Madre Inmaculada, en este día solemne, iluminado por el resplandor de tu Inmaculada Concepción, nos encontramos a tus pies, en esta histórica plaza, en el corazón de la Roma cristiana.
Hemos venido en humilde peregrinación y, haciéndonos portavoces de todos los creyentes, te invocamos con confianza: "Monstra te esse matrem... Muéstrate Madre para todos, ofrece nuestra oración; Cristo, que se hizo Hijo tuyo, la acoja benigno.
"¡Monstra te esse matrem!" Muéstrate Madre para nosotros que, ante esta célebre imagen tuya, con corazón gozoso damos gracias a Dios por el don de tu Inmaculada Concepción. Tú eres la Toda Hermosa, a la que el Altísimo revistió con su poder. tú eres la Toda Santa, a la que Dios preparó como su intacta morada de gloria. Salve, Templo arcano de Dios, salve, llena de gracia, intercede por nosotros.
"¡Monstra te esse matrem!" Te pedimos que presentes nuestra oración a Aquel que te revistió de gracia, sustrayéndote a toda sombra de pecado. Nubes oscuras se ciernen sobre el horizonte del mundo.
La humanidad, que saludó con esperanza la aurora del tercer milenio, siente ahora que se cierne sobre ella la amenaza de nuevos y tremendos conflictos. Está en peligro la paz del mundo.
Precisamente por esto venimos a ti, Madre Inmaculada, para pedirte que obtengas, como Madre comprensiva y fuerte, que los hombres, renunciando al odio, se abran al perdón recíproco, a la solidaridad constructiva y a la paz.
"¡Monstra te esse matrem!" Vela, oh María, sobre la gran familia eclesial, para que todos los creyentes, como verdaderos discípulos de tu Hijo, caminen en la luz de su presencia.
"¡Monstra te esse matrem!" Estrella de la nueva evangelización, impúlsanos y acompáñanos tras los pasos de una pastoral incansablemente misionera, con un programa único y decisivo: anunciar a Cristo, Redentor del hombre.
Que la misión se convierta en testimonio diario de cada creyente en el ambiente donde vive; que gracias a ella se renueve el rostro cristiano de Roma para que resulte claro a todos que la fidelidad a Cristo cambia la existencia personal y modela un futuro de paz, un porvenir mejor para todos.
Madre Inmaculada que haces a la Iglesia fecunda en hijos, apoya también nuestra incesante solicitud por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.
"¡Monstra te esse matrem!" Sé para nosotros roca de valentía y fidelidad, oh humilde joven de Nazaret, gloriosa Reina del mundo.
Ofrece nuestra oración al Verbo de Dios, que, convirtiéndose en Hijo tuyo, se hizo hermano nuestro.
Que gracias a tu valiosísima intercesión, todo el pueblo de Dios y en particular esta amada Iglesia de Roma, "reme mar adentro" hacia la santidad, que constituye la condición decisiva para todo apostolado fecundo.
Madre de misericordia y de paz, Inmaculada Madre de Dios, ¡ruega por nosotros!
San Juan Pablo II
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