domingo, 13 de abril de 2014

Juan Pablo II Santo

Por la gracia de Dios viajo a Roma para estar presente 
en la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II.

Por ese motivo no se actualizará este blog hasta mi regreso.

Queda la imagen del nuevo santo de la Iglesia:

jueves, 10 de abril de 2014

Aspectos menos conocidos del Papa Juan Pablo II

El 27 de abril unos 5 millones de personas procedentes de todo el mundo se conmoverán viendo la tela de la Loggia de la Bendición bajarse y descubrir el rostro de Juan Pablo II. El deseo de numerosos fieles que a su muerte gritaban "¡Santo subito!" se ha cumplido: Wojtyla será canonizado junto a Juan XXIII. Como Roncalli, también el Pontífice polaco ha cambiado la historia, a través de un pontificado revolucionario que ha esparcido las semillas de tantos frutos que se viven hoy en la Iglesia y en el mundo. Pero el secreto de esta fuerza, de esta fe, de esta santidad, ¿de dónde nacía? De una relación íntima con Dios, que se realizaba en una oración incesante que, más de una vez, ha hecho que el beato dejara la cama intacta, porque prefería transcurrir la noche en el suelo, en oración. Lo confirma el postulador de la causa de canonización, monseñor Slawodir Oder, en la entrevista realizada a ZENIT que publicamos a continuación.

De Juan Pablo II se ha dicho todo, se ha escrito de todo. Pero ¿realmente se ha pronunciado la última palabra sobre este "gigante de la fe"?
Mons. Oder: El mismo Juan Pablo II sugirió cuál era la clave para su conocimiento: "Muchos intentan conocerme mirando fuera, pero yo quiero ser conocido solo desde dentro, es decir, desde el corazón". Seguramente el proceso de beatificación, antes, y de canonización, después, ha permitido acercarse más al corazón de esta persona. Cada experiencia y testimonio ha sido una pieza que ha compuesto el mosaico de la extraordinaria figura de este Pontífice. Sin embargo, seguramente, llegar al corazón de una persona como Wojtyla permanece un misterio. Podemos decir que en el corazón de este Papa esté seguramente el amor por Dios y por los hermanos, un amor siempre cambiante, que no es nunca un hecho consumado en la vida.

¿Qué ha descubierto de nuevo o de poco conocido sobre Wojtyla durante sus investigaciones?
Mons. Oder: Hay distintos aspectos históricos y de su vida que han surgido en el proceso y que son poco conocidos. Uno de estos es sin duda la relación con el Padre Pío, con el que se vio a menudo y con el que mantuvo una larga relación epistolar. Más allá de algunas cartas ya conocidas, como aquella en la que pedía oración por la profesora Poltawska, su amiga y colaboradora; surgió otra en la que el beato pedía al Santo de Pietrelcina oraciones de intercesión por la sanación de los fieles. O pedía oraciones para sí mismo, que, al mismo tiempo, desarrollaba el encargo de vicario capitular de la diócesis de Cracovia, en espera al nombramiento del nuevo arzobispo que después será él mismo.

¿Algo más?
Mons. Oder: Hemos descubierto mucho sobre la espiritualidad de Juan Pablo II. Más que nada se ha tratado de una confirmación de cuanto ya era perceptible, visible de su relación con Dios. Una relación íntima con Cristo vivo, sobre todo en la Eucaristía donde surgía todo lo que nosotros fieles hemos visto en él como fruto de extraordinaria caridad, celo apostólico, pasión por la Iglesia, amor por el cuerpo místico. Y este es el secreto de santidad de Juan Pablo II.

Por tanto, más allá de los grandes viajes y los grandes discursos, ¿el aspecto espiritual es el corazón del pontificado de Juan Pablo II?
Mons. Oder: Absolutamente. Y hay un episodio muy tocante que lo identifica muy bien. El Papa enfermo, al final de uno de sus últimos viajes apostólicos, sus colaboradores le llevan a la habitación. Los mismos, la mañana después, encuentran la cama intacta porque Juan Pablo II pasó toda la noche en oración, de rodillas, en el suelo. Para él, recogerse en oración era fundamental. Tanto que, en los últimos meses de vida, pidió tener en la habitación un espacio para el Santísimo. Su relación con el Señor era realmente extraordinaria.

El Papa era también muy devoto de María...
Mons. Oder: Sí, y el proceso de canonización nos ha ayudado a acercarnos también a esto. Hemos profundizado la relación profundísima de Wojtyla con la Virgen. Una relación que la gente externa a veces no conseguía comprender y que parecía sorprendente. A veces el Papa durante la oración mariana aparecía en éxtasis, se alienaba del contexto, ya fuera un paseo o un encuentro. Vivía una relación personalísima con la Virgen.

Entonces, ¿también hay un aspecto místico en Juan Pablo II?
Mons. Oder: Decididamente sí. No puedo confirmar visiones o elevaciones, con las que a menudo se identifica la vida mística; pero con Juan Pablo II el aspecto de un profundo y auténtico misticismo estaba presente y se manifestaba con su estar en la presencia de Dios. Un verdadero místico es, de hecho, aquel que tiene la conciencia de estar en presencia de Dios, y vive todo a partir de un profundo encuentro con el Señor.

Usted vive desde hace años con la figura de este hombre considerado ya Santo en vida. ¿Cómo se siente al verlo ahora elevado a los honores de los altares?
Mons. Oder: El proceso de canonización ha sido una aventura extraordinaria. Seguramente marca mi vida sacerdotal. Agradezco mucho a Dios que me ha puesto delante este maestro de vida y de fe. Para mí estos 9 años del proceso han sido una aventura humana y un curso extraordinario de ejercicios espirituales predicados "indirectamente" con su vida, sus escritos, con todo lo que ha surgido de las investigaciones.

¿Tiene recuerdos personales?
Mons. Oder: Nunca he sido uno de los más estrechos colaboradores de Wojtyla, pero conservo en el corazón distintas ocasiones en las que he podido respirar la santidad del Pontífice. Una de estas es del inicio de mi sacerdocio, el Jueves Santo de 1993, el año en el que el Papa quiso lavar los pies a los sacerdotes comprometidos en la formación de seminaristas. Yo estaba entre estos sacerdotes. Además del valor simbólico del ritual, para mí permanece el primer contacto con una persona que en ese gesto auténticamente humilde, lleno de amor, me ha comunicado su amor por Cristo y por el mismo sacerdocio. Otra ocasión se presentó en los últimos meses de vida del Papa: estaba ya enfermo, y al imprevisto tuve oportunidad de cenar con él, junto a los secretarios, a los colaboradores y a otros pocos sacerdotes. También allí recuerdo esta sencillez y el gran sentido de acogida, de humanidad, que transpiraba en la sencillez de sus gestos.

Benedicto XVI ha declarado recientemente en una entrevista que siempre supo que estaba viviendo junto a un Santo. Es famoso su "hacedlo rápido, pero hacedlo bien", cuando autorizó el inicio del proceso de beatificación.
Mons. Oder: Me ha gustado mucho leer el testimonio del papa emérito. Ha sido la confirmación de lo que él ha hecho transpirar a lo largo de su pontificado: siempre que era posible hablaba de su amado predecesor, en privado o en público durante las homilías y los discursos. Siempre ha dado gran testimonio del afecto hacia Juan Pablo II. Y, por mi parte, puede expresar una fuerte gratitud a Benedicto por la actitud que ha mostrado en estos años. Le he sentido siempre muy cerca y puedo afirmar que fue determinante en el abrir el proceso de beatificación poco después de la muerte. Mirando después a los últimos eventos históricos, debo decir que la Divina Providencia ha hecho una "dirección" magnífica de todo el proceso.

¿Ve una continuidad también con el papa Francisco?
Mons. Oder: El Magisterio continúa, el carisma de Pedro continúa. Cada uno de los Papas da consistencia y forma histórica determinada de la vivencia personal y de la propia personalidad. No se puede no ver una continuidad. Más en detalle, hay distintos aspectos por los que Francisco recuerda a Juan Pablo II: el deseo profundo de estar cercano a las personas, la valentía de ir más allá de ciertos esquemas, la pasión por Cristo presente en su Cuerpo místico, el diálogo con el mundo y con otras religiones.

Uno de los deseos irrealizables de Wojtyla fue el de visitar China y Rusia. Parece que Francisco está abriendo camino en este sentido...
Mons. Oder: Es extraordinario que los esfuerzos cumplidos por Juan Pablo II para una apertura hacia Oriente está proliferando con sus sucesores. El camino abierto por Wojtyla ha encontrado terreno fértil con el pensamiento de Benedicto XVI y, ahora, gracias a los eventos históricos que acompañan el pontificado de Francisco, se realizan concretamente. Es siempre esa dialéctica de la continuidad de la que hablaba antes, que es además la lógica de la Iglesia: ninguno comienza de cero, la piedra es Cristo que ha actuado en Pedro y en sus sucesores. Hoy vivimos la preparación de aquello que en la Iglesia sucederá mañana.

Se dice también que Juan Pablo II tenía el deseo de visitar Medjugorje. ¿Lo puede confirmar?
Mons. Oder: Hablando privadamente con sus amigos, más de una vez el Papa dijo: "Si fuera posible quisiera ir". Son palabras que no se deben interpretar con un carácter de reconocimiento u oficialidad a los eventos en el pueblo bosnio. El Papa siempre ha estado muy atento al moverse, consciente de la importancia de su encargo. No hay duda de que en Medjugorje suceden cosas que transforman los corazones de las personas, sobre todo en el confesionario. Por tanto, el deseo expreso del Papa se puede interpretar en la óptica de su pasión sacerdotal, es decir, del querer estar en un lugar donde un alma busca a Cristo y lo encuentra, gracias a un sacerdote, a través del sacramento de la reconciliación o de la eucaristía.

¿Y por qué no fue?
Mons. Oder: Porque no todo es posible en la vida...

Traducido del italiano por Rocío Lancho García

sábado, 5 de abril de 2014

El activismo de Juan Pablo II fue el de la dignidad humana: nunca se sintió un político

Juan Pablo II murió el 2 de abril de 2005. Nueve años después, en el aniversario de "nacimiento a la vida eterna", su "dies natalis", el filólogo Jordi Picazo entrevista para “Religión en Libertad” al doctor Joaquín Navarro-Valls, que convivió 22 años con el Papa polaco y ha sido el único laico de la historia en ocupar el puesto de Jefe de la Sala de Prensa del Vaticano. Desde cerca fue testigo de grandes cambios históricos, y del papel de Juan Pablo II en ellos.

- La caída del Muro de Berlín en 1989, la abolición de la pena de muerte en países como Guatemala y Filipinas, evitar una guerra entre Chile y Argentina... ¿podemos hablar de un Papa "activista"?
- Si usted quiere llamarlo así, yo no tengo inconveniente en aceptarlo. Activista, entre comillas al menos. Un activismo que se le puede atribuir a Juan Pablo II es el activismo de la dignidad humana. Ésa fue su arma, la de hablar, predicar y hacer lo posible por la dignidad del ser humano, y ahí entran guerras, totalitarismo, todo lo que usted quiera.

- ¿Y político?
- No se sentía un líder político ni siquiera cuando cayó el muro de Berlín y cambió la vida de centenares de millones de personas en todo un ámbito. No solamente hay que destacar el milagro del cambio: aquel cambio se produjo sin derramamiento de sangre, cosa que ningún historiador pensaba que podía suceder. Ahora, todo eso fue posible porque él era el gran activista -yo utilizo su palabra- el gran activista de la dignidad humana: aquello convenció. En Cuba, por ejemplo, estuve con él. Bien, el sistema en Cuba no es que haya cambiado de por sí, pero ha cambiado la Iglesia, ha cambiado mucho su presencia, su reconocimiento social en Cuba. Antes de aquel viaje estaba apartada de todo protagonismo social. De esta forma también se podría analizar Chile, Uruguay, Paraguay...

- ¿Cómo quiso Benedicto dar continuidad a la visión de Juan Pablo II?
- En el caso de Juan Pablo II como Papa filósofo, y un gran teólogo como Benedicto XVI, puedo decir que Benedicto ha concedido, desde que renunció al pontificado, una sola entrevista, que estos días se está volviendo a considerar en Italia en un libro que se ha publicado y que me toca presentar el día cinco de abril aquí en Roma. Benedicto afirma ahí, con la modestia y la riqueza intelectual que le han caracterizado siempre, y la elegancia intelectual: “Yo ni quise ni podía imitar a Juan Pablo II. No lo quise y tampoco lo podía hacer", dice Benedicto.
Es decir, cada uno tiene la responsabilidad de lo que es y de lo que tiene que hacer y por ello se diferencia mucho de su predecesor, pero que necesariamente se hace con el propio carisma, con el propio modo de ser. Eso que Dios mismo ha elegido al cambiar una persona por otra. Desde este punto de vista pienso que a Benedicto XVI no le fue difícil dar continuidad a la reforma iniciada por Juan Pablo II.
El entonces cardenal Ratzinger era el colaborador número uno de Juan Pablo II durante todo el pontificado, al menos a partir de 1980, que es cuando vino a Roma. Le fue por tanto fácil continuar con su propio estilo, su propia especifidad la gran reforma, que sería ahora largo de explicar, que llevó a cabo Juan Pablo II.

- ¿Se apagará esta "popularidad" inicial del Papa Francisco? ¿Qué pasará entonces?
- Yo pienso que el gran desafío del momento, como lo ha sido probablemente en momentos anteriores es la gran necesidad de superar el gran vacío antropológico, ético, que en nuestra época es bastante notable, el peor en la historia de la humanidad. Hay grandes problemas éticos en el mundo, pero es que antes que eso hay un gran problema antropológico, y es que no sabemos quién es el ser humano: cada vez que en un congreso internacional de filosofía se habla de este tema de la naturaleza humana o se habla del tema de la verdad, resulta que la gente se siente incómoda, como si fueran dos temas que no tienen que ver con la identidad humana. Ahí está el gran déficit de nuestra época.

- ¿Se valora lo suficiente el magisterio de Juan Pablo II sobre la familia? ¿La Teología del Cuerpo de Juan Pablo II se ha difundido mínimamente al menos en ambientes católicos?
- La Familiaris Consortio, la encíclica de Juan Pablo II, sigue siendo un gran documento sobre el amor humano. Un documento que, y a mí me sorprende, cuando a veces se viaja y se va a universidades fuera del ámbito habitual, en ámbitos nada sospechosos de catolicismo o de fe cristiana, vemos que continúa estudiándose y prestándosele atención porque tiene una riqueza extraordinaria.
Juan Pablo II, cuando era todavía obispo, ni siquiera cardenal, empezó a elaborar sobre este tema y escribió aquel libro estupendo que se llama Amor y Responsabilidad. El libro se difundió pero él mismo, y -esto me lo ha contado Juan Pablo II-, se dio cuenta que para entender bien Amor y Responsabilidad había que hacer una reflexión sobre quién es la persona humana. Ése es el déficit antropológico al que me refería. Después escribió Persona y Acto, un libro muy difícil pero muy rico desde el punto de vista antropológico, no de antropología cristiana sino simplemente antropología, “kultur”. En el fondo, hay que plantearse con seriedad filosófica y antropológica, y últimamente también ética, qué es el amor humano; cuáles son esos parámetros del amor humano que hace que el amor humano sea distinto del amor entre animales, que sea específico del ser humano, es un gran tema en el que nuestra época es deficitaria. Sin embargo la biografía para profundizar no falta, gracias a Juan Pablo II.

- ¿Piensa usted que el diablo está especialmente activo en el mundo, en los signos de los tiempos...?
- Usted me está pidiendo con eso casi una profecía. No me atrevería a entrar en el terreno de la profecía. El demonio está activo como lo ha estado siempre y el demonio me parece un elemento honesto, ¿cómo lo diría?, que ¡hace lo que tiene que hacer!
El tema es si nosotros hacemos lo que tenemos que hacer también. Es decir, ser cristiano coherente no es fácil, pero ese hecho no es nada comparado con el hecho de ser una persona humana: ser un hombre o una mujer no es una empresa fácil. El ser humano no está fabricado. Tiene que hacerse con su libertad, tiene que aprender a manejar su libertad. Éste es el gran desafío de todo ser humano, qué quiero hacer con mi libertad, qué quiero hacer con mi vida. Podemos tratarlo a nivel teórico, académico, pero lo curioso de todo ello es que cada uno lo tiene que resolver en primera persona, no se lo puede dar nadie resuelto. El problema es si eso nos asusta. El destino del ser humano a ser libre no nos debe asustar y debe asumirse. Antes de ser una cuestión ética, es una cuestión antropológica.

Fuente: “Religión en Libertad”

miércoles, 2 de abril de 2014

A nueve años de su Pascua

Un día como hoy de hace nueve años atrás fallecía el papa Juan Pablo II. Mientras en una plaza de San Pedro y por cadena televisiva miles o millones rezaban el Santo Rosario por él, era él quien pasaba a interceder por quienes estaban rezando. Las manifestaciones de fe fueron impresionantes, todos recuerdan las imágenes de los miles de personas que se congregaron e hicieron interminables filas en vía de la Conciliazione para una última despedida y los carteles y coros de 'Santo enseguida”. 

Benedicto XVI indicó que no tenía dudas sobre el 'santo súbito' si bien había algunas etapas canónicas que eran necesarias seguir. El 28 de abril siguiente Benedicto XVI concedió la dispensa del plazo de cinco años de espera después de la muerte requerido por el derecho canónico para iniciar el proceso de beatificación.

El 2 de abril de 2007, dos años después de su muerte, concluyó la fase diocesana del proceso de beatificación, y el 1 de mayo de 2011 fue declarado beato. Este próximo 27 de abril concluye el proceso de canonización de Juan Pablo II con una ceremonia en la plaza de San Pedro, presidida por el papa Francisco que declarará santo también a Juan XXIII.

A continuación unas breves frases de las noticias de esa noche.

CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 2 abril 2005 (ZENIT.org).- En la noche de este sábado, el director de la Oficina de Prensa de la Santa, Joaquín Navarro-Valls, publicó este comunicado, después de que el arzobispo Leonardo Sandri, anunciara en la plaza de San Pedro el fallecimiento de Juan Pablo II.  “El Santo Padre ha fallecido esta noche a las 21,37 horas en su apartamento privado. Se han puesto en marcha todos los procedimientos previstos en la constitución apostólica «Universi Dominici Gregis», promulgada por Juan Pablo II el 22 de febrero de 1996”.

CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 2 abril 2005 (ZENIT.org).- Publicamos una segunda declaración emitida por Joaquín Navarro-Valls tras el fallecimiento de Juan Pablo II. “El Santo Padre ha fallecido esta noche a las 21,37 horas en su apartamento privado. A las 20,00 había comenzado la celebración de la santa misa de la fiesta de la Divina Misericordia, en la habitación del Santo Padre, presidida por el arzobispo Stanislaw Dziwisz con la participación del cardenal Marian Jaworski, del arzobispo Stanislaw Rylko y de monseñor Mieczyslaw Mokrzycki. Durante la santa misa se le administró a Juan Pablo II el santo viático y, una vez más, el sacramento de la Unción de los Enfermos. Las últimas horas del Santo Padre se caracterizaron por la constante oración de todos los que le asistían en el pío tránsito y por la participación en la oración de miles de fieles congregados desde hacía muchas horas en la Plaza de San Pedro”.