La Jornada Mundial de la Juventud del año 2000 en Roma,
fue un acontecimiento muy concurrido, en el marco de todas las grandes
celebraciones que acompañaron el Jubileo del año 2000. En el centro de ese
acontecimiento (JMJ 2000), estuvo la cruz de madera que Juan Pablo II entregó
por primera vez a los jóvenes en la primera JMJ, invitando a los chicos y
chicas «a llevarla por el mundo, como signo del amor del Señor Jesús por la
humanidad y como anuncio que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y
redención».
Dijo entonces Juan Pablo II: «Después de haber atravesado los continentes,
esta Cruz ahora vuelve a Roma trayendo consigo la oración y el compromiso de
millones de jóvenes que en ella han reconocido el signo simple y sagrado del
amor de Dios a la humanidad».
Al dirigirse a los jóvenes, Juan Pablo II lanzó la misma
invitación que hizo al comenzar su pontificado «a abrir de par en par las
puertas a Cristo».
Explicaba Juan Pablo II: «Acoger a Cristo significa
recibir del Padre el mandato de vivir en el amor a él y a los hermanos,
sintiéndose solidarios con todos, sin ninguna discriminación; significa creer
que en la historia humana, a pesar de estar marcada por el mal y por el
sufrimiento, la última palabra pertenece a la vida y al amor, porque Dios vino
a habitar entre nosotros para que nosotros pudiésemos vivir en Él».
Y concluía: «Jóvenes de todos los continentes ¡no
tengáis miedo de ser los santos del nuevo milenio! Sed contemplativos y amantes
de la oración, coherentes con vuestra fe y generosos en el servicio a los
hermanos, miembros activos de la Iglesia y constructores de paz».
Beato Juan Pablo II
Roma, 11 de agosto de 2000.
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