sábado, 19 de marzo de 2022

San José, el hombre justo

"El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una Virgen, desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la Virgen se llamaba María"
(Lc 1, 26-27).
 
En el relato de la Anunciación, al lado de la Virgen Santísima aparece su esposo, José, el gran Santo al que precisamente hoy veneramos.
 
Al lado de Jesús veis la dulce figura de María, su Madre y Madre nuestra, sentís la serena presencia de José, el hombre "justo" (Mt 1, 19), que en laborioso silencio provee a las necesidades de toda la familia.
 
Hoy, 19 de marzo, se detiene en él, sobre todo, la mirada del corazón para admirar sus dotes de discreción y de disponibilidad, de laboriosidad y de valentía, que circundan su bondadosa figura con una aureola de cautivadora simpatía. Toda la tradición ha visto en San José al Patrono y Protector de la comunidad de los creyentes; su poderosa intercesión acompaña y protege el camino de la Iglesia en el curso de la historia. Él la defiende de los peligros, la sostiene en las luchas y sufrimientos, le señala el camino, le obtiene alientos y consuelos.
 
Tened confianza en este Santo tan grande y tan humilde. Partícipe como es del misterio de María y de su Hijo divino, él os guiará dulcemente y con seguridad a la comprensión de este misterio de salvación, y llevará a cumplimiento cuanto de hermoso ―a la luz de Dios― desea vuestro corazón.
 
San José con el ejemplo de su vida, os habla también a vosotros, jóvenes de hoy, y os invita a dar en el mundo testimonio de vuestro amor a Cristo, de vuestra honestidad y coherencia, de vuestro compromiso para construir una sociedad más justa y más humana.
 
San Juan Pablo II
19 de marzo de 1986

domingo, 13 de marzo de 2022

San Juan Pablo II y la Transfiguración del Señor

Amadísimos hermanos y hermanas:
 
La solemnidad de la Transfiguración, que celebramos hoy, cobra para nosotros, en Castelgandolfo, un carácter íntimo y familiar desde que, hace veintitrés años, mi inolvidable predecesor el siervo de Dios Pablo VI concluyó precisamente aquí, en este palacio apostólico, su existencia terrena. Mientras la liturgia invitaba a contemplar a Cristo transfigurado, él terminaba su camino en la tierra y entraba en la eternidad, donde el rostro santo de Dios brilla en todo su esplendor. Por tanto, este día está vinculado a su memoria, envuelta por el singular misterio de luz que irradia esta solemnidad.
 
Ese venerado Pontífice solía subrayar también el aspecto "eclesial" del misterio de la Transfiguración. Aprovechaba cualquier ocasión para poner de relieve que la Iglesia, cuerpo de Cristo, participa por gracia en el mismo misterio de su Cabeza. "Yo quisiera -exhortaba a los fieles- que fueseis capaces de entrever en la Iglesia la luz que lleva dentro, de descubrir a la Iglesia transfigurada, de comprender todo lo que el Concilio ha expuesto tan claramente en sus documentos". "La Iglesia -añadía- encierra una realidad misteriosa, un misterio profundo, inmenso, divino. (...) La Iglesia es el sacramento, el signo sensible de una realidad escondida, que es la presencia de Dios entre nosotros" (Homilía durante la misa celebrada en la parroquia de San Pedro Damián, 27 de febrero de 1972: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de marzo de 1972, p. 4).
 
Estas palabras muestran su extraordinario amor a la Iglesia. Esa fue la gran pasión de toda su vida. Que Dios nos conceda a todos y cada uno servir fielmente, como él, a la Iglesia, llamada hoy a una nueva y audaz evangelización.
 
Eso es lo que pediremos al Señor durante esta santa eucaristía por intercesión de María, Madre de la Iglesia y Estrella de la nueva evangelización.
 
San Juan Pablo II
(Aciprensa 2001)

martes, 8 de marzo de 2022

Carta de San Juan Pablo II a las mujeres

Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.
 
Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.
 
Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.
 
Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del «misterio», a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.
 
Te doy gracias, mujer-consagrada, que, a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta «esponsal», que expresa maravillosamente la comunión que Él quiere establecer con su criatura.
 
Te doy gracias, mujer… ¡Por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas.
 
San Juan Pablo II
(1995)