sábado, 17 de febrero de 2018

San Juan Pablo II: Tentaciones de Jesús en el desierto

1.«Jesús (...) fue llevado por el Espíritu al desierto, y tentado allí por el diablo durante cuarenta días» (Lc 4, 1-2). Antes de comenzar su actividad pública, Jesús, llevado por el Espíritu Santo, se retira al desierto durante cuarenta días. Allí, como leemos hoy en el Evangelio, el diablo lo pone a prueba, presentándole tres tentaciones comunes en la vida de todo hombre: el atractivo de los bienes materiales, la seducción del poder humano y la presunción de someter a Dios a los propios intereses.

La lucha victoriosa de Jesús contra el tentador no termina con los días pasados en el desierto; continúa durante los años de su vida pública y culmina en los acontecimientos dramáticos de la Semana Santa. Precisamente con su muerte en la Cruz, el Redentor triunfa definitivamente sobre el mal, liberando a la humanidad del pecado y reconciliándola con Dios. Parece que San Lucas quiere anunciar, ya desde el comienzo, el cumplimiento de la salvación en el Gólgota. En efecto, concluye la narración de las tentaciones mencionando a Jerusalén, donde precisamente se sellará la victoria pascual de Jesús.

La escena de las tentaciones de Cristo en el desierto se renueva cada año al comienzo de la Cuaresma. La liturgia invita a los creyentes a entrar con Jesús en el desierto y a seguirlo en el típico itinerario penitencial de este tiempo cuaresmal, que ha comenzado el miércoles pasado con el austero rito de la ceniza.

2.«Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás» (Rm 10, 9).  Las palabras del apóstol Pablo, que acabamos de escuchar, ilustran bien el estilo y las modalidades de nuestra peregrinación cuaresmal. ¿Qué es la penitencia sino un regreso humilde y sincero a las fuentes de la fe, rechazando prontamente la tentación y el pecado, e intensificando la intimidad con el Señor en la oración?

En efecto, sólo Cristo puede liberar al hombre de lo que lo hace esclavo del mal y del egoísmo: de la búsqueda ansiosa de los bienes materiales, de la sed de poder y dominio sobre los demás y sobre las cosas, de la ilusión del éxito fácil, y del frenesí del consumismo y el hedonismo que, en definitiva, perjudican al ser humano.

Queridos hermanos y hermanas, esto es lo que nos pide claramente el Señor para entrar en el clima auténtico de la Cuaresma. Quiere que en el desierto de estos cuarenta días aprendamos a afrontar al enemigo de nuestras almas, a la luz de su palabra de salvación. Pidamos al Espíritu Santo que vivifique nuestra oración, para que estemos dispuestos a afrontar con valentía la incesante lucha de vencer el mal con el bien.

3.«Entonces clamamos al Señor (...), y el Señor escuchó nuestra voz» (Dt 26, 7). La profesión de fe del pueblo de Israel, narrada en la primera lectura, presenta el elemento fundamental alrededor del cual gira toda la tradición del Antiguo Testamento: la liberación de la esclavitud de Egipto y el nacimiento del pueblo elegido.

La Pascua de la antigua Alianza constituye la preparación y el anuncio de la Pascua definitiva, en la que se inmolará el Cordero que quita el pecado del mundo.

Queridos hermanos y hermanas, al comienzo del itinerario cuaresmal volvemos a las raíces de nuestra fe para prepararnos, con la oración, la penitencia, el ayuno y la caridad, a participar con corazón renovado interiormente en la Pascua de Cristo.

Que la Virgen Santísima nos ayude en esta Cuaresma a compartir con dignos frutos de conversión el Camino de Cristo, desde el desierto de las tentaciones hasta Jerusalén, para celebrar con Él la Pascua de nuestra redención.

San Juan Pablo II
Homilía en la Santa Misa del
1er. Domingo de Cuaresma.
1 de marzo de1998

sábado, 10 de febrero de 2018

Virgen de Lourdes y Jornada Mundial del Enfermo

He decidido instituir la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el 11 de febrero de cada año, memoria litúrgica de la Virgen de Lourdes...

La Jornada Mundial del Enfermo representa para todos los enfermos, agentes sanitarios, fieles cristianos y para todas la personas de buena voluntad, «un momento fuerte de oración, participación y ofrecimiento del sufrimiento para el bien de la Iglesia, así como de invitación a todos para que reconozcan en el rostro del hermano enfermo el santo Rostro de Cristo que, sufriendo, muriendo y resucitando, realizó la salvación de la humanidad»
(San Juan Pablo II, Carta por la que se instituía la Jornada Mundial del Enfermo, 13 mayo 1992)
Oración a María Santísima, salud de los enfermos

Oh Virgen María, Salud de los enfermos, que has acompañado a Jesús en el camino del Calvario y has permanecido junto a la Cruz en la que moría tu Hijo, participando íntimamente de sus dolores, acoge nuestros sufrimientos y únelos a los de Él, para que las semillas esparcidas durante el Jubileo sigan produciendo frutos abundantes en los años venideros.

Madre de Misericordia, con fe nos volvemos hacia Ti. Alcánzanos de tu Hijo el que podamos volver pronto, plenamente restablecidos, a nuestras ocupaciones, para hacernos útiles al prójimo con nuestro trabajo.

Mientras tanto, quédate junto a nosotros en el momento de la prueba y ayúdanos a repetir cada día Contigo nuestro "sí", seguros de que Dios sabe sacar de todo mal un bien más grande. ¡Amén!

San Juan Pablo II