domingo, 30 de diciembre de 2018

Fiesta de la Sagrada Familia - Oración por la Familia

Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, "nacido de Mujer", y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.

Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.

Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.

Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.

Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Tú, que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu santo. Amén.
(San Juan Pablo II)

A Cristo, María y José encomiendo cada familia

Que Cristo Señor, Rey del universo, Rey de las familias, esté presente como en Caná, en cada hogar cristiano para dar luz, alegría, serenidad y fortaleza. A Él, en el día solemne dedicado a su Realeza, pido que cada familia sepa dar generosamente su aportación original para la venida de su Reino al mundo, «Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz» hacia el cual está caminando la historia.

Que la Virgen María, como es Madre de la Iglesia, sea también Madre de la «Iglesia doméstica», y, gracias a su ayuda materna, cada familia cristiana pueda llegar a ser verdaderamente una «pequeña Iglesia», en la que se refleje y reviva el misterio de la Iglesia de Cristo. Sea ella, Esclava del Señor, ejemplo de acogida humilde y generosa de la voluntad de Dios; sea ella, Madre Dolorosa a los pies de la Cruz, la que alivie los sufrimientos y enjugue las lágrimas de cuantos sufren por las dificultades de sus familias.

Que San José, «hombre justo», trabajador incansable, custodio integérrimo de los tesoros a él confiados, las guarde, proteja e ilumine siempre.

San Juan Pablo II 
Familiaris Consortio, 86

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Oración de San Juan Pablo II a la Virgen de Guadalupe


¡Oh Virgen de Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos, y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a Ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo a su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.

Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios.
 Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén muy unidas, y bendice a la educación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a Él, mediante la confesión de nuestra culpas y pecados en el sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma.

Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.

Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios, podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén

Juan Pablo II
México, enero de 1979

sábado, 1 de diciembre de 2018

San Juan Pablo II nos introduce en el Adviento


En Adviento, nos preparamos para revivir el misterio del nacimiento del Redentor: acontecimiento tan antiguo, pero siempre tan misteriosamente nuevo.

Es antiguo, porque hunde sus raíces en el plan eterno de Dios que, aunque se realizó históricamente hace casi dos milenios, fue preparado ya desde el alba de la creación. Y es, al mismo tiempo, un acontecimiento siempre nuevo, porque difunde, de generación en generación, su inagotable energía redentora en la espera del regreso de Cristo en la gloria.

A la luz de este misterio, la historia humana, más allá de las vicisitudes de cada día, manifiesta una unidad profunda, y el hombre está llamado a construirla en diálogo responsable y activo con la Providencia divina.

Deseo de corazón que el Adviento, tiempo de espera, de escucha y de esperanza, constituya para todos los creyentes una ocasión propicia para reavivar su fe y afianzar su compromiso de testimonio coherente de vida cristiana.

Juan Pablo II

sábado, 10 de noviembre de 2018

San Juan Pablo II en el mes de María

¡Oh Virgen naciente, esperanza y aurora de la salvación para todo el mundo!, vuelve benigna tu mirada maternal hacia todos nosotros, reunidos aquí para celebrar y proclamar tus glorias.

¡Oh Virgen fiel, que fuiste siempre solícita y dispuesta a recibir, conservar y meditar la Palabra de Dios!, haz que también nosotros, en medio de las dramáticas vicisitudes de la historia, sepamos mantener siempre intacta nuestra fe cristiana, tesoro preciado transmitido por nuestros padres.

¡Oh Virgen poderosa, que con tu pie aplastas la cabeza de la serpiente tentadora!, haz que cumplamos, día tras día, nuestras promesas bautismales, con las que hemos renunciado a Satanás, a sus obras y seducciones, y sepamos dar al mundo un gozoso testimonio de esperanza cristiana.

¡Oh Virgen clemente, que siempre has abierto tu corazón maternal a las invocaciones de la humanidad, a veces lacerada por el desamor y hasta, desgraciadamente, por el odio y la guerra! enséñanos a crecer, todos juntos, según las enseñanzas de tu Hijo, en la unidad y en la paz, para ser dignos hijos del único Padre celestial. Amén.

San Juan Pablo II

lunes, 22 de octubre de 2018

Biografía de San Juan Pablo II

Karol Józef Wojtyla, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia (Polonia), el 18 de mayo de 1920. Era el segundo de los dos hijos de Karol Wojtyla y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941.

A los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.

Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.

A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también clandestino.

Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946.

Seguidamente, fue enviado por el Cardenal Sapieha a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz. En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.

En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada "Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler". Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Ética Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.

El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.

El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967.

Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-65), con una contribución importante en la elaboración de la constitución ‘Gaudium et spes’, el Cardenal Wojtyla tomó parte en todas las asambleas del Sínodo de los Obispos.

Desde el comienzo de su pontificado, el 16 de octubre de 1978, el Papa Juan Pablo II realizó 104 viajes pastorales fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma ha visitado 317 de las 333 parroquias romanas.

El 13 de Mayo de 1981, Juan Pablo II sufrió un atentado. El turco Alí Agça le disparó en la propia Plaza de San Pedro. Sin embargo, pudo sobrevivir y recuperarse tras pasar un tiempo en el hospital. El proyectil con el que resultó herido, fue engarzado en la corona de la imagen de Ntra. Sra. de Fátima, que preside el Santuario de Cova de Iría. El propio Papa entregó la bala a Mons. Alberto Cosme, obispo de Leiría.

Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas. El Papa también ha publicado cinco libros: "Cruzando el umbral de la esperanza" (octubre de 1994); "Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996); "Tríptico romano - Meditaciones", libro de poesías (Marzo de 2003); "¡Levantaos! ¡Vamos!" (mayo de 2004) y "Memoria e identidad" (2005).

Juan Pablo II ha presidido 147 ceremonias de beatificación -en las que ha proclamado 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Ha celebrado 9 consistorios, durante los cuales ha creado 231 Cardenales (+ 1 in pectore). También ha presidido 6 asambleas plenarias del Colegio Cardenalicio.

Desde 1978 hasta 2005, el Santo Padre ha presidido 15 Asambleas del Sínodo de los Obispos: 6 ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994, 2001), 1 general extraordinaria (1985), y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 [2] y 1999).

Ningún otro Papa se ha encontrado con tantas personas como Juan Pablo II: en cifras, más de 17.600.100 peregrinos han participado en las más de 1160 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese número no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas (más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000) y los millones de fieles que el Papa ha encontrado durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se ha entrevistado durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.

El 2 de Abril de 2005, a las 21:37 h., falleció en la Ciudad del Vaticano, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina. Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.

El 28 de abril de 2005, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.

Juan Pablo II fue beatificado por Benedicto XVI en Roma el 1 de Mayo de 2011. El Papa Francisco le canonizó el 27 de abril de 2014. 
Web Católico de Javier

martes, 9 de octubre de 2018

San Juan Pablo II y su relación con el Santo Rosario

"El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo [...] El 29 de octubre de 1978, dos semanas después de la elección a la Sede de Pedro, como abriendo mi alma, me expresé así: «El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad [...] Cuántas gracias he recibido de la Santísima Virgen a través del Rosario en estos años: Magnificat anima mea Dominum! Deseo elevar mi agradecimiento al Señor con las palabras de su Madre Santísima, bajo cuya protección he puesto mi ministerio petrino: Totus tuus! [...] El Rosario, comprendido en su pleno significado, conduce al corazón mismo del vida cristiana y ofrece una oportunidad ordinaria y fecunda espiritual y pedagógica, para la contemplación personal, la formación del Pueblo de Dios y la nueva evangelización"

viernes, 14 de septiembre de 2018

San Juan Pablo II y la Cruz

En los últimos años de su pontificado, cuando su salud estaba muy deteriorada, varias veces le preguntaron al papa Juan Pablo II por qué no renunciaba...  Y la respuesta de él siempre era la misma: “SI CRISTO NO SE BAJÓ DE LA CRUZ, YO NO ME BAJARÉ DE LA MÍA”

miércoles, 29 de agosto de 2018

San Juan Pablo II habla sobre Santa Rosa de Lima

Queridísimos hermanos y hermanas, reanudando nuestra peregrinación espiritual por los santuarios del continente americano, con motivo del V Centenario de la evangelización, vamos hoy a Lima, capital del Perú, para visitar el templo dedicado a santa Rosa.

Joven mestiza, enamorada de Cristo y de su cruz, Rosa representa una primicia de santidad florecida en América precisamente en el alba del anuncio del Evangelio. El santuario dedicado a ella, meta de constantes peregrinaciones, lo forman la iglesia, el jardín y la casa en la cual vivió y murió el 24 de agosto de 1617, cuando tenía poco más de 30 años.

Muy jovencita aún Rosa vistió el hábito de la Tercera Orden de Santo Domingo. En el jardín de su casa ella misma construyó una ermita, donde se dedicó a la oración y a la penitencia, realizando notables progresos en el camino de la virtud y de la contemplación de los misterios divinos. La ermita se transformó en un grandioso templo, recientemente inaugurado.

Primera santa de América, Rosa de Lima, con su vida sencilla y austera su carácter dulce, su ardiente palabra y su apostolado entre los pobres, los indios y los enfermos, fue también una intrépida evangelizadora, testimonio elocuente del papel decisivo que la mujer ha tenido y sigue teniendo en el anuncio del Evangelio.

La próxima Conferencia de Santo Domingo ha de recordar a las santas y santos latinoamericanos y proclamar con énfasis que el fruto más luminoso de la evangelización es la santidad. Que la Iglesia en América Latina, en continuidad con estos quinientos años de fe que celebramos, siga siendo madre de numerosos y fieles discípulos de Cristo.

Lo pedimos a María, que ha sido la primera evangelizadora de ese continente rico de posibilidades y esperanzas para la difusión del mensaje evangélico.

San Juan Pablo II
(Fuente Aciprensa)

martes, 14 de agosto de 2018

La Asunción de María en la catequesis de San Juan Pablo II


En la línea de la bula Munificentissimus Deus, de mi venerado predecesor Pío XII, el concilio Vaticano II afirma que la Virgen Inmaculada «terminado el curso de su vida en la tierra fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo» (Lumen gentium, 59).

Los padres conciliares quisieron reafirmar que María, a diferencia de los demás cristianos que mueren en gracia de Dios, fue elevada a la gloria del Paraíso también con su cuerpo. Se trata de una creencia milenaria, expresada también en una larga tradición iconográfica, que representa a María cuando «entra» con su cuerpo en el cielo.

El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio.

El 1-Nov-1950, al definir el dogma de la Asunción, Pío XII no quiso usar el término «resurrección» y tomar posición con respecto a la cuestión de la muerte de la Virgen como verdad de fe. La bula Munificentissimus Deus se limita a afirmar la elevación del cuerpo de María a la gloria celeste, declarando esa verdad «dogma divinamente revelado».

¿Cómo no notar aquí que la Asunción de la Virgen forma parte, desde siempre, de la fe del pueblo cristiano, el cual, afirmando el ingreso de María en la gloria celeste, ha querido proclamar la glorificación de su cuerpo?

El primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados «Transitus Mariae», cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II-III. Se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de fe del pueblo de Dios.

[…] En mayo de 1946, con la encíclica Deiparae Virginis Mariae, Pío XII promovió una amplia consulta, interpelando a los obispos y, a través de ellos a los sacerdotes y al pueblo de Dios, sobre la posibilidad y la oportunidad de definir la asunción corporal de María como dogma de fe. El recuento fue ampliamente positivo: sólo seis respuestas, entre 1.181, manifestaban alguna reserva sobre el carácter revelado de esa verdad.

Citando este dato, la bula Munificentissimus Deus afirma: «El consentimiento universal del Magisterio ordinario de la Iglesia proporciona un argumento cierto y sólido para probar que la asunción corporal de la santísima Virgen María al cielo (...) es una verdad revelada por Dios y por tanto, debe ser creída firme y fielmente por todos los hijos de la Iglesia» (AAS 42 [1950], 757).

La definición del dogma, de acuerdo con la fe universal del pueblo de Dios, excluye definitivamente toda duda y exige la adhesión expresa de todos los cristianos.

Después de haber subrayado la fe actual de la Iglesia en la Asunción, la bula recuerda la base escriturística de esa verdad.

El Nuevo Testamento, aun sin afirmar explícitamente la Asunción de María, ofrece su fundamento, porque pone muy bien de relieve la unión perfecta de la santísima Virgen con el destino de Jesús. Esta unión, que se manifiesta ya desde la prodigiosa concepción del Salvador, en la participación de la Madre en la misión de su Hijo y, sobre todo en su asociación al sacrificio redentor no puede por menos de exigir una continuación después de la muerte. María, perfectamente unida a la vida y a la obra salvífica de Jesús, compartió su destino celeste en alma y cuerpo.

La citada bula Munificentissimus Deus, refiriéndose a la participación de la mujer del Protoevangelio en la lucha contra la serpiente y reconociendo en María a la nueva Eva, presenta la Asunción como consecuencia de la unión de María a la obra redentora de Cristo. Al respecto afirma: «Por eso, de la misma manera que la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial y último trofeo de esta victoria, así la lucha de la bienaventurada Virgen, común con su Hijo, había de concluir con la glorificación de su cuerpo virginal» (AAS 42 [1950], 768).

La Asunción es, por consiguiente, el punto de llegada de la lucha que comprometió el amor generoso de María en la redención de la humanidad y es fruto de su participación única en la victoria de la cruz.

San Juan Pablo II
Año 1997

miércoles, 1 de agosto de 2018

María, Reina del Santo Rosario

El Santo Rosario es una oración que se refiere a María unida a Cristo en su misión salvífica.

Al mismo tiempo es una oración a María, nuestra mejor Mediadora ante el Hijo.

También el Rosario es una oración que de modo especial rezamos con María, lo mismo que oraban juntos con Ella los Apóstoles en el Cenáculo, preparándose para recibir el Espíritu Santo.

Al respecto San Juan Pablo II expresaba lo siguiente en su alocución del 28 de octubre de 1981.

Al rezar el Santo Rosario, penetramos en los misterios de la vida de Jesús, que son, a la vez, los misterios de su Madre.

Esto se advierte muy claramente en los misterios gozosos, comenzando por la Anunciación, pasando por la Visitación y el Nacimiento en la noche de Belén, y luego por la Presentación del Señor, hasta su encuentro en el Templo, cuando Jesús tenía ya 12 años.

Aunque pueda parecer que los misterios dolorosos no nos muestran directamente a la Madre de Jesús -con excepción de los dos últimos: el Vía Crucis y la Crucifixión-, sin embargo, ¿podemos pensar que estuviese espiritualmente ausente la Madre, cuando su Hijo sufría de modo tan terrible en Getsemaní, en la flagelación y en la coronación de espinas?

Y los misterios gloriosos son también misterios de Cristo, en los que encontramos la presencia espiritual de María, el primero entre todos el Misterio de la Resurrección. Al hablar de la Ascensión, la Sagrada Escritura no menciona la presencia de María, pero, ¿pudo no estar ella presente, si inmediatamente después leemos que se hallaba en el Cenáculo con los mismos Apóstoles, que habían despedido poco antes a Cristo que subía al cielo? Con ellos se prepara María a la venida del Espíritu Santo y participa en la misma el día de Pentecostés. Los dos últimos misterios gloriosos orientan nuestro pensamiento directamente a la Madre de Dios, cuando contemplamos su Asunción y Coronación en la gloria celeste.

Que María, «Reina del Santo Rosario», nos ayude a meditar en nuestro corazón y a comprender con nuestra inteligencia, los distintos textos sobre el Santo Rosario.

martes, 26 de junio de 2018

Oración a la Virgen del Perpetuo Socorro

Te invocamos
Oh Virgen del Perpetuo Socorro,
Madre Santa del Redentor,
socorre a Tu pueblo,
que anhela resurgir.

Da a todos el gozo de trabajar
por la construcción del Reino
en consciente y activa solidaridad
con los más pobres,
anunciando de modo nuevo y valiente
el Evangelio de Tu Hijo.

Él es fundamento y cima
de toda convivencia humana
que aspire a una paz verdadera,
estable y justa.

Como el Niño Jesús,
que admiramos en este venerado Icono,
también nosotros
queremos estrechar Tu mano derecha.

A Ti no te falta poder ni bondad
para socorrernos
en las más diversas necesidades
y circunstancias de la vida.

La hora actual es Tu Hora
Ven, pues, en ayuda nuestra
y sé para todos socorro,
refugio y esperanza Amén.

San Juan Pablo II
Santuario de San Alfonso
Junio de 1991

domingo, 3 de junio de 2018

"Adoremos, postrados, tan gran Sacramento"


Hoy la Iglesia muestra al mundo el Corpus Christi, el Cuerpo de Cristo. E invita a adorarlo: “Venite, adoremus, Venid, adoremos” La mirada de los creyentes se concentra en el Sacramento, donde Cristo se nos da totalmente a sí mismo: cuerpo, sangre, alma y divinidad. Por eso siempre ha sido considerado el más santo: el "santísimo Sacramento", memorial vivo del sacrificio redentor.

En la solemnidad del Corpus Christi volvemos a aquel "jueves" que todos llamamos "santo", en el que el Redentor celebró su última Pascua con los discípulos: fue la última Cena, culminación de la cena pascual judía e inauguración del rito eucarístico. Por eso, la Iglesia, desde hace siglos, ha elegido un jueves para la solemnidad del Corpus Christi, fiesta de adoración, de contemplación y de exaltación. Fiesta en la que el pueblo de Dios se congrega en torno al tesoro más valioso que heredó de Cristo, el sacramento de su misma presencia, y  lo alaba, lo canta, lo lleva en procesión por las calles de la ciudad.

En la santa Eucaristía está realmente presente Cristo, muerto y resucitado por nosotros. En el pan y en el vino consagrados permanece con nosotros el mismo Jesús de los evangelios, que los discípulos encontraron y siguieron, que vieron crucificado y resucitado, y cuyas llagas tocó Tomás, postrándose en adoración y exclamando: "Señor mío y Dios mío" (Jn 20, 28; cf. 20, 17-20).

En el Sacramento del altar se ofrece a nuestra contemplación amorosa toda la profundidad del misterio de Cristo, el Verbo y la carne, la gloria divina y su tienda entre los hombres. Ante él no podemos dudar de que Dios está "con nosotros", que asumió en Jesucristo todas las dimensiones humanas, menos el pecado, despojándose de su gloria para revestirnos a nosotros de ella (cf. Jn 20, 21-23).

En su cuerpo y en su sangre se manifiesta el rostro invisible de Cristo, el Hijo de Dios, con la modalidad más sencilla y, al mismo tiempo, más elevada posible en este mundo. A los hombres de todos los tiempos, que piden perplejos:  "Queremos ver a Jesús" (Jn 12, 21), la comunidad eclesial responde repitiendo el gesto que el Señor mismo realizó para los discípulos de Emaús: parte el pan. Al partir el pan se abren los ojos de quien lo busca con corazón sincero. En la Eucaristía la mirada del corazón reconoce a Jesús y su amor inconfundible, que se entrega "hasta el extremo" (Jn 13, 1). Y en él, en ese gesto suyo, reconoce el rostro de Dios.

Con este pan nos alimentamos para convertirnos en testigos auténticos del Evangelio. Necesitamos este pan para crecer en el amor, condición indispensable para reconocer el rostro de Cristo en el rostro de los hermanos.

San Juan Pablo II
Corpus Christi 2001

miércoles, 30 de mayo de 2018

San Juan Pablo II y la Visitación de María

"...Es siempre sugestivo este momento de fe y devoto homenaje a María Santísima con que concluye el mes de mayo, mes mariano" -expresó  San Juan Pablo II en la Audiencia General del 31 de mayo de 2000-. En este acontecimiento -continuó San Juan Pablo II-, se refleja una "Visitación" más profunda: la de Dios a su pueblo, saludada por el júbilo del pequeño Juan, el mayor entre los nacidos de mujer (cf. Mt 11, 11) ya desde el seno materno. Así, el mes mariano concluye bajo el signo del "gaudium", segundo misterio "gozoso", es decir, de la alegría, del júbilo..."
¡Dichosa Tú que has creído!

Tú que has creído con fe rebosante de alegría en la Anunciación, Visitación, Natividad, Presentación en el Templo y Encuentro en el Templo.

Tú que has creído con fe impregnada de dolor en toda la Pasión de Getsemaní, flagelación, coronación de espinas, Via Crucis y al pie de la Cruz del calvario.

Tú que has creído con la fe de una gloria incipiente en la glorificación de tu Hijo, en la Resurrección, Ascensión y Pentecostés.

Tú, cuya fe se cumplía en la Asunción.

¡Madre nuestra adornada con la corona de la gloria celestial, ruega por nosotros!
(San Juan Pablo II. Ángelus 14-octubre-1984) Fuente: El Camino de María

sábado, 19 de mayo de 2018

Ven, Espíritu de amor y de paz


Esta oración fue compuesta por San Juan Pablo II con ocasión del segundo año de preparación al Jubileo del año 2000.

Espíritu Santo, dulce huésped del alma, muéstranos el sentido profundo del gran Jubileo y prepara nuestro espíritu para celebrarlo con la fe, en la esperanza que no defrauda, en la caridad que no espera recompensa.

Espíritu de verdad, que conoces las profundidades de Dios, memoria y profecía de la Iglesia, dirige la Humanidad para que reconozca en Jesús de Nazaret el Señor de la gloria, el Salvador del mundo, la culminación de la Historia.

Ven, Espíritu de amor y de paz.

Espíritu creador, misterioso artífice del Reino, guía la Iglesia con la fuerza de tus santos dones para cruzar con valentía el umbral del nuevo milenio y llevar a las generaciones venideras la luz de la Palabra que salva.

Espíritu de santidad, aliento divino que mueve el universo, ven y renueva la faz de la tierra. Suscita en los cristianos el deseo de la plena unidad, para ser verdaderamente en el mundo signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano.

Ven, Espíritu de amor y de paz.

Espíritu de comunión, alma y sostén de la Iglesia, haz que la riqueza de los carismas y ministerios contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo, y que los laicos, los consagrados y los ministros ordenados colaboren juntos en la edificación del único Reino de Dios.

Espíritu de consuelo, fuente inagotable de gozo y de paz, suscita solidaridad para con los necesitados, da a los enfermos el aliento necesario, infunde confianza y esperanza en los que sufren, acrecienta en todos el compromiso por un mundo mejor.

Ven, Espíritu de amor y de paz.

Espíritu de sabiduría, que iluminas la mente y el corazón, orienta el camino de la ciencia y la técnica al servicio de la vida, de la justicia y de la paz. Haz fecundo el diálogo con los miembros de otras religiones. y que las diversas culturas se abran a los valores del Evangelio.

Espíritu de vida, por el cual el Verbo se hizo carne en el seno de la Virgen, mujer del silencio y de la escucha, haznos dóciles a las muestras de tu amor y siempre dispuestos a acoger los signos de los tiempos que Tú pones en el curso de la Historia.

Ven, Espíritu de amor y de paz.

A Ti, Espíritu de amor, junto con el Padre omnipotente y el Hijo unigénito, alabanza, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

sábado, 12 de mayo de 2018

San Juan Pablo II salvado por la Virgen de Fátima

El 13 de mayo de 1981 san Juan Pablo II sintió haber sido milagrosamente salvado de la muerte gracias a la intervención de “una mano maternal”, como él mismo dijo, y todo su pontificado estuvo marcado por lo que la Virgen había preanunciado en Fátima.
En 1982, un año después, en el primer aniversario del atentado de Alí Agca, el Pontífice polaco viajó a Portugal para dar las gracias a María Santísima por haberle salvado la vida y para ofrecerle aquella bala que debía haberle llevado a la muerte.

El fatídico atentado se produjo a las cinco y diecisiete minutos de la tarde del 13 de mayo, cuando Karol Wojtyla celebraba la audiencia general de los miércoles. El terrorista turco, que se encontraba en la Plaza de San Pedro, le disparó cuatro tiros, de los cuales dos le alcanzaron.

Uno le hirió en la mano izquierda, le perforó el bajo vientre, atravesó el hueso sacro y se incrustó en el suelo del vehículo papal. El proyectil pasó a pocos milímetros de la arteria aorta y le rozó la espina dorsal. El otro proyectil le rozó un codo e hirió a dos mujeres.

Cuando Juan Pablo II visitó a Alí Agca en la cárcel, éste le preguntó por qué no había muerto si él era un buen tirador y había apuntado al pecho. “Porque usted no tuvo en cuenta a la Virgen de Fátima”, le respondió el Pontífice polaco.

Los médicos del Papa Wojtyla y su secretario –en cuyos brazos se había desplomado cuando recibió el impacto de las balas– coincidieron en señalar que fue algo milagroso. Pocos días más tarde, el mismo Juan Pablo II fue más explícito al respecto cuando dijo: “Una mano disparó y otra guió la bala”.

El Pontífice polaco regresó a Fátima el 13 de mayo de 1991 para conmemorar el décimo aniversario del intento de asesinato. Durante su peregrinación volvió nuevamente a agradecer a la Virgen su mediación maternal.

Juan Pablo II acudió por tercera vez a Fátima para beatificar a Francisco y Jacinta Marto en el 2000. Estando allí, ante más de medio millón de fieles, ordenó desvelar el tercer secreto escrito por sor Lucía, uno de los tres pastorcillos a los que se les apareció la Virgen en 1917, referido a un “obispo vestido de blanco”.
- Zenit

lunes, 7 de mayo de 2018

Consagración de Argentina a la Virgen de Luján por San Juan Pablo II

1. ¡Dios te salve, María, llena de gracia, Madre del Redentor!
Ante tu imagen de la Pura y Limpia Concepción, Virgen de Luján, Patrona de Argentina, me postro en este día aquí, en Buenos Aires, con todos los hijos de esta patria querida, cuyas miradas y cuyos corazones convergen hacia Ti; con todos los jóvenes de Latinoamérica que agradecen tus desvelos maternales, prodigados sin cesar en la evangelización del continente en su pasado, presente y futuro; con todos los jóvenes del mundo, congregados espiritualmente aquí, por un compromiso de fe y de amor; para ser testigos de Cristo tu Hijo en el tercer milenio de la historia cristiana, iluminados por tu ejemplo, joven Virgen de Nazaret, que abriste las puertas de la historia al Redentor del hombre, con tu fe en la Palabra, con tu cooperación maternal.

2. ¡Dichosa tú porque has creído!
En el día del triunfo de Jesús, que hace su entrada en Jerusalén manso y humilde, aclamado como Rey por los sencillos, te aclamamos también a Ti, que sobresales entre los humildes y pobres del Señor; son éstos los que confían contigo en sus promesas, y esperan de Él la salvación. Te invocamos como Virgen fiel y Madre amorosa, Virgen del Calvario y de la Pascua, modelo de la fe y de la caridad de la Iglesia, unida siempre, como Tú, en la cruz y en la gloria, a su Señor.

3. ¡Madre de Cristo y Madre de la Iglesia!
Te acogemos en nuestro corazón, como herencia preciosa que Jesús nos confió desde la cruz. Y en cuanto discípulos de tu Hijo, nos confiamos sin reservas a tu solicitud porque eres la Madre del Redentor y Madre de los redimidos.
Te encomiendo y te consagro, Virgen de Luján, la patria argentina, pacificada y reconciliada, las esperanzas y anhelos de este pueblo, la Iglesia con sus Pastores y sus fieles, las familias para que crezcan en santidad, los jóvenes para que encuentren la plenitud de su vocación, humana y cristiana, en una sociedad que cultive sin desfallecimiento los valores del espíritu.
Te encomiendo a todos los que sufren, a los pobres, a los enfermos, a los marginados; a los que la violencia separó para siempre de nuestra compañía, pero permanecen presentes ante el Señor de la historia y son hijos tuyos, Virgen de Luján, Madre de la Vida.
Haz que Argentina entera sea fiel al Evangelio, y abra de par en par su corazón a Cristo, el Redentor del hombre, la Esperanza de la humanidad.

4. ¡Dios te salve, Virgen de la Esperanza!
Te encomiendo a todos los jóvenes del mundo, esperanza de la Iglesia y de sus Pastores; evangelizadores del tercer milenio, testigos de la fe y del amor de Cristo en nuestra sociedad y entre la juventud.
Haz que, con la ayuda de la gracia, sean capaces de responder, como Tú, a las promesas de Cristo, con una entrega generosa y una colaboración fiel.
Haz que, como Tú, sepan interpretar los anhelos de la humanidad; para que sean presencia saladora en nuestro mundo Aquel que, por tu amor de Madre, es para siempre el Emmanuel, el Dios con nosotros, y por la victoria de su cruz y de su resurrección está ya para siempre con nosotros, hasta el final de los tiempos.
Amén.

San Juan Pablo II
Buenos Aires, Argentina
Domingo 12 de abril de 1987

martes, 1 de mayo de 2018

San Juan Pablo II y la Virgen María

Al iniciarse el Mes de María, recopilamos diez reflexiones breves sobre Ella, de San Juan Pablo II, el papa que tan devoto fuera de le Santísima Virgen:

“En el rostro materno de María los cristianos reconocen una expresión particularísima del amor misericordioso de Dios que, con la mediación de una presencia materna, hace comprender mejor su propia solicitud y bondad de Padre”.

“En el Verbo encarnado y en María Santísima la distancia infinita entre el Creador y la criatura se ha transformado en máxima cercanía. Ellos son el espacio santo de las misteriosas bodas de la naturaleza divina con la humana, el lugar donde la Trinidad se manifiesta por vez primera y donde María representa a la humanidad nueva, dispuesta a reanudar, con amor obediente, el diálogo de la alianza”.

“María nos enseña que para llevar al mundo la paz y la alegría es preciso acoger antes en el corazón al Príncipe de la paz y fuente de la alegría: Jesucristo”.

María, la Virgen Madre de Dios y de los hombres, no sólo es un modelo que se debe imitar, sino también una dulce presencia de Madre y Hermana en la que se puede confiar”.

“La sublime belleza de la Virgen inmaculada, reflejo de la de Cristo, es para todos los creyentes prenda de la victoria de la gracia divina sobre el pecado y la muerte”.

“Madre de la Iglesia, tú eres la inmaculada sensibilidad del corazón humano, con respecto a todo lo que se refiere a Dios”.

“¡Contemplemos siempre a María, modelo insuperable! Ella es la ‘memoria’ contemplativa de la Iglesia, que vive con el deseo de unirse a más profundamente a su Esposo para influir aún más en nuestra sociedad”.

“María es madre de la gracia divina. Encomendaos a ella con plena confianza. Resplandeceréis con la belleza de Cristo”.

“Si Cristo es la estrella que lleva a Dios, María es la estrella que lleva a Jesús”.

“Que María, Reina del cielo y de la tierra, nos ayude a hacer de nuestra vida un cántico de alabanza y fidelidad a Dios, santo y misericordioso”.

sábado, 14 de abril de 2018

Oración de san Juan Pablo II por Siria y Oriente Medio

Dios de infinita misericordia y bondad,
con corazón agradecido te invocamos hoy en esta
tierra que en otros tiempos
recorrió San Pablo.

Proclamó a las naciones la verdad de que en
Cristo Dios reconcilió al mundo consigo.
Que tu voz resuene en el corazón
de todos los hombres y mujeres,
cuando los llames a seguir
el camino de reconciliación y paz,
y a ser misericordiosos como Tú.

Señor, tú diriges palabras de paz
a tu pueblo y a todos
los que se convierten a ti de corazón.
Te pedimos por los pueblos de
Oriente Medio.

Ayúdales a derribar las barreras
de la hostilidad y de la división
y a construir juntos un mundo
de justicia y solidaridad.

Señor, Tú creas cielos nuevos
y una tierra nueva.
Te encomendamos a los jóvenes
de estas tierras.

En su corazón aspiran
a un futuro más luminoso;
fortalece sus decisión de ser hombres
y mujeres de paz y heraldos
de una nueva esperanza para sus pueblos.
Padre, tú haces germinar
la justicia en la tierra.

Te pedimos por las autoridades civiles
de esta región,
para que se esfuercen por satisfacer
las justas aspiraciones de sus pueblos
y eduquen a los jóvenes
en la justicia y en la paz.

Impúlsalos a trabajar generosamente
por el bien común y a respetar
la dignidad inalienable de toda persona
y los derechos fundamentales que derivan de la
imagen y semejanza del Creador
impresa en todo ser humano.

Te pedimos de modo especial
por la autoridades de
esta noble tierra de Siria.

Concédeles sabiduría, clarividencia
y perseverancia;
no permitas que se desanimen
en su ardua tarea de construir
la paz duradera,
que anhelan todos los pueblos.
Padre celestial, en este lugar
donde se produjo la conversión
del apóstol San Pablo,
te pedimos por todos los que creen
en el evangelio de Jesucristo.

Guía sus pasos en la verdad y en el amor.
Haz que sean uno, como Tú eres uno
con el Hijo y el Espíritu Santo.

Que testimonien la paz que supera todo
conocimiento y la luz que triunfa
sobre las tinieblas de la hostilidad,
del pecado y de la muerte.

Señor del cielo y de la tierra,
Creador de la única familia humana,
te pedimos por los seguidores
de todas las religiones.

Que busquen tu voluntad en la oración
y en la pureza del corazón,
y te adoren y glorifiquen tu santo nombre.
Ayúdales a encontrar en ti la fuerza
para superar el miedo y la desconfianza, para que
crezca la amistad
y vivan juntos en armonía.

Padre misericordioso,
que todos los creyentes encuentren
la valentía de perdonarse unos a otros,
a fin de que se curen las heridas del pasado y no
sean un pretexto
para nuevos sufrimientos en el presente.

Concédenos que esto se realice
sobre todo en Tierra Santa,
esta tierra que bendijiste
con tantos signos de tu Providencia
y donde te revelaste como Dios de amor.

A la Madre de Jesús,
la bienaventurada siempre Virgen María,
le encomendamos a los hombres
y a las mujeres que viven en la tierra
donde vivió Jesús.

Que, al seguir su ejemplo,
escuchen la palabra de Dios
y tengan respeto y compasión
por lo demás, especialmente
por los que son diversos de ellos.

Que, con un solo corazón y una sola mente,
trabajen para que todo el mundo sea
una verdadera casa para todos sus pueblos.
¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!
Amén. 
San Juan Pablo II