Último mensaje de Pascua de San Juan Pablo II (año 2005)
Domingo, 27 marzo 2005 (ZENIT.org).-
Publicamos el mensaje que Juan Pablo
II ha dirigido para esta Pascua de este año, leído en su nombre por el cardenal
Angelo Sodano, secretario de Estado, al final de la misa del domingo de
Resurrección, celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano.
1. Mane nobiscum, Domine!
¡Quédate con nosotros, Señor! (cf. Lc 24,29).
Con estas palabras, los discípulos de Emaús
invitaron al misterioso Viandante a quedarse con ellos al caer de la tarde
aquel primer día después del sábado en el que había ocurrido lo increíble.
Según la promesa, Cristo había resucitado;
pero ellos aún no lo sabían.
Sin embargo, las palabras del Viandante
durante el camino habían hecho poco a poco enardecer su corazón.
Por eso lo invitaron: «Quédate con nosotros».
Después, sentados en torno a la mesa para la
cena, lo reconocieron “al partir el pan”.
Y, de repente, él desapareció.
Ante ellos quedó el pan partido, y en su
corazón la dulzura de sus palabras.
2. Queridos hermanos y hermanas, la Palabra y
el Pan de la Eucaristía, misterio y don de la Pascua, permanecen en los siglos
como memoria perenne de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
También nosotros hoy, Pascua de Resurrección,
con todos los cristianos del mundo repetimos: Jesús, crucificado y resucitado,
¡quédate con nosotros!
Quédate con nosotros, amigo fiel y apoyo
seguro de la humanidad en camino por las sendas del tiempo.
Tú, Palabra viviente del Padre, infundes
confianza y esperanza a cuantos buscan el sentido verdadero de su existencia.
Tú, Pan de vida eterna, alimentas al hombre
hambriento de verdad, de libertad, de justicia y de paz.
3. Quédate con nosotros, Palabra viviente del
Padre, y enséñanos palabras y gestos de paz: paz para la tierra consagrada por
tu sangre y empapada con la sangre de tantas víctimas inocentes; paz para los
Países de Oriente Medio y África, donde también se sigue derramando mucha
sangre; paz para toda la humanidad, sobre la cual se cierne siempre el peligro
de guerras fratricidas.
Quédate con nosotros, Pan de vida eterna,
partido y distribuido a los comensales: danos también a nosotros la fuerza de
una solidaridad generosa con las multitudes que, aun hoy, sufren y mueren de
miseria y de hambre, diezmadas por epidemias mortíferas o arruinadas por
enormes catástrofes naturales.
Por la fuerza de tu Resurrección, que ellas
participen igualmente de una vida nueva.
4. También nosotros, hombres y mujeres del
tercer milenio, tenemos necesidad de Ti, Señor resucitado.
Quédate con nosotros ahora y hasta al fin de
los tiempos.
Haz que el progreso material de los pueblos
nunca oscurezca los valores espirituales que son el alma de su civilización.
Ayúdanos, te rogamos, en nuestro camino.
Nosotros creemos en Ti, en Ti esperamos,
porque sólo Tú tienes palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68).
Mane nobiscum, Domine! ¡Alleluia!
[Traducción
del original italiano distribuida por la Santa Sede]
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