar continuamente su infinita virtualidad.

La luz de Belén y la luz del Pesebre nos indican la dirección hacia lo mejor, nos hablan de la victoria final del bien, nos animan a caminar con esperanza y sin miedo, "sin apartarnos ni a la derecha ni a la izquierda" (Jos 23, 6).

Beato Juan Pablo II
Audiencia general del miércoles, 29 de diciembre de 1982
Fuente: El Camino de María
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domingo, 25 de diciembre de 2011

¡Feliz Navidad!

Christus natus est nobis, venite, adoremus!
¡Cristo ha nacido por nosotros, venid, a adorarlo!

Vamos hacia Ti, en este día solemne, dulce Niño de Belén, que al nacer has escondido tu divinidad para compartir nuestra frágil naturaleza humana. Iluminados por la fe, Te reconocemos como verdadero Dios encarnado por amor nuestro. ¡Tú eres el único Redentor del hombre!
 
Ante el pesebre donde yace indefenso, que cesen tantas formas de creciente violencia, causa de indecibles sufrimientos; que se apaguen tantos focos de tensión, que corren el riesgo de degenerar en conflictos abiertos; que se consolide la voluntad de buscar soluciones pacíficas, respetuosas de las aspiraciones de los hombres y de los pueblos.
 
Niño de Belén, Profeta de paz, alienta las iniciativas de diálogo y de reconciliación, apoya los esfuerzos de paz que aunque tímidos, pero llenos de esperanza, se están haciendo actualmente por un presente y un futuro más sereno para tantos hermanos y hermanas nuestros en el mundo. Pienso en África, en la tragedia de Dafur en Sudán, en Costa de Marfil y en la región de los Grandes Lagos. Con gran aprensión sigo los acontecimiento de Irak. Y ¿cómo no mirar con ansia compartida, pero también con inquebrantable confianza, a la tierra de la que Tú eres Hijo?
 
¡Por doquier se ve la necesidad de paz! Tú, que eres el Príncipe de la verdadera paz, ayúdanos a comprender que la única vía para construirla es huir horrorizados del mal y buscar siempre y con valentía el bien. ¡Hombres de buena voluntad de todos los pueblos de la tierra, venid con confianza al pesebre del Salvador!

"No quita los reinos humanos quien da el Reino de los cielos" (cf. himno litúrgico).
Llegad para encontraros con Aquél que viene para enseñarnos el camino de la verdad, de la paz y del amor.

Mensaje de  Navidad "URBI ET ORBI" 
25 de diciembre de 2004
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sábado, 17 de diciembre de 2011

María es portadora de la Bendición de Dios

En este IV Domingo de Adviento, que nos prepara inmediatamente a la Santa Navidad, ¿qué inspiración mejor podemos encontrar para nuestros sentimientos, que la de hacer nuestro lo que experimentaba el Corazón mismo de la Virgen María, mientras esperaba el nacimiento del Señor? .

En la espera de esta Virgen "Bendita entre las mujeres" (Lc 1, 42), se resume toda la esperanza del Pueblo de Dios, puesta en las promesas que el mismo Dios había hecho a sus Patriarcas, y, a través del pueblo de Israel, se recoge la esperanza de toda la humanidad.

Tratemos nosotros también de hacer nuestra esta conciencia de fe de María, tan profundamente insertada en la historia de su pueblo y de toda la humanidad, de tal modo que podamos captar el sentido esencial de su camino durante los siglos y milenios, como camino fundado en la esperanza de una salvación que viene de Dios.

María es Bienaventurada porque creyó en el cumplimiento de las palabras del Señor (cf. Lc 1, 45), sabiendo que Dios no defrauda en sus promesas. Es Bienaventurada y, al mismo tiempo, "bendita" de Dios. Los dos términos no se pueden disociar, y el primero es efecto del segundo. La palabra de bendición, proferida por Dios, es siempre manantial de vida y, por lo tanto, de bienaventuranza. Para la Escritura, la bienaventuranza está en engendrar y comunicar la vida, física o espiritual Por esto, el que es "bendito" por Dios, es "bienaventurado".

La espera de María es la espera de engendrar la vida, pero una vida por la que Ella misma es, a la vez, salvada y hecha bienaventurada, porque esa Vida es el mismo Hijo de Dios.

María, antes y más que todo otro creyente, es portadora de la bendición de Dios, que se realizó en Cristo; y antes y más que todo otro creyente es bendita en Cristo Jesús. A Ella se acomodan de manera privilegiada y única las palabras de la Carta a los Efesios, donde se dice que Dios "nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales" (1, 3)

Uniéndonos a la espera de María, también nosotros participaremos de esta bendición divina que, viniendo del Padre, se nos concede por Jesús que nos ha sido dado por María.

Juan Pablo II . Ángelus
Domingo 18 de diciembre de 1983

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sábado, 10 de diciembre de 2011

Juan Pablo II, el Papa viajero, el peregrino de la paz


Durante más de un cuarto de siglo el Papa Juan Pablo II fue un mensajero permanente de la paz en el mundo. Él decía que era más fácil para el Papa peregrinar a otros países, que los peregrinos pudieran ir a Roma. Cada vez que llegaba a un país, se ponía de rodillas y besaba su suelo. Su lema era: “Dios es para todos”.

Más allá de las religiones, Juan Pablo II revolucionó los aspectos sociales y políticos del mundo, con paz y coraje, él desde su infancia supo lo que era el sufrimiento y esto lo hacía más humano. Combatió desde joven al nazismo y al comunismo, formó parte de la resistencia en la ocupación nazi a Polonia.

En 1982 llamó a la paz a la Argentina e Inglaterra por la guerra de las Islas Malvinas y llevó su mensaje personalmente viajando a los dos países. Antes también evitó la muerte de miles de jóvenes haciendo de mediador en el conflicto del Canal de Beagle entre Argentina y Chile.

Juan Pablo II tuvo mucha influencia también en la caída del comunismo y del muro de Berlín en 1990. Se involucraba en todos los conflictos, estaba atento a todo lo que pasaba en el mundo y salvó miles de vidas humanas con sus intervenciones. No estaba encerrado en una torre de marfil, era un constante peregrino de la paz.

Juan Pablo II también pidió perdón por todas las atrocidades cometidas por la humanidad y promovió el perdón con su propio ejemplo, cuando visitó y perdonó a quién atentó contra su vida, dejándole graves secuelas en su salud.

El Papa quería lograr el desarme nuclear del mundo, trató de evitar los enfrentamientos del Golfo y de Irak, la guerra de los Balcanes entre serbios y bosnios. Tal era su exigencia consigo mismo que sentía como derrotas propias todos los enfrentamientos que no podía evitar o detener.

La razón por la que Juan Pablo II no permitía el aborto, la eutanasia y la utilización de anticonceptivos era su férrea defensa de la vida; el Papa respetaba la vida humana por sobre todas las cosas y pensaba que cualquier sacrificio o esfuerzo era posible frente a la concepción de un nuevo ser.

Cuando enfermó grave, se ha rezado por su salud tanto en las Iglesias católicas y cristianas, como en las Sinagogas y Mezquitas de todo el mundo. Juan Pablo II realizó una constante búsqueda del diálogo interreligioso, basado en el principio de que Dios no puede ser objeto de discordia, Dios tiene que ser unidad para la humanidad.

Juan Pablo II en sus numerosos viajes, estuvo junto a los principales líderes de todas las religiones, defendía la fe y la unidad del mundo. Tenía una gran vocación ecuménica. Hay una palabra que define a Juan Pablo II y esa palabra es PAZ.

Juan Pablo II dejó este mundo para encontrarse cara a cara con Dios.
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miércoles, 7 de diciembre de 2011

María es el triunfo de la Gracia sobre el pecado

La Iglesia contempla hoy con gratitud y asombro las maravillas realizadas por el Señor en María, la Mujer a la que el pueblo cristiano aclama con las palabras de la antigua antífona: «Toda hermosa eres, María; no hay en Ti mancha del pecado original».

El misterio de gracia y de hermosura que envuelve a la Virgen Madre tiene su origen en la Ternura de Dios que, ya desde el primer instante de su existencia la preservó del pecado original y de sus consecuencias, preparándola para convertirse en la digna Madre de su Hijo. De ese modo, el Señor puso a María por encima de todas las demás criaturas, haciéndola llena de gracia, espejo admirable de su santidad.

La Inmaculada es el signo de la fidelidad de Dios, que no se rinde ante el pecado del hombre. Su plenitud de gracia nos recuerda también las inmensas posibilidades de bien de belleza, de grandeza y de gozo que están al alcance del hombre cuando se deja guiar por la Voluntad de Dios, y rechaza el pecado.

A la luz de la Mujer que el Señor nos regala como Abogada de gracia y Modelo de santidad, aprendemos a huir siempre del pecado. Pidamos a la Virgen que nos conceda la alegría de vivir bajo su mirada materna con pureza y santidad de vida.

Juan Pablo II - Ángelus
Meditación del jueves 8 de diciembre de 1994

sábado, 3 de diciembre de 2011

Emergencia en Varsovia: 230 pasajeros y una reliquia de Juan Pablo II


Un Boeing 767 que despegó de Newark, N.J., el martes 1 de Noviembre tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en Varsovia, Polonia, sin el tren de aterrizaje que no pudo desplegarse. Ninguna de las 230 personas a bordo sufrieron daño alguno.

La traducción de la lengua polaca original al inglés fue hecha por el Padre Kaz Chwalek MIC, actual Provincial de los Marianos en USA y Argentina. Y la traducción al español corresponde a P. Dante Aguero MIC, miembro dell Vicariato de los Marianos de Argentina.

La siguiente es una compilación de un reporte de noticias de la cadena polaca Trawn.

Tomando en cuenta que entre la carga del avión se encontraba una reliquia de Juan Pablo II, Padre Kaz, reflexiona sobre el incidente: "Mi corazón se llena de profunda gratitud porque de esta manera se muestra el amor providencial de Dios, la misericordia y la oración de intercesión de Juan Pablo II".

Este es el relato: El Padre Peter Chyla, un miembro de la Provincia Polaca de los Redentoristas y pasajero del Boeing que debió aterrizar de emergencia en el aeropuerto de Varsovia tenía consigo una reliquia de Juan Pablo II. "No estoy diciendo que salí ileso a causa de la intercesión del Beato Juan Pablo II", dijo el Padre Peter Fr. Peter, "pero oré y rogué para obtener esta gracia. También absolví a los pasajeros dos veces, inclusive apenas unos segundos antes de que el avión tocara el suelo. Emocionalmente fue una experiencia que me desbordó. Lo más importante de todo esto es lo que aconteció en el corazón y en las mentes de quienes tuvimos que lidiar con este acontecimiento que nos sobrevino. No puedo expresar mi enorme agradecimiento y reconocimiento por el piloto y la tripulación del avión".

"Más o menos 40 minutos antes del aterrizaje el capitán anunció a todos los pasajeros que haríamos un aterrizaje de emergencia debido a razones técnicas. Por varios minutos me sentí sin esperanza. Traté de controlar mis emociones y de aferrarme al Señor. No hubo pánico entre los pasajeros, todos, inclusive las madres con sus hijos permanecieron en calma. Eso fue increíble. En el mismo momento del aterrizaje hubo un silencio aterrador. Cuando el avión tocó el suelo, esperábamos un gran impacto con su correspondiente ruido. Pero el avión tocó el suelo como una esponja. Lo que siguió fue una eficiente evacuación".

El reporte señaló que el 1 de Noviembre es observado en la Iglesia como la Solemnidad de Todos los Santos. También es el aniversario de la Ordenación Sacerdotal de Karol Wojtyla, más tarde mundialmente conocido como el Papa Juan Pablo II quien fue beatificado el 1 de Mayo. Una lectora llamada Iskra añadió un comentario muy llamativo a esta noticia, que es como el eco de los sentimientos de corazón de los hombres y las mujeres de fe:

"Aterrizar sin el tren de aterrizaje con reliquia de Juan Pablo II a bordo, en el día de la Solemnidad de Todos los Santos, en el aniversario de su Ordenación Sacerdotal... No es normal que las pistas sean cubiertas como con una alfombra, por lo tanto, cualquier contacto del cuerpo de la aeronave con la superficie dura de la pista de aterrizaje produce consecuencias dictadas por las leyes de la física, lo que nos lleva a una drástica o trágica conclusión. Sin embargo las leyes de la naturaleza aquí no dictaron el resultado final. La destrucción y la muerte no prevalecieron... triunfó la vida humana. No hubo necesidad de tener que cavar 230 nuevas tumbas, ni de encender 230 velas votivas. La luz de nuestro Dios Misericordioso ha brillado sobre nosotros la gloria con la cual Él ha rodeado a su Siervo Juan Pablo II. Por medio de la oración confiada y la intercesión de Juan Pablo, se ha impedido una inevitable tragedia sobre nuestra nación".

Fuente: Noticias de la Divina Misericordia
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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Testimonio del lento calvario de JPII: modelo de sufrimiento vivido por amor de Dios

Sábado, 26 Nov. 11
(Radio Vaticana)

Antes de mediodía, el Santo Padre ha recibido en la sala Clementina a los 500, aproximadamente, participantes al Encuentro promovido por el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, que han reflexionado estos días en el Vaticano sobre el tema: “La Pastoral sanitaria al servicio de la vida a la luz del magisterio del Beato Juan Pablo II”.

El "Evangelio de la Vida", ha dicho el Papa, “es un precioso legado de las enseñanzas del Beato Juan Pablo II, que en 1985, constituyó este Pontificio Consejo, para dar testimonio concreto en el vasto y complejo campo de la salud”. Hace veinte años, estableció la Jornada Mundial del Enfermo, y, más recientemente, instituyó la Fundación "El buen samaritano", una organización de beneficencia para los enfermos pobres, en algunos países.

“En los largos e intensos años de su pontificado, el beato Juan Pablo II proclamó que el servicio a la persona enferma en el cuerpo y en el espíritu constituye un constante compromiso de atención y de evangelización para toda la comunidad eclesial, de acuerdo con el mandato dado por Jesús a los Doce Apóstoles para sanar a los enfermos”.

Benedicto XVI ha recordado la carta apostólica de su venerado predecesor Salvifici doloris, en la que Juan Pablo II escribe: "El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre: es uno de aquellos puntos en los que el hombre, en cierto sentido" viene ‘destinado’, a superarse a sí mismo, y viene llamado a esto, de una manera misteriosa".

“El misterio del dolor parece ofuscar el rostro de Dios, haciéndolo casi un desconocido, o incluso señalándolo como responsable directo de los sufrimientos humanos, pero los ojos de la fe son capaces de mirar en profundidad en este misterio”.

“Dios se encarnó, se acercó al hombre incluso en sus situaciones más difíciles: no eliminó el dolor”, ha afirmado el Pontífice. “El Hijo de Dios sufrió hasta la muerte y reveló que su amor baja hasta el abismo más profundo del hombre para darle esperanza”.

“En el Hijo "dado" para la salvación de la humanidad, la verdad del amor, viene “probada”, en un cierto sentido, mediante la verdad del sufrimiento; y la Iglesia, nacida del misterio de la Redención de la Cruz de Cristo, está llamada a buscar el encuentro con el hombre, en particular, en el camino de su sufrimiento”.

Benedicto XVI ha explicado que “el servicio, la cercanía y el cuidado de hermanos enfermos, coloca a quienes les cuidad en una posición privilegiada para testimoniar la acción salvífica de Dios, su amor por el hombre y el mundo. El rostro del Salvador agonizante en la cruz, nos enseña a preservar y promover la vida, en cualquier momento y sea cual fuere su condición.

“Esta visión del dolor y del sufrimiento iluminado por la muerte y resurrección de Cristo fue testimoniada por el lento calvario, que marcó los últimos años de la vida del Beato Juan Pablo II, al que se pueden aplicar las palabras de San Pablo: "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia. (Col 1,24). La fe firme y segura impregnó su debilidad física, haciendo de su enfermedad, vivida por amor de Dios, de la Iglesia y del mundo, una concreta participación en el Camino de Cristo hasta el Calvario”.

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sábado, 26 de noviembre de 2011

Vayamos jubilosos al encuentro del Señor


¡Vayamos jubilosos al encuentro del Señor! ¡Vayamos, pues, con alegría! Caminemos jubilosos y vigilantes a la espera del tiempo que recuerda la venida de Dios en la carne humana, tiempo que llegó a su plenitud cuando en la cueva de Belén nació Cristo. Entonces se cumplió el tiempo de la espera.

Viviendo el Adviento, esperamos un acontecimiento que se sitúa en la historia y a la vez la trasciende. Al igual que los demás años, tendrá lugar en la noche de la Navidad del Señor. A la cueva de Belén acudirán los pastores; más tarde, irán los Magos de Oriente. Unos y otros simbolizan, en cierto sentido, a toda la familia humana.

Nosotros podemos encontrar a Dios, porque Él ha venido a nuestro encuentro. Lo ha hecho, como el padre de la parábola del hijo pródigo (cf. Lc 15, 11-32), porque es Rico en Misericordia y quiere salir a nuestro encuentro sin importarle de qué parte venimos o a dónde lleva nuestro camino. Dios viene a nuestro encuentro, tanto si lo hemos buscado como si lo hemos ignorado, e incluso si lo hemos evitado. Él sale primero a nuestro encuentro, con los brazos abiertos, como un padre amoroso y misericordioso.

Cristo es nuestro Redentor: Redentor del mundo y Redentor del hombre. Vino a nosotros para ayudarnos a cruzar el umbral que lleva a la puerta de la vida, la «Puerta Santa» que es Él mismo.

Que esta consoladora verdad esté siempre muy presente ante nuestros ojos, mientras caminamos como peregrinos. Creyendo en Cristo Crucificado y Resucitado, creemos en la resurrección de la carne y en la vida eterna. Contemplando a Cristo, hagamos nuestras las palabras de un antiguo canto popular polaco:

«La salvación ha venido por la Cruz;
éste es un gran misterio.
Todo sufrimiento tiene un sentido:
lleva a la plenitud de la vida».

Homilía del Domingo 29 de noviembre de 1998
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sábado, 19 de noviembre de 2011

Jesucristo, Mesías Rey

El término “Cristo” es el equivalente griego de la palabra hebrea “Mesías”, que quiere decir “Ungido”. Israel, el pueblo elegido por Dios, vivió durante generaciones en la espera del cumplimiento de la promesa del Mesías, a cuya venida fue preparado a través de la historia de la Alianza. El Mesías, es decir el “Ungido” enviado por Dios, había de dar cumplimiento a la vocación del pueblo de la Alianza, al cual, por medio de la Revelación se le había concedido el privilegio de conocer la verdad sobre el mismo Dios y su proyecto de salvación.

El atribuir el nombre “Cristo” a Jesús de Nazaret es el testimonio de que los Apóstoles y la Iglesia primitiva reconocieron que en Él se habían realizado los designios del Dios de la Alianza y las expectativas de Israel.

Cuando el ángel Gabriel anuncia a la Virgen María que había sido escogida para ser la Madre del Salvador, le habla de la realeza de su Hijo: “...le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 32-33).

Otro hecho significativo es que, al entrar en Jerusalén en vísperas de su Pasión, Jesús cumple, tal como destacan los Evangelistas Mateo (21, 5) y Juan ( 12, 15), la profecía de Zacarías, en la que se expresa la tradición del “Rey mesiánico”: “Alégrate sobremanera, hoja de Sión. Grita exultante, hija de Jerusalén. He aquí que viene tu Rey, justo y victorioso, humilde, montado en un asno, en un pollino hijo de asna” (Zac 9, 9). “Decid a la hija de Sión: he aquí que tu rey viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de una bestia de carga” (Mt 21, 5). Precisamente sobre un pollino cabalga Jesús durante su entrada solemne en Jerusalén, acompañado por la turba entusiasta: “Hosanna al Hijo de David” (cf. Mt 21, 1-10). A pesar de la indignación de los fariseos, Jesús acepta la aclamación mesiánica de los “pequeños” (cf. Mt 21, 16; Lc 19, 40), sabiendo muy bien que todo equívoco sobre el título de Mesías se disiparía con su glorificación a través de la Pasión.

Los días siguientes a la entrada de Jesús en Jerusalén se verá cómo se han de entender las palabras del Ángel en la Anunciación. “Le dará el Señor Dios el trono de David, su padre... reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin”. Jesús mismo explicará en qué consiste su propia realeza, y por lo tanto la verdad mesiánica, y cómo hay que comprenderla.

El momento decisivo de esta clarificación se da en el diálogo de Jesús con Pilato, que trae el Evangelio de Juan. Puesto que Jesús ha sido acusado ante el gobernador romano de “considerarse rey” de los judíos, Pilato le hace una pregunta sobre esta acusación que interesa especialmente a la autoridad romana porque, si Jesús realmente pretendiera ser “rey de los judíos” y fuese reconocido como tal por sus seguidores, podría constituir una amenaza para el imperio. Pilato, pues, pregunta a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos? Responde Jesús: ¿Por tu cuenta dices eso o te lo han dicho otros de Mí?”; y después explica: “Mi Reino no es de este mundo; si de este mundo fuera mi Reino, mis ministros habrían luchado para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí”. Ante la insistencia de Pilato: “Luego, ¿tú eres rey?”, Jesús declara: “Tú dices que soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la Verdad; todo el que es de la Verdad oye mi Voz” (cf. Jn 18, 33-37). Estas palabras inequívocas de Jesús contienen la afirmación clara de que el carácter o munus real, unido a la misión del Cristo-Mesías enviado por Dios, no se puede entender en sentido político como si se tratara de un poder terreno, ni tampoco en relación al “pueblo elegido”, Israel.

En este marco podemos comprender mejor el significado de la inscripción puesta en la Cruz de Cristo, refiriéndonos por lo demás a la definición que Jesús había dado a Sí mismo durante el interrogatorio ante el procurador romano. Sólo en ese sentido el Cristo-Mesías es “el Rey”.

Finalmente, en el Calvario un último episodio ilumina la condición mesiánico-real de Jesús. Uno de los dos malhechores crucificados junto con Jesús manifiesta esta verdad de forma penetrante, cuando dice: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino” (Lc 23, 42). En este diálogo encontramos casi una confirmación última de las palabras que el Ángel había dirigido a María en la Anunciación: Jesús “reinará... y su Reino no tendrá fin” (Lc 1, 33).

Catequesis del Beato Juan Pablo II
11 de febrero de 1989
Tomado de "El camino de María"
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martes, 15 de noviembre de 2011

¿De dónde surgió la serenidad de Juan Pablo II ante la muerte?

Él mismo respondió a esta pregunta en su Carta Apostólica «Salvifici doloris», publicada el 11 de febrero de 1984, asegurando que la resurrección de Cristo arroja una luz totalmente nueva ante el miedo al desenlace de la vida terrena:


"La muerte, muchas veces es esperada incluso como una liberación de los sufrimientos de esta vida. Al mismo tiempo, no es posible dejar de reconocer que ella constituye casi una síntesis definitiva de la acción destructora tanto en el organismo corpóreo como en la psique.

Pero ante todo la muerte comporta la disociación de toda la personalidad psicofísica del hombre. El alma sobrevive y subsiste separada del cuerpo, mientras el cuerpo es sometido a una gradual descomposición, según las palabras del Señor Dios pronunciadas después del pecado cometido por el hombre al comienzo de su historia terrena: Polvo eres, y al polvo volverás [Génesis 3, 19].

Aunque la muerte no es, pues, un sufrimiento en el sentido temporal de la palabra, aunque en un cierto modo se encuentra más allá de todos los sufrimientos, el mal que el ser humano experimenta contemporáneamente con ella tiene un carácter definitivo y totalizante.

Con su obra salvífica el Hijo unigénito libera al hombre del pecado y de la muerte, abriendo con su resurrección el camino a la futura resurrección de los cuerpos.

Una y otra son condiciones esenciales de la "vida eterna", es decir, de la felicidad definitiva del hombre en unión con Dios; esto quiere decir, para los salvados, que en la perspectiva escatológica el sufrimiento es totalmente cancelado.

Como resultado de la obra salvífica de Cristo, el hombre existe sobre la tierra con la esperanza de la vida y de la santidad eternas.

Y aunque la victoria sobre el pecado y la muerte, conseguida por Cristo con su cruz y resurrección no suprime los sufrimientos temporales de la vida humana, ni libera del sufrimiento toda la dimensión histórica de la existencia humana, sin embargo, sobre toda esa dimensión y sobre cada sufrimiento esta victoria proyecta una luz nueva, que es la luz de la salvación. Es la luz del Evangelio, es decir, de la Buena Nueva.

En el centro de esta luz se encuentra la verdad propuesta por Cristo en el Evangelio de Juan 3, 16: Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo unigénito.

Esta verdad cambia radicalmente el cuadro de la historia del hombre y su situación terrena.

Pido para vosotros la gracia de la luz y de la fuerza Espiritual en el sufrimiento, para que no perdáis el valor, sino que descubráis individualmente el sentido del sufrimiento y podáis, con la oración y el sacrificio, aliviar a los demás.

Dios se revela siempre con su amor. Con Cristo, el sufrimiento puede llegar a ser camino de purificación, de liberación interior y de enriquecimiento del alma, pues es una invitación a superar la vanidad y el egoísmo y a confiar solamente en Dios y en su voluntad salvadora".
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sábado, 5 de noviembre de 2011

Estudian posible milagro del Beato Juan Pablo II

ROMA, 24 Oct. 11
Radio Vaticana informó que la Arquidiócesis de Yucatán (México) estudiará el caso de una mujer mexicana que padecía de un grave tumor en la garganta y que asegura haber sanado por intercesión del Beato Juan Pablo II.

"El Padre Jorge Oscar Herrera Vargas, portavoz de la Arquidiócesis de Yucatán, quien informó que el considerado milagro de la Sra. Sara Guadalupe Fuentes será estudiado por un juzgado eclesiástico del Estado que se encargará de reunir los documentos que serán enviados al representante del Vaticano, Mons. Slawomir Oder, postulador de la canonización del Papa Wojtyla, para que determine si formará parte de la propuesta", informó Radio Vaticana en su sitio web.

Asimismo, explica que "la Sra. Sara Fuentes se curó en una semana de un tumor que obstruía el 80% de su garganta y le impedía comer y respirar bien, por lo que requería una cirugía urgente; pero por la supuesta intercesión del beato Juan Pablo II, cuyas reliquias fueron llevadas a México hace unos días, esta devota del Papa se curó repentinamente".

El caso mexicano

Según informa Sipse.com, "la historia de Sara comenzó el 20 de agosto, cuando a través de un examen médico le detectaron el pólipo. Tras las molestias y dolencias, el especialista le recomendó que era necesario una intervención para extraer el tumor; fue entonces cuando decidieron ir al Seguro Social y le programaron la cirugía para el 28 de septiembre, en calidad de urgente".

"Tres días antes, la cámara endoscópica del nosocomio se quemó y el día que le tocaba entrar a quirófano, le informaron que se canceló y se aplazó para el 30 de septiembre", añade.

La familia de Sara buscó someterla a la cirugía en una clínica particular. Le practicaron una "endoscopía para verificar si debía ser entubada. En ese proceso, el médico sorprendido les dio la noticia que les cambió la vida".

"Les tengo dos noticias una buena y una mala, me dijo (el médico), la mala es que yo no la voy a operar y la buena es que se salvó señora no tiene nada, entonces me puse a llorar, luego nos puso el vídeo; yo ni podía verlo, mi esposo lo vio y ya no había nada, el pólipo no estaba", relató Sara.

Sara asegura que desde antes que llegaran las reliquias "comenzó a orar intensamente y colocaba una imagen del Papa en su pecho y su garganta, para pedir que intercediera por ella".

"Dos días antes de la visita del Papa viajero su garganta se libró del tumor. Para dar gracias visitó las reliquias en la Iglesia Catedral y los próximos días le harán nuevos estudios para dar seguimiento a su caso", agrega Sipse.com.

(ACI/EWTN Noticias)
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domingo, 30 de octubre de 2011

Juan Pablo II, un mensajero y centinela de la paz



Resistencia (Chaco, Argentina), 28 Oct. 11 (AICA)

Un relicario con la sangre del beato Juan Pablo II fue entronizado el pasado miércoles 26 de octubre en la parroquia Nuestra Señora de la Asunción, que se vio desbordada de fieles locales y de provincias vecinas que participaron de la misa que presidió el arzobispo de Resistencia, monseñor Fabriciano Sigampa.

La Eucaristía fue concelebrada por el clero diocesano y sacerdotes de la Congregación del Santísimo Redentor (redentoristas), quienes atienden pastoralmente ese templo de la capital provincial. En los días previos se realizó un triduo, durante el cual se impartió el sacramento de la Reconciliación.

El relicario y el certificado de expedición de las reliquias fue entregado al viceprovincial de los Redentoristas, padre Enrique Kaczocha, por el arzobispo de Cracovia, cardenal Stanislaw Dziwisz (Polonia), antigua diócesis de Karol Wojtyla.

En la homilía, monseñor Sigampa definió a Juan Pablo II como “un mensajero de la paz que recorrió el mundo, lleno de violencia y muerte, llevando precisamente la paz que nos trajo el Señor” y también como “un centinela atento que hizo oír la voz de Dios precisamente donde se quiere silenciar la Palabra de Dios”.

“Hoy, tenemos aquí entre nosotros parte de su sangre en este relicario, esta sangre que ha sido redimida por Cristo en la Cruz, por el Señor de la Divina Misericordia en ese Misterio Pascual, al que siempre recurrimos y vivimos. Es la sangre del Papa, que lo llevó a recorrer el mundo como mensajero de la paz. Esta sangre que iba con él es la vida de él en el mundo, para anunciar al mundo que necesita vivir en paz con Dios y con el prójimo”, destacó.

Tras recordar sus predicaciones a los jóvenes y sus mensajes de paz y unidad de Año Nuevo, sostuvo que la entronización de la reliquia es “un testimonio fuerte, es un testimonio que nos ayuda a nosotros los cristianos a abrir de par en par el corazón a Cristo, como lo decía él en el día que asume por primera vez el pontificado. No tengan miedo de abrir las puertas del corazón a Cristo. Y fue él el primero en mostrar que eso es así. Así vivió, así se manifestó al mundo, así lo vimos terminar sus últimos días aquí en la tierra”.

“Un hombre que hablaba todas las lenguas, no le quedó voz, un hombre que recorrió el mundo, tenía que ser transportado en una silla. Sin embargo, en esa situación, se animó a saludar a los pueblos, saludándolos no con palabras sino con gestos. Y su gran gesto era mostrarnos a nosotros la validez de la Cruz de Cristo, a la que él se aferró en aquellos tiempos. Y por eso la grandeza de su ida depende de eso, de haberse aferrado donde está la vida. Y la vida divina está en la Cruz, en la Cruz del Hijo de Dios: allí está la fuente de vida, esa vida que él vivió y nos enseñó a vivir”, explicó.

Por último, monseñor Sigampa agradeció el testimonio de amor del beato Juan Pablo II, a quien definió como un confesor que “día a día va ofreciendo su testimonio de su amor inquebrantable a Cristo y de su amor inquebrantable a la Iglesia. Es a ese hombre de Dios a quien hoy lo recordamos, lo queremos y por eso nos alegra tener entre nosotros su sangre, esa sangre que decíamos al principio, la sangre que Cristo purificó y limpió con el acto Redentor de Él en la Cruz. Y esa sangre viva que recorrió el mundo llevando a todos los hombres la paz. Que continúe hoy el Papa, de esta presencia suya, de su sangre, alentándonos a ofrecer también la nuestra por la paz del mundo”.
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martes, 25 de octubre de 2011

Primera Parroquia Beato Juan Pablo II en Argentina

El obispo de Cruz del Eje (provincia de Córdoba, Argentina), monseñor Santiago Olivera, hizo público el decreto del 18 de septiembre de 2011 por el cual erigió una nueva parroquia bajo la advocación del Beato Juan Pablo II, la que comenzó a funcionar como tal a partir del 22 de octubre de este año, con territorio desmembrado de las parroquias Nuestra Señora de los Dolores y Nuestra Señora de Schoenstatt, de la ciudad de Villa Dolores, y pertenecerá a la Vicaría Sur.

La sede parroquial será la Capilla Nuestra Señora del Tránsito, del barrio Cura Brochero de la mencionada ciudad, pero seguirá teniendo a María como patrona de ese templo.

El obispo fundamentó la decisión de crear la nueva parroquia para responder a las exigencias pastorales generadas por el crecimiento pastoral y la extensión de las parroquias Nuestra Señora de los Dolores y Nuestra Señora de Schoenstatt.

Tras detallar los límites territoriales de la nueva parroquia y modificar los de la parroquias afectadas, el decreto le asigna las siguientes capillas comprendidas en la nueva jurisdicción parroquial: San Cayetano (barrio La Feria); Nuestra Señora del Valle (barrio Las Acacias); Nuestra Señora de Pompeya (barrio Tradición); San Miguel Arcángel (barrio Colón); Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás (barrio José Hernández); Nuestra Señora de Luján (barrio Los Olivos); Nuestra Señora del Milagro (barrio Los Milagros); Nuestra Señora de la Merced (Conlara; Nuestra Señora del Rosario (Los Romeros); Gruta Divino Niño (Árboles Blancos); y Santa Teresa de Ávila (Pozo del Chañar).

“En la advocación al Beato Juan Pablo II  -señala el obispo-  esta Parroquia como nuevo espacio de comunión para el Pueblo de Dios, es invitada a conocer y vivir la sólida doctrina que este gran Pontífice dejó a la Iglesia, en tantos documentos.

“El Beato Juan Pablo II ejerció su ministerio como sucesor de San Pedro, con incansable espíritu misionero, movido por el amor a la Iglesia y a toda la humanidad.

“Nos recordó siempre que la única orientación del espíritu, la única dirección del entendimiento, de la voluntad y del corazón es para nosotros ésta: hacia Cristo, Redentor del hombre; hacia Cristo, Redentor del mundo. A El nosotros queremos mirar, porque sólo en El, Hijo de Dios, hay salvación, renovando la afirmación de Pedro, ‘Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.

“Por lo tanto, como el Beato nos invitó, abramos sin miedo las puertas a Cristo el Redentor.

Por último monseñor Olivera entregó a la parroquia una reliquia del Beato Juan Pablo II, que recibió como donación en el Monasterio de las Carmelitas Descalzas de la ciudad de Santiago de Compostela, España.

Con la erección de la nueva jurisdicción parroquial, la diócesis de Cruz del Eje tiene ahora 19 parroquias. En diciembre próximo, según anunció el obispo, se creará una nueva, llamada Nuestra Señora de Lourdes y San Nicolás, en la ciudad de Cruz del Eje.
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sábado, 22 de octubre de 2011

22 de Octubre: Beato Juan Pablo II

«Me han llamado de una tierra distante, 
distante pero siempre cercana 
en la comunión de la Fe y Tradición cristianas»

Recordando sus inicios

Elegido pontífice el 16 de octubre de 1978, escogió los mismos nombres que había tomado su predecesor: Juan Pablo. En una hermosa y profunda reflexión, hecha pública en su primera encíclica (Redemptor hominis), dirá él mismo sobre el significado de este nombre:

«Ya el día 26 de agosto de 1978, cuando él (el entonces electo Cardenal Albino Luciani) declaró al Sacro Colegio que quería llamarse Juan Pablo -un binomio de este género no tenía precedentes en la historia del Papado- divisé en ello un auspicio elocuente de la gracia para el nuevo pontificado. Dado que aquel pontificado duró apenas 33 días, me toca a mí no sólo continuarlo sino también, en cierto modo, asumirlo desde su mismo punto de partida. Esto precisamente quedó corroborado por mi elección de aquellos dos nombres. Con esta elección, siguiendo el ejemplo de mi venerado Predecesor, deseo al igual que él expresar mi amor por la singular herencia dejada a la Iglesia por los Pontífices Juan XXIII y Pablo VI y al mismo tiempo mi personal disponibilidad a desarrollarla con la ayuda de Dios. A través de estos dos nombres y dos pontificados conecto con toda la tradición de esta Sede Apostólica, con todos los Predecesores del siglo XX y de los siglos anteriores, enlazando sucesivamente, a lo largo de las distintas épocas hasta las más remotas, con la línea de la misión y del ministerio que confiere a la Sede de Pedro un puesto absolutamente singular en la Iglesia. Juan XXIII y Pablo VI constituyen una etapa, a la que deseo referirme directamente como a umbral, a partir del cual quiero, en cierto modo en unión con Juan Pablo I, proseguir hacia el futuro, dejándome guiar por la confianza ilimitada y por la obediencia al Espíritu que Cristo ha prometido y enviado a su Iglesia (...). Con plena confianza en el Espíritu de Verdad entro pues en la rica herencia de los recientes pontificados. Esta herencia está vigorosamente enraizada en la conciencia de la Iglesia de un modo totalmente nuevo, jamás conocido anteriormente, gracias al Concilio Vaticano II».




"No tengáis miedo"

Fueron éstas las primeras palabras que S.S. Juan Pablo II lanzó al mundo entero desde la Plaza de San Pedro, en aquella memorable homilía celebrada con ocasión de la inauguración oficial de su pontificado, el 22 de octubre de 1978. Y son ciertamente estas mismas palabras las que ha hecho resonar una y otra vez en los corazones de innumerables hombres y mujeres de nuestro tiempo, alentándonos -sin caer en pesimismos ni ingenuidades- a no tener miedo "a la verdad de nosotros mismos", miedo "del hombre ni de lo que él ha creado": «¡no tengáis miedo de vosotros mismos!». Desde el inicio de su pontificado ha sido ésta su firme exhortación a confiar en el hombre, desde la humilde aceptación de su contingencia y también de su ser pecador, pero dirigiendo desde allí la mirada al único horizonte de esperanza que es el Señor Jesús, vencedor del mal y del pecado, autor de una nueva creación, de una humanidad reconciliada por su muerte y resurrección. Su llamado es, por eso mismo, un llamado a no tener miedo a abrir de par en par las puertas al Redentor, tanto de los propios corazones como también de las diversas culturas y sociedades humanas.

Este llamado que ha dirigido a todos los hombres de este tiempo, es a la vez una enorme exigencia que él mismo se ha impuesto amorosamente. En efecto, «el Papa -dice él de sí mismo-, que comenzó Su pontificado con las palabras "!No tengáis miedo!", procura ser plenamente fiel a tal exhortación, y está siempre dispuesto a servir al hombre, a las naciones, y a la humanidad entera en el espíritu de esta verdad evangélica».

Material de Catholic.net
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sábado, 15 de octubre de 2011

Beato Juan Pablo II: el hombre necesita la misericordia de Dios

El Vicario Emérito para la Diócesis de Roma y ex presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Cardenal Camillo Ruini, señaló que el Beato Papa Juan Pablo II mostró al mundo que el hombre necesita con urgencia la misericordia, el perdón de Dios, porque constituye "el único y verdadero límite al mal en el mundo".

Así lo indicó el Purpurado en entrevista concedida a Radio Vaticana en ocasión del 2° Congreso Mundial de la Misericordia este mes de octubre en Cracovia, Polonia, en el Santuario de Łagiewniki, donde Santa Faustina Kowalska, la apóstol vidente de la Divina Misericordia, vivió los últimos años de su vida.

Entre los eventos programados para este congreso, promovido también por el Cardenal Ruini, está una marcha en silencio por la paz hacia el campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau.

Para el Purpurado, "Juan Pablo II ha sido el gran apóstol de la misericordia de los siglos XX y XXI" que ha mostrado con su vida, sus palabras y escritos "el camino de la humanidad por el cual la misericordia de Dios hoy debe pasar".

"Hoy tal vez muchos no conocen ya más este tema de la misericordia, pero la humanidad tiene particularmente necesidad de la misericordia de Dios. También hoy la gente siente en el propio corazón que necesita el perdón, que necesita la misericordia: la misericordia de Dios y ser también hombres de la misericordia".

Tras destacar que todo el pontificado del Beato Papa Wojtyla estuvo marcado por el tema de la misericordia, el Cardenal recordó que Juan Pablo II experimentó esto durante toda su vida.

"Desde el tiempo del nazismo al del comunismo, hasta el tiempo en el que fue Papa y debió combatir contra la secularización de Occidente. Juan Pablo II fue verdaderamente –lo puedo decir por los años que fui su colaborador– el hombre que ha testimoniado y puesto en práctica la misericordia de Dios hacia todos: los grandes y pequeños, los cercanos y lejanos", concluyó.

(ACI/EWTN Noticias)
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martes, 11 de octubre de 2011

Juan Pablo II y las Misiones

"El Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida como rescate por muchos" (Mc 10, 45).

Estas palabras del Señor, amadísimos hermanos y hermanas, resuenan como buena nueva para toda la humanidad y como programa de vida para la Iglesia y para cada cristiano.

Estas palabras constituyen la autopresentación del Maestro divino. Jesús afirma de sí mismo que vino para servir y que precisamente en el servicio y en la entrega total de sí hasta la cruz revela el amor del Padre. Su rostro de "siervo" no disminuye su grandeza divina; más bien, la ilumina con una nueva luz.

El compromiso misionero brota como fuego de amor de la contemplación de Jesús y del atractivo que posee. El cristiano que ha contemplado a Jesucristo no puede menos de sentirse arrebatado por su esplendor (cf. Vita consecrata, 14) y testimoniar su fe en Cristo, único Salvador del hombre. ¡Qué gran gracia es esta fe que hemos recibido como don de lo alto, sin ningún mérito por nuestra parte! (cf. Redemptoris missio, 11).

Esta gracia se transforma, a su vez, en fuente de responsabilidad. Es una gracia que nos convierte en heraldos y apóstoles: precisamente por eso decía yo en la encíclica Redemptoris missio que "la misión es un problema de fe, es el índice exacto de nuestra fe en Cristo y en su amor por nosotros" (n. 11). Y también: "El misionero, si no es contemplativo, no puede anunciar a Cristo de modo creíble" (ib., 91).

Fijando nuestra mirada en Jesús, el misionero del Padre y el sumo sacerdote, el autor y perfeccionador de nuestra fe (cf. Hb 3, 1; 12, 2), es como aprendemos el sentido y el estilo de la misión.

Él no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida por todos. Siguiendo las huellas de Cristo, la entrega de sí a todos los hombres constituye un imperativo fundamental para la Iglesia y a la vez una indicación de método para su misión.

Entregarse significa, ante todo, reconocer al otro en su valor y en sus necesidades. "La actitud misionera comienza siempre con un sentimiento de profunda estima frente a lo que "en el hombre había", por lo que él mismo, en lo íntimo de su espíritu, ha elaborado respecto a los problemas más profundos e importantes; se trata de respeto por todo lo que en él ha obrado el Espíritu, que "sopla donde quiere"" (Redemptor hominis, 12).

La Iglesia quiere anunciar a Jesús, el Cristo, hijo de María, siguiendo el camino que Cristo mismo recorrió: el servicio, la pobreza, la humildad y la cruz. La palabra de Cristo traza una neta línea de división entre el espíritu de dominio y el de servicio. Para un discípulo de Cristo ser el primero significa ser "servidor de todos".

Y aquí mi pensamiento va a los numerosos misioneros que, día tras día, en silencio y sin el apoyo de fuerzas humanas, anuncian y, antes aún, testimonian su amor a Jesús, a menudo hasta dar su vida. ¡Qué espectáculo contemplan los ojos del corazón! ¡Cuántos hermanos y hermanas consumen generosamente sus energías en las avanzadillas del reino de Dios! Son obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, que nos representan a Cristo, lo muestran concretamente como Señor que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida por amor al Padre y a los hermanos. A todos va mi aprecio y mi gratitud, así como un afectuoso estímulo a perseverar con confianza. ¡Ánimo, hermanos y hermanas: Cristo está con vosotros!

Pero todo el pueblo de Dios debe colaborar con quienes trabajan en la vanguardia de la misión "ad gentes", dando cada uno su contribución, como intuyeron y subrayaron muy bien los fundadores de las Obras misionales pontificias: todos pueden y deben participar en la evangelización, incluso los niños, incluso los enfermos, incluso los pobres con su óbolo, como el de la viuda cuyo ejemplo señaló Jesús (cf. Lc 21, 1-4). La misión es obra de todo el pueblo de Dios, cada uno en la vocación a la que ha sido llamado por la Providencia.

A la Reina de la paz, Reina de las misiones y Estrella de la evangelización le pedimos el don de la paz. Invocamos su maternal protección sobre todos los que generosamente colaboran en la difusión del nombre y del mensaje de Jesús. Que ella nos obtenga una fe tan viva y ardiente que haga resonar con fuerza renovada a los hombres de nuestro tiempo la proclamación de la verdad de Cristo, único Salvador del mundo.

Al final deseo recordar las palabras que pronuncié, hace veintidós años, en esta misma plaza. "¡No tengáis miedo! Abrid las puertas a Cristo!".

Jornada Mundial de las Misiones
22 de octubre de 2000

viernes, 7 de octubre de 2011

Virgen María del Santo Rosario de Pompeya


La Virgen Santísima me ha concedido volver a honrarla en este célebre santuario, que la Providencia inspiró al beato Bartolomé Longo  para  que fuera un  centro  de irradiación del Santo Rosario. 

Con esta visita culmina, en cierto sentido, el Año del Rosario. Agradezco al Señor los frutos de este Año, que ha producido un significativo despertar de esta oración, sencilla y profunda a la vez, que llega al corazón de la fe cristiana y resulta actualísima ante los desafíos del tercer milenio y el urgente compromiso de la nueva evangelización. 

Hoy, como en los tiempos de la antigua Pompeya, es necesario anunciar a Cristo a una sociedad que se va alejando de los valores cristianos y pierde incluso su memoria. Doy las gracias a las autoridades italianas por haber contribuido a la organización de esta peregrinación mía, que comenzó en la ciudad antigua. Así, he recorrido el puente ideal de un diálogo ciertamente fecundo para el crecimiento cultural y espiritual. En el trasfondo de la antigua Pompeya, la propuesta del Rosario adquiere el valor simbólico de un renovado impulso del anuncio cristiano en nuestro tiempo. 

En efecto, ¿qué es el Rosario? Un compendio del Evangelio. Nos hace volver continuamente a las principales escenas de la vida de Cristo, como para hacernos "respirar" su misterio. El Rosario es un camino privilegiado de contemplación. Es, por decirlo así, El Camino de María. ¿Quién conoce y ama a Cristo más que Ella? 

He querido que esta peregrinación mía tuviera el sentido de una súplica por la paz. Hemos meditado los Misterios de la Luz, como para proyectar la luz de Cristo sobre los conflictos, las tensiones y los dramas de los cinco continentes. En la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae expliqué por qué el Rosario es una oración orientada por su misma naturaleza a la paz. No sólo lo es porque nos hace invocarla, apoyándonos en la intercesión de María Santísima, sino también porque nos hace asimilar, con el misterio de Jesús, también su proyecto de paz. Al mismo tiempo, con el ritmo tranquilo de la repetición del Avemaría, el Rosario pacifica nuestro corazón y lo abre a la gracia que salva.
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La invitación a rezar el Rosario que se eleva desde Pompeya, encrucijada de personas de todas las culturas atraídas tanto por el Santuario como por la zona arqueológica, evoca también el compromiso de los cristianos, en colaboración con todos los hombres de buena voluntad, de ser constructores y testigos de paz. Ojalá que acoja cada vez más este mensaje la sociedad civil, aquí representada por autoridades y personalidades, a las que saludo cordialmente. 
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(...) Sed "constructores de paz", siguiendo los pasos del beato Bartolomé Longo, que supo unir la oración con la acción, haciendo de esta ciudad mariana una ciudadela de la caridad. Amadísimos hermanos y hermanas, que la Virgen del Santo Rosario nos bendiga, mientras nos disponemos a invocarla con la súplica. En su corazón de Madre depositemos nuestras preocupaciones y nuestros propósitos de bien.

Visita Pastoral al Santuario  de la Santísima Virgen María del Santo Rosario de Pompeya  
Martes 7 de octubre de 2003
Fuente: El Camino de María
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