El
22 de octubre de 1978, Juan Pablo II inauguraba su pontificado, escribiendo una
nueva página, que engalanaba la historia de la Iglesia y de la humanidad, con
su célebre exhortación, que desde la Plaza de San Pedro dio la vuelta al mundo:
«¡No tengan miedo! ¡Abran - aún más - abran de par en par las puertas a
Cristo!»
El
22 de octubre de 1978 es la fecha en que el Papa polaco dio comienzo a su
ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Es el día en que, como
nuevo Obispo de Roma, pronunció su célebre exhortación a no tener miedo de
acoger a Cristo y de aceptar su dulce potestad, «potestad que no habla con un
lenguaje de fuerza, sino que se expresa en la caridad y en la verdad». Lo hizo
después de rogar la ayuda del Señor, con el anhelo de ser siervo de sus
siervos. Y la ayuda del Pueblo de Dios al Papa y a los servidores de Cristo
para servir al hombre y a toda la humanidad:
«El
nuevo Sucesor de Pedro en la Sede de Roma eleva hoy una oración fervorosa,
humilde y confiada: ¡Oh Cristo! ¡Haz que yo me convierta en servidor, y lo sea,
de tu única potestad! ¡Servidor de tu dulce potestad! ¡Servidor de tu potestad
que no conoce ocaso! ¡Haz que yo sea un siervo! Más aún, siervo de tus siervos. ¡Hermanos
y hermanas! ¡No tengan miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad! ¡Ayuden
al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo,
servir al hombre y a la humanidad entera! ¡No
tengan miedo! ¡Abran - aún más - abran de par en par las puertas a Cristo! Abran
a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y
los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del
desarrollo. ¡No tengan miedo! Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre».
¡Sólo El lo conoce! Con
frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en lo profundo de su
ánimo, de su corazón. Muchas veces se siente inseguro sobre el sentido de su
vida en este mundo. Se siente invadido por la duda que se transforma en desesperación.
Permitan, pues, —se lo ruego, lo imploro con humildad y con confianza—
permitan que Cristo hable al hombre. ¡Sólo El tiene palabras de vida, sí, de
vida eterna!»
Y
ese día pidió que se rezara por su ministerio petrino, al servicio de la Iglesia
y de la humanidad. Lo hizo en varios idiomas, también en español, destacando el
gran número de fieles de habla hispana en el mundo e invitando a cultivar la
entrañable devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra:
«Mi
pensamiento se dirige ahora hacia el mundo de lengua española, una porción tan
considerable de la Iglesia de Cristo. A
vosotros, hermanos e hijos queridos, llegue en este momento solemne el
afectuoso saludo del nuevo Papa. Unidos
por los vínculos de una común fe católica, sed fieles a vuestra tradición
cristiana, hecha vida en un clima cada vez más justo y solidario, mantened
vuestra conocida cercanía al Vicario de Cristo y cultivad intensamente la
devoción a nuestra Madre, María Santísima. ¡Que
el Señor esté con todos con su gracia y su misericordioso amor hacia la
humanidad!»
Juan Pablo II culminaba su primera homilía como Sucesor de Pedro
dirigiéndose a todos los hombres y reiterando su exhortación a rezar por el
Papa:
«Y
me dirijo una vez más a todos los hombres, a cada uno de los hombres —¡y con
qué veneración el apóstol de Cristo debe pronunciar esta palabra: hombre— ¡Recen por mí! ¡Ayúdenme para que pueda servirlos! Amén».
Fuente: Radio
Vaticana
No hay comentarios:
Publicar un comentario