sábado, 31 de diciembre de 2016

Madre de Dios

La contemplación del misterio del nacimiento del Salvador ha impulsado al pueblo cristiano no sólo a dirigirse a la Virgen santísima como a la Madre de Jesús, sino también a reconocerla como Madre de Dios. Esa verdad fue profundizada y percibida, ya desde los primeros siglos de la era cristiana, como parte integrante del patrimonio de la fe de la Iglesia, hasta el punto de que fue proclamada solemnemente en el año 431 por el concilio de Éfeso.
         
En la primera comunidad cristiana, mientras crece entre los discípulos la conciencia de que Jesús es el Hijo de Dios, resulta cada vez más claro que María es la Theotokos, la Madre de Dios. Se trata de un título que no aparece explícitamente en los textos evangélicos, aunque en ellos se habla de la “Madre de Jesús” y se afirma que él es Dios (Jn 20, 28, cf. 5, 18; 10, 30. 33). Por lo demás, presentan a María como Madre del Emmanuel, que significa Dios con nosotros (cf. Mt 1, 22­23).
         
Ya en el siglo III, como se deduce de un antiguo testimonio escrito, los cristianos de Egipto se dirigían a María con esta oración: “Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios: no desoigas la oración de tus hijos necesitados; líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita” (Liturgia de las Horas). En este antiguo testimonio aparece por primera vez de forma explícita la expresión Theotokos, “Madre de Dios”.

En el siglo IV, el término Theotokos ya se usa con frecuencia tanto en Oriente como en Occidente. La piedad y la teología se refieren cada vez más a menudo a ese término, que ya había entrado a formar parte del patrimonio de fe de la Iglesia. Por ello se comprende el gran movimiento de protesta que surgió en el siglo V cuando Nestorio puso en duda la legitimidad del título “Madre de Dios”. En efecto, al pretender considerar a María sólo como madre del hombre Jesús, sostenía que sólo era correcta doctrinalmente la expresión “Madre de Cristo”. Lo que indujo a Nestorio a ese error fue la dificultad que sentía para admitir la unidad de la persona de Cristo y su interpretación errónea de la distinción entre las dos naturalezas ―divina y humana― presentes en él. El concilio de Éfeso, en el año 431, condenó sus tesis y, al afirmar la subsistencia de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única persona del Hijo, proclamó a María Madre de Dios.
         
Así pues, al proclamar a María “Madre de Dios”, la Iglesia desea afirmar que ella es la “Madre del Verbo encarnado, que es Dios”. Su maternidad, por tanto, no atañe a toda la Trinidad, sino únicamente a la segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella la naturaleza humana. La maternidad es una relación entre persona y persona: una madre no es madre sólo del cuerpo o de la criatura física que sale de su seno, sino de la persona que engendra. Por ello, María, al haber engendrado según la naturaleza humana a la persona de Jesús, que es persona divina, es Madre de Dios.
         
Cuando proclama a María “Madre de Dios”, la Iglesia profesa con una única expresión su fe en el Hijo y en la Madre. Esta unión aparece ya en el concilio de Éfeso; con la definición de la maternidad divina de María los padres querían poner de relieve su fe en la divinidad de Cristo. A pesar de las objeciones, antiguas y recientes, sobre la oportunidad de reconocer a María ese título, los cristianos de todos los tiempos, interpretando correctamente el significado de esa maternidad, la han convertido en expresión privilegiada de su fe en la divinidad de Cristo y de su amor a la Virgen.

San Juan Pablo II 

sábado, 24 de diciembre de 2016

Oración por la familia en Navidad

Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, "nacido de Mujer", y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.

Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.

Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.

Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.

Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Tú, que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu santo.

San Juan Pablo II

jueves, 8 de diciembre de 2016

Oración de San Juan Pablo II a la Inmaculada Concepción de María

Madre Inmaculada, en este día solemne, iluminado por el resplandor de tu Inmaculada Concepción, nos encontramos a tus pies, en esta histórica plaza, en el corazón de la Roma cristiana.

Hemos venido en humilde peregrinación y, haciéndonos portavoces de todos los creyentes, te invocamos con confianza: "Monstra te esse matrem... Muéstrate Madre para todos, ofrece nuestra oración; Cristo, que se hizo Hijo tuyo, la acoja benigno.

"¡Monstra te esse matrem!" Muéstrate Madre para nosotros que, ante esta célebre imagen tuya, con corazón gozoso damos gracias a Dios por el don de tu Inmaculada Concepción. Tú eres la Toda Hermosa, a la que el Altísimo revistió con su poder. tú eres la Toda Santa, a la que Dios preparó como su intacta morada de gloria. Salve, Templo arcano de Dios, salve, llena de gracia, intercede por nosotros.

"¡Monstra te esse matrem!" Te pedimos que presentes nuestra oración a Aquel que te revistió de gracia, sustrayéndote a toda sombra de pecado. Nubes oscuras se ciernen sobre el horizonte del mundo.

La humanidad, que saludó con esperanza la aurora del tercer milenio, siente ahora que se cierne sobre ella la amenaza de nuevos y tremendos conflictos. Está en peligro la paz del mundo.

Precisamente por esto venimos a ti, Madre Inmaculada, para pedirte que obtengas, como Madre comprensiva y fuerte, que los hombres, renunciando al odio, se abran al perdón recíproco, a la solidaridad constructiva y a la paz.

"¡Monstra te esse matrem!" Vela, oh María, sobre la gran familia eclesial, para que todos los creyentes, como verdaderos discípulos de tu Hijo, caminen en la luz de su presencia.

"¡Monstra te esse matrem!" Estrella de la nueva evangelización, impúlsanos y acompáñanos tras los pasos de una pastoral incansablemente misionera, con un programa único y decisivo: anunciar a Cristo, Redentor del hombre.

Que la misión se convierta en testimonio diario de cada creyente en el ambiente donde vive; que gracias a ella se renueve el rostro cristiano de Roma para que resulte claro a todos que la fidelidad a Cristo cambia la existencia personal y modela un futuro de paz, un porvenir mejor para todos.

Madre Inmaculada que haces a la Iglesia fecunda en hijos, apoya también nuestra incesante solicitud por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

"¡Monstra te esse matrem!" Sé para nosotros roca de valentía y fidelidad, oh humilde joven de Nazaret, gloriosa Reina del mundo.

Ofrece nuestra oración al Verbo de Dios, que, convirtiéndose en Hijo tuyo, se hizo hermano nuestro.

Que gracias a tu valiosísima intercesión, todo el pueblo de Dios y en particular esta amada Iglesia de Roma, "reme mar adentro" hacia la santidad, que constituye la condición decisiva para todo apostolado fecundo.

Madre de misericordia y de paz, Inmaculada Madre de Dios, ¡ruega por nosotros!

San Juan Pablo II

domingo, 27 de noviembre de 2016

Adviento: "Vayamos jubilosos al encuentro del Señor"

«Vayamos jubilosos al encuentro del Señor»

Son las palabras del Salmo responsorial de esta liturgia del primer Domingo de Adviento, tiempo litúrgico que renueva año tras año la espera de la venida de Cristo.

«Vayamos jubilosos al encuentro del Señor» es, por decir así, un «estribillo jubilar», según la etimología de la palabra latina iubilar, que encierra una referencia al júbilo. ¡Vayamos, pues, con alegría! Caminemos jubilosos y vigilantes a la espera del tiempo que recuerda la venida de Dios en la carne humana, tiempo que llegó a su plenitud cuando en la cueva de Belén nació Cristo. Entonces se cumplió el tiempo de la espera.

Viviendo el Adviento, esperamos un acontecimiento que se sitúa en la historia y a la vez la trasciende. Al igual que los demás años, tendrá lugar en la noche de la Navidad del Señor. A la cueva de Belén acudirán los pastores; más tarde, irán los Magos de Oriente. Unos y otros simbolizan, en cierto sentido, a toda la familia humana. La exhortación que resuena en la liturgia de hoy: «Vayamos jubilosos al encuentro del Señor» se difunde en todos los países, en todos los continentes, en todos los pueblos y naciones. La voz de la liturgia, es decir, la voz de la Iglesia, resuena por doquier e invita a todos al gran jubileo.

Nosotros podemos encontrar a Dios, porque Él ha venido a nuestro encuentro. Lo ha hecho, como el padre de la parábola del hijo pródigo (cf. Lc 15, 11-32), porque es Rico en Misericordia, y quiere salir a nuestro encuentro sin importarle de qué parte venimos o a dónde lleva nuestro camino. Dios viene a nuestro encuentro, tanto si lo hemos buscado como si lo hemos ignorado, e incluso si lo hemos evitado. Él sale primero a nuestro encuentro, con los brazos abiertos, como un padre amoroso y misericordioso.

Si Dios se pone en movimiento para salir a nuestro encuentro, ¿podremos nosotros volverle la espalda? Pero no podemos ir solos al encuentro con el Padre. Debemos ir en compañía de cuantos forman parte de «la familia de Dios». Para prepararnos convenientemente al jubileo debemos disponernos a acoger a todas las personas. Todos son nuestros hermanos y hermanas, porque son hijos del mismo Padre celestial. (...)

En el Evangelio de hoy hemos escuchado la invitación del Señor a la vigilancia. «Velad, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor». Y a continuación: «Estad preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre» (Mt 24, 42.44). La exhortación a velar resuena muchas veces en la liturgia, especialmente en Adviento, tiempo de preparación no sólo para la Navidad, sino también para la definitiva y gloriosa venida de Cristo al final de los tiempos. Por eso, tiene un significado marcadamente escatológico e invita al creyente a pasar cada día, cada momento, en presencia de Aquel «que es, que era y que vendrá» (Ap 1, 4), al que pertenece el futuro del mundo y del hombre. Ésta es la esperanza cristiana. Sin esta perspectiva, nuestra existencia se reduciría a un vivir para la muerte.

Cristo es nuestro Redentor: Redentor del mundo y Redentor del hombre. Vino a nosotros para ayudarnos a cruzar el umbral que lleva a la puerta de la vida, la «Puerta Santa» que es Él mismo. Que esta consoladora verdad esté siempre muy presente ante nuestros ojos, mientras caminamos como peregrinos hacia el gran jubileo. Esa verdad constituye la razón última de la alegría a la que nos exhorta la liturgia de hoy: «Vayamos jubilosos al encuentro del Señor». Creyendo en Cristo Crucificado y Resucitado, creemos en la resurrección de la carne y en la vida eterna.

San Juan Pablo II
29 de noviembre de 1998

sábado, 22 de octubre de 2016

22 de octubre de 1978: San Juan Pablo II inicia su pontificado

El 22 de octubre de 1978, Juan Pablo II inauguraba su pontificado, escribiendo una nueva página, que engalanaba la historia de la Iglesia y de la humanidad, con su célebre exhortación, que desde la Plaza de San Pedro dio la vuelta al mundo: «¡No tengan miedo! ¡Abran - aún más - abran de par en par las puertas a Cristo!»

El 22 de octubre de 1978 es la fecha en que el Papa polaco dio comienzo a su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Es el día en que, como nuevo Obispo de Roma, pronunció su célebre exhortación a no tener miedo de acoger a Cristo y de aceptar su dulce potestad, «potestad que no habla con un lenguaje de fuerza, sino que se expresa en la caridad y en la verdad». Lo hizo después de rogar la ayuda del Señor, con el anhelo de ser siervo de sus siervos. Y la ayuda del Pueblo de Dios al Papa y a los servidores de Cristo para servir al hombre y a toda la humanidad:

«El nuevo Sucesor de Pedro en la Sede de Roma eleva hoy una oración fervorosa, humilde y confiada: ¡Oh Cristo! ¡Haz que yo me convierta en servidor, y lo sea, de tu única potestad! ¡Servidor de tu dulce potestad! ¡Servidor de tu potestad que no conoce ocaso! ¡Haz que yo sea un siervo! Más aún, siervo de tus siervos.  ¡Hermanos y hermanas! ¡No tengan miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad!  ¡Ayuden al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera!  ¡No tengan miedo! ¡Abran - aún más - abran de par en par las puertas a Cristo! Abran a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengan miedo! Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre». ¡Sólo El lo conoce!  Con frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en lo profundo de su ánimo, de su corazón. Muchas veces se siente inseguro sobre el sentido de su vida en este mundo. Se siente invadido por la duda que se transforma en desesperación. Permitan, pues, —se lo ruego, lo imploro con humildad y con confianza— permitan que Cristo hable al hombre. ¡Sólo El tiene palabras de vida, sí, de vida eterna!»

Y ese día pidió que se rezara por su ministerio petrino, al servicio de la Iglesia y de la humanidad. Lo hizo en varios idiomas, también en español, destacando el gran número de fieles de habla hispana en el mundo e invitando a cultivar la entrañable devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra:

«Mi pensamiento se dirige ahora hacia el mundo de lengua española, una porción tan considerable de la Iglesia de Cristo.  A vosotros, hermanos e hijos queridos, llegue en este momento solemne el afectuoso saludo del nuevo Papa. Unidos por los vínculos de una común fe católica, sed fieles a vuestra tradición cristiana, hecha vida en un clima cada vez más justo y solidario, mantened vuestra conocida cercanía al Vicario de Cristo y cultivad intensamente la devoción a nuestra Madre, María Santísima.  ¡Que el Señor esté con todos con su gracia y su misericordioso amor hacia la humanidad!» 

Juan Pablo II culminaba su primera homilía como Sucesor de Pedro dirigiéndose a todos los hombres y reiterando su exhortación a rezar por el Papa:

«Y me dirijo una vez más a todos los hombres, a cada uno de los hombres ¡y con qué veneración el apóstol de Cristo debe pronunciar esta palabra: hombre ¡Recen por mí! ¡Ayúdenme para que pueda servirlos! Amén».

Fuente: Radio Vaticana

miércoles, 12 de octubre de 2016

San Juan Pablo II a Nuestra Señora del Pilar

Los caminos marianos me traen esta tarde a Zaragoza. En su viaje apostólico por tierras españolas, el Papa se hace hoy peregrino a las riberas del Ebro. A la ciudad mariana de España. Al santuario de Nuestra Señora del Pilar.  

[…] Un aspecto característico de la evangelización en España, es su profunda vinculación a la figura de María. Por medio de Ella, a través de muy diversas formas de piedad, ha llegado a muchos cristianos la luz de la fe en Cristo, Hijo de Dios y de María. ¡Y cuántos cristianos viven hoy también su comunión de fe eclesial sostenidos por la devoción a María, hecha así columna de esa fe y guía segura hacia la salvación! Esa herencia de fe mariana de tantas generaciones, ha de convertirse no sólo en recuerdo de un pasado, sino en punto de partida hacia Dios.

El amor mariano ha sido en vuestra historia fermento de catolicidad. Impulsó a las gentes de España a una devoción firme y a la defensa intrépida de las grandezas de María, sobre todo en su Inmaculada Concepción. En ello porfiaban el pueblo, los gremios, cofradías y claustros universitarios, como los de esta ciudad, de Barcelona, Alcalá, Salamanca, Granada, Baeza, Toledo, Santiago y otros. Y es lo que impulsó además a trasplantar la devoción mariana al Nuevo Mundo descubierto por España, que de ella sabe haberla recibido y que tan viva la mantiene. Tal hecho suscita aquí, en el Pilar, ecos de comunión profunda ante la Patrona de la Hispanidad. Me complace recordarlo hoy, a diez años de distancia del V centenario del descubrimiento y evangelización de América. Una cita a la que la Iglesia no puede faltar.

[…]  No faltan investigadores que creen poder sostener que la más popular de las oraciones a María —después del “Ave María”— se compuso en España y que su autor sería el obispo de Compostela, San Pedro de Mezonzo, a finales del siglo X; me refiero a la “Salve”. Esta oración culmina en la petición “Muéstranos a Jesús”. Es lo que María realiza constantemente, como queda plasmado en el gesto de tantas imágenes de la Virgen, esparcidas por las ciudades y pueblos de España. Ella, con su Hijo en brazos, como aquí en el Pilar, nos lo muestra sin cesar como “el camino, la verdad y la vida”. A veces, con el Hijo muerto sobre sus rodillas, nos recuerda el valor infinito de la sangre del Cordero que ha sido derramada por nuestra salvación. En otras ocasiones, su imagen, al inclinarse hacia los hombres, acerca a su Hijo a nosotros y nos hace sentir la cercanía de quien es revelación radical de la misericordia, manifestándose así, Ella misma, como Madre de la misericordia.

[…]  Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido. Y quiero finalmente encomendarte, Virgen Santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y pueblos, la Iglesia en España, así como también los hijos de todas las naciones hispánicas.

¡Dios te salve María,
Madre de Cristo y de la Iglesia!
¡Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra!

A tus cuidados confío esta tarde las necesidades de todas las familias de España y del mundo entero, las alegrías de los niños, la ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y el sereno de los ancianos.

Te encomiendo la fidelidad y abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y empeño de cuantos trabajan por el Reino de Cristo.

En tus manos pongo la fatiga y el sudor de quienes trabajan con las suyas; la noble dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la hermosa vocación de quienes con su ciencia y servicio alivian el dolor ajeno; la tarea de quienes con su inteligencia buscan la verdad.

En tu corazón dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres económicos, procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de quienes, al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano, prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia.

Virgen Santa del Pilar:
Aumenta nuestra fe,
consolida nuestra esperanza,
aviva nuestra caridad.
Socorre a los que padecen desgracias,
a los que sufren soledad, ignorancia,
hambre o falta de trabajo.
Fortalece a los débiles en la fe.
Protege a España y al mundo entero,
a sus hombres y mujeres.
Y asiste maternalmente, oh María, a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad.
Así sea.

San Juan Pablo II
Zaragoza - 1982
Artículo completo: hacer clic acá

jueves, 6 de octubre de 2016

El Papa Francisco se hizo devoto del Rosario junto a San Juan Pablo II

El testimonio le fue descrito de puño y letra por el entonces Cardenal Bergoglio a la periodista Stefania Falasca, quien escribió al respecto estas líneas en el diario Avvenire de Italia.

"Cuando Juan Pablo II murió, el 2 de abril de 2005, toda la Iglesia y el mundo entero le rindió homenaje. Su enseñanza y su persona habían dejado una huella profunda e indeleble para siempre. Una avalancha de comentarios, conmemoraciones, análisis, destacaron el valor histórico y eclesial del largo pontificado de Wojtyla.  Fue entonces que Giulio Andreotti, director de la revista "30 Giorni", para la que escribía entonces, tuvo la idea de invitarme a producir una breve memoria del Papa polaco pidiendo testimonio a los cardenales que llegaban a la ciudad para participar en el Cónclave. Así entonces tomé contacto con el cardenal Jorge Mario Bergoglio, quien todavía estaba en Buenos Aires. Presenté la solicitud y cuando estuvo en Roma me dio una página escrita a mano y me dijo que la había compilado en el avión. El testimonio eran sólo unas pocas líneas, pero muy elocuente. El arzobispo argentino no paró de valorar el pontificado que acababa de terminar. Pero el breve texto entrelazaba todo con una historia más íntima, totalmente espiritual y comenzaba recordando una noche romana de años pasados…"

Cita del texto del Cardenal Bergoglio

"Si no recuerdo mal, era 1985. Una noche fui a rezar el Santo Rosario que dirigía el Santo Padre. Estaba delante de todos, de rodillas. El grupo era grande, veía al Santo Padre por la espalda y, poco a poco, me sumergí en la oración. No estaba solo. Oraba entre el pueblo de Dios al que yo pertenecía, y todos los que estaban allí, dirigidos por nuestro Pastor.  En el medio de la oración, me distraje, mirando la figura del Papa: su piedad, su devoción, ¡eran todo un testimonio! Y el tiempo se desvaneció, y empecé a imaginar el joven sacerdote, seminarista, el poeta, el trabajador, el niño de Wadowice... en la misma posición en que estaba en ese momento, orando Ave María tras Ave María. Su testimonio me impactó. Sentí que este hombre, elegido para dirigir la Iglesia, había recorrido un camino de regreso hasta su Madre del Cielo, un proceso iniciado desde su infancia. Y allí me di cuenta de la densidad que tenían las palabras de la Madre de Guadalupe a San Juan Diego: "No temas, ¿no soy acaso tu madre?" Comprendí así la presencia de María en la vida del Papa, que no dejó de testimoniar ni un instante. Desde entonces recito todos los días los quince misterios del Rosario".

En el punto 17 de la Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae", San Juan Pablo II, expresa que "La Virgen del Rosario continúa su obra de anunciar a Cristo".  El siguiente es el texto completo de dicho punto:

"...El Rosario es también un itinerario de anuncio y de profundización, en el que el misterio de Cristo es presentado continuamente en los diversos aspectos de la experiencia cristiana. Es una presentación orante y contemplativa, que trata de modelar al cristiano según el corazón de Cristo. Efectivamente, si en el rezo del Rosario se valoran adecuadamente todos sus elementos para una meditación eficaz, se da, especialmente en la celebración comunitaria en las parroquias y los santuarios, una significativa oportunidad catequética que los Pastores deben saber aprovechar. La Virgen del Rosario continúa también de este modo su obra de anunciar a Cristo. La historia del Rosario muestra cómo esta oración ha sido utilizada especialmente por los Dominicos, en un momento difícil para la Iglesia a causa de la difusión de la herejía. Hoy estamos ante nuevos desafíos. ¿Por qué no volver a tomar en la mano las cuentas del rosario con la fe de quienes nos han precedido? El Rosario conserva toda su fuerza y sigue siendo un recurso importante en el bagaje pastoral de todo buen evangelizador..."

martes, 27 de septiembre de 2016

20 hechos sorprendentes de San Juan Pablo II

1. En sus tiempos de interpretación teatral, era el que salvaba la situación con su memoria prodigiosa.
Todos sabemos que Juan Pablo II sentía una fuerte pasión por el teatro y la literatura en general, ya incluso desde que era un adolescente. Pero lo que yo no sabía es que una vez salvó la situación con su increíble memoria.
Uno de los personajes en una producción se dio de baja dos días antes del estreno. Y me imagino que no disponían de suplentes en aquel momento.
La absorbente mente del joven Karol simplemente había memorizado el papel de todos los personajes durante los ensayos, y se ofreció a interpretar dos personajes. ¡Que siga la música!

2. En sus acampadas con el grupo de gente joven, acostumbraba a leer “Cartas del Diablo a su Sobrino” de CS Lewis junto al fuego de campamento.
Muchos de nosotros sabemos que al Padre Wojtyla le encantaba pasar tiempo con los jóvenes en actividades al aire libre durante su tiempo de párroco en Polonia; y más tarde como Cardenal siguió manteniendo esa costumbre. Esas salidas tenían que ser clandestinas ya que estaban prohibidas por los dirigentes comunistas. Iban a descender el río en kayak, o a practicar montañismo, llegando a celebrar misas en una canoa vuelta del revés.
Parece ser que alrededor del fuego durante las veladas nocturnas cantaban textos de poetas y escritores en general y leían textos sacados de algunos de esos libros, incluyendo el clásico “Cartas del Diablo a su Sobrino” (publicada por primera vez en 1942).

3. Irónicamente, los comunistas “querían” que fuese arzobispo de Cracovia.
Aunque el gobierno comunista permitía a la iglesia polaca nombrar a los candidatos a la sede vacante, el gobierno se reservaba el derecho a veto sobre cualquier candidato que no le interesase. Continuaron con su censura a los candidatos hasta que consiguieron situar a su hombre: Karol Wojtyla.
Imagínate ese momento incómodo cuando el hombre que tú mismo has seleccionado se convierte en Papa y después regresa a Polonia a derrocar el comunismo. Probablemente la mayor ejemplo de minusvalorar a alguien en la historia de los fracasos.

4. Removió una montaña de excrementos con la pala
A JPII nunca se le cayeron los anillos por trabajar en trabajos duros, o sucios, o a la hora de realizar los trabajos más bajos.
Poco después que el poder cambiara de manos en Polonia de los nazis a los comunistas, Karol y sus compañeros seminaristas pudieron volver al seminario, que había caído en un estado físico deplorable y necesitaba arreglos patentes. Las cañerías se habían congelado, y las letrinas se encontraban en un estado de profundo caos. Había que picar montañas de excrementos helados con palas y transportados en carretas lejos de ahí.
La próxima vez que debas encargarte de una tarea de lo más desagradable acuérdate de que JPII ya lo hizo antes que tú.

5. Continuó con la práctica del esquí hasta que tuvo 73 años.
Una de mis historias favoritas es la de aquel niño de 8 años que se encontró con JPII en la pista de esquí. Hicieron un par de bajadas juntos, y la madre del niño no quería dar crédito a que su imaginativo hijo hubiera estado esquiando con el Papa, hasta que el niño se lo presentó.

6. Viajó a la luna tres veces durante su vida.
Bueno, no exactamente a la luna… pero hizo la misma distancia, al menos: ¡1.140.000 km! El hombre tenía una misión, y sentía que su llamada como pastor de la iglesia universal implicaba salir a los caminos y reunirse con su rebaño universal. “¿No se supone que debo ser el papa de todo el mundo?”, solía decir.

7. ¿Cuál fue “el día más feliz de su vida”?
Según él mismo, ése fue el día en que canonizó a la hermana Faustina como la primera santa del milenio.
Su devoción a la Divina Misericordia fue uno de los temas centrales de su vida, algo muy cercano y muy querido para su corazón, especialmente como polaco que era. “No hay nada que el hombre necesite más que la Divina Misericordia”.

8. Realizó un par de movimientos a lo James Bond para eludir a la policía secreta.
Cuando fue obispo en Polonia durante el dominio comunista, la policía secreta estaba constantemente grabando furtivamente sus conversaciones y estudiando sus movimientos. Cuando llegó a convertirse en Papa habían ya recopilado informes sobre su persona que llenaban 18 cajas de archivo.
En una ocasión en que el arzobispo necesitaba tener una reunión secreta con Karol, el chófer de Wojtyla montó una pequeña y peligrosa escena en medio del tráfico que hizo perder a los perseguidores de vista. Rápidamente Karol cambió de coche sin que nadie se percatara y así pudo reunirse con el arzobispo en paz. Las bromas, para vosotros, amigos comunistas.
9. Los royalties de sus libros construyeron iglesias en Yugoslavia
Juan Pablo II, durante toda su vida fue un "regalador". Se regaló a sí mismo y regaló su tiempo y su talento.
Como botón de muestra, tras publicar "Cruzando el umbral de la esperanza", que vendió millones de copias, ofreció los primeros royalties (derechos de autor) para reconstruir iglesias destruidas en el conflicto de Yugoslavia.
También se sabe que regaló las ropas nuevas que le compraron y se quedó con las viejas.

10. Recibió el sacramento de la reconciliación del padre Pío.
En 1947, el Padre Wojtyla visitó al Padre Pío, y éste le oyó en confesión. El Papa Juan Pablo II le canonizaría 55 años después.

11. Su predecesor Juan Pablo I dijo lo siguiente…
“Mi nombre es juan Pablo I. Solamente estaré con vosotros un tiempo corto. El segundo ya está en camino”

12. Era el Rey de la Multi-tarea
Juan Pablo II tenía una ética laboral increíble, y uno de sus secretarios le describió como un “volcán de energía”. Era habitual en él trabajar entre 12 y 16 horas diarias.
Tenía el don de la “concentración dividida”. Muchas personas contaban cómo podía tener una conversación completa con ellos mientras estaba leyendo, y aun así estar plenamente entregado. Algunas veces se cansaba en las reuniones si no trabajaba en algo más al mismo tiempo. De hecho, durante el Concilio Vaticano II escribió todo tipo de libros y poemas.

13. Leía a Marx durante el Cónclave
De hecho la necesidad de dedicarse a múltiples tareas simultáneamente era tan acuciante, tal era la necesidad de constantemente alimentar su intelecto, que incluso se llevaba material de lectura a las sesiones del cónclave poco después de su propia elección. Y de todos los libros que uno puede leer… leía literatura marxista.
Como dijo en una ocasión a un amigo, “si quieres llegar a conocer a tu enemigo, tienes que conocer lo que ha escrito”.

14. Una audiencia de 300.000 personas le aplaudió durante 14 minutos sin interrupción
Durante el momento clave que representó su viaje a Polonia como Papa en 1979, JPII celebró la misa de Pentecostés en la plaza de la Victoria de Varsovia para una multitud de 300.000 almas. En un momento concreto el aplauso entusiasta duró 14 minutos sin interrupción.
Dos panoramas de la Plaza Victoria de Varsovia en 1979 con Juan Pablo II
Párate un momento, querido lector, e intenta imaginártelo: un pueblo, una cultura, reprimida por un comunismo que negaba la dignidad humana de las personas. Y en ese momento, uno de ellos, un chico polaco de Wadowice, regresa como papa a su tierra natal con un mensaje de libertad y esperanza.
“¡Envía tu Espíritu!, ¡Envía tu Espíritu! ¡Y renueva la faz de la tierra! ¡De su tierra!"

15. Si se recopila todo lo que escribió, equivaldría al contenido de 20 Biblias
Su media superaba las 3.000 páginas anuales, y solamente durante el tiempo en que fue papa.

16. Fue el primer papa en pisar una mezquita.
Su amor hacia la persona humana se extendía más allá de los confines de la Iglesia Católica, hacia todas las religiones, razas y lenguas.

17. Una figura envuelta en un abrigo largo, con capucha negra, saliendo a hurtadillas por la puerta trasera del Vaticano.
Juan Pablo II era uno de esos líderes que se deslizaría con sigilo para no ser notado por sus guardias de seguridad mientras salía de casa. A menudo estas excursiones servían para conseguir un poco de solaz en las montañas o para ir a esquiar. Con lo ocupado que andaba el hombre, entendió la necesidad del equilibrio y la diversión.

18. De vez en cuando le gustaba reírse un poco de su persona.
En una ocasión alguien pudo oír la siguiente conversación:
JPII: “La música es extraordinariamente útil para la oración. Como decía San Agustín, “el que canta, reza por partida doble”.”
Amigo: “¿Cantaba usted bien, Santo Padre?”
JPII: “Cuando era yo el que cantaba, era más propio decir que rezaba una sola vez.”

19. Conocía a los más de 2.000 obispos del mundo por su nombre.
Guardaba un mapa en el que marcaba cada diócesis del mundo, y conocía a cada uno de sus obispos de memoria. Su memoria no estuvo limitada a los líderes de la Iglesia. La guardia suiza, los seminaristas, y conocidos esporádicos que apenas había tratado se sorprendían por los detalles pequeños que recordaba de ellos años más tarde.

20. Más gente le vio a él que a cualquier otra persona en la historia de la humanidad.
Bueno, eso es lo que se dice. Y con el récord de 500 millones de personas, ¿alguien de entre el público puede competir con él?

martes, 20 de septiembre de 2016

A 30 años del "Espíritu de Asís" por la PAZ

Este año se cumple el 30º aniversario de una de las iniciativas más proféticas del San Juan Pablo II: el Primer Encuentro Interreligioso de Oración por la Paz, al que asistieron representantes de las principales religiones del mundo entero. Se celebró en la ciudad de Asís en octubre de 1986.

Por ese motivo el Papa Francisco ha convocado nuevamente a todas las religiones en el día de hoy (20 de Setiembre de 2016) a la Jornada Mundial por la Paz.

El “Espíritu de Asís” es un impulso a la reunión que inauguró el Papa Juan Pablo II el 27 de octubre de 1986 en el Encuentro Interreligioso celebrado en la ciudad de Asís, cuando respondiendo a su llamada rezaron y ayunaron juntos ciento cincuenta representantes de las doce principales religiones del mundo inspirado en el Hermano Francisco. Una propuesta para recorrer caminos de encuentro, de diálogo y amistad, primeramente con cristianos de diversas denominaciones y luego con todos los creyentes en Dios.

El movimiento ecuménico al que ya la Iglesia Católica se fue incorporando antes del Vaticano II, recibió un impulso decisivo por parte de este Concilio con el decreto Unitatis Redintegratio: “el empeño por el restablecimiento de la unión corresponde a la Iglesia entera, afecta tanto a los fieles como a los pastores, a cada uno según su propio valor, ya en la vida cristiana, ya en las investigaciones teológicas e históricas. Este interés manifiesta la unión fraterna existente ya de alguna manera entre todos los cristianos, y conduce a la plena y perfecta unidad, según la benevolencia de Dios.

El mismo Concilio promulgó la carta magna del diálogo inter religioso, que es la declaración Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Después del desarrollo postconciliar del ecumenismo inter eclesial, en las últimas décadas se ha incrementado el ecumenismo inter religioso. San Juan Pablo II lo impulsó decididamente por su acción y sus enseñanzas pastorales: desde su visita a la Sinagoga de Roma y los encuentros inter religiosos de Asís (1986, 1993 y 1996) a sus enseñanzas en la Redemptoris missio o la recepción del líder islámico Alí Jamenei durante 1998, sin olvidar aquellos maravillosos gestos de respeto religioso durante la visita jubilar a Jerusalén en 2000.

“Es necesario que los cristianos se estimen y profundicen los signos de esperanza presentes en este último fin de siglo, a pesar de las sombras que con frecuencia los esconden a nuestros ojos… en el campo eclesial, una más atenta escucha de la voz del Espíritu a través de la acogida de los carismas y la promoción del laicado, la intensa dedicación a la causa de la unidad de los cristianos, el espacio abierto al diálogo con las religiones y con la cultura contemporánea”

Es muy importante, no solo para las religiones sino también para toda la humanidad, que todas las religiones ayuden a hacer realidad esa convivencia en la paz y en la justicia. Tal como dijo el Presidente del Consejo de Europa al abrir una jornada sobre las religiones y el diálogo intercultural: “Las religiones están fundadas sobre la tolerancia, la compasión y el respeto de la dignidad humana y tienen una gran función para promover la comprensión entre las personas, la solidaridad y la cohesión social”
Este es el sentido de los mensajes que el Papa Benedicto XVI, continuador de la iniciativa inter religiosa de su predecesor, ha enviado a los distintos encuentros encaminados a promover en el mundo de hoy el llamado Espíritu de Asís. Por eso, Benedicto XVI no dudó en promover un nuevo encuentro inter religioso en la ciudad de san Francisco, conmemorativo del primer encuentro convocado por San Juan Pablo II, y ahora el Papa Francisco sigue en la misma línea con la convocatoria ecuménica realizada hoy.

jueves, 15 de septiembre de 2016

"Stabat Mater dolorosa..."

Hoy, 15 de septiembre en el calendario litúrgico se celebra la memoria de los dolores de la Santísima Virgen María. Esta fiesta fue precedida por la de la Exaltación de la Santa Cruz que celebramos ayer.

¡Qué desconcertante es el misterio de la Cruz! Después de haber meditado largamente en él, San Pablo escribió a los cristianos de Galacia "En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo" (Ga 6, 14).

También la Santísima Virgen podría haber repetido —¡y con mayor verdad!— esas mismas palabras. Contemplando a su Hijo moribundo en el Calvario había comprendido que la "gloria" de su maternidad divina alcanzaba en aquel momento su ápice, participando directamente en la obra de la Redención. Además, había comprendido que a partir de aquel momento el dolor humano, hecho suyo por el Hijo Crucificado, adquiría un valor inestimable.

Hoy, por tanto, la Virgen de los Dolores, firme junto a la Cruz, con la elocuencia muda del ejemplo, nos habla del significado del sufrimiento en el Plan Divino de la Redención.

Ella fue la primera que supo y quiso participar en el misterio salvífico "asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que Ella misma había engendrado" (Lumen Gentium, 58). Íntimamente enriquecida por esta experiencia inefable, se acerca a quien sufre, lo toma de la mano y lo invita a subir con Ella al Calvario y a detenerse ante el Crucificado.

En aquel cuerpo martirizado está la única respuesta convincente para las preguntas que se elevan imperiosamente desde el corazón. Y con la respuesta se recibe también la fuerza necesaria para desempeñar el propio papel en la lucha que —como escribí en la carta apostólica Salvifici doloris— opone las fuerzas del bien a las del mal (cf. n. 27). Y agregué: "Los que participan en los sufrimientos de Cristo conservan en sus sufrimientos una especialísima partícula del tesoro infinito de la redención del mundo, y pueden compartir este tesoro con los demás" (ib.)

Pidamos a la Virgen de los Dolores que alimente en nosotros la firmeza de la fe y el ardor de la caridad, de forma que llevemos con valor nuestra cruz cada día (cf. Lc 9, 23) y así participemos eficazmente en la obra de la redención. "Fac ut ardeat cor meum", "¡haz que, amando a Cristo, se inflame mi corazón, para que pueda agradarle!"  Amén.

San Juan Pablo II .
Ángelus. Domingo 15 de septiembre de 1991

jueves, 8 de septiembre de 2016

Fiesta de la Natividad de la Virgen María

¡Oh Virgen naciente, esperanza y aurora de salvación para todo el mundo, vuelve benigna tu mirada materna hacia todos nosotros, reunidos aquí para celebrar y proclamar tus glorias!

¡Oh Virgen fiel, que siempre estuviste dispuesta y fuiste solícita para acoger, conservar y meditar la Palabra de Dios, haz que también nosotros, en medio de las dramáticas vicisitudes de la historia, sepamos mantener siempre intacta nuestra fe cristiana, tesoro precioso que nos han transmitido nuestros padres!

¡Oh Virgen potente, que con tu pie aplastaste la cabeza de la serpiente tentadora, haz que cumplamos, día tras día, nuestras promesas bautismales, con las cuales hemos renunciado a satanás, a sus obras y a sus seducciones, y que sepamos dar en el mundo un testimonio alegre de esperanza cristiana!

¡Oh Virgen clemente, que abriste siempre tu Corazón materno a las invocaciones de la humanidad, a veces dividida por el desamor y también, desgraciadamente, por el odio y por la guerra, haz que sepamos siempre crecer todos, según la enseñanza de tu Hijo, en la unidad y en la paz, para ser dignos hijos del único Padre celestial! Amén.

San Juan Pablo II
8 de Setiembre de 1980

lunes, 5 de septiembre de 2016

Dos Santos de nuestro tiempo: Santa Teresa de Calcuta y San Juan Pablo II

A veces pensamos que los santos fueron personas extraordinarias que vivieron en el pasado, en tiempos de los que solo podemos tener conocimiento a través de la lectura de viejos textos o documentos biográficos. Y no es así…

También en nuestro tiempo, en esta época contemporánea, en nuestros días, en medio de tantas situaciones difíciles que nos toca vivir, conflictos bélicos por doquier, sociedades conmovidas por múltiples problemas, familias disueltas, crecimiento de la tasa de abortos, jóvenes destruidos por la droga, relajación de las costumbres morales… Dios no se ha olvidado de los hombres (más bien es al revés: los hombres nos olvidamos de Dios).

Y es así como han surgido en los últimos años personas con altísimas virtudes espirituales, consagradas al amor al prójimo, entregadas en la construcción de una sociedad más justa y viviendo los valores del Evangelio de Cristo. Y es que Dios sigue poniendo en el mundo estas almas excepcionales para que nos sirvan de guía y ejemplo, en medio del derrumbe moral de la sociedad.

Resumimos en una fotografía el encuentro y el abrazo en la Tierra de dos inmensos santos que ahora nos guían con su ejemplo desde el Cielo, desde donde interceden por nosotros: Santa Teresa de Calcuta (1910-1997) y San Juan Pablo II (1920-2005).

jueves, 1 de septiembre de 2016

domingo, 21 de agosto de 2016

María Reina del Universo



La devoción popular invoca a María como Reina. En efecto, a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el Concilio de Éfeso la proclama «Madre de Dios», se empieza a atribuir a María Santísima el título de Reina. El pueblo cristiano, con este reconocimiento ulterior de su excelsa dignidad, quiere ponerla por encima de todas las criaturas, exaltando su función y su importancia en la vida de cada persona y de todo el mundo.
 
Mi venerado predecesor Pío XII, en la Encíclica Ad coeli Reginam, a la que se refiere el texto de la Constitución Lumen gentium, indica como fundamento de la realeza de María, además de su maternidad, su cooperación en la obra de la Redención. La Encíclica recuerda el texto litúrgico: «Santa María, Reina del Cielo y Soberana del mundo, sufría junto a la Cruz de nuestro Señor Jesucristo». Establece, además, una analogía entre María y Cristo, que nos ayuda a comprender el significado de la realeza de la Virgen. Cristo es Rey no sólo porque es Hijo de Dios, sino también porque es Redentor. María es Reina no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque, asociada como nueva Eva al nuevo Adán, cooperó en la obra de la redención del género humano.

En el Evangelio según San Marcos leemos que el día de la Ascensión el Señor Jesús «fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16,19). En el lenguaje bíblico, «sentarse a la diestra de Dios» significa compartir su poder soberano. Sentándose «a la diestra del Padre», Él instaura su Reino, el Reino de Dios. Elevada al Cielo, María es asociada al poder de su Hijo y se dedica a la extensión del Reino, participando en la difusión de la gracia divina en el mundo.

Observando la analogía entre la Ascensión de Cristo y la Asunción de María, podemos concluir que, subordinada a Cristo, María es la Reina que posee y ejerce sobre el universo una soberanía que le fue otorgada por su Hijo mismo.
 
El título de Reina no sustituye, ciertamente, el de Madre: su realeza es un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el poder que le fue conferido para cumplir dicha misión.
 
Así pues, los cristianos miran con confianza a María Reina, y esto no sólo no disminuye, sino que, por el contrario, exalta su abandono filial en aquella que es Madre en el orden de la gracia. Más aún, la solicitud de María Reina por los hombres puede ser plenamente eficaz precisamente en virtud del estado glorioso posterior a la Asunción.
 
Se puede concluir que la Asunción no sólo favorece la plena comunión de María con Cristo, sino también con cada uno de nosotros: está junto a nosotros, porque su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro itinerario terreno diario.

Por tanto, en vez de crear distancia entre Ella y nosotros, el estado glorioso de María suscita una cercanía continua y solícita. Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia, y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida.

Elevada a la gloria celestial, María se dedica totalmente a la obra de la salvación, para comunicar a todo hombre la felicidad que le fue concedida. Es una Reina que da todo lo que posee, compartiendo, sobre todo, la vida y el Amor de Cristo.

San Juan Pablo II
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