sábado, 24 de abril de 2010

Juan Pablo II, un Pastor Santo

Juan Pablo II pasará a la historia por muchos motivos. Fue el primer Papa que visitó una iglesia luterana y la Sinagoga en Roma, el primero que pisó una mezquita, la de Damasco, y oró en ella, el que creó las Jornadas Mundiales de la Familia y de la Juventud, el que promovió la Jornada Mundial de la oración por la paz en Asís. Pasará también como el Papa que ha batido todas las marcas: 104 viajes apostólicos fuera de Italia, 14 encíclicas, 11 constituciones apostólicas, 14 exhortaciones apostólicas, 6 sínodos celebrados, 740 visitas a la diócesis de Roma, 1060 audiencias públicas y 2.412 discursos.

Pero pasará también como el Papa que se había consagrado en cuerpo y alma a Jesucristo, como Buen Pastor. Más aún, será esta consagración la que encierre la clave de comprensión de su ingente actividad pastoral.

Hay una anécdota en su vida que lo explica muy bien. Cuando el cardenal Primado de Polonia le comunicó que el Papa Pío XII le había nombrado obispo, la noticia le cogió de sorpresa, pero aceptó. Inmediatamente cruzó la calle, llamó al convento de las Ursulinas y preguntó si podría entrar a rezar. Las hermanas no lo conocían, pero su sotana era suficiente pasaporte. Le guiaron a la capilla y le dejaron a solas. Al cabo de un tiempo prudencial, las religiosas comenzaron a inquietarse y abrieron en silencio la puerta de la capilla para ver qué ocurría. Wojtyla estaba postrado en el suelo frente al sagrario. Las hermanas marcharon, pensando que quizás se trataba de un penitente. Volvieron varias horas más tarde y el sacerdote desconocido seguía postrado ante el Santísimo. Como ya era tarde, una de las monjas se acercó y le dijo: «Quizás el padre desearía venir a cenar». El extraño respondió: «Mi tren no sale hacia Cracovia hasta pasada la medianoche. Por favor, dejadme quedar aquí. Tengo un montón de cosas que hablarle al Señor».

Al poco de graduarse en Teología en la Universidad de Santo Tomás de Roma, comenzó su ministerio pastoral como coadjutor de un pueblo de montaña, a unos 20 kilómetros de Cracovia. Al llegar al territorio de la parroquia, se arrodilló y besó la tierra, en un gesto que había aprendido del santo Cura de Ars. Inmediatamente comenzó a poner en práctica la promesa hecha durante su visita a Ars, de que se convertiría en un “prisionero del confesonario”. Como le comentaría a un amigo que acudió a visitarle, estaba convencido de que si los sacerdotes dejaban de atender a la gente en el confesonario, se convertirían en oficinistas o burócratas.

Siendo ya arzobispo de Cracovia se encontró con que todas las actividades caritativas estaban prohibidas por el régimen comunista. Él decidió convertir la prohibición en oportunidad y mandó que en todas las parroquias se crease un «Equipo caritativo parroquial». Su labor era identificar y velar por los enfermos y necesitados en el territorio geográfico de la parroquia. Los equipos proporcionaban comida, medicinas y ropa a los necesitados, cuidaban a los enfermos confinados en sus casas y desarrollaban un extenso programa de visitas a domicilio. En 1965 creó la sección encargada del Ministerio de la Caridad en la Curia Metropolitana. Esta oficina central coordinaba ejercicios espirituales para enfermos y niños minusválidos, y se preocupaba de la atención de los sordos y ciegos. Más aún, instaba a que cada parroquia desarrollase un programa de formación que ayudara a profundizar en la vida espiritual a los que ya estaban comprometidos en la labor caritativa y estimulara la incorporasen de otros a tales actividades.

Al recordar la muerte de Juan Pablo II hay que rendir homenaje a su inmensa y variadísima actividad pastoral. Pero no podemos confundirle con un activista. Fue un sacerdote, un obispo y un Papa que puso a Jesucristo en el centro de su vida.


Escrito por Mons. Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos
Abril de 2010

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miércoles, 21 de abril de 2010

Oración por la Paz del Papa Juan Pablo II

- Pronunciada en ocasión de su último viaje a Siria y Tierra Santa -

Dios de infinita misericordia y bondad, con corazón agradecido te invocamos hoy en esta tierra que en otros tiempos recorrió San Pablo y proclamó a las naciones la verdad de que en Cristo Dios reconcilió al mundo consigo.

Que tu voz resuene en el corazón de todos los hombres y mujeres, cuando los llames a seguir el camino de reconciliación y paz, y a ser misericordiosos como Tú.

Señor, Tú diriges palabras de paz a tu pueblo y a todos los que se convierten a Tí de corazón.

Te pedimos por los pueblos de Oriente Próximo. Ayúdales a derribar las barreras de la hostilidad y de la división y a construir juntos un mundo de justicia y solidaridad.

Señor, tú creas cielos nuevos y una tierra nueva.

Te encomendamos a los jóvenes de estas tierras. En su corazón aspiran a un futuro más luminoso; fortalece su decisión de ser hombres y mujeres de paz y heraldos de una nueva esperanza para sus pueblos.

Padre, tú haces germinar la justicia en la tierra.

Te pedimos por las autoridades civiles de esta región, para que se esfuercen por satisfacer las justas aspiraciones de sus pueblos y eduquen a los jóvenes en la justicia y en la paz.

Impúlsalos a trabajar generosamente por el bien común y a respetar la dignidad inalienable de toda persona y los derechos fundamentales que derivan de la imagen y semejanza del Creador impresa en todo ser humano.

Te pedimos de modo especial por las autoridades de esta noble tierra de Siria. Concédeles sabiduría, clarividencia y perseverancia; no permitas que se desanimen en su ardua tarea de construir la paz duradera, que anhelan todos los pueblos.

Padre celestial, en este lugar donde se produjo la conversión del apóstol San Pablo, te pedimos por todos los que creen en el evangelio de Jesucristo.

Guía sus pasos en la verdad y en el amor. Haz que sean uno, como tú eres uno con el Hijo y el Espíritu Santo. Que testimonien la paz que supera todo conocimiento y la luz que triunfa sobre las tinieblas de la hostilidad, del pecado y de la muerte.

Señor del cielo y de la tierra, Creador de la única familia humana, te pedimos por los seguidores de todas las religiones.

Que busquen tu voluntad en la oración y en la pureza del corazón, y te adoren y glorifiquen tu santo nombre. Ayúdales a encontrar en Tí la fuerza para superar el miedo y la desconfianza, para que crezca la amistad y vivan juntos en armonía.

Padre misericordioso, que todos los creyentes encuentren la valentía de perdonarse unos a otros, a fin de que se curen las heridas del pasado y no sean un pretexto para nuevos sufrimientos en el presente.

Concédenos que esto se realice sobre todo en Tierra Santa, esta tierra que bendijiste con tantos signos de tu Providencia y donde te revelaste como Dios de amor.

A la Madre de Jesús, la bienaventurada siempre Virgen María, le encomendamos a los hombres y a las mujeres que viven en la tierra donde vivió Jesús. Que, al seguir su ejemplo, escuchen la palabra de Dios y tengan respeto y compasión por lo demás, especialmente por los que son diversos de ellos.

Que, con un solo corazón y una sola mente, trabajen para que todo el mundo sea una verdadera casa para todos sus pueblos.

¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!

Amén.

Juan Pablo II

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sábado, 17 de abril de 2010

Juan Pablo II destaca el heroísmo del cardenal Van Thuan

CIUDAD DEL VATICANO, 15 septiembre 2002 (ZENIT.org)

Juan Pablo II ha destacado el heroísmo del cardenal François-Xavier Nguyen Van Thuan, fallecido el 16 de Setiembre de 2002 a los 74 años, en varios mensajes, uno de ellos enviado a la anciana madre del purpurado vietnamita.

Monseñor Van Thuan, que había nacido el 17 de Abril de 1928, pasó trece años en las cárceles comunistas (nueve en régimen de aislamiento), después de que Pablo VI le nombrara arzobispo coadjutor de Ho Chi Minh (la antigua Saigón) en 1975.

Van Thuan fue deportado en 1991. Juan Pablo II le acogió en Roma. Desde entonces el gobierno vietnamita lo declaró «persona non grata». Nunca más pudo regresar a su patria.

El Papa le acogió en la Curia Romana, donde llegaría a ser creado cardenal y presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y Paz.

Al conocer la noticia del fallecimiento del cardenal a causa del cáncer, el Papa envió un telegrama a su madre, la señor Ngo Dinh Thi Hiep, para manifestarle su pésame.

«La Iglesia reconoce en su hijo -asegura el Papa- a un testigo fiel y valiente del Evangelio, al que ha sido fiel en las pruebas por amor a Cristo y a la Virgen María».

El pontífice ha transmitido también sus condolencias a los católicos vietnamitas, enviando un mensaje al obispo de Nha Trang y presidente de la Conferencia Episcopal de Vietnam, monseñor Paul Ngûyen Van Hoa.

El telegrama recuerda «esta gran figura sacerdotal y episcopal de su país, que con una fidelidad y una valentía ejemplares, ha dado testimonio de su fe en Cristo, estando estrechamente asociado a su misión a través de su ministerio y su pasión por los sufrimientos que ha padecido».

Por último, el obispo de Roma ha enviado también un telegrama al obispo Giampaolo Crepaldi, secretario del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, y a los miembros de ese organismo vaticano que presidía el purpurado.

«El querido hermano difunto deja el recuerdo indeleble de una vida gastada en la adhesión coherente y heroica a la propia vocación, como sacerdote atento a las necesidades del pueblo cristiano y pastor lleno de celo por el Evangelio, siempre fiel a la Iglesia incluso en el duro tiempo de la persecución», constata el mensaje pontificio.

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El Cardenal van Thuan se encuentra actualmente en proceso de beatificación abierto por el Papa Benedicto XVI.

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miércoles, 14 de abril de 2010

Dos nuevos milagros para acercarlo aún más a los altares.

«Miré la imagen de Juan Pablo II y, simplemente, me puse de pie». La frase no tendría mayor misterio si no fuera porque el que la pronunció, Joe Amaral, era paralítico desde hacía 30 años. Su historia la recogía el pasado miércoles la cadena norteamericana ABC News y se trata de uno de los dos posibles milagros atribuidos al anterior pontífice que han aparecido en la última semana.

Vamos al caso. Feligrés asiduo de la parroquia de San Antonio de Padua, en New Bedford, arrastraba una parálisis desde su juventud. «Recuerdo verle con frecuencia con sus muletas, tratando de subir las escaleras de granito de la iglesia», ha explicado a ABC News su párroco, el padre Roger Landry. «Me conmovía al ver la gran fe que poseía», agrega.

Un sábado del año 2008, Amaral fue a confesarse con el sacerdote. «Algo ocurrió», rememora el feligrés. «El domingo por la mañana me desperté y me sentía diferente», explica. Físicamente se encontraba igual, «pero estaba lleno de una gran paz». «Sentí que, en ese momento, necesitaba rezarle a Juan Pablo II», añade. Cuando terminó, encendió la televisión y apareció un documental sobre el anterior pontífice. Nada más verle, sus 30 años de parálisis quedaron para el recuerdo. Fue inmediatamente a visitar a su médico. «Me puse frente a él y le entregué mis muletas. Durante cinco minutos permaneció mudo», afirma. El médico, que conocía perfectamente su historial, musitó: «No hay ninguna razón médica para explicarlo».


El otro es el caso del antiguo peluquero de Juan Pablo II cuando éste era aún cardenal. Gianni Vecchio se declaraba comunista confeso, algo que no impresionaba al Papa polaco. «No pasa nada, no te preocupes. Se ve que eres una persona buena», le contestaba. «Cuando entraba en la peluquería, siempre decía: “¿Cómo está mi comunista?”. En otras ocasiones hablábamos de mi familia, de mis hijas», rememora Vecchio.

El caso de Gianni Vecchio ha ocupado muchas páginas de los rotativos italianos. En los años 70, uno de los asiduos clientes de su peluquería, ubicada cerca del Vaticano, era el cardenal Karol Wojtyla. Tras la muerte de Juan Pablo I, durante la elección del nuevo Papa, Gianni se encontraba en la plaza de San Pedro cuando el nuevo Papa salió al balcón de la basílica. Entonces reconoció la voz de uno de sus clientes. «Cuando le vi, grité: “¡Yo le conozco, le he cortado el pelo!”. Fue un día muy alegre para mí».Hace unos meses, a Vecchio le diagnosticaron una hernia discal. «Cuando entré en el hospital vi una foto de Juan Pablo II y Madre Teresa. Durante meses había sufrido dolores muy fuertes. Cuando me dieron los resultados, compararon dos resonancias y la hernia había desaparecido», ha explicado a Rome Reports.

Fuente: Fluvium

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sábado, 10 de abril de 2010

Juan Pablo II, Apóstol de la Divina Misericordia

Oración a la Divina Misericordia

Oración a la Divina Misericordia pronunciada por Juan Pablo II para confiar el mundo a la Divina Misericordia, en el Santuario de la Misericordia Divina, Cracovia, el sábado 17 de agosto de 2002.


Dios, Padre Misericordioso, que has revelado Tu Amor en tu Hijo Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo: Te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre. Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota todo mal; haz que todos los habitantes de la tierra experimenten Tu Misericordia, para que en Ti, Dios Uno y Trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza. Padre Eterno, por la Dolorosa Pasión y Resurrección de Tu Hijo, Ten Misericordia de nosotros y del mundo entero. Amén.

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Texto completo de la homilía:
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/homilies/2002/documents/hf_jp-ii_hom_20020817_shrine-divine-mercy_sp.html#top

Tomado de :
http://www.juanpablomagno.org/DivinaMisericordia


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martes, 6 de abril de 2010

«Karol Wojtyla me salvó la vida en 1945»

«Me acuerdo perfectamente. Me encontraba allí, era una niña de trece años, sola, enferma, débil. Había pasado tres años en un campo de concentración alemán, a punto de morir. Y Karol Wojtyla me salvó la vida, como un ángel, como un sueño venido del cielo: me dio de beber y de comer y después me llevó en sus espaldas unos cuatro kilómetros, en la nieve, antes de tomar el tren hacia la salvación»


Agencia Zenit. Año 2004

Edith Zirer narra el episodio como si hubiera sucedido ayer. Era una fría mañana de primeros de febrero de 1945. La pequeña judía, que todavía no era consciente de ser el único miembro de su familia que sobrevivió a la masacre nazi, se dejó llevar en los brazos de un sacerdote de 25 años, alto, fuerte, que sin pedirle nada, simplemente le dio un rayo de esperanza.

Hoy aquel sacerdote, según ella, es el obispo de Roma. Edith querría agradecer finalmente aquel gesto. «Sólo un pequeño ‘gracias’ en polaco por aquello que hizo, por la manera en que lo hizo, para decirle que nunca me olvidé de él», dice desde su hermosa casa ubicada en las colinas del Carmelo, en la periferia de Haifa.

Edith tiene 66 años y dos hijos. Reconstruyó su vida en Israel, donde llegó en 1951, cuando todavía padecía las lacras de la tuberculosis y los fantasmas de la guerra alteraban sus sueños.

Durante todo este tiempo se ha guardado esta historia. Cuando en 1978, Karol Wojtyla subió a la cátedra de Pedro, comenzó a sentir la necesidad de hablar, de contarlo a alguien, de mostrar su agradecimiento. La pregunta surge inmediatamente: pero, ¿cómo puede estar segura de que aquel sacerdote es el Papa? ¿Por qué ha esperado tanto? Estos interrogantes se los han planteado también los periodistas de «Kolbo», el semanario de Haifa que publica un artículo sobre este asunto. «El relato es convincente. No trata de hacerse publicidad, todos los detalles que ofrece parecen creíbles», dicen los redactores. Tan convincentes que la embajada israelí ante la Santa Sede ya está moviéndose para tratar de poner en contacto a la señora Zirer con la secretaría del Papa.

La narración habla por sí misma. «El 28 de enero de 1945 los soldados rusos liberaron el campo de concentración de Hassak, donde había estado encerrada durante casi tres años trabajando en una fábrica de municiones -explica Edith, quien entonces tenía trece años-. Me sentía confundida, estaba postrada por la enfermedad. Dos días después, llegué a una pequeña estación ferroviaria entre Czestochowa y Cracovia». Precisamente en Cracovia, Wojtyla acababa de ser ordenado sacerdote. «Estaba convencida de llegar al final de mi viaje. Me eché por tierra, en un rincón de una gran sala donde se reunían decenas de prófugos que en su mayoría todavía vestían los uniformes con los números de los campos de concentración. Entonces Wojtyla me vio. Vino con una gran taza de té, la primera bebida caliente que había podido probar en las últimas semanas. Después me trajo un bocadillo de queso, hecho con pan negro polaco, divino. Pero yo no quería comer, estaba demasiado cansada. El me obligó. Después me dijo que tenía que caminar para coger el tren. Lo intenté, pero me caí al suelo. Entonces, me tomó en sus brazos, y me llevó durante mucho tiempo. Mientras tanto la nieve seguía cayendo. Recuerdo su chaqueta marrón, la voz tranquila que me reveló la muerte de sus padres, de su hermano, la soledad en que se encontraba, y la necesidad de no dejarse llevar por el dolor y de combatir para vivir. Su nombre se grabó indeleblemente en mi memoria».

Cuando finalmente llegaron hasta el convoy destinado a llevar a los detenidos hacia Occidente, Edith se encontró con una familia judía que le puso en guardia: «Atenta, los curas tratan de convertir a los niños hebreos». Ella tuvo miedo y se escondió. «Sólo después comprendí que lo único que quería era ayudarme. Y quisiera decírselo personalmente».

...Edith Zirer, casada hoy y con 2 hijos, que vive en Haifa, en una colina del Monte Carmelo, quiso estar con el Papa (59 años después de lo ocurrido) en su histórico viaje a Tierra Santa para darle personalmente las gracias justamente en el Memorial del Holocausto Yad Vashem. Fue un día inolvidable para ella y para toda la población judía, así como una lección universal de humanidad...".


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