domingo, 10 de noviembre de 2024

San Juan Pablo II en diez frases


1. "No tengáis miedo. Abrid las puertas a Cristo". (El 16 de octubre de 1978, día de su elección como Papa)
 
2. "La peor prisión es un corazón cerrado".
 
3. "Que nadie se haga ilusiones de que la simple ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera. No hay verdadera paz sino viene acompañada de equidad, verdad, justicia, y solidaridad”.
 
4. "La familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían”.
 
5. "Dios se deja conquistar por el humilde y rechaza la arrogancia del orgulloso".
 
6. "Ahora más que nunca es urgente que seáis los centinelas del mañana, los vigías que anuncian la luz del alba y la nueva primavera del Evangelio, de la que ya se ven los brotes". (Mensaje de Juan Pablo II para la XVIII Jornada Mundial de la Juventud. 25 de julio 2002)
 
7. "No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón". (Mensaje de Juan Pablo II para la celebración de la XXXV Jornada Mundial de la Jornada Mundial de la Paz. 1 de enero de 2002)
 
8. "Hoy más que nunca la Iglesia necesita sacerdotes santos cuyo ejemplo diario de conversión inspire en los demás el deseo de buscar la santidad".
 
9. "La paz exige cuatro condiciones esenciales: Verdad, justicia, amor y libertad".
 
10. "Dejadme ir a la casa del Padre". (2 de abril de 2005. Sus últimas palabras)
 

viernes, 1 de noviembre de 2024

En la Solemnidad de Todos los Santos

Queridos hermanos y hermanas:
 
Con interés especial hoy os pido a los que estáis aquí reunidos, para rezar conmigo el Ángelus [1 Nov 1978], que os detengáis un momento a reflexionar sobre el misterio de la liturgia del día.
 
La Iglesia vive con una gran perspectiva, la acompaña siempre, la forja continuamente y la proyecta hacia la eternidad. La liturgia del día pone en evidencia la realidad escatológica, una realidad que brota de todo el plan de salvación y, a la vez de la historia del hombre, realidad que da el sentido último a la existencia misma de la Iglesia y a su misión.
 
Por esto vivimos con tanta intensidad la Solemnidad de todos los Santos, así como también el día de mañana, Conmemoración de los Difuntos. Estos dos días engloban en sí de modo muy especial la fe en la "vida eterna" (últimas palabras del Credo apostólico). Si bien estos dos días enfocan ante los ojos de nuestra alma lo ineludible de la muerte, dan también al mismo tiempo testimonio de la vida.
 
El hombre que está "condenado a muerte", según las leyes de la naturaleza, el hombre que vive con la perspectiva de la aniquilación de su cuerpo, este hombre desarrolla su existencia al mismo tiempo con perspectivas de vida futura y está llamado a la gloria.
 
La Solemnidad de todos los Santos pone ante los ojos de nuestra fe a los que han alcanzado ya la plenitud de su llamada a la unión con Dios. El día de la Conmemoración de los Difuntos hace converger nuestros pensamientos en quienes, después de dejar este mundo, en la expiación esperan alcanzar la plenitud de amor que requiere la unión con Dios.
 
Se trata de dos días grandes en la Iglesia que "prolonga su vida" de cierta manera en sus santos y en todos los que se han preparado a esa vida sirviendo a la verdad y al amor.
 
Por ello los primeros días de noviembre la Iglesia se une de modo especial a su Redentor, que nos ha introducido en la realidad misma de esa vida a través de su Muerte y Resurrección. Al mismo tiempo ha hecho de nosotros "un reino de sacerdotes" para su Padre.
 
Por ello, a nuestra oración común uniré una intención especial por las vocaciones sacerdotales en la Iglesia de todo el mundo. Me dirijo a Cristo para que llame a muchos jóvenes y les diga: "Ven y sígueme". Y pido a los jóvenes que no se opongan, que no contesten "no". A todos ruego que oren y colaboren en favor de las vocaciones.
 
La mies es grande. La Solemnidad de todos los Santos nos dice precisamente que la mies es abundante. No la mies de la muerte, sino la de la salvación; no la mies del mundo que pasa, sino la mies de Cristo que perdura a través de los siglos.
 
San Juan Pablo II
Ángelus 1 Nov 1978
Fuente: El Camino de María