sábado, 20 de julio de 2024
ORACIÓN POR LA PAZ de San Juan Pablo II
Oh, Dios, Creador del universo, que extiendes tu preocupación paternal sobre cada criatura y que guías los eventos de la historia a la meta de la salvación; reconocemos tu amor paternal que a pesar de la resistencia de la humanidad y, en un mundo dividido por la disputa y la discordia, Tú nos haces preparar para la reconciliación.
martes, 16 de julio de 2024
San Juan Pablo II devoto de la Virgen del Carmen
Todos los 16 de julio se
celebra una de las advocaciones marianas más celebradas y arraigadas: la de la
Virgen del Carmen, con millones de devotos. Uno de los más conocidos y que más
habló del escapulario y de la importancia de María fue San Juan Pablo II.
Muchas son las referencias
que muestran cómo a lo largo de toda la vida del santo polaco, desde que era
niño, en su corazón estaba la Virgen del Carmen. Cari Filii News recuerda esta
devoción:
En el año 2001 se celebraba
el 750º aniversario de la entrega del Escapulario del Carmen a San Simón Stock,
y con ese motivo el Papa reinante, San Juan Pablo II, proclamó un Año Mariano
Carmelitano. El 25 de marzo, festividad de la Anunciación, dirigió una
carta-mensaje a la Orden del Carmen donde hacía una confesión: “También yo llevo sobre mi corazón, desde
hace mucho tiempo, el escapulario del Carmen”.
“Desde
mi juventud“, reiteró el 16 de julio de 2003 en Castelgandolfo, “llevo en el cuello el escapulario de la
Virgen y me refugio con confianza bajo el manto de la Bienaventurada Virgen
María, Madre de Jesús. Espero que el escapulario sea para todos,
particularmente para los fieles que lo llevan, ayuda y defensa en los peligros,
sello de paz y signo del auxilio de María”.
Para entonces ya era bien
conocida esta devoción del Papa polaco a la Virgen del Carmen, que está en la
raíz de su interés por San Juan de la Cruz. Siendo estudiante universitario
leyó las obras del místico español y pensó ingresar en un convento carmelita
donde solía hacer con los religiosos los ejercicios espirituales. No llegó a
cumplir ese deseo (fue el cardenal Stefan Sapieha, arzobispo de Cracovia, quien
disipó sus dudas, confesaría luego), pero sí le consagró su tesis doctoral,
defendida años después en el Angelicum de Roma. Había, pues, un plan de Dios,
como había reconocido él mismo en 1988 al coronar (como haría varias veces a lo
largo de su pontificado) una imagen de Nuestra Señora del Carmen o del Monte
Carmelo, en aquella ocasión la que se venera en Czerna. Fue durante su viaje
apostólico a su Polonia natal, y no dudó en afirmar: “Hoy admiro los designios de la Providencia, que me ha incorporado a la
espiritualidad carmelitana… Mi primer escapulario, al que he permanecido fiel,
y el cual constituye mi fuerza“.
Así explicó él mismo la influencia
de la espiritualidad carmelitana en sus primeros años: “Al referirme a los orígenes de mi vocación sacerdotal, no puedo
olvidar la trayectoria mariana, La veneración a la Madre de Dios en su forma
tradicional me viene de la familia, y de la parroquia de Wadowice… En Wadowice
había sobre la colina un monasterio carmelita, cuya fundación se remontaba a
los tiempos de San Rafael Kalinowski. Muchos habitantes de Wadowice acudían
allí, y esto tenía un reflejo en la difundida devoción al Escapulario de la
Virgen del Carmen. También yo lo recibí, creo que cuando tenía diez años; y aún
lo llevo. Se iba a los carmelitas también para las confesiones. De ese modo,
tanto en la iglesia parroquial, como en la del Carmen se formó mi devoción
mariana durante los años de la infancia y de la adolescencia”.
Ya como Papa, esa devoción
se tradujo en un hecho significativo, que recuerda el padre carmelita Enrique
Llamas: “Él ostenta el récord entre todos los Papas por el número de documentos
marianos publicados, y en particular por el número de documentos sobre la
Virgen del Carmen, el Escapulario, y los Carmelitas”.
Y otro dato: cuando la
reforma litúrgica implantada por el San Pablo VI en 1969 relegó la festividad
de la Virgen del Carmen al rango litúrgico de “memoria libre”, Karol Wojtyla,
ya arzobispo de Cracovia, fue uno de los numerosos obispos del mundo que
escribieron a la Santa Sede que fuese restablecida y conservase al menos el
rango de “memoria obligatoria“, como finalmente se hizo.
La razón de esta preferencia
por la advocación del Carmen no es solamente pietista o referida a su devoción
infantil, sino profundamente teológica, en cuanto arraiga en el simbolismo
bíblico del Monte Carmelo. Así lo expresó el mismo san Juan Pablo II el 16 de
julio de 2000, en el rezo del Angelus en el Valle de Aosta, donde se encontraba
pasando unos días de descanso: “Al
contemplar estas montañas mi mente acude hoy al Monte Carmelo, cantado en la
Biblia por su belleza. Y es que celebramos la fiesta de la bienaventurada
Virgen del Monte Carmelo. Sobre ese monte, el santo profeta Elías defendió con
arrojo la integridad y la pureza de la fe del pueblo elegido del Dios vivo. En
esta misma montaña reuniéronse algunos ermitaños que se dedicaron a la
contemplación y a la penitencia. El Carmelo indica simbólicamente el monte de
la plena adhesión a la voluntad divina. Todos estamos llamados a escalar esta
montaña…”.
Si alguien encarna esa
adhesión a la voluntad divina es la mujer del Fiat a la Encarnación redentora. Y si alguien encarna el auxilio
para encaramarnos a ese monte, es la mediadora de todas las gracias. La Virgen
del Carmen, esa que, según propia confesión, constituía “toda la fuerza” del
Papa Wojtyla.
(Religión
en Libertad)
domingo, 7 de julio de 2024
Oración de San Juan Pablo II para la familia
“Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el
cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia
humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo,
"nacido de Mujer", y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en
verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre
se renuevan.
Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las
obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del
mundo.
Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la
familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el
amor.
Haz que el amor, corroborado por la gracia del
sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y
cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.
Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la
Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra
pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la
familia. Tú, que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del
Espíritu santo. Amén”
domingo, 30 de junio de 2024
Oración a María Madre de la Esperanza
María,
Madre de la esperanza... ¡Camina con nosotros!
Enséñanos
a proclamar al Dios vivo; ayúdanos a dar testimonio de Jesús, el único
Salvador; haznos serviciales con el prójimo, acogedores de los pobres, artífices
de justicia, constructores apasionados de un mundo más justo; intercede por
nosotros que actuamos en la historia, convencidos de que el designio del Padre
se cumplirá.
Aurora
de un mundo nuevo... ¡Muéstrate Madre de la esperanza y vela por nosotros!
Vela
por la Iglesia en el mundo: que sea trasparencia del Evangelio; que sea
auténtico lugar de comunión; que viva su misión de anunciar, celebrar y servir
el Evangelio de la esperanza para la paz y la alegría de todos.
Reina
de la Paz... ¡Protege la humanidad del tercer milenio!
Vela
por todos los cristianos: que prosigan confiados por la vía de la unidad, como
fermento para la concordia del todo el mundo.
Vela
por los jóvenes, esperanza del mañana: que respondan generosamente a la llamada
de Jesús.
Vela
por los responsables de las naciones: que se empeñen en construir una casa
común, en la que se respeten la dignidad y los derechos de todos.
María,
¡Danos a Jesús! ¡Haz que lo sigamos y amemos! Él es la esperanza de la Iglesia,
y de la humanidad. Él vive con nosotros, entre nosotros, en su Iglesia.
Contigo
decimos «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20): Que la esperanza de la gloria infundida
por Él en nuestros corazones dé frutos de justicia y de paz.
San Juan Pablo II
Ecclesia in Europa, 125
sábado, 22 de junio de 2024
San Juan Pablo II y la Cruz
"Si Cristo no se bajó de la Cruz, yo no me bajaré de la mía..."
domingo, 2 de junio de 2024
Corpus Christi es la celebración de la Eucaristía, misterio de amor.
La presencia eucarística nos recuerda que el Dios de nuestra fe, no es un Dios lejano,
sino un Dios muy próximo cuyas delicias son estar con los hijos de los hombres.
Un Padre que nos envía al Hijo para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.
Un Hijo y hermano nuestro, que con su Encarnación se ha hecho verdaderamente Hombre, sin dejar de
ser Dios, y ha querido quedarse entre nosotros hasta la consumación del mundo.
Se comprende por la fe que la sagrada Eucaristía constituye el don más grande
que Cristo ha ofrecido y ofrece permanentemente a su Esposa. Es raíz y cumbre
de toda vida cristiana y de toda acción en la Iglesia.
En la Hostia consagrada se compendian las palabras de Cristo, su vida
ofrecida al Padre por nosotros y la gloria de su Cuerpo resucitado. Esta
presencia del Emmanuel, Dios-con-nosotros, es a la vez un misterio de fe, una
prenda de esperanza y la fuente de caridad con Dios y entre los hombres.
Es misterio de fe, porque el Señor crucificado y resucitado está realmente
presente en la Eucaristía, no sólo durante la celebración del Santo Sacrificio,
sino mientras subsisten las especies sacramentales. Nuestra alabanza,
adoración, acción de gracias y petición a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, se enraízan en este misterio de fe. Esa misma presencia del
Cuerpo y Sangre de Cristo, bajo las especies de pan y vino, constituye una
articulación entre el tiempo y la
eternidad, y nos proporciona una prenda de la esperanza que anima nuestro
caminar.
La Sagrada Eucaristía, en efecto, es al mismo tiempo, un anuncio constante
de su segunda venida al final de los tiempos. Prenda de la esperanza
futura y aliento, al mismo tiempo
esperanzado, para nuestra marcha hacia la vida eterna.
Ante la Sagrada Hostia volvemos a escuchar las dulces palabras: “Venid a mí
todos los que estáis fatigados y cargados que yo os aliviaré”. La presencia
sacramental de Cristo es también fuente de amor. Porque “amor con amor se paga”.
Amor en primer lugar al propio Cristo. El encuentro eucarístico es un encuentro
de amor. Amor también a nuestros hermanos.
(San Juan Pablo II)
La presencia eucarística nos recuerda que el Dios de nuestra fe, no es un Dios lejano, sino un Dios muy próximo cuyas delicias son estar con los hijos de los hombres. Un Padre que nos envía al Hijo para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Un Hijo y hermano nuestro, que con su Encarnación se ha hecho verdaderamente Hombre, sin dejar de ser Dios, y ha querido quedarse entre nosotros hasta la consumación del mundo. Se comprende por la fe que la sagrada Eucaristía constituye el don más grande que Cristo ha ofrecido y ofrece permanentemente a su Esposa. Es raíz y cumbre de toda vida cristiana y de toda acción en la Iglesia.
En la Hostia consagrada se compendian las palabras de Cristo, su vida ofrecida al Padre por nosotros y la gloria de su Cuerpo resucitado. Esta presencia del Emmanuel, Dios-con-nosotros, es a la vez un misterio de fe, una prenda de esperanza y la fuente de caridad con Dios y entre los hombres.
Es misterio de fe, porque el Señor crucificado y resucitado está realmente presente en la Eucaristía, no sólo durante la celebración del Santo Sacrificio, sino mientras subsisten las especies sacramentales. Nuestra alabanza, adoración, acción de gracias y petición a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se enraízan en este misterio de fe. Esa misma presencia del Cuerpo y Sangre de Cristo, bajo las especies de pan y vino, constituye una articulación entre el tiempo y la eternidad, y nos proporciona una prenda de la esperanza que anima nuestro caminar.
La Sagrada Eucaristía, en efecto, es al mismo tiempo, un anuncio constante de su segunda venida al final de los tiempos. Prenda de la esperanza futura y aliento, al mismo tiempo esperanzado, para nuestra marcha hacia la vida eterna.
Ante la Sagrada Hostia volvemos a escuchar las dulces palabras: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados que yo os aliviaré”. La presencia sacramental de Cristo es también fuente de amor. Porque “amor con amor se paga”. Amor en primer lugar al propio Cristo. El encuentro eucarístico es un encuentro de amor. Amor también a nuestros hermanos.
(San Juan Pablo II)