Oh
Virgen María, Salud de los enfermos, que has acompañado a Jesús en el camino
del Calvario y has permanecido junto a la Cruz en la que moría tu Hijo,
participando íntimamente de sus dolores, acoge nuestros sufrimientos y únelos a
los de Él, para que las semillas esparcidas durante el Jubileo sigan
produciendo frutos abundantes en los años venideros.
Madre
de Misericordia, con fe nos volvemos hacia Ti. Alcánzanos de tu Hijo el que
podamos volver pronto, plenamente restablecidos, a nuestras ocupaciones, para
hacernos útiles al prójimo con nuestro trabajo.
Mientras
tanto, quédate junto a nosotros en el momento de la prueba y ayúdanos a repetir
cada día Contigo nuestro "sí", seguros de que Dios sabe sacar de todo
mal un bien más grande. ¡Amén! (San Juan Pablo II)
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