Dios de nuestros padres,
grande y misericordioso,
Señor de la paz y de la vida,
Padre de todos.
Tú tienes proyectos de paz y no de aflicción,
condenas las guerras
y derribas el orgullo de los violentos.
Tú has enviado a tu Hijo Jesús
a anunciar la paz a los cercanos y lejanos,
a reunir a los hombres de toda raza y de toda estirpe
en una sola familia.
Escucha el grito unánime de tus hijos,
súplica angustiosa de toda la humanidad:
nunca más la guerra, aventura sin retorno,
nunca más la guerra, espiral de luto y de violencia;
amenaza para tus criaturas
en el cielo, en la tierra y en el mar.
En comunión con María, la Madre de Jesús,
te suplicamos de nuevo: habla a los corazones
de los responsables de la suerte de los pueblos,
detén la lógica de la retorsión y de la venganza,
sugiere con tu Espíritu soluciones nuevas,
gestos generosos y honrosos,
espacios de diálogo y de espera paciente,
más fecundos que los acelerados plazos de la guerra.
Concede a nuestro tiempo días de paz.
Nunca más la guerra.
Amén
Juan Pablo II
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