domingo, 25 de junio de 2023
San Juan Pablo II: «Estoy lleno de una inmensa confianza»
Durante su primer viaje a Polonia, en 1979, el
recién elegido papa Juan Pablo II acudió inmediatamente al santuario mariano de
Chestochowa:
domingo, 11 de junio de 2023
Solemnidad del Corpus Christi
Hoy la Iglesia muestra al mundo el Corpus Christi,
el Cuerpo de Cristo, e invita a adorarlo: “Venite, adoremus, Venid, adoremos”
La mirada de los creyentes se concentra en el Sacramento, donde Cristo se nos
da totalmente a sí mismo: cuerpo, sangre, alma y divinidad. Por eso siempre ha
sido considerado el más santo: el "antísimo Sacramento", memorial
vivo del sacrificio redentor.
En la solemnidad del Corpus Christi volvemos a aquel
"jueves" que todos llamamos "santo", en el que el Redentor
celebró su última Pascua con los discípulos: fue la última Cena, culminación de
la cena pascual judía e inauguración del rito eucarístico. La la solemnidad del Corpus Christi, es fiesta de adoración, de contemplación y de exaltación. Fiesta en la que el
pueblo de Dios se congrega en torno al tesoro más valioso que heredó de Cristo,
el sacramento de su misma presencia, y lo alaba, lo canta, lo lleva en procesión por las calles de la ciudad.
En la santa Eucaristía está realmente presente
Cristo, muerto y resucitado por nosotros. En el pan y en el vino consagrados
permanece con nosotros el mismo Jesús de los evangelios, que los discípulos
encontraron y siguieron, que vieron crucificado y resucitado, y cuyas llagas
tocó Tomás, postrándose en adoración y exclamando: "Señor mío y Dios
mío" (Jn 20, 28; cf. 20, 17-20).
En el Sacramento del altar se ofrece a nuestra
contemplación amorosa toda la profundidad del misterio de Cristo, el Verbo y la
carne, la gloria divina y su tienda entre los hombres. Ante él no podemos dudar
de que Dios está "con nosotros", que asumió en Jesucristo todas las
dimensiones humanas, menos el pecado, despojándose de su gloria para
revestirnos a nosotros de ella (cf. Jn 20, 21-23).
En su cuerpo y en su sangre se manifiesta el rostro
invisible de Cristo, el Hijo de Dios, con la modalidad más sencilla y, al mismo
tiempo, más elevada posible en este mundo. A los hombres de todos los tiempos,
que piden perplejos: "Queremos ver
a Jesús" (Jn 12, 21), la comunidad eclesial responde repitiendo el gesto
que el Señor mismo realizó para los discípulos de Emaús: parte el pan. Al partir
el pan se abren los ojos de quien lo busca con corazón sincero. En la
Eucaristía la mirada del corazón reconoce a Jesús y su amor inconfundible, que
se entrega "hasta el extremo" (Jn 13, 1). Y en él, en ese gesto suyo,
reconoce el rostro de Dios.
Con este pan nos alimentamos para convertirnos en
testigos auténticos del Evangelio. Necesitamos este pan para crecer en el amor,
condición indispensable para reconocer el rostro de Cristo en el rostro de los
hermanos.
San Juan Pablo II
Corpus Christi 2001
domingo, 4 de junio de 2023
De San Juan Pablo II a la Santísima Trinidad
¡Gloria y alabanza a ti, Santísima Trinidad, único y
eterno Dios!
Bendito seas, Padre, que en Tu infinito Amor nos has
dado a Tu Hijo Unigénito, hecho carne por obra del Espíritu Santo en el seno
purísimo de la Virgen María y nacido en Belén hace dos mil años. Él se hizo
nuestro Compañero de viaje y dio nuevo significado a la historia, que es un
camino recorrido juntos en las penas y los sufrimientos, en la fidelidad y el
amor, hacia los cielos nuevos y la tierra nueva en los cuales Tú, vencida la
muerte, serás Todo en todos.
¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y
Eterno Dios!
Que por tu gracia, Padre, este tiempo sea un tiempo de
conversión y de gozoso retorno a Ti; que sea un tiempo de reconciliación entre
los hombres y de nueva concordia entre las naciones; un tiempo en que las
espadas se cambien por arados y al ruido de las armas le sigan los cantos de la
paz. Concédenos, Padre, poder vivir dóciles a la voz del Espíritu, fieles en el
seguimiento de Cristo, asiduos en la escucha de la Palabra y en el acercarnos a
las fuentes de la gracia.
¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y
Eterno Dios!
Sostén, Padre, con la fuerza del Espíritu, los
esfuerzos de la Iglesia en la nueva evangelización y guía nuestros pasos por
los caminos del mundo, para anunciar a Cristo con la propia vida orientando
nuestra peregrinación terrena hacia la Ciudad de la Luz. Que los discípulos de
Jesús brillen por su amor hacia los pobres; que sean solidarios con los
necesitados y generosos en las obras de misericordia; que sean indulgentes con
los hermanos para alcanzar de Ti ellos mismos indulgencia y perdón.
¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y
Eterno Dios!
Concede, Padre, que los discípulos de Tu Hijo, purificada
la memoria y reconocidas las propias culpas, sean una sola cosa para que el
mundo crea. Se extienda el diálogo entre los seguidores de las grandes
religiones y todos los hombres descubran la alegría de ser hijos tuyos. A la
voz suplicante de María, Madre de todos los hombres, se unan las voces orantes
de los apóstoles y de los mártires cristianos, de los justos de todos los
pueblos y de todos los tiempos, para que este tiempo sea para cada uno y para
la Iglesia causa de renovada esperanza y de gozo en el Espíritu.
¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y
Eterno Dios!
A Ti, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del
hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia. En el
Espíritu que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los
siglos de los siglos. Amén.
San Juan Pablo II
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