martes, 13 de mayo de 2025

San Juan Pablo II y la Virgen de Fátima, una historia de amor filial



Al recorrer el Pontificado de Juan Pablo II, resulta evidente -y el mismo Santo Padre así lo ha indicado- la presencia maternal de la Virgen de Fátima.

Esta historia de amor filial comenzó el 13 de mayo de 1981. Juan Pablo II tenía poco más de dos años como Pontífice y ese mismo día, salvó de morir en un atentado perpetrado por el turco Alí Agca en la Plaza San Pedro.

"Cuando fui alcanzado por la bala no me di cuenta en un primer momento que era el aniversario del día en que la Virgen se apareció a tres niños en Fátima", reveló poco después el Pontífice y agregó que fue su secretario personal quien lo notó después de la operación en la que le extrajeron un proyectil del intestino.

Durante su convalecencia, el Papa pidió que le entreguen un informe sobre las apariciones de Fátima, que estudió en detalle hasta llegar a la conclusión que debía su vida a la amorosa intercesión de la Virgen.

Un año después del atentado, el 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II viajó por primera vez a Fátima para "agradecer a la Virgen su intervención para la salvación de mi vida y el restablecimiento de mi salud".

En diciembre de 1983, el Papa visitó en la cárcel al hombre que intentó matarlo. El mismo Alí Agca habló de Fátima. "¿Por qué no murió? Yo sé que apunté el arma como debía y sé que la bala era devastante y mortal. ¿Por qué entonces no murió? ¿Por qué todos hablan de Fátima?"

Un año más tarde, Juan Pablo II formalizó su devoción y agradecimiento a la Virgen donando al santuario de Fátima la bala que le extrajeron, la misma que desde 1984 está engarzada en la aureola de la corona de la imagen mariana que preside el santuario.

Asimismo, donó la faja blanca que llevaba el día del atentado al santuario polaco de Jasna Gora, cuya Virgen es venerada desde hace siglos por sus compatriotas como símbolo de la unidad nacional.

En 1991 el Santo Padre regresó al santuario, donde afirmó que "la Virgen me regaló otros diez años de vida". En más de una ocasión ha señalado que considera todos sus años de Pontificado posteriores al atentado como un regalo de la Divina Providencia a través de la intercesión de la Virgen de Fátima.

El Papa también se ha referido a los dos mensajes conocidos de la Virgen de Fátima y en su visita de 1982, Juan Pablo II consagró solemnemente el mundo entero al corazón inmaculado de María, siguiendo una de las recomendaciones dadas por la Virgen a los pastorcitos.

Tras un encuentro con la hermana Lucía, la tercera vidente y única sobreviviente de Fátima, Juan Pablo II repitió la consagración dos años más tarde, luego de escribir una carta a los obispos de los cinco continentes para que se unieran a la celebración.

Sobre el tercer secreto no revelado de Fátima se han hecho múltiples especulaciones. El Santo Padre, conocedor del mismo, ha escrito al respecto que "Cristo triunfará a través de Ella, porque quiere que las victorias de la Iglesia en el mundo contemporáneo y en el futuro estén unidas a ella".

(Fuente: ACI)

domingo, 27 de abril de 2025

San Juan Pablo II, apóstol de la Divina Misericordia

1. Misericordia de vida
Karol Wojtyła vivió en tiempos muy difíciles. Los años de la Segunda Guerra Mundial y del comunismo de post-guerra en Polonia, como así también todos los años en los que llevó a cabo el ministerio de San Pedro, le permitieron observar los problemas, tan distintos entre sí y tan difíciles, de todo el mundo. De ahí que sus palabras sobre la misericordia no fueron meramente teóricas, sino que provinieron de una persona que sabe lo que es el sufrimiento, que experimentó el drama del pecado humano y el sufrimiento humano. Consciente de las amenazas existentes, escribió en 1980: “Una exigencia de no menor importancia, en estos tiempos críticos y nada fáciles, me impulsa a descubrir una vez más en el mismo Cristo el rostro del Padre, que es « misericordioso y Dios de todo consuelo” Dives in Misericordia, 1).
 
Ser misericordioso es llevar a Dios dentro del drama humano. Incluso, si nosotros mismos no experimentamos grandes dificultades, no hay necesidad de viajar muy lejos para conocer personas para las que la misericordia es la única salvación.
 
2. Misericordia de paciencia
Inclusive antes de que Karol Wojtyła se convirtiera en Papa, vino a vivir a Cracovia. Pudo observar, y luego acompañar, la devoción a la Divina Misericordia que iba creciendo en torno de la misión de Sor Faustina. Digna de elogio fue su actitud única ante la prohibición de este culto que estuvo en vigor desde 1959 hasta 1978, prácticamente, todo lo que duró su ministerio como obispo de Cracovia. Como obispo, y luego cardenal, nunca criticó la decisión de la Santa Sede pero, dentro de los límites permitidos por la ley intentó, junto con otros obispos polacos, distender la prohibición.
 
Ser misericordioso significa también saber esperar. Ser capaz de entender a aquellos que aún no han recibido el don del entendimiento. Confiar en Dios que es Él quien, finalmente, determina los tiempos y los lugares de su obra.
 
3. Misericordia de palabra
San Juan Pablo II no habló mucho sobre la misericordia. Sin embargo, después de dos años de su elección en la Santa Sede escribió la primera encíclica dedicada a este misterio. 'Dives in misericordia' se refiere, ya desde el título, a la Divina Misericordia. Es necesario que todo el mundo que quiera, por lo menos, entender qué es la misericordia lo lea. Además, se necesita la lectura de esta encíclica para entender la homilía de la misa de canonización de Santa Faustina (Roma, 2000) y de la prédica durante la última peregrinación de San Juan Pablo II a su tierra (Cracovia, 2002).
 
Al momento de la canonización de Santa Faustina, Juan Pablo II dijo: “la luz de la misericordia divina, que el Señor quiso volver a entregar al mundo mediante el carisma de sor Faustina, iluminará el camino de los hombres del tercer milenio.”
 
Ser misericordioso es también saber cómo hablar de la misericordia. San Juan Pablo II nos enseña cómo hablar ya que esto no es una simple cuestión humana sobre el amor, lo cual no necesita de Dios, ni una manera de hablar de Dios que no ayuda a nadie.
 
4. Misericordia del poder
Las decisiones de San Juan Pablo II, quien se convirtió en un hito en el camino del crecimiento de la devoción a la Divina Misericordia, son una bendición a la que podemos reconocer como una gracia. Ya como obispo de Cracovia comenzó el proceso de beatificación de Santa Faustina Kowalska (1968) encomendando el tratamiento de estas cuestiones teológicas a uno de los mejores dogmáticos: P. Profesor Ignacy Różycki. En 1993 proclamó beata a Sor Faustina Kowalska y, siete años más tarde, santa. En 1985 instituyó el Domingo de la Divina Misericordia en la Arquidiócesis de Cracovia; en 1995, en todas las diócesis de Polonia; y, en el 2000, durante la canonización de Santa Faustina, instituyó esta fiesta para la Iglesia del mundo.
 
Ser misericordioso es también saber tomar buenas decisiones. Tanto en lo personal, como en lo social, en la vida política o religiosa. No todos tienen la misma autoridad pero sí todos, dependiendo de la magnitud de la responsabilidad que le compete, pueden tomar determinadas decisiones de manera tal que Dios misericordioso pueda estar más cerca de los demás.
 
5. Misericordia de la armonía
En lo personal, me impresionó la armonía entre el amor y la verdad de San Juan Pablo II. Probablemente, quien lo haya conocido debe haber tenido la impresión de que estaba ante una persona que ama, ante una persona ante la cual hasta el mayor pecador puede llegar y convertirse en una mejor persona. No era posible encontrar en él ni un rastro de malicia, desdén o indiferencia. Dios misericordioso estaba presente en el rostro y en el corazón del Papa. Y, al mismo tiempo, nada en su actitud daba la sensación de intentar evitar ninguna de las verdades difíciles de la fe. Era capaz de mantener una especie de santa armonía entre la verdad y el amor, por eso todo el mundo sabía que el Papa amaba, aun cuando no estuviera de acuerdo o, incluso, cuando opinara de forma diametralmente opuesta de aquellos a quienes amaba.
 
Ser misericordioso es saber cómo mantener la armonía entre el amor y la verdad, lo que a veces puede ser muy difícil para una persona. Sin embargo, ni la misericordia sin la verdad, ni la verdad sin amor por las personas pueden aliviar a nadie.
 
6. Misericordia de la confianza
El acto de confiarle al mundo a la Divina Misericordia que llevó a cabo el Papa el 17 de agosto de 2002 en el Santuario de la Divina Misericordia en el barrio de Łagiewniki, Cracovia, todavía no se aprecia en toda su magnitud. Con estas palabras el Santo Padre encomendó a la humanidad en las manos de la Divina Misericordia:
 
“Dios, Padre misericordioso, que has revelado tu amor en tu Hijo Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo, Consolador, te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre.
Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota todo mal; haz que todos los habitantes de la tierra experimenten tu misericordia, para que en ti, Dios uno y trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza.
Padre eterno, por la dolorosa pasión y resurrección de tu Hijo, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Amén”
 
Confiar significa entregarse a Dios. Encomendar el mundo y los hombres a la misericordia de Dios significa proclamar públicamente la certeza de que únicamente Dios puede salvar al mundo, auxiliarlo, hacerlo un lugar mejor. Ser misericordioso siempre comienza con la certeza de que sin Dios, los hombres no pueden ser rescatados de la miseria, de la pobreza o del pecado.
 
7. Misericordia de la muerte
Ya en 1981, cuando el Papa perdonó al  hombre que quiso asesinarlo, Ali Agca, se mostró como un ser humano que sabe que la misericordia, más allá del sufrimiento personal, es la mejor respuesta a cualquier forma de miseria. Esta bondad del corazón del Papa también reveló la cruz de su enfermedad y de su muerte. A veces, es más fácil para nosotros ser misericordiosos con los demás mientras que no sabemos cómo ser misericordiosos con nosotros mismos. San Juan Pablo II se sumergió tanto en la Misericordia Divina durante sus últimos años y sus últimos días que Dios lo llamó a Su casa en la Vigilia del Domingo de la Divina Misericordia; el 2 de abril de 2005, a las 9:37 pm.
 
Ser voluntario de la Misericordia es también ser voluntario de la misericordia hacia ti mismo, ser misericordioso hacia la propia pobreza, hacia la miseria del propio pecado y hacia la propia cruz. Ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

domingo, 20 de abril de 2025

Último mensaje de Pascua de San Juan Pablo II (año 2005)

Domingo, 27 marzo 2005 (ZENIT.org).-
Publicamos el mensaje que Juan Pablo II ha dirigido para esta Pascua de este año, leído en su nombre por el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, al final de la misa del domingo de Resurrección, celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano.
1. Mane nobiscum, Domine!
¡Quédate con nosotros, Señor! (cf. Lc 24,29).
 
Con estas palabras, los discípulos de Emaús invitaron al misterioso Viandante a quedarse con ellos al caer de la tarde aquel primer día después del sábado en el que había ocurrido lo increíble.
Según la promesa, Cristo había resucitado; pero ellos aún no lo sabían.
Sin embargo, las palabras del Viandante durante el camino habían hecho poco a poco enardecer su corazón.
Por eso lo invitaron: «Quédate con nosotros».
Después, sentados en torno a la mesa para la cena, lo reconocieron “al partir el pan”.
Y, de repente, él desapareció.
Ante ellos quedó el pan partido, y en su corazón la dulzura de sus palabras.
 
2. Queridos hermanos y hermanas, la Palabra y el Pan de la Eucaristía, misterio y don de la Pascua, permanecen en los siglos como memoria perenne de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
También nosotros hoy, Pascua de Resurrección, con todos los cristianos del mundo repetimos: Jesús, crucificado y resucitado, ¡quédate con nosotros!
Quédate con nosotros, amigo fiel y apoyo seguro de la humanidad en camino por las sendas del tiempo.
Tú, Palabra viviente del Padre, infundes confianza y esperanza a cuantos buscan el sentido verdadero de su existencia.
Tú, Pan de vida eterna, alimentas al hombre hambriento de verdad, de libertad, de justicia y de paz.
 
3. Quédate con nosotros, Palabra viviente del Padre, y enséñanos palabras y gestos de paz: paz para la tierra consagrada por tu sangre y empapada con la sangre de tantas víctimas inocentes; paz para los Países de Oriente Medio y África, donde también se sigue derramando mucha sangre; paz para toda la humanidad, sobre la cual se cierne siempre el peligro de guerras fratricidas.
Quédate con nosotros, Pan de vida eterna, partido y distribuido a los comensales: danos también a nosotros la fuerza de una solidaridad generosa con las multitudes que, aun hoy, sufren y mueren de miseria y de hambre, diezmadas por epidemias mortíferas o arruinadas por enormes catástrofes naturales.
Por la fuerza de tu Resurrección, que ellas participen igualmente de una vida nueva.
 
4. También nosotros, hombres y mujeres del tercer milenio, tenemos necesidad de Ti, Señor resucitado.
Quédate con nosotros ahora y hasta al fin de los tiempos.
Haz que el progreso material de los pueblos nunca oscurezca los valores espirituales que son el alma de su civilización.
Ayúdanos, te rogamos, en nuestro camino.
Nosotros creemos en Ti, en Ti esperamos, porque sólo Tú tienes palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68).
Mane nobiscum, Domine! ¡Alleluia!
 
[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede]

domingo, 13 de abril de 2025

Con el Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa

Cristo, junto con sus discípulos, se acerca a Jerusalén. Lo hace como los demás peregrinos, hijos e hijas de Israel; que en esta semana precedente a la Pascua, van a Jerusalén. Jesús es uno de tantos.
 
Este acontecimiento, en su desarrollo externo, se puede considerar, pues, normal. Así, pues, sentado sobre un borrico, Jesús realiza el último trecho del camino hacia Jerusalén. Sin embargo, desde cierto momento, este viaje, que en sí nada tenía de extraordinario, se cambia en una verdadera "entrada solemne en Jerusalén".
 
Hoy celebramos el Domingo de Ramos, que nos recuerda y hace presente esta "entrada". En un especial rito litúrgico repetimos y reproducimos todo lo que hicieron y dijeron los discípulos de Jesús —tanto los cercanos como los más lejanos en el tiempo— en ese camino, que llevaba a Jerusalén. Igual que ellos, tenemos en las manos los ramos de olivo y decimos —o mejor, cantamos— las palabras de veneración que ellos pronunciaron. Estas palabras, según la redacción del Evangelio de Lucas, dicen así: "Bendito el que viene, el Rey, en nombre del Señor. Paz en el Cielo y gloria en las alturas" (Lc 19, 38).
 
El Domingo de Ramos abre la Semana Santa de la Pasión del Señor; de la que ya lleva en sí la dimensión más profunda. Por este motivo, leemos toda la descripción de la Pasión del Señor.
 
Jesús, al subir en ese momento hacia Jerusalén, se revela a Sí mismo completamente ante aquellos que preparan el atentado contra su vida. Por lo demás, se había revelado desde ya hacía tiempo, al confirmar con los milagros todo lo que proclamaba y al enseñar, como doctrina de su Padre, todo lo que enseñaba.
 
El Maestro es plenamente consciente de esto. Todo cuanto hace, lo hace con esta conciencia, siguiendo las palabras de la Escritura, que ha previsto cada uno de los momentos de su Pascua. La entrada en Jerusalén fue el cumplimiento de la Escritura.
 
He aquí la liturgia del Domingo de Ramos: en medio de las exclamaciones de la muchedumbre, del entusiasmo de los discípulos que, con las palabras de los Profetas, proclaman y confiesan en Él al Mesías, sólo Él, Cristo, conoce hasta el fondo la verdad de su Misión; sólo Él, Cristo, lee hasta el fondo lo que sobre Él han escrito los Profetas.
 
Y todo lo que han dicho y escrito se cumple en Él con la verdad interior de su alma. Él, con la voluntad y el corazón, está ya en todo lo que, según las dimensiones externas del tiempo, le queda todavía por delante. Ya en este cortejo triunfal, en su "entrada en Jerusalén", Él es "obediente hasta la muerte y muerte de cruz" (Flp 2, 8).
 
En cierto momento, se le acercan los fariseos que no pueden soportar más las exclamaciones de la muchedumbre en honor de Cristo, que hace su entrada en Jerusalén, y dicen: "Maestro, reprende a tus discípulos"; Jesús contestó: "Os digo que si ellos callasen, gritarían las piedras" (Lc 19, 39-40).
 
Comenzamos hoy la Semana Santa de la Pasión del Señor. Que nuestros corazones y nuestras conciencias griten más fuerte que las piedras.
 
San Juan Pablo II
Homilía del Domingo de Ramos
30 de marzo de 1980 (extracto)

domingo, 6 de abril de 2025

Apoya la cabeza en la Cruz

 

Una vez que San Juan Pablo II estaba de tertulia con un grupo de niños, haciéndole preguntas, uno de ellos le preguntó:

“¿Qué piensas cuando apoyas la cabeza en la Cruz?”
 
El Papa se sonrió y le dijo:
“Siempre que me apoyo sobre la Cruz, que lo hago muchas veces, le digo: “Que muera Wojtyla y viva Cristo”.
 
Una forma de estar vigilantes, como nos pide el Evangelio, es imitar al Papa en esta petición, que muramos al hombre viejo y viva en nosotros Cristo mismo. Así podremos ser testigos y misioneros del Evangelio.


domingo, 30 de marzo de 2025

La verdadera democracia

Aunque san Juan Pablo II alabó el proceso democrático, también advirtió sobre los peligros de una democracia divorciada de cualquier verdad objetiva
 
Entre todos los tipos de sistemas políticos, la democracia parece ser el más cristiano y el más adecuado para el florecimiento de la sociedad humana. Sin embargo, aunque san Juan Pablo II alabó las muchas cosas buenas que puede conseguir el proceso democrático, también advirtió de los muchos peligros.
 
En su opinión, la democracia puede ser buena, pero no es perfecta.
 
En su encíclica ‘Centesimus Annus’, san Juan Pablo II elogió el proceso electoral democrático:
"La Iglesia valora el sistema democrático en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas, garantiza a los gobernados la posibilidad tanto de elegir y exigir responsabilidades a quienes les gobiernan, como de sustituirlos por medios pacíficos cuando sea oportuno".
 
Sin embargo, esto no garantiza una sociedad justa y cristiana. San Juan Pablo II explicó que una verdadera democracia debe defender la dignidad de la persona humana:
"La auténtica democracia solo es posible en un Estado de derecho y sobre la base de una concepción correcta de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción tanto del individuo mediante la educación y la formación en verdaderos ideales, como de la 'subjetividad' de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y responsabilidad compartida".
 
A continuación, san Juan Pablo II advierte de lo que le ocurrirá a un país democrático si no se rige por la verdad objetiva:
"Hay que observar a este respecto que si no existe una verdad última que guíe y dirija la actividad política, las ideas y las convicciones pueden ser fácilmente manipuladas por razones de poder. Como demuestra la historia, una democracia sin valores se convierte fácilmente en un totalitarismo abierto o apenas disimulado".
 
Los países democráticos deben mantenerse firmes en las verdades fundamentales de la existencia humana y tratar a todos con igual dignidad. Si eso no ocurre, los grupos políticos se abalanzarán sobre ellos y utilizarán su poder en beneficio propio.
 
Sobre todo tenemos que rezar por nuestros políticos, para que sean verdaderos servidores de todos.
Fuente: Aleteia

miércoles, 19 de marzo de 2025

San José desde la mirada de San Juan Pablo II

Llamado a ser el Custodio del Redentor, «José... hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24)
 
San José está ante nosotros como el hombre de fe y de oración. La liturgia le aplica la Palabra de Dios en el salmo 88: “Él me invocará: Tú eres mi Padre, mi Dios, mi roca salvadora”
 
Ciertamente, cuántas veces, durante las largas jornadas de trabajo, José habrá elevado su pensamiento a Dios, para invocarlo, para ofrecerle sus fatigas, para implorar luz, ayuda y consuelo.
 
¡Cuántas veces! Pues bien, este hombre que con toda su vida parecía gritar a Dios “Tú eres mi Padre”, obtuvo esta gracia particularísima: el Hijo de Dios en la tierra, lo trató como padre.
 
José invoca a Dios con todo el ardor de su corazón creyente: “Padre mío”, y Jesús, que trabaja a su lado con las herramientas de carpintero, se dirigía a él llamándolo “padre”.
 
Misterio profundo: Cristo, que en cuanto Dios, tenía directamente la experiencia de la Paternidad divina en el seno de la Santísima Trinidad, vivió esta experiencia en cuanto hombre, a través de la persona de José, su padre putativo. Y José, a su vez, ofreció en la casa de Nazaret al niño que crecía a su lado, el apoyo de su equilibrio viril, de su clarividencia, de su valentía, de las dotes propias de todo buen padre, sacándolas de esa fuente suprema, de quien toma nombre  toda paternidad en el cielo y en la tierra.
 
...Él mi invocará: “Tú eres mi Padre”. Como san José, invocad también vosotros con una oración asidua y fervorosa al Padre celestial y también vosotros experimentareis como él, la verdad de las siguientes palabras del salmo: “le mantendré eternamente mi favor y mi alianza con él será estable”.

San Juan Pablo II

sábado, 8 de marzo de 2025

Carta de San Juan Pablo II a las mujeres

Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.
 
Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.
 
Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.
 
Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del « misterio », a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.
 
Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta «esponsal», que expresa maravillosamente la comunión que Él quiere establecer con su criatura.
 
Te doy gracias, mujer… ¡Por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas.
 
San Juan Pablo II - 1995

domingo, 23 de febrero de 2025

San Juan Pablo II nos explica su vocación

 

A lo largo de su pontificado, Juan Pablo II se ha referido en diversas ocasiones a su vocación como sacerdote, a su designación como obispo y a su elección como Papa, a lo que sintió y pensó en esos momentos. Ofrecemos una selección de textos.
 
Sacerdote
"Después de la muerte de mi padre, ocurrida en febrero de 1941, poco a poco fui tomando conciencia de mi verdadero camino. Yo trabajaba en la fábrica y, en la medida en que lo permitía el terror de la ocupación, cultivaba mi afición a las letras y al arte dramático. Mi vocación sacerdotal tomó cuerpo en medio de todo esto, como un hecho interior de una transparencia indiscutible y absoluta. Al año siguiente, en otoño, sabía que había sido llamado. Veía claramente lo que debía abandonar y el objetivo que debía alcanzar sin volver la vista atrás. Sería sacerdote". ("Del temor a la esperanza", Solviga, 1993, p. 34).
 
"¿Cuál es la historia de mi vocación sacerdotal? La conoce, sobre todo, Dios. En su dimensión más profunda, toda vocación sacerdotal es ‘un gran misterio’, es un don que supera infinitamente al hombre. Cada uno de nosotros sacerdotes lo experimenta claramente durante toda la vida. Ante la grandeza de este don sentimos cuán indignos somos de ello". ("Don y misterio", BAC, 1996, p. 17).
 
"La vocación sacerdotal es un misterio. Es el misterio de un ‘maravilloso intercambio’ –‘admirabile commercium’– entre Dios y el hombre. Este ofrece a Cristo su humanidad para que Él pueda servirse de ella como instrumento de salvación, casi haciendo de este hombre otro sí mismo. Si no se percibe el misterio de este ‘intercambio’, no se logra entender cómo puede suceder que un joven, escuchando la palabra ‘sígueme’, llegue a renunciar a todo por Cristo, en la certeza de que por este camino su personalidad humana se realizará plenamente". ("Don y misterio", p. 90).
 
"En el intervalo de casi cincuenta años de sacerdocio lo que para mí continúa siendo lo más importante y más sagrado es la celebración de la Eucaristía. Domina en mí la conciencia de celebrar en el altar ‘in persona Christi’. Jamás a lo largo de estos años he dejado la celebración del Santísimo Sacrificio. La Santa Misa es, de forma absoluta, el centro de mi vida y de toda mi jornada". (Discurso, 27-10-1995).
 
Obispo
"Al oír las palabras del primado anunciándome la decisión de la Sede Apostólica, dije: ‘Eminencia, soy demasiado joven, acabo de cumplir los treinta y ocho años...’ Pero el primado replicó: ‘Esta es una imperfección de la que pronto se librará. Le ruego que no se oponga a la voluntad del Santo Padre’. Entonces añadí solo una palabra: ‘Acepto’. ‘Pues vamos a comer’, concluyó el Primado (...)
 
"Sucesor de los Apóstoles. (...) Yo –un ‘sucesor’– pensaba con gran humildad en los Apóstoles de Cristo y en aquella larga e ininterrumpida cadena de obispos que, mediante la imposición de las manos, habían transmitido a sus sucesores la participación en la misión apostólica". ("¡Levantaos! ¡Vamos!", Plaza y Janés, 2004, pp. 22 y 26).
 
Papa
"Creo que no fui yo el único sorprendido aquel día por la votación del Cónclave. Pero Dios nos concede los medios para realizar aquello que nos manda y que parece humanamente imposible. Es el secreto de la vocación. Toda vocación cambia nuestros proyectos, al proponernos otro distinto, y asombra ver hasta qué extremo Dios nos ayuda interiormente, cómo nos conecta a una nueva ‘longitud de onda’, cómo nos prepara para entrar en este nuevo proyecto y hacerlo nuestro, viendo en él, simplemente, la voluntad del Padre y acatándola. A pesar de nuestra debilidad y de nuestras opiniones personales.
 
"Al hablarle así, pienso en otras situaciones que he afrontado en mi experiencia pastoral, en esos enfermos incurables condenados a la silla de ruedas o clavados en la cama; personas jóvenes muchas de ellas, conscientes del proceso implacable de su enfermedad, prisioneras de su agonía durante semanas, meses, años. Lo que ellas aceptan, ¿no podría aceptarlo yo también?
 
"Tal vez esta comparación le sorprenda; pero se me ocurrió el día de mi elección y, puesto que quiere usted saber cuáles fueron mis primeros pensamientos, se los digo tal y como me vinieron a la mente". ("¡No tengáis miedo! André Frossard dialoga con Juan Pablo II", Plaza y Janés, 1982, pp. 24-25).
 
© ACIPRENSA

martes, 11 de febrero de 2025

Oración de San Juan pablo II ante la Virgen de Lourdes

¡Ave María, Mujer humilde, bendecida por el Altísimo!
Virgen de la esperanza, profecía de tiempos nuevos,
nosotros nos unimos a tu cántico de alabanza
para celebrar las misericordias del Señor,
para anunciar la venida del Reino
y la plena liberación del hombre.
 
¡Ave María, humilde Sierva del Señor, Gloriosa Madre de Cristo!
Virgen fiel, Morada Santa del Verbo,
enséñanos a perseverar en la escucha de la Palabra,
a ser dóciles a la Voz del Espíritu Santo,
atentos a sus llamados en la intimidad de la conciencia
y a sus manifestaciones en los acontecimientos de la historia.
 
¡Ave María, Mujer del dolor, Madre de los vivientes!
Virgen Esposa ante la Cruz, Eva nueva,
Sed nuestra guía por los caminos del mundo,
enséñanos a vivir y a difundir el Amor de Cristo,
a detenernos contigo ante las innumerables cruces
en las que tu Hijo aún está crucificado.
 
¡Ave María, Mujer de la fe, primera entre los discípulos!
Virgen Madre de la Iglesia, ayúdanos a dar siempre
razón de la esperanza que habita en nosotros,
confiando en la bondad del hombre y en el Amor del Padre.
Enséñanos a construir el mundo desde adentro:
en la profundidad del silencio y de la oración,
en la alegría del amor fraterno,
en la fecundidad insustituible de la Cruz.
 
Santa María, Madre de los creyentes,
Nuestra Señora de Lourdes,
ruega por nosotros.

(Oración pronunciada por San Juan Pablo II en el Santuario de Lourdes)

jueves, 30 de enero de 2025

Don Bosco, padre y maestro de la juventud

El 24 de enero de 1989, el Papa Juan Pablo II, ahora Santo, proclamó a Don Bosco como “Padre y Maestro de la Juventud”, a continuación te compartimos la carta que envió su Santidad al entonces Rector Mayor de la Congregación Salesiana, don Egidio Viganò.
 
Querido Egidio Viganò

Rector Mayor de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco:
 
Está a punto de concluir el año del centenario de la muerte de San Juan Bosco, fundador de esta Sociedad, y mi mente está abierta a muchas memorias y recuerdos de los principales momentos de celebración, que han marcado.
 
Hubo muchas reuniones con los jóvenes alumnos de las escuelas salesianas de todo el mundo; pero es especialmente viva en mi memoria que me hizo la peregrinación a los lugares de su fundador, visitados con la intención y los sentimientos de agradecimiento a Dios, por haber dado a la Iglesia un educador tan distinguido. Ya a principios de este año jubilar, dirigí una carta, para poner de relieve la misión y el carisma particular de Don Bosco y sus hijos espirituales en el arte de la formación de los jóvenes, y también he recomendado a todos los que trabajan con los jóvenes a seguir fielmente los caminos trazados por él, adaptándose a las necesidades y características de nuestro tiempo.
 
Los problemas de la juventud hoy en día, de hecho, confirman la pertinencia actual de los principios del método de enseñanza, ideadas por San Juan Bosco que se centró en la importancia de la prevención en los jóvenes el aumento de las experiencias negativas, la educación positiva con valiosas propuestas y ejemplos de aprovechar la libertad interior a los que están dotados, para establecer con ellos relaciones de auténtica familiaridad, y estimular las capacidades nativas, basada en la razón, la religión y la bondad.
 
Es mi deseo que los frutos de este año conmemorativo duren mucho tiempo tanto en la Sociedad Salesiana como en la Iglesia universal que, en Don Bosco ha reconocido y reconoce un modelo ejemplar de un apóstol de los jóvenes. Por lo tanto, incluso si se acepta el voto de muchos hermanos en el episcopado, a los sacerdotes salesianos y las Hijas de María Auxiliadora, de sus antiguos alumnos y muchos de los fieles, en virtud de lo mencionado, es mi deseo proclamar a San Juan Bosco, padre y maestro de la juventud, estableciendo que por este título sea honrado e invocado, sobre todo por sus hijos espirituales.
 
Confiando en que mi decisión ayudará a promover cada vez más el culto del santo amado e inspirará a muchos imitadores de su celo como educador, imparto a usted, a sus hermanos ya toda la Familia Salesiana la Bendición Apostólica.
 
Desde el Vaticano, 24 de enero –la memoria de San Francisco de Sales– año 1989, undécimo de mi Pontificado.
 
JUAN PABLO PP. II

domingo, 12 de enero de 2025

El Bautismo de Jesús

Hoy se celebra la fiesta del Bautismo del Señor. Los Evangelios narran que Jesús fue a ver a Juan Bautista, en el río Jordán, y quiso recibir de él el bautismo de penitencia. Inmediatamente después, mientras estaba en oración, «bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: “Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado”» (Lucas 3,21-22).

Es la primera manifestación pública de la identidad mesiánica de Jesús, después de la adoración de los magos. Por este motivo, la liturgia pone en relación el Bautismo y la Epifanía, con un salto cronológico de unos treinta años: el Niño, al que adoraron los magos como rey mesiánico, es consagrado hoy por el Padre en el Espíritu Santo.

En el bautismo del Jordán ya se perfila claramente el «estilo» mesiánico de Jesús: él viene como «Cordero de Dios» para cargar sobre él y quitar el pecado del mundo (Cfr. Juan 1, 29. 36). Así lo presenta el Bautista a los discípulos (Cfr. Juan 1, 36). Del mismo modo, nosotros, que en Navidad hemos celebrado el gran acontecimiento de la Encarnación, estamos invitados a mantener fija la mirada en Jesús, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre.

María Santísima es maestra insuperable de contemplación. Si tuvo que sufrir humanamente al ver cómo Jesús dejaba Nazaret, de su manifestación recibió nueva luz y fuerza para la peregrinación de la fe. El Bautismo de Cristo constituye el primer misterio de la luz para María y para toda la Iglesia. ¡Que ilumine el camino de todo cristiano!

San Juan Pablo II
11 de enero 2004

domingo, 29 de diciembre de 2024

Oración a la Familia de San Juan Pablo II

Este Domingo de la Sagrada Familia es buen día para contemplar nuestra vida y la de las personas que nos rodean. Contemplar personas, familias, donde brilla el bien, el amor, la comprensión, la capacidad de perdón, el respeto, la fortaleza ante las dificultades, la confianza en Dios. Personas que son reflejo de la bondad, que transmiten cariño y alegría; que disfrutan cuando pueden ayudar a los demás.
 
Todos conocemos a personas que son presencia de Dios, como José y María, Simeón y Ana..., que buscan y se hacen preguntas, inquietas, abiertas al asombro, capaces de acoger buenas noticias y de compartirlas. Por ellas aprendemos a leer la vida cotidiana, a  contemplar el Espíritu y nos demuestran que es posible soñar con una humanidad formada por personas como ellas. Están ahí, a tu lado. En ellas encontramos  un eco de Dios.
 
Alégrate por sus vidas. Agradece y bendice a Dios por su presencia.
 
Oración de San Juan Pablo II a la Familia
 
“Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, "nacido de Mujer", y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.
Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.
Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.
Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.
Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Tú, que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu santo. Amén”

domingo, 22 de diciembre de 2024

San Juan Pablo II ante la Navidad


En sus 27 años al frente de la barca de Pedro, San Juan Pablo II no ha dejado de celebrar la fiesta de la Natividad del Señor. A lo largo de este tiempo, ha escrito multitud de mensajes, pronunciado discursos y homilías acerca del Misterio de la Navidad, como tiempo de paz. A su vez, ha denunciado, de muy diversos modos, la injusticia y la violencia en todos los rincones del mundo, así como la esperanza cristiana en que el nacimiento del Niño Dios traiga la reconciliación a todos los hombres.

La mayoría de los mensajes de Navidad de San Juan Pablo II -incluidos dentro de la tradicional bendición Urbi et Orbi, pronunciada por el Pontífice en la balconada principal de la Basílica de San Pedro, a las doce de la mañana del 25 de diciembre-, hacen referencia al nacimiento de Jesús como un símbolo de «la ternura de Dios sembrada en el corazón de los hombres». «¡Hacía falta la Navidad!», subraya en sus discursos, dedicados en varias ocasiones a los niños, porque -como señaló en una carta enviada a los niños en las Navidades de 1994- «la Navidad es la fiesta de un niño, de un recién nacido».

Pero, además del llamamiento a la esperanza, San Juan Pablo II no ha perdido ocasión para denunciar los males que afectan a la humanidad y que impiden que la alegría del Nacimiento sea vivida en plenitud en todos los rincones del orbe. Ha mostrado su pesar por las guerras del Golfo, Bosnia u Oriente Medio, por el hambre y la desnutrición en los países del Tercer Mundo, por los genocidios y las catástrofes naturales, por los abusos y el desprecio por la vida humana, en sus inicios y final. A continuación reproducimos algunos de los pasajes claves de los mensajes navideños del Santo Padre.

«Día de extraordinaria alegría es la Navidad. Esta alegría ha inundado los corazones humanos y ha tenido múltiples expresiones en la historia y en la cultura de las naciones cristianas; en el canto litúrgico y popular, en la pintura, en la literatura y en el campo del arte» (Mensaje Urbi et Orbi, Navidad de 1997).

«Desde la noche de Belén hasta hoy, la Navidad continúa suscitando himnos de alegría, que expresan la ternura de Dios sembrada en el corazón de los hombres. En todas las lenguas del mundo se celebra el acontecimiento más grande: el Emmanuel, Dios con nosotros para siempre». (Urbi et Orbi. Navidad de 1998).

«Dios, hecho hombre, nos da parte en su divinidad. Éste es el mensaje de Navidad, mensaje de la noche de Belén, que resuena en este maravilloso día. «La palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros». ¡Qué admirable intercambio! El Creador recibe un cuerpo de la Virgen y, hecho hombre, nos da parte en su divinidad» (Urbi et Orbi, Navidad de 1993).

«La Navidad es la fiesta de un Niño, de un recién nacido. ¡Por eso es vuestra fiesta! Vosotros [niños] la esperáis con impaciencia y las preparáis con alegría, contando los días y casi las horas que faltan para la Nochebuena de Belén. Parece que os estoy viendo: preparando una casa, en la parroquia, en cada rincón del mundo el nacimiento, reconstruyendo el clima y el ambiente en que nació el Salvador».

«Queridos niños: os escribo acordándome de cuando, hace muchos años, yo era un niño como vosotros. Entonces yo vivía también la atmósfera serena de la Navidad, y al ver brillar la estrella de Belén corría al nacimiento con mis amigos para recordar lo que sucedió en Palestina hace 2.000 años. Los niños manifestábamos nuestra alegría ante todo con cantos. ¡Qué bellos y emotivos son los villancicos, que en la tradición de cada pueblo se cantan en torno al nacimiento!» (Carta a los niños, 13 de diciembre de 1994).

«Que el anuncio de la Navidad aliente a cuantos se esfuerzan por aliviar la situación penosa del Medio Oriente respetando los compromisos internacionales. Que la Navidad refuerce en el mundo el consenso sobre medidas urgentes y adecuadas para detener la producción y el comercio de armas, para defender la vida humana, para desterrar la pena de muerte, para liberar a los niños y adolescentes de toda forma de explotación, para frenar la mano ensangrentada de los responsables de genocidios y crímenes de guerra, para prestar a las cuestiones del medio ambiente, sobre todo tras las recientes catástrofes naturales, la atención indispensable que merecen a fin de salvaguardar la creación y la dignidad del hombre» (Urbi et Orbi, Navidad 1998).

«Desde el pesebre, la mirada se extiende hoy a toda la humanidad, destinataria de la gracia del «segundo Adán», aunque siempre heredero del pecado del «primer Adán» Niños maltratados, humillados y abandonados, mujeres violentadas y explotadas, jóvenes, adultos, ancianos marginados, interminables comitivas de exiliados y prófugos, violencia y guerrilla en tantos rincones del planeta. Pienso con preocupación en Tierra Santa, donde la violencia continúa ensangrentando el difícil camino de la paz» (Urbi et Orbi, Navidad de 2000).

«No podemos olvidar hoy que las sombras de la muerte amenazan la vida del hombre en cada una de sus fases e insidian especialmente sus primeros momentos y su ocaso natural. Se hace cada vez más fuerte la tentación de apoderarse de la muerte procurándola anticipadamente, casi como si se fuera árbitro de la vida propia o ajena. Estamos ante síntomas alarmantes de la «cultura de la muerte», que son una seria amenaza para el futuro. Pero, por más densas que parezcan las tinieblas, es más fuerte aún la esperanza del triunfo de la luz surgida en la Noche Santa de Belén» (Urbi et Orbi, Navidad de 2000).

«La respuesta de Dios se llama Evangelio. Tiene su principio en la noche de Belén para convertirse después en testimonio de Aquel que nació precisamente aquella noche [...]. Hermanos y hermanas: no nos encerremos en nosotros mismos frente a Dios. No le impidamos que habite entre nosotros [...]. Su nombre es Jesús, Dios que salva» (Urbi et Orbi, Navidad 1992).

domingo, 15 de diciembre de 2024

San Juan Pablo II: "Preparad los caminos del Señor"

«Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas» (Lc 3, 4). Con estas palabras, hoy, segundo Domingo de Adviento, el Evangelio nos exhorta a disponer el corazón para acoger al Señor que viene. Y la liturgia de este día nos propone como modelo de esa preparación interior la figura austera de Juan Bautista, que predica en el desierto invitando a la conversión.
 
Su testimonio sugiere que, para salir al encuentro del Señor es preciso crear dentro de nosotros y a nuestro alrededor espacios de desierto: ocasiones de renuncia a lo superfluo, búsqueda de lo esencial, y un clima de silencio y oración.
 
San Juan Bautista invita, sobre todo, a volver a Dios, huyendo con decisión del pecado, enfermedad del corazón del hombre, que le impide la alegría del encuentro con el Señor.
 
El tiempo de Adviento es especialmente apto para hacer experiencia del Amor divino que salva. Y es sobre todo en el Sacramento de la Reconciliación donde el cristiano puede hacer esa experiencia, redescubriendo a la luz de la palabra de Dios la verdad de su propio ser y gustando la alegría de recuperar la paz consigo mismo y con Dios.
 
Juan en el desierto anuncia la venida del Salvador. El desierto hace pensar también en muchas situaciones contemporáneas graves: la indiferencia moral y religiosa, el desprecio hacia la vida humana que nace o que se encamina a su última meta natural, el odio racial, la violencia, la guerra y la intolerancia, son algunas de las causas de ese desierto de injusticia, de dolor y de desesperación que avanza en nuestra sociedad.
 
Frente a ese escenario, el creyente, como Juan Bautista, debe ser la voz que proclama la salvación del Señor, adhiriéndose plenamente a su Evangelio y testimoniándolo visiblemente en el mundo.
 
En nuestros días, tiempo de nueva evangelización, es urgente que los padres cristianos pongan atención especial en la educación de sus hijos para ser testigos valientes del Salvador en el mundo de hoy. Convirtiéndose en los primeros catequistas de sus hijos, pueden suscitar más fácilmente en ellos un amor singular a la palabra de Dios, y adecuando diariamente su vida al Evangelio, los estimulan en las decisiones coherentes y generosas, que son propias de todo auténtico discípulo del Señor.
 
Oremos para que cada familia cristiana sea una pequeña iglesia misionera y una escuela de evangelizadores. Encomendemos esta misión de todos los núcleos familiares creyentes así como sus alegrías y sufrimientos, a la Virgen Inmaculada, cuya solemnidad celebraremos el jueves próximo. Que María sea nuestro ejemplo y nuestra guía, especialmente ejemplo y guía de las familias.
 
San Juan Pablo II
4-diciembre-1994