El
testimonio le fue descrito de puño y letra por el entonces Cardenal Bergoglio a
la periodista Stefania Falasca, quien escribió al respecto estas líneas en el
diario Avvenire de Italia.
"Cuando
Juan Pablo II murió, el 2 de abril de 2005, toda la Iglesia y el mundo entero
le rindió homenaje. Su enseñanza y su persona habían dejado una huella profunda
e indeleble para siempre. Una avalancha de comentarios, conmemoraciones, análisis,
destacaron el valor histórico y eclesial del largo pontificado de Wojtyla. Fue
entonces que Giulio Andreotti, director de la revista "30 Giorni",
para la que escribía entonces, tuvo la idea de invitarme a producir una breve
memoria del Papa polaco pidiendo testimonio a los cardenales que llegaban a la
ciudad para participar en el Cónclave. Así entonces tomé contacto con el
cardenal Jorge Mario Bergoglio, quien todavía estaba en Buenos Aires. Presenté
la solicitud y cuando estuvo en Roma me dio una página escrita a mano y me dijo
que la había compilado en el avión. El testimonio eran sólo unas pocas líneas,
pero muy elocuente. El arzobispo argentino no paró de valorar el pontificado
que acababa de terminar. Pero el breve texto entrelazaba todo con una historia
más íntima, totalmente espiritual y comenzaba recordando una noche romana de
años pasados…"
Cita
del texto del Cardenal Bergoglio
"Si
no recuerdo mal, era 1985. Una noche fui a rezar el Santo Rosario que dirigía
el Santo Padre. Estaba delante de todos, de rodillas. El grupo era grande, veía
al Santo Padre por la espalda y, poco a poco, me sumergí en la oración. No
estaba solo. Oraba entre el pueblo de Dios al que yo pertenecía, y todos los
que estaban allí, dirigidos por nuestro Pastor. En
el medio de la oración, me distraje, mirando la figura del Papa: su piedad, su
devoción, ¡eran todo un testimonio! Y el tiempo se desvaneció, y empecé a
imaginar el joven sacerdote, seminarista, el poeta, el trabajador, el niño de
Wadowice... en la misma posición en que estaba en ese momento, orando Ave María
tras Ave María. Su testimonio me impactó. Sentí que este hombre, elegido para
dirigir la Iglesia, había recorrido un camino de regreso hasta su Madre del
Cielo, un proceso iniciado desde su infancia. Y allí me di cuenta de la
densidad que tenían las palabras de la Madre de Guadalupe a San Juan Diego:
"No temas, ¿no soy acaso tu madre?" Comprendí así la presencia de
María en la vida del Papa, que no dejó de testimoniar ni un instante. Desde
entonces recito todos los días los quince misterios del Rosario".
En
el punto 17 de la Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae", San
Juan Pablo II, expresa que "La Virgen del Rosario continúa su obra de
anunciar a Cristo". El siguiente es
el texto completo de dicho punto:
"...El
Rosario es también un itinerario de anuncio y de profundización, en el que el
misterio de Cristo es presentado continuamente en los diversos aspectos de la
experiencia cristiana. Es una presentación orante y contemplativa, que trata de
modelar al cristiano según el corazón de Cristo. Efectivamente, si en el rezo
del Rosario se valoran adecuadamente todos sus elementos para una meditación
eficaz, se da, especialmente en la celebración comunitaria en las parroquias y
los santuarios, una significativa oportunidad catequética que los Pastores
deben saber aprovechar. La Virgen del Rosario continúa también de este modo su
obra de anunciar a Cristo. La historia del Rosario muestra cómo esta oración ha
sido utilizada especialmente por los Dominicos, en un momento difícil para la
Iglesia a causa de la difusión de la herejía. Hoy estamos ante nuevos desafíos.
¿Por qué no volver a tomar en la mano las cuentas del rosario con la fe de
quienes nos han precedido? El Rosario conserva toda su fuerza y sigue siendo un
recurso importante en el bagaje pastoral de todo buen evangelizador..."
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