Un rasgo
distintivo de la vida de San Juan Pablo II fue su fortaleza espiritual y que
alimentaba su capacidad para mantenerse firme frente a la oposición.
Cuando se
reflexiona sobre la inspiradora vida de san Juan Pablo II, vienen a la mente
diversas palabras. Una palabra en particular que el Papa Benedicto XVI utilizó
para describirle fue "titán espiritual". Utilizó esta palabra durante
la homilía de la beatificación de San Juan Pablo II el 1 de María de 2011. Allí
expresó:
"Lo
que el recién elegido Papa pedía a todos, él mismo era el primero en hacerlo:
la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos los abría a
Cristo, dando marcha atrás con la fuerza de un titán -una fuerza que le venía
de Dios- una marea que parecía irreversible".
Muchos conocen
las historias mitológicas griegas de los Titanes, gigantes con una fuerza
física inmensa. Atlas es el Titán más famoso, ya que a menudo se le representa
sosteniendo los cielos. El Papa Benedicto XVI se apresura a reconocer que san
Juan Pablo II no poseía este tipo de fuerza por sí mismo, sino que dependía en
gran medida de la fuerza de Dios.
Una de las
principales fuentes de la fuerza espiritual de san Juan Pablo II fue su
devoción a la Santísima Virgen María.
El Papa
Benedicto XVI explicó cómo san Juan Pablo II veía a María como el principal
ejemplo de santidad:
"Era
plenamente consciente de que la decisión del Concilio de dedicar a María el
último capítulo de su Constitución sobre la Iglesia significaba que la Madre
del Redentor se erigía en imagen y modelo de santidad para todo cristiano y
para toda la Iglesia. Esta fue la visión teológica que Juan Pablo II descubrió
de joven y que posteriormente mantuvo y profundizó a lo largo de su vida. Una
visión que se expresa en la imagen bíblica de Cristo crucificado con María, su
Madre, a su lado".
En conexión
con esta devoción, san Juan Pablo II era también profundamente devoto de Jesús
en la Sagrada Eucaristía.
San Juan Pablo
II escribió en su encíclica Ecclesia de Eucharistia: "En los
humildes signos del pan y del vino, convertidos en su cuerpo y en su sangre,
Cristo camina a nuestro lado como nuestra fuerza y nuestro alimento para el
camino, y nos permite convertirnos, para todos, en testigos de esperanza".
Con María y
Jesús en la Eucaristía, san Juan Pablo II pudo recurrir a la fuerza de Dios
para realizar muchas obras poderosas durante su vida.
También
nosotros podemos poseer esta fuerza, una vez que reconocemos nuestra propia
debilidad e incapacidad para hacer algo que valga la pena por nosotros mismos.
Y es que Dios
prefiere utilizar instrumentos débiles para mostrar su fuerza al mundo.