martes, 28 de febrero de 2017

Palabras de San Juan Pablo II sobre el miércoles de ceniza

El miércoles de ceniza se abre una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la preparación del misterio pascual, o sea, el recuerdo de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "matanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.

La sugestiva ceremonia de la Ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.

Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.

San Juan Pablo II
Año 1983

sábado, 18 de febrero de 2017

De San Juan Pablo II a la Santísima Virgen

"A ti, Virgen inmaculada, predestinada por Dios sobre toda otra criatura como abogada de gracia y modelo de santidad para su pueblo, guía tú a sus hijos en la peregrinación de la fe, haciéndolos cada vez más obedientes y fieles a la palabra de Dios."

Oh María, aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo
como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo
con solícita constancia, para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.

San Juan Pablo II
Evangelium Vitae, 105 

sábado, 11 de febrero de 2017

Virgen de Lourdes, salud de los enfermos

Oh Virgen María, Salud de los enfermos, que has acompañado a Jesús en el camino del Calvario y has permanecido junto a la Cruz en la que moría tu Hijo, participando íntimamente de sus dolores, acoge nuestros sufrimientos y únelos a los de Él, para que las semillas esparcidas durante el Jubileo sigan produciendo frutos abundantes en los años venideros.

Madre de Misericordia, con fe nos volvemos hacia Ti. Alcánzanos de tu Hijo el que podamos volver pronto, plenamente restablecidos, a nuestras ocupaciones, para hacernos útiles al prójimo con nuestro trabajo.

Mientras tanto, quédate junto a nosotros en el momento de la prueba y ayúdanos a repetir cada día Contigo nuestro "sí", seguros de que Dios sabe sacar de todo mal un bien más grande. ¡Amén! (San Juan Pablo II) 

sábado, 4 de febrero de 2017

Jóvenes... luz del mundo

Discurso de S.S. Juan Pablo II. Vigilia de oración. Toronto, Parque Downsview Sábado 27 de julio de 2002

Queridos jóvenes, dejaos conquistar por la luz de Cristo y difundidla en el ambiente en que vivís.

"La luz de la mirada de Jesús -dice el Catecismo de la Iglesia católica- ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a verlo todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres" (n. 2715).

En la medida en que vuestra amistad con Cristo, vuestro conocimiento de su misterio, vuestra entrega a él, sean auténticos y profundos, seréis "hijos de la luz" y os convertiréis, también vosotros, en "luz del mundo". Por eso, os repito las palabras del Evangelio: "Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 16).

Esta noche el Papa, juntamente con vosotros, jóvenes de los diversos continentes, reafirma la fe que sostiene la vida de la Iglesia: Cristo es la luz de los pueblos; él ha muerto y resucitado para devolver a los hombres, que caminan en la historia, la esperanza de la eternidad. Su Evangelio no menoscaba lo humano: todo valor auténtico, en cualquier cultura donde se manifieste, es acogido y asumido por Cristo. El cristiano, consciente de ello, no puede por menos de sentir vibrar en su interior el arrojo y la responsabilidad de convertirse en testigo de la luz del Evangelio.

Precisamente por eso, os digo esta noche: haced que resplandezca la luz de Cristo en vuestra vida. No esperéis a tener más años para aventuraros por la senda de la santidad. La santidad es siempre joven, como es eterna la juventud de Dios.

Comunicad a todos la belleza del encuentro con Dios, que da sentido a vuestra vida. Que nadie os gane en la búsqueda de la justicia, en la promoción de la paz, en el compromiso de fraternidad y solidaridad.

¡Cuán hermoso es el canto que ha resonado en estos días: "Luz del mundo, sal de la tierra. Sed para el mundo el rostro del amor. Sed para la tierra el reflejo de su luz"

Es el don más hermoso y valioso que podéis hacer a la Iglesia y al mundo. El Papa os acompaña, como sabéis, con su oración y con una afectuosa bendición.