Queridísimos hermanos y hermanas, reanudando nuestra
peregrinación espiritual por los santuarios del continente americano, con
motivo del V Centenario de la evangelización, vamos hoy a Lima, capital del
Perú, para visitar el templo dedicado a santa Rosa.
Joven mestiza, enamorada de Cristo y de su cruz, Rosa
representa una primicia de santidad florecida en América precisamente en el
alba del anuncio del Evangelio. El santuario dedicado a ella, meta de
constantes peregrinaciones, lo forman la iglesia, el jardín y la casa en la
cual vivió y murió el 24 de agosto de 1617, cuando tenía poco más de 30 años.
Muy jovencita aún Rosa vistió el hábito de la Tercera
Orden de Santo Domingo. En el jardín de su casa ella misma construyó una
ermita, donde se dedicó a la oración y a la penitencia, realizando notables
progresos en el camino de la virtud y de la contemplación de los misterios
divinos. La ermita se transformó en un grandioso templo, recientemente
inaugurado.
Primera santa de América, Rosa de Lima, con su vida
sencilla y austera su carácter dulce, su ardiente palabra y su apostolado entre
los pobres, los indios y los enfermos, fue también una intrépida
evangelizadora, testimonio elocuente del papel decisivo que la mujer ha tenido
y sigue teniendo en el anuncio del Evangelio.
La próxima Conferencia de Santo Domingo ha de recordar
a las santas y santos latinoamericanos y proclamar con énfasis que el fruto más
luminoso de la evangelización es la santidad. Que la Iglesia en América Latina,
en continuidad con estos quinientos años de fe que celebramos, siga siendo
madre de numerosos y fieles discípulos de Cristo.
Lo pedimos a María, que ha sido la primera
evangelizadora de ese continente rico de posibilidades y esperanzas para la
difusión del mensaje evangélico.
San Juan Pablo II
(Fuente Aciprensa)
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