"Corazón de
Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, ten
misericordia de nosotros."
Así rezamos en las letanías al Sacratísimo Corazón de
Jesús. Esta invocación se refiere directamente al misterio que meditamos, al
rezar el Angelus Domini: por obra del
Espíritu Santo fue formada en el seno de la Virgen de Nazaret la Humanidad de
Cristo, Hijo del Eterno Padre.
¡Por obra del Espíritu Santo fue formado en esta
Humanidad el Corazón! El Corazón, que es el órgano central del organismo humano
de Cristo y, a la vez, el verdadero símbolo de su vida interior: del
pensamiento, de la voluntad, de los sentimientos. Mediante este Corazón la
Humanidad de Cristo es, de modo particular, "el templo de Dios" y, al
mismo tiempo, mediante este Corazón, está incesantemente abierto al hombre y a
todo lo que es "humano". "Corazón de Jesús de cuya plenitud
todos hemos recibido".
El mes de junio está dedicado, de modo especial, a la
veneración del Corazón divino. No sólo un día, la fiesta litúrgica que, de
ordinario, cae en junio, sino todos los días. Con esto se vincula la devota
práctica de rezar o cantar cotidianamente las letanías al Sacratísimo Corazón
de Jesús.
Es la oración maravillosa, integralmente centrada en el
misterio interior de Cristo: Dios-Hombre. Las letanías del Corazón de Jesús se
inspiran abundantemente en las fuentes bíblicas y, al mismo tiempo, reflejan
las experiencias más profundas de los corazones humanos. Son, a la vez, oración
de veneración y de diálogo auténtico.
Hablamos en ellas del corazón y, al mismo tiempo, dejamos
a los corazones hablar con este único Corazón, que es "fuente de vida y de
santidad" y "deseo de los collados eternos". Con el Corazón que
es "paciente y lleno de misericordia" y "generoso para todos los
que le invocan".
Esta oración, rezada y meditada, se convierte en una
verdadera escuela del hombre interior: la escuela del cristiano.
La solemnidad del Sacratísimo Corazón de Jesús nos
recuerda, sobre todo, los momentos en que este Corazón fue "traspasado por
la lanza" y, mediante esto, abierto de manera "visible" al
hombre y al mundo.
Al rezar las letanías ―y en general al venerar al Corazón
Divino― conocemos el misterio de la redención en toda su divina y, a la vez,
humana profundidad.
Simultáneamente, nos hacemos sensibles a la necesidad de
reparación. Cristo nos abre su Corazón para que nos unamos con Él en su
reparación por la salvación del mundo. Hablar del Corazón traspasado es decir
toda la verdad de su Evangelio y de la Pascua.
Tratemos de captar cada vez mejor este lenguaje.
Aprendámoslo.
San Juan Pablo II
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