lunes, 28 de marzo de 2011

Juan Pablo II en Facebook


En menos de una semana, la página en Facebook sobre Juan Pablo II ha recibido casi 30 mil admiradores que han declarado "me gusta". En pocos días, todos los vídeos publicados han sido visionados más de 50 mil veces, y algunos han alcanzado los 113 mil accesos. En total, más de 2 millones de veces ha sido visitada una noticia publicada en la página.


La página ha sido lanzada con la colaboración entre Radio Vaticano y el Centro Televisivo Vaticano, en acuerdo con el Consejo Pontificio paras las Comunicaciones Sociales.

El padre Federico Lombardi S.I., director tanto de Centro Televisivo Vaticano (CTV) como de Radio Vaticano, ha declarado que "la presencia en Facebook representa una de las contribuciones de Radio Vaticano y del CTV a la beatificación y estamos muy satisfechos con la andadura".

Además, la Santa Sede ha abierto un canal en YouTube dedicado a la beatificación.

"Con esta iniciativa -subraya el padre Lombardi, quien es también director de la Oficina de Información de la Santa Sede-, hemos respondido a cuantos pedían utilizar las redes sociales para preparar la beatificación", que tendrá lugar el 1 de mayo.

El padre Lombardi informa que desde esta semana pueden verse vídeos con la voz del papa en diferentes idiomas, durante sus viajes por el mundo y en el Vaticano. Se trata de unos 40 vídeos con el audio escogido por las redacciones lingüísticas de Radio Vaticano, mientras que el CTV ha realizado la edición de los vídeos. Además, se han preparado 25 videoclips que presentan momentos significativos y particulares de los viajes y del pontificado.

En estos momentos, la página de Juan Pablo II en Facebook es la primera que aparece cuando se busca su nombre en el motor de búsqueda, "y esto -reconoce el padre Lombardi- es ya de por sí un elemento de satisfacción".

Más información en:

Fuente: ZENIT.org

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sábado, 26 de marzo de 2011

Jesús y la mujer samaritana

"Díjole la mujer: Señor, dame de esa agua para que no sienta más sed" (Jn 4, 15). La petición de la samaritana a Jesús manifiesta, en su significado más profundo, la necesidad insaciable y el deseo inagotable del hombre. Efectivamente, cada uno de los hombres digno de este nombre se da cuenta inevitablemente de una incapacidad congénita para responder al deseo de verdad, de bien y de belleza que brota de lo profundo de su ser. El hombre tiene necesidad de Otro; vive, lo sepa o no, en espera de Otro, que redima su innata incapacidad de saciar las esperas y esperanzas.

¿Cómo podrá encontrarse con Él? Para este encuentro resolutivo es condición indispensable que el hombre tome conciencia de la sed existencial que lo aflige y de su impotencia radical para apagar su ardor. El camino para llegar a esta toma de conciencia es, para el hombre de hoy como para el de todos los tiempos, la reflexión sobre la propia existencia.

¿Cómo definir esta experiencia humana profunda que indica al hombre el camino de la auténtica comprensión de sí mismo? Es el cotejo continuo entre el yo y su destino. La verdadera experiencia humana tiene lugar solamente en la apertura genuina a la realidad.

¿Cuáles son las características de tal experiencia, gracias a la cual el hombre puede afrontar con decisión y seriedad la tarea del "conócete a ti mismo", sin perderse a lo largo del camino de esa búsqueda? Dos son las condiciones fundamentales que debe respetar.

Ante todo, deberá aceptar apasionadamente el complejo de exigencias, necesidades y deseos que caracterizan su yo. En segundo lugar, debe abrirse a un encuentro objetivo con toda la realidad.

¡Qué difícil resulta para el hombre en el mundo de hoy arribar a la playa segura de la experiencia genuina de sí, en la que puede entrever el verdadero sentido de su destino! Está continuamente asechado por el riesgo de ceder a los errores de perspectiva que, haciéndole olvidar su naturaleza de "ser" hecho a imagen de Dios, le dejan luego en la más desoladora de las desesperaciones o, lo que es peor aún, en el cinismo más inexpugnable.

A la luz de estas reflexiones, qué liberadora aparece la frase que pronuncio la samaritana: "Señor..., dame de esa agua para que no sienta más sed"... Realmente vale para todo hombre, más aún, mirándolo bien, es una profunda descripción de su misma naturaleza.

En efecto, el hombre que afronta seriamente sus problemas y observa con ojos limpios su experiencia según los criterios que hemos expuesto, se descubre más o menos conscientemente como un ser a la vez lleno de necesidades, para las que no sabe encontrar respuesta, y traspasado por un deseo, por una sed de realización de sí mismo, que no es capaz él solo de satisfacer.

El hombre se descubre así colocado por su misma naturaleza en actitud de espera de Otro que complete su deficiencia. En todo momento impregna su existencia una inquietud, como sugiere Agustín al comienzo de sus Confesiones: "Nos has hecho, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti" (Confesiones 1, 1).

Cristo es quien lo salva. Sólo Él puede sacarlo de esta situación en que se encuentra, colmando la sed existencial que le atormenta.

Juan Pablo II
Audiencia general del miércoles, 12 de octubre de 1983

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martes, 15 de marzo de 2011

Sólo Cristo puede liberar al hombre

La escena de las tentaciones de Cristo en el desierto se renueva cada año al comienzo de la Cuaresma. La liturgia invita a los creyentes a entrar con Jesús en el desierto y a seguirlo en el típico itinerario penitencial de este tiempo cuaresmal, que ha comenzado el miércoles pasado con el austero rito de la ceniza.

Queridos hermanos y hermanas, esto es lo que nos pide claramente el Señor para entrar en el clima auténtico de la Cuaresma: quiere que en el desierto de estos cuarenta días aprendamos a afrontar al enemigo de nuestras almas, a la luz de su palabra de salvación. Pidamos al Espíritu Santo que vivifique nuestra oración, para que estemos dispuestos a afrontar con valentía la incesante lucha de vencer el mal con el bien.

En efecto, sólo Cristo puede liberar al hombre de lo que lo hace esclavo del mal y del egoísmo: de la búsqueda ansiosa de los bienes materiales, de la sed de poder y dominio sobre los demás y sobre las cosas, de la ilusión del éxito fácil, y del frenesí del consumismo y el hedonismo que, en definitiva, perjudican al ser humano.

Al comienzo del itinerario cuaresmal volvemos a las raíces de nuestra fe para prepararnos, con la oración, la penitencia, el ayuno y la caridad, a participar con corazón renovado interiormente en la Pascua de Cristo.

Que la Virgen Santísima nos ayude en esta Cuaresma a compartir con dignos frutos de conversión el Camino de Cristo, desde el desierto de las tentaciones hasta Jerusalén, para celebrar con Él la Pascua de nuestra redención.

Homilía de Juan Pablo II (extracto)
en la Santa Misa del primer Domingo de Cuaresma
1 de marzo de 1998

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miércoles, 9 de marzo de 2011

En esta Cuaresma

El Miércoles de Ceniza, al comenzar la Cuaresma, la liturgia de la Iglesia nos dirige a todos los fieles una intensa invitación a la conversión con las palabras del Apóstol Pablo: «En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!» (2 Corintios 5, 20). La Cuaresma es un período de penitencia y de reconciliación con Dios por medio de la Cruz de Cristo. Esta reconciliación constituye el fruto de la gracia de la Redención, que se ofrece sobreabundantemente al hombre de todas las generaciones y épocas, de todas las naciones y razas. Nos la ofrece a cada uno de nosotros el Espíritu Santo, que "nos ha sido dado".

"...Así pues, dejémonos guiar por el Espíritu Santo durante este tiempo privilegiado: para preparar a Jesús a su misión, lo impulsó al desierto de la tentación y lo confortó luego en la hora de la prueba, acompañándolo desde el monte de los olivos hasta el Gólgota. El Espíritu Santo está a nuestro lado mediante la gracia de los sacramentos. En particular, en el Sacramento de la Reconciliación nos lleva, por el camino del arrepentimiento y de la confesión de nuestras culpas, a los brazos misericordiosos del Padre.

Deseo de corazón que la Cuaresma sea para cada cristiano una ocasión propicia para este camino de conversión, que tiene su referencia fundamental e irrenunciable en el sacramento de la penitencia. Esta es la condición para llegar a una experiencia más íntima y profunda del amor del Padre.

Que nos acompañe, a lo largo de este itinerario cuaresmal, María, ejemplo de dócil acogida del Espíritu de Dios. A Ella nos dirigimos hoy, en el momento en que, junto con los creyentes de todo el mundo, entramos en el clima austero y penitencial de la Cuaresma.

Beato Juan Pablo II.
Audiencia 25 de febrero de 1998

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martes, 8 de marzo de 2011

Palabras de Juan Pablo II sobre el Miércoles de Ceniza

El Miércoles de Ceniza se abre una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la preparación del misterio pascual, o sea, el recuerdo de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "matanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.

La sugestiva ceremonia de la Ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.

Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.


Juan Pablo II
16-Feb-1983

Tomado del
Web Católico de Javier

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viernes, 4 de marzo de 2011

Oración de Juan Pablo II a Dios, Creador del cielo y de la tierra, Padre de Jesús y Padre nuestro

Bendito seas Señor, Padre que estás en el cielo, porque en tu infinita misericordia te has inclinado sobre la miseria del hombre y nos has dado a Jesús, tu Hijo, nacido de mujer, nuestro salvador y amigo, hermano y Redentor. Gracias, Padre bueno, por el don de este año; haz que sea un tiempo favorable, el año del gran retorno a la casa paterna, donde Tú, lleno de amor, esperas a tus hijos descarriados para darles el abrazo del perdón y sentarlos a tu mesa, vestidos con el traje de fiesta.

¡A Ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!

Padre Clemente
, que en este año se fortalezca nuestro amor a Ti y al prójimo: que los discípulos de Cristo promuevan la justicia y la paz; se anuncie a los pobres la Buena Nueva y que la Madre Iglesia haga sentir su amor de predilección a los pequeños y marginados.

¡A Ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!

Padre Justo, que este año sea una ocasión propicia para que todos los católicos descubran el gozo de vivir en la escucha de tu palabra, abandonándose a tu voluntad; que experimenten el valor de la comunión fraterna partiendo juntos el pan y alabándote con himnos y cánticos espirituales.

¡A Ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!

Padre Misericordioso, que este año sea un tiempo de apertura, de diálogo y de encuentro con todos los que creen en Cristo y con los miembros de otras religiones: en tu inmenso Amor, muestra generosamente tu Misericordia con todos.

¡A Ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!

Padre Omnipotente, haz que todos tus hijos sientan que en su caminar hacia Ti, meta última del hombre, los acompaña bondadosamente la Virgen María, icono del Amor puro, elegida por Ti para ser Madre de Cristo y de la Iglesia.

¡A Ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!

A Ti, Padre de la vida, Principio sin principio, suma Bondad y eterna Luz, con el Hijo y el Espíritu, honor y gloria, alabanza y gratitud por los siglos sin fin. Amén.

Juan Pablo II

Oración para la celebración del Gran Jubileo del año 2000.

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