Roma, 27 Ene. 10 / 03:02 pm (ACI)El postulador de la causa de beatificación del venerable Papa Juan Pablo II, P. Slawomir Oder, presentó hoy su nuevo libro sobre este recordado Pontífice titulado "Por qué es santo", en el que explica las razones que considera deben llevar al Papa peregrino a los altares.
Este nuevo volumen, presentado también por el Prefecto Emérito de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal José Saraiva, ha contado la colaboración del periodista Saverio Gaeta y ha sido editado por Rizzoli. En su primera edición tiene un tiraje de 30 mil copias. "Por qué es santo" ha sido elaborado con la información de los 114 testimonios recogidos en la investigación diocesana de la causa de beatificación y que muestran un poco más la vida de Juan Pablo II.
En declaraciones a Radio Vaticano, el P. Oder comenta que el Papa peregrino es "un hombre absolutamente enamorado de Dios. Un hombre que ha pasado toda su vida en clave de amistad espiritual con el Señor. Un hombre que ha vivido intensamente este relación espiritual, que tal vez ha sido más intensa por el hecho de que desde niño estuvo privado de las referencias de los afectos humanos". "Toda la intensidad de su riqueza humana, porque era un hombre verdadero, está en su búsqueda de la relación con Cristo", añade el P. Oder.
En el libro se aprecia un texto en el que el Papa puso por escrito su voluntad de renunciar al Pontificado en caso de padecer una "enfermedad incurable" que le impidiera "ejercitar suficientemente las funciones del ministerio cetrino". En otra carta de 1994, Juan Pablo II señalaba que, "después de haber rezado y reflexionado mucho" había considerado el deber de "seguir las disposiciones y el ejemplo de Pablo VI, quien, planteándose el mismo problema, juzgó que no podía renunciar al mandato apostólico sino en presencia de una enfermedad incurable o de un impedimento tal que obstaculizara el ejercicio de las funciones del sucesor de Pedro".
El texto también se refiere a una carta abierta del Papa peregrino a Ali Agca, fechada el 11 de septiembre de 1981, escrita en polaco e incompleta. Al respecto Saverio Gaeta comenta que "ya en la ambulancia había comenzado esta invocación personal ante el propio agresor y quería reconfirmarla –a cinco meses de distancia– mostrando, entonces que no era un acto instintivo y emotivo aquel hecho en la ambulancia y luego de algunos días pronunciado en el (policlínico) Gemelli".
Gaeta continúa: el Papa "quería que esto fuera un gesto meditado y convencido para documentar cómo el perdón cristiano hace parte de la experiencia total de la fe y del amor, subrayando que también un gesto así de terrible, el atentado, no debía hacer que el hombre se enfrente al hombre".
El libro también relata que antes de este atentado, el servicio secreto italiano había informado a las autoridades del Vaticano el plan de las llamadas "Brigadas rojas" para secuestrar al Papa. Además se cuenta las penitencias del Santo Padre en Cuaresma y la práctica del Vía Crucis todos los viernes. El P. Oder da cuenta que Juan Pablo II "se infligía al propio cuerpo diversas mortificaciones" con un "cinturón particular".
La santidad del Papa, retoma Saverio Gaeta, también podría apreciarse en la vida diaria: "para Juan Pablo II la santidad era realmente algo que aparecía en todos los momentos de la cotidianidad, con la que la santidad era hacer la broma justa en el momento justo, o hincarse en oración luego de haberse lavado las manos antes de celebrar la Santa Misa, y caer verdaderamente en el misticismo más puro en la total ausencia del tiempo y de lo que sucedía en torno a él".
"Podemos decir con una broma –que es una que cuento al inicio del libro– un episodio en el que responde a una hermana que lo veía un poco demacrado: ‘estoy preocupada por vuestra Santidad’ a lo que respondía con amabilidad: ‘también yo estoy preocupado por mi santidad’. Era una broma simpática, que dicha así de pronto hace comprender cuánto el Papa tenía esto claro en todo momento de la jornada y en toda situación", concluye Gaeta.
Copyright © ACI Prensa
http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=28251
.






Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.
Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice. A los 9 años hizo la Primera Comunión y a los 18 recibió la Confirmación.
Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.
Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.
Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.
Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.
Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo.
Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.
Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.
Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno "in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.
