sábado, 20 de julio de 2024

ORACIÓN POR LA PAZ de San Juan Pablo II

 

Oh, Dios, Creador del universo, que extiendes tu preocupación paternal sobre cada criatura y que guías los eventos de la historia a la meta de la salvación; reconocemos tu amor paternal que a pesar de la resistencia de la humanidad y, en un mundo dividido por la disputa y la discordia, Tú nos haces preparar para la reconciliación.
Renueva en nosotros las maravillas de tu misericordia; envía tu Espíritu sobre nosotros, para que él pueda obrar en la intimidad de nuestros corazones; para que los enemigos puedan empezar a dialogar; para que los adversarios puedan estrecharse las manos; y para que las personas puedan encontrar entre sí la armonía.
Para que todos puedan comprometerse en la búsqueda sincera de la verdadera paz; para que se eliminen todas las disputas, para que la caridad supere al odio, para que el perdón venza el deseo de venganza. Amén.


martes, 16 de julio de 2024

San Juan Pablo II devoto de la Virgen del Carmen

Todos los 16 de julio se celebra una de las advocaciones marianas más celebradas y arraigadas: la de la Virgen del Carmen, con millones de devotos. Uno de los más conocidos y que más habló del escapulario y de la importancia de María fue San Juan Pablo II.
 
Muchas son las referencias que muestran cómo a lo largo de toda la vida del santo polaco, desde que era niño, en su corazón estaba la Virgen del Carmen. Cari Filii News recuerda esta devoción:
 
En el año 2001 se celebraba el 750º aniversario de la entrega del Escapulario del Carmen a San Simón Stock, y con ese motivo el Papa reinante, San Juan Pablo II, proclamó un Año Mariano Carmelitano. El 25 de marzo, festividad de la Anunciación, dirigió una carta-mensaje a la Orden del Carmen donde hacía una confesión: “También yo llevo sobre mi corazón, desde hace mucho tiempo, el escapulario del Carmen”.
 
“Desde mi juventud“, reiteró el 16 de julio de 2003 en Castelgandolfo, “llevo en el cuello el escapulario de la Virgen y me refugio con confianza bajo el manto de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Jesús. Espero que el escapulario sea para todos, particularmente para los fieles que lo llevan, ayuda y defensa en los peligros, sello de paz y signo del auxilio de María”.
 
Para entonces ya era bien conocida esta devoción del Papa polaco a la Virgen del Carmen, que está en la raíz de su interés por San Juan de la Cruz. Siendo estudiante universitario leyó las obras del místico español y pensó ingresar en un convento carmelita donde solía hacer con los religiosos los ejercicios espirituales. No llegó a cumplir ese deseo (fue el cardenal Stefan Sapieha, arzobispo de Cracovia, quien disipó sus dudas, confesaría luego), pero sí le consagró su tesis doctoral, defendida años después en el Angelicum de Roma. Había, pues, un plan de Dios, como había reconocido él mismo en 1988 al coronar (como haría varias veces a lo largo de su pontificado) una imagen de Nuestra Señora del Carmen o del Monte Carmelo, en aquella ocasión la que se venera en Czerna. Fue durante su viaje apostólico a su Polonia natal, y no dudó en afirmar: “Hoy admiro los designios de la Providencia, que me ha incorporado a la espiritualidad carmelitana… Mi primer escapulario, al que he permanecido fiel, y el cual constituye mi fuerza“.
 
Así explicó él mismo la influencia de la espiritualidad carmelitana en sus primeros años: “Al referirme a los orígenes de mi vocación sacerdotal, no puedo olvidar la trayectoria mariana, La veneración a la Madre de Dios en su forma tradicional me viene de la familia, y de la parroquia de Wadowice… En Wadowice había sobre la colina un monasterio carmelita, cuya fundación se remontaba a los tiempos de San Rafael Kalinowski. Muchos habitantes de Wadowice acudían allí, y esto tenía un reflejo en la difundida devoción al Escapulario de la Virgen del Carmen. También yo lo recibí, creo que cuando tenía diez años; y aún lo llevo. Se iba a los carmelitas también para las confesiones. De ese modo, tanto en la iglesia parroquial, como en la del Carmen se formó mi devoción mariana durante los años de la infancia y de la adolescencia”.
 
Ya como Papa, esa devoción se tradujo en un hecho significativo, que recuerda el padre carmelita Enrique Llamas: “Él ostenta el récord entre todos los Papas por el número de documentos marianos publicados, y en particular por el número de documentos sobre la Virgen del Carmen, el Escapulario, y los Carmelitas”.
 
Y otro dato: cuando la reforma litúrgica implantada por el San Pablo VI en 1969 relegó la festividad de la Virgen del Carmen al rango litúrgico de “memoria libre”, Karol Wojtyla, ya arzobispo de Cracovia, fue uno de los numerosos obispos del mundo que escribieron a la Santa Sede que fuese restablecida y conservase al menos el rango de “memoria obligatoria“, como finalmente se hizo.
 
La razón de esta preferencia por la advocación del Carmen no es solamente pietista o referida a su devoción infantil, sino profundamente teológica, en cuanto arraiga en el simbolismo bíblico del Monte Carmelo. Así lo expresó el mismo san Juan Pablo II el 16 de julio de 2000, en el rezo del Angelus en el Valle de Aosta, donde se encontraba pasando unos días de descanso: “Al contemplar estas montañas mi mente acude hoy al Monte Carmelo, cantado en la Biblia por su belleza. Y es que celebramos la fiesta de la bienaventurada Virgen del Monte Carmelo. Sobre ese monte, el santo profeta Elías defendió con arrojo la integridad y la pureza de la fe del pueblo elegido del Dios vivo. En esta misma montaña reuniéronse algunos ermitaños que se dedicaron a la contemplación y a la penitencia. El Carmelo indica simbólicamente el monte de la plena adhesión a la voluntad divina. Todos estamos llamados a escalar esta montaña…”.
 
Si alguien encarna esa adhesión a la voluntad divina es la mujer del Fiat a la Encarnación redentora. Y si alguien encarna el auxilio para encaramarnos a ese monte, es la mediadora de todas las gracias. La Virgen del Carmen, esa que, según propia confesión, constituía “toda la fuerza” del Papa Wojtyla.
(Religión en Libertad)

domingo, 7 de julio de 2024

Oración de San Juan Pablo II para la familia

“Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, "nacido de Mujer", y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.
 
Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.
 
Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.
 
Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.
 
Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Tú, que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu santo. Amén”

domingo, 30 de junio de 2024

Oración a María Madre de la Esperanza

María, Madre de la esperanza... ¡Camina con nosotros!
 
Enséñanos a proclamar al Dios vivo; ayúdanos a dar testimonio de Jesús, el único Salvador; haznos serviciales con el prójimo, acogedores de los pobres, artífices de justicia, constructores apasionados de un mundo más justo; intercede por nosotros que actuamos en la historia, convencidos de que el designio del Padre se cumplirá.
 
Aurora de un mundo nuevo... ¡Muéstrate Madre de la esperanza y vela por nosotros!
 
Vela por la Iglesia en el mundo: que sea trasparencia del Evangelio; que sea auténtico lugar de comunión; que viva su misión de anunciar, celebrar y servir el Evangelio de la esperanza para la paz y la alegría de todos.
 
Reina de la Paz... ¡Protege la humanidad del tercer milenio!
 
Vela por todos los cristianos: que prosigan confiados por la vía de la unidad, como fermento para la concordia del todo el mundo.
 
Vela por los jóvenes, esperanza del mañana: que respondan generosamente a la llamada de Jesús.
 
Vela por los responsables de las naciones: que se empeñen en construir una casa común, en la que se respeten la dignidad y los derechos de todos.
 
María, ¡Danos a Jesús! ¡Haz que lo sigamos y amemos! Él es la esperanza de la Iglesia, y de la humanidad. Él vive con nosotros, entre nosotros, en su Iglesia.
 
Contigo decimos «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20): Que la esperanza de la gloria infundida por Él en nuestros corazones dé frutos de justicia y de paz.
 
San Juan Pablo II
Ecclesia in Europa, 125

sábado, 22 de junio de 2024

San Juan Pablo II y la Cruz

En los últimos años de su pontificado, 
cuando su salud estaba muy deteriorada, 
varias veces le preguntaron al papa Juan Pablo II 
por qué no renunciaba... Y la respuesta de él siempre era la misma: 
"Si Cristo no se bajó de la Cruz, yo no me bajaré de la mía..."
El Papa Santo escribió:

Jamás un hombre ha sufrido tan intensamente, tan completamente, e este hombre es el Hijo de Dios. En su rostro humano se transparenta una nobleza superior. Cristo realiza el ideal del hombre que, a través del dolor, lleva el valor de la existencia al nivel más alto.

La Sangre de Cristo derramada en la Cruz, se ha transformado en fuente de salvación. Abrió a la humanidad el retorno a la morada del Padre, al Reino de los Cielos.

En la Cruz hemos conocido el amor, el amor hasta el extremo. Aquí, en la cruz, conocemos cuál es el poder, en el cielo y en la tierra, de Cristo crucificado; conocemos la fe, la conocemos con el corazón, aquí se nos revela el amor mayor que todo amor humano.

¡Ave Cruz de Cristo! En cualquier lugar donde se encuentre tu signo, Cristo de testimonio de su Pascua: del “paso de la muerte a la vida”. Y da testimonio del amor que es la potencia de la vida, del amor que vence a la muerte.

domingo, 2 de junio de 2024

Corpus Christi es la celebración de la Eucaristía, misterio de amor.

La presencia eucarística nos recuerda que el  Dios de nuestra fe, no es un Dios lejano, sino un Dios muy próximo cuyas delicias son estar con los hijos de los hombres. Un Padre que nos envía al Hijo para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Un Hijo y hermano nuestro, que con su Encarnación se  ha hecho verdaderamente Hombre, sin dejar de ser Dios, y ha querido quedarse entre nosotros hasta la consumación del mundo. Se comprende por la fe que la sagrada Eucaristía constituye el don más grande que Cristo ha ofrecido y ofrece permanentemente a su Esposa. Es raíz y cumbre de toda vida cristiana y de toda acción en la Iglesia.

En la Hostia consagrada se compendian las palabras de Cristo, su vida ofrecida al Padre por nosotros y la gloria de su Cuerpo resucitado. Esta presencia del Emmanuel, Dios-con-nosotros, es a la vez un misterio de fe, una prenda de esperanza y la fuente de caridad con Dios y entre los hombres.

Es misterio de fe, porque el Señor crucificado y resucitado está realmente presente en la Eucaristía, no sólo durante la celebración del Santo Sacrificio, sino mientras subsisten las especies sacramentales. Nuestra alabanza, adoración, acción de gracias y petición a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se enraízan en este misterio de fe. Esa misma presencia del Cuerpo y Sangre de Cristo, bajo las especies de pan y vino, constituye una articulación  entre el tiempo y la eternidad, y nos proporciona una prenda de la esperanza que anima nuestro caminar.

La Sagrada Eucaristía, en efecto, es al mismo tiempo, un anuncio constante de su segunda venida al final de los tiempos. Prenda de la esperanza futura  y aliento, al mismo tiempo esperanzado, para nuestra marcha hacia la vida eterna.

Ante la Sagrada Hostia volvemos a escuchar las dulces palabras: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados que yo os aliviaré”. La presencia sacramental de Cristo es también fuente de amor. Porque “amor con amor se paga”. Amor en primer lugar al propio Cristo. El encuentro eucarístico es un encuentro de amor. Amor también a nuestros hermanos.

(San Juan Pablo II)

domingo, 26 de mayo de 2024

De San Juan Pablo II a la Santísima Trinidad

¡Gloria y alabanza a ti, Santísima Trinidad, único y eterno Dios!
 
Bendito seas, Padre, que en Tu infinito Amor nos has dado a Tu Hijo Unigénito, hecho carne por obra del Espíritu Santo en el seno purísimo de la Virgen María y nacido en Belén hace dos mil años. Él se hizo nuestro Compañero de viaje y dio nuevo significado a la historia, que es un camino recorrido juntos en las penas y los sufrimientos, en la fidelidad y el amor, hacia los cielos nuevos y la tierra nueva en los cuales Tú, vencida la muerte, serás Todo en todos.
 
¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y Eterno Dios!
 
Que por tu gracia, Padre, este tiempo sea un tiempo de conversión y de gozoso retorno a Ti; que sea un tiempo de reconciliación entre los hombres y de nueva concordia entre las naciones; un tiempo en que las espadas se cambien por arados y al ruido de las armas le sigan los cantos de la paz. Concédenos, Padre, poder vivir dóciles a la voz del Espíritu, fieles en el seguimiento de Cristo, asiduos en la escucha de la Palabra y en el acercarnos a las fuentes de la gracia.
 
¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y Eterno Dios!
 
Sostén, Padre, con la fuerza del Espíritu, los esfuerzos de la Iglesia en la nueva evangelización y guía nuestros pasos por los caminos del mundo, para anunciar a Cristo con la propia vida orientando nuestra peregrinación terrena hacia la Ciudad de la Luz. Que los discípulos de Jesús brillen por su amor hacia los pobres; que sean solidarios con los necesitados y generosos en las obras de misericordia; que sean indulgentes con los hermanos para alcanzar de Ti ellos mismos indulgencia y perdón.
 
¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y Eterno Dios!
 
Concede, Padre, que los discípulos de Tu Hijo, purificada la memoria y reconocidas las propias culpas, sean una sola cosa para que el mundo crea. Se extienda el diálogo entre los seguidores de las grandes religiones y todos los hombres descubran la alegría de ser hijos tuyos. A la voz suplicante de María, Madre de todos los hombres, se unan las voces orantes de los apóstoles y de los mártires cristianos, de los justos de todos los pueblos y de todos los tiempos, para que este tiempo sea para cada uno y para la Iglesia causa de renovada esperanza y de gozo en el Espíritu.
 
¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y Eterno Dios!
 
A Ti, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia. En el Espíritu que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
 
San Juan Pablo II

domingo, 19 de mayo de 2024

San Juan Pablo II en Pentecostés


En los últimos días de su vida terrena, Jesús prometió a sus discípulos el don del Espíritu Santo como su verdadera herencia, continuación de su misma presencia. Pentecostés, descrito por los Hechos de los Apóstoles, es el acontecimiento que hace evidente y público, cincuenta días después, este don que Jesús hizo a los suyos la tarde misma del día de Pascua.

La Iglesia de Cristo está siempre, por decirlo así, en estado de Pentecostés. Siempre reunida en el Cenáculo para orar, está, al mismo tiempo, bajo el viento impetuoso del Espíritu, siempre en camino para anunciar. La Iglesia se mantiene perennemente joven y viva, una, santa, católica y apostólica, porque el Espíritu desciende continuamente sobre ella para recordarle todo lo que su Señor le dijo, y para guiarla a la verdad plena.

Al mirar a María y a José, que presentan al Niño en el templo o que van en peregrinación a Jerusalén, los padres cristianos pueden reconocerse mientras participan con sus hijos en la Eucaristía dominical o se reúnen en sus hogares para rezar. A este propósito, me complace recordar el programa que, hace años, vuestros obispos propusieron desde Nin:  "La familia católica croata reza todos los días y el domingo celebra la Eucaristía". Para que esto pueda suceder, es de fundamental importancia el respeto del carácter sagrado del día festivo, que permite a los miembros de la familia reunirse y juntos dar a Dios el culto debido.

La familia requiere hoy una atención privilegiada y medidas concretas que favorezcan y tutelen su constitución, desarrollo y estabilidad. Pienso en los graves problemas de la vivienda y del empleo, entre otros. No hay que olvidar que, ayudando a la familia, se contribuye también a la solución de otros graves problemas, como por ejemplo la asistencia a los enfermos y a los ancianos, el freno a la difusión de la criminalidad, y un remedio contra la droga.

La sociedad actual está dramáticamente fragmentada y dividida. Precisamente por eso, está tan profundamente insatisfecha. Pero el cristiano no se resigna al cansancio y a la inercia. Sed el pueblo de la esperanza. Sed un pueblo que reza: "Ven, Espíritu, desde los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que revivan" (Ez 37, 9). Sed un pueblo que cree en las palabras que nos dijo Dios y que se realizaron en Cristo: "Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago" (Ez 37, 14).

Cristo desea que todos sean uno en él, para que en todos esté la plenitud de su alegría. También hoy expresa este deseo para la Iglesia que somos nosotros. Por eso, juntamente con el Padre, envió al Espíritu Santo. El Espíritu actúa de forma incansable para superar toda dispersión y sanar toda herida.

San Pablo nos ha recordado que "el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí" (Ga 5, 22-23). El Papa invoca estos dones para todos los que participáis en esta celebración y que aquí renováis vuestro compromiso de dar testimonio de Cristo y de su Evangelio.

"¡Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor!" (Aleluya). ¡Ven, Espíritu Santo! Amén.

San Juan Pablo II
Santa Misa para las familias en Rijeka, Croacia
Domingo de Pentecostés, 8 de junio de 2003

martes, 14 de mayo de 2024

«La mano de Nuestra Señora desvió el curso de la bala» (Juan Pablo II)

El 13 de mayo de 1981, en la Plaza de San Pedro de Roma, varios disparos alcanzaron al Soberano Pontífice polaco, Juan Pablo II, mientras se desplazaba entre la multitud de peregrinos que acudían a la Audiencia General.
 
El periodista Benedetto Nardacci testifica: “Por primera vez se puede hablar de terrorismo en el Vaticano, donde siempre se han difundido mensajes de amor, concordia y paz”. Él siguió en directo la Audiencia General para el programa italiano de Radio Vaticana y el 13 de mayo de 1981, a las 17:17 horas, fue testigo de lo inesperado: un intento de asesinato contra Juan Pablo II, quien entonces contaba 60 años. Su atacante, Mehmet Ali Agca, de 23 años, era un activista turco. Una religiosa franciscana, sor Letizia Giudici, consigue derribarlo cuando él acababa de tropezar y logra que se le caiga la pistola.
 
La multitud de 20.000 peregrinos que se había acercado a la Plaza de San Pedro quedó presa de un asombro mezclado con pánico. En las calles de Borgo, vecinas al lugar de la tragedia, se extendió un clamor: “Han matado al Papa. ¡El Papa está muerto!”. Y, sin embargo, el Sucesor de Pedro seguía vivo. De camino al hospital Gemelli, susurra el nombre de María en su lengua materna. La Iglesia celebra en este día a Nuestra Señora de Fátima.
 
Juan Pablo II, en estado crítico, fue operado durante más de cuatro horas. En Roma y en todo el mundo, millones de fieles rezan por él. Su clamor lleno de fervor y esperanza fue escuchado: cuatro días después, el Santo Padre les habló desde su cama de hospital. A la hora del rezo del Regina Coeli, oración de la que brota la fuerza del perdón y de la confianza filial en la Madre del Salvador, el Papa dice:
 
“¡Alabado sea Jesucristo! Queridos hermanos y hermanas, sé que en estos días y especialmente en esta hora del Regina Coeli, estáis unidos a mí. Os agradezco profundamente sus oraciones y os bendigo a todos. Estoy especialmente cerca de las dos personas heridas conmigo. Rezo por el hermano que me disparó y a quien he perdonado sinceramente. Unido a Cristo, sacerdote y víctima, ofrezco mis sufrimientos por la Iglesia y por el mundo. A ti, María, te repito: ‘Totus tuus ego sum’, soy todo tuyo”.
 
Un año después, Juan Pablo II fue a Fátima. Está convencido de ello: la mano de Nuestra Señora, quien se apareció seis décadas antes a los tres pastorcitos, desvió el curso de la bala. A Ella le debe su supervivencia.

domingo, 12 de mayo de 2024

La Ascensión del Señor

"Dios asciende entre aclamaciones"
(Antífona del Salmo responsorial). Estas palabras de la liturgia de hoy nos introducen en la solemnidad de la Ascensión del Señor. Revivimos el momento en que Cristo, cumplida su misión terrena, vuelve al Padre. Esta fiesta constituye el coronamiento de la glorificación de Cristo, realizada en la Pascua. Representa también la preparación inmediata para el don del Espíritu Santo, que sucederá en Pentecostés. Por tanto, no hay que considerar la Ascensión del Señor como un episodio aislado, sino como parte integrante del único misterio pascual.
 
En realidad, Jesús resucitado no deja definitivamente a sus discípulos; más bien, empieza un nuevo tipo de relación con ellos. Aunque desde el punto de vista físico y terreno ya no está presente como antes, en realidad su presencia invisible se intensifica, alcanzando una profundidad y una extensión absolutamente nuevas. Gracias a la acción del Espíritu Santo prometido, Jesús estará presente donde enseñó a los discípulos a reconocerlo: en la palabra del Evangelio, en los sacramentos y en la Iglesia, comunidad de cuantos creerán en él, llamada a cumplir una incesante misión evangelizadora a lo largo de los siglos.
 
La liturgia nos exhorta hoy a mirar al cielo, como hicieron los Apóstoles en el momento de la Ascensión, pero para ser los testigos creíbles del Resucitado en la tierra (cf. Hch 1, 11), colaborando con él en el crecimiento del reino de Dios en medio de los hombres. Nos invita, además, a meditar en el mandato que Jesús dio a los discípulos antes de subir al cielo: predicar a todas las naciones la conversión y el perdón de los pecados (cf. Lc 24, 47).
 
Todos los miembros del Cuerpo místico de Cristo están llamados a dar su contribución a vuestra acción de compromiso apostólico y de renovación eclesial. Pienso de modo especial en vosotros, amadísimos jóvenes… Con la misma alegría id al encuentro de vuestros coetáneos, y sed acogedores y abiertos con ellos. Además, también podéis hacer mucho por los ancianos. Es sabido que entre jóvenes y ancianos se crea a menudo un vínculo que puede resultar para vosotros un óptimo camino de profundización de la fe, a la luz de su experiencia. Asimismo, podéis comunicar a los ancianos el entusiasmo típico de vuestra edad, para que vivan mejor el otoño de su existencia. De este modo se realiza un útil intercambio de dones en beneficio de toda la comunidad. Que la comprensión y la cooperación recíprocas entre todos sean el estilo permanente de vuestra vida familiar y parroquial.
 
"Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido" (Lc 24, 49). Jesús habla aquí de su Espíritu, el Espíritu Santo. También nosotros, al igual que los discípulos, nos disponemos a recibir este don en la solemnidad de Pentecostés. Sólo la misteriosa acción del Espíritu puede hacernos nuevas criaturas; sólo su fuerza misteriosa nos permite anunciar las maravillas de Dios. Por tanto, no tengamos miedo; no nos encerremos en nosotros mismos. Por el contrario, con pronta disponibilidad colaboremos con él, para que la salvación que Dios ofrece en Cristo a todo hombre lleve a la humanidad entera al Padre.
 
Permanezcamos en espera de la venida del Paráclito, como los discípulos en el Cenáculo, juntamente con María. Que ella, como Reina de nuestro corazón, haga de todos los creyentes una familia unida en el amor y en la paz.
 
San Juan Pablo II
Festividad de la Ascensión del Señor 2001
Imagen tomada de Google

miércoles, 8 de mayo de 2024

San Juan Pablo II en la Basílica de Nuestra Señora de Luján (1982)

En 1982, en pleno conflicto bélico entre Argentina y Gran Bretaña por las Islas Malvinas, el papa Juan Pablo II visitó la República Argentina y se hizo presente en la Basílica de Nuestra Señora de Luján donde rezó por la paz.

"Vengo a orar por todos aquellos que han perdido la vida: por las víctimas de ambas partes; por las familias que sufren, como lo hice igualmente en Gran Bretaña. Vengo a orar por la paz, por una digna y justa solución del conflicto armado"

En la estación de ferrocarril, el Santo Padre fue recibido por el Obispo de Mercedes, Mons. Emilio Ogñenovich. Al aparecer el Santo Padre sobre la Avenida Nuestra Señora de Luján se estremeció la multitud y comenzaron a agitarse las banderas y banderines entre vítores y aplausos. Luego, Juan Pablo II fue a postrarse ante la Sagrada Imagen de Luján, bajada expresamente desde su Templete al altar Papal.

Su Santidad oró ante Ella. Luego se acercó a la bendita Imagen y le colocó el estuche abierto que contenía la Rosa de Oro que, con admiración inesperada de todos, como obsequio y distinción excepcional el Santo Padre ofrendaba a Nuestra Señora de Luján.

sábado, 27 de abril de 2024

Juan Pablo II: a 10 años de su canonización

Hoy, sábado 27 de abril, se cumplen diez años de la canonización de Juan Pablo II, elevado al rango de santo por el Papa Francisco al mismo tiempo que Juan XXIII.
 
Desde entonces, cada jueves por la mañana, exactamente a las 7h10 -para que pueda ser retransmitido por Radio Vaticano-, los polacos del Vaticano y los que peregrinan a Roma se reúnen para celebrar una Misa ante la tumba de Juan Pablo II, “su” Papa, el hombre que devolvió la dignidad a un pueblo aplastado por el yugo comunista.
 
Situar el legado de Juan Pablo II en Roma es, pues, ante todo reconocer las banderas rojas y blancas de los numerosos grupos polacos, visibles todos los días, y durante todos los Ángelus y audiencias generales. Para millones de polacos de todas las generaciones, la peregrinación a Roma es una experiencia ineludible, incluso para las personas de medios modestos que ahorran varios años para realizar este viaje tras las huellas de su Papa, que reinó durante más de un cuarto de siglo.
 
La Misa del jueves por la mañana ante la tumba de Juan Pablo II suele celebrarla el cardenal Konrad Krajewski, actual Prefecto del Dicasterio para el Servicio de la Caridad. Sirvió íntimamente al Pontífice polaco como celebrante ceremonial papal durante los últimos años de su vida, cuando su enfermedad requería gran delicadeza e ingenio para ponerle los ornamentos litúrgicos y sostenerle físicamente durante las celebraciones. La mirada atenta y preocupada de monseñor Krajewski aún puede verse en muchas fotos de aquella época.
 
Juan Pablo II siguió siendo popular en el corazón de los romanos. En los alrededores del Vaticano y en la ciudad de Roma, el rostro de Juan Pablo II sigue apareciendo en muchas tiendas de recuerdos, comunidades religiosas y parroquias.
 
En abril de 2025, se celebrará el 20º aniversario de la muerte de Juan Pablo II. Esta conmemoración será sin duda la ocasión para que sus colaboradores más antiguos y el Papa le rindan un sentido homenaje al santo pontífice polaco.
 
Extractado de Aleteia. Autor Cyprien Viet

domingo, 21 de abril de 2024

Domingo del Buen Pastor y de las Vocaciones

“El Buen Pastor, según las palabras de Cristo, es precisamente el que "viendo venir al lobo", no huye, sino que está dispuesto a exponer la propia vida, luchando con el ladrón, para que ninguna de las ovejas se pierda. Si no estuviese dispuesto a esto, no sería digno del nombre de Buen Pastor. Sería mercenario, pero no pastor”
 
San Juan Pablo II
Audiencia General
Miércoles 9 de mayo de 1979
 
Coincidentemente con el Domingo del Buen Pastor, la Iglesia dedica este día a la Oración por las Vocaciones Sacerdotales y Religiosas. La siguiente es una oración compuesta por san Juan Pablo II:
 
Padre Bueno, en Cristo tu Hijo nos revelas tu amor, nos abrazas como a tus hijos y nos ofreces la posibilidad de descubrir, en tu voluntad, los rasgos de nuestro verdadero rostro.
 
Padre santo, Tú nos llamas a ser santos como Tú eres santo. Te pedimos que nunca falten a tu Iglesia ministros y apóstoles santos que, con la palabra y con los sacramentos, preparen el camino para el encuentro contigo.
 
Padre misericordioso, da a la Humanidad extraviada, hombres y mujeres, que, con el testimonio de una vida transfigurada, a imagen de tu Hijo, caminen alegremente con todos los demás hermanos y hermanas hacia la patria celestial.
 
Padre nuestro, con la voz de tu Espíritu Santo, y confiando en la materna intercesión de María, te pedimos ardientemente: manda a tu Iglesia sacerdotes, que sean testimonios valientes de tu infinita bondad.
 
¡Amén!

domingo, 14 de abril de 2024

Año 1944: Karol Wojtyla Salvado de un accidente

Era el 29 de febrero de 1944. Karol Wojtyła, estudiante de segundo año en un seminario secreto de la Facultad de Teología, regresaba de la fábrica Solvay después de un doble turno, de día y de noche.
 
Caminaba por la acera, cerca de la terminal del tranvía «3». Estaba cansado y no vio el camión alemán. Entonces se produjo un accidente. El auto lo enganchó con el guardabarros, pero el conductor no se dio cuenta de la situación y siguió adelante.
 
El hecho fue presenciado por una señora, Józefa Florek, que en ese momento viajaba en un tranvía.  Al principio, pensó que el golpe que estaba escuchando lo provocó algo que había caído del camión en movimiento. Pero no estaba segura.
 
Se bajó del tranvía y caminó hacia el lugar. Era temprano en la tarde en Cracovia, alrededor de las 3:00 pm.  En la calle entre Borek Fałęcki y Mateczny, vio a un joven que yacía en el suelo, con ropa de trabajador y zuecos. No se movía, no mostraba signos de vida.
 
Józefa se quedó sin saber qué hacer y lo único que le vino a la mente fue pararse entre los autos tirados y los autos que iban a toda velocidad por la carretera. Así que se colocó ahí de pie y lo protegió con su propio cuerpo. No sabía quién era ni qué había pasado.
 
Al poco tiempo, otro automóvil alemán, esta vez un automóvil de pasajeros, se detuvo en la calle. Ella se asustó porque de salió de él un oficial uniformado. Le ordenó que trajera agua de deshielo de la zanja. Ella trajo agua mezclada con lodo, y trataron de humedecer la boca del hombre que yacía allí y refrescarle la cabeza.
 
Al cabo de un rato, el oficial comprobó que el joven estaba vivo. Detuvo a un camión que transportaba madera y ordenó al conductor que llevara a la víctima al hospital. En efecto, en el libro de admisiones de la Clínica de Cirugía, con fecha 29 de febrero de 1944, se ingresa un paciente. «Wojtyla Karol b. 1920 residente en Cracovia, ul. Tyniecka 40».
 
Y aunque hubo un error en la dirección de la nota, el resto de los datos son ciertos. Józefa Florek y un oficial alemán desconocido salvaron al futuro Papa. También consta que el paciente padecía heridas en la cabeza y conmociones cerebrales.
 
El paciente pasó menos de dos semanas en el hospital, se registró el alta el 12 de marzo de 1944. Tras el accidente, Karol Wojtyła se recuperaba en casa de una familia escocesa de buenos amigos. Józefa guardó unas cartas en las que Wojtyła le agradecía haberle salvado la vida .
 
Muchos años después, cuando Karol Wojtyła era arzobispo en Cracovia, Franciszek Wójcik, un colega de trabajo en la fábrica de productos químicos Solvay, agregó algunos detalles del momento del accidente. Él escribió:
 
“Realicé las mismas funciones en Solvay que el arzobispo, solo que en un turno diferente. A menudo nos sustituíamos unos a otros, y el trabajo de algunos días lo hacía uno y luego el otro. Mientras tanto, yo ayudaba trabajando en casa y él necesitaba ese tiempo para estudiar. Estuve en el hospital, lo visité cuando estaba acostado en un accidente. Iba caminando del trabajo y un automóvil lo atropelló cerca de Mateczny. Después del hospital, volvió al trabajo. La comida era escasa, solo había rebanadas de pan secas. Pero él no se avergonzó, trajo café de la cocina y tomaba eso. En ese momento, la sala de calderas estaba bajo la supervisión del capataz Czaja. Recuerdo hasta el día de hoy que le debo al arzobispo el salario de un día, que él trabajó para mí…”
 
(Agmoesja Bugala en Aleteia - Imagen SobreHistoria.com)

domingo, 7 de abril de 2024

San Juan Pablo II, apóstol de la Divina Misericordia

1. Misericordia de vida
Karol Wojtyła vivió en tiempos muy difíciles. Los años de la Segunda Guerra Mundial y del comunismo de post-guerra en Polonia, como así también todos los años en los que llevó a cabo el ministerio de San Pedro, le permitieron observar los problemas, tan distintos entre sí y tan difíciles, de todo el mundo. De ahí que sus palabras sobre la misericordia no fueron meramente teóricas, sino que provinieron de una persona que sabe lo que es el sufrimiento, que experimentó el drama del pecado humano y el sufrimiento humano. Consciente de las amenazas existentes, escribió en 1980: “Una exigencia de no menor importancia, en estos tiempos críticos y nada fáciles, me impulsa a descubrir una vez más en el mismo Cristo el rostro del Padre, que es « misericordioso y Dios de todo consuelo” Dives in Misericordia, 1).
 
Ser misericordioso es llevar a Dios dentro del drama humano. Incluso, si nosotros mismos no experimentamos grandes dificultades, no hay necesidad de viajar muy lejos para conocer personas para las que la misericordia es la única salvación.
 
2. Misericordia de paciencia
Inclusive antes de que Karol Wojtyła se convirtiera en Papa, vino a vivir a Cracovia. Pudo observar, y luego acompañar, la devoción a la Divina Misericordia que iba creciendo en torno de la misión de Sor Faustina. Digna de elogio fue su actitud única ante la prohibición de este culto que estuvo en vigor desde 1959 hasta 1978, prácticamente, todo lo que duró su ministerio como obispo de Cracovia. Como obispo, y luego cardenal, nunca criticó la decisión de la Santa Sede pero, dentro de los límites permitidos por la ley intentó, junto con otros obispos polacos, distender la prohibición.
 
Ser misericordioso significa también saber esperar. Ser capaz de entender a aquellos que aún no han recibido el don del entendimiento. Confiar en Dios que es Él quien, finalmente, determina los tiempos y los lugares de su obra.
 
3. Misericordia de palabra
San Juan Pablo II no habló mucho sobre la misericordia. Sin embargo, después de dos años de su elección en la Santa Sede escribió la primera encíclica dedicada a este misterio. 'Dives in misericordia' se refiere, ya desde el título, a la Divina Misericordia. Es necesario que todo el mundo que quiera, por lo menos, entender qué es la misericordia lo lea. Además, se necesita la lectura de esta encíclica para entender la homilía de la misa de canonización de Santa Faustina (Roma, 2000) y de la prédica durante la última peregrinación de San Juan Pablo II a su tierra (Cracovia, 2002).
 
Al momento de la canonización de Santa Faustina, Juan Pablo II dijo: “la luz de la misericordia divina, que el Señor quiso volver a entregar al mundo mediante el carisma de sor Faustina, iluminará el camino de los hombres del tercer milenio.”
 
Ser misericordioso es también saber cómo hablar de la misericordia. San Juan Pablo II nos enseña cómo hablar ya que esto no es una simple cuestión humana sobre el amor, lo cual no necesita de Dios, ni una manera de hablar de Dios que no ayuda a nadie.
 
4. Misericordia del poder
Las decisiones de San Juan Pablo II, quien se convirtió en un hito en el camino del crecimiento de la devoción a la Divina Misericordia, son una bendición a la que podemos reconocer como una gracia. Ya como obispo de Cracovia comenzó el proceso de beatificación de Santa Faustina Kowalska (1968) encomendando el tratamiento de estas cuestiones teológicas a uno de los mejores dogmáticos: P. Profesor Ignacy Różycki. En 1993 proclamó beata a Sor Faustina Kowalska y, siete años más tarde, santa. En 1985 instituyó el Domingo de la Divina Misericordia en la Arquidiócesis de Cracovia; en 1995, en todas las diócesis de Polonia; y, en el 2000, durante la canonización de Santa Faustina, instituyó esta fiesta para la Iglesia del mundo.
 
Ser misericordioso es también saber tomar buenas decisiones. Tanto en lo personal, como en lo social, en la vida política o religiosa. No todos tienen la misma autoridad pero sí todos, dependiendo de la magnitud de la responsabilidad que le compete, pueden tomar determinadas decisiones de manera tal que Dios misericordioso pueda estar más cerca de los demás.
 
5. Misericordia de la armonía
En lo personal, me impresionó la armonía entre el amor y la verdad de San Juan Pablo II. Probablemente, quien lo haya conocido debe haber tenido la impresión de que estaba ante una persona que ama, ante una persona ante la cual hasta el mayor pecador puede llegar y convertirse en una mejor persona. No era posible encontrar en él ni un rastro de malicia, desdén o indiferencia. Dios misericordioso estaba presente en el rostro y en el corazón del Papa. Y, al mismo tiempo, nada en su actitud daba la sensación de intentar evitar ninguna de las verdades difíciles de la fe. Era capaz de mantener una especie de santa armonía entre la verdad y el amor, por eso todo el mundo sabía que el Papa amaba, aun cuando no estuviera de acuerdo o, incluso, cuando opinara de forma diametralmente opuesta de aquellos a quienes amaba.
 
Ser misericordioso es saber cómo mantener la armonía entre el amor y la verdad, lo que a veces puede ser muy difícil para una persona. Sin embargo, ni la misericordia sin la verdad, ni la verdad sin amor por las personas pueden aliviar a nadie.
 
6. Misericordia de la confianza
El acto de confiarle al mundo a la Divina Misericordia que llevó a cabo el Papa el 17 de agosto de 2002 en el Santuario de la Divina Misericordia en el barrio de Łagiewniki, Cracovia, todavía no se aprecia en toda su magnitud. Con estas palabras el Santo Padre encomendó a la humanidad en las manos de la Divina Misericordia:
 
“Dios, Padre misericordioso, que has revelado tu amor en tu Hijo Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo, Consolador, te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre.
Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota todo mal; haz que todos los habitantes de la tierra experimenten tu misericordia, para que en ti, Dios uno y trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza.
Padre eterno, por la dolorosa pasión y resurrección de tu Hijo, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Amén”
 
Confiar significa entregarse a Dios. Encomendar el mundo y los hombres a la misericordia de Dios significa proclamar públicamente la certeza de que únicamente Dios puede salvar al mundo, auxiliarlo, hacerlo un lugar mejor. Ser misericordioso siempre comienza con la certeza de que sin Dios, los hombres no pueden ser rescatados de la miseria, de la pobreza o del pecado.
 
7. Misericordia de la muerte
Ya en 1981, cuando el Papa perdonó al  hombre que quiso asesinarlo, Ali Agca, se mostró como un ser humano que sabe que la misericordia, más allá del sufrimiento personal, es la mejor respuesta a cualquier forma de miseria. Esta bondad del corazón del Papa también reveló la cruz de su enfermedad y de su muerte. A veces, es más fácil para nosotros ser misericordiosos con los demás mientras que no sabemos cómo ser misericordiosos con nosotros mismos. San Juan Pablo II se sumergió tanto en la Misericordia Divina durante sus últimos años y sus últimos días que Dios lo llamó a Su casa en la Vigilia del Domingo de la Divina Misericordia; el 2 de abril de 2005, a las 9:37 pm.
 
Ser voluntario de la Misericordia es también ser voluntario de la misericordia hacia ti mismo, ser misericordioso hacia la propia pobreza, hacia la miseria del propio pecado y hacia la propia cruz. Ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.