Sabiduría
San Juan Pablo II definía este don como
"la luz que se recibe de lo alto: es una participación especial en ese
conocimiento misterioso y sumo, que es propio de Dios... Esta sabiduría
superior es la raíz de un conocimiento nuevo, un conocimiento impregnado por la
caridad, gracias al cual el alma adquiere familiaridad, por así decirlo, con
las cosas divinas y prueba gusto en ellas”
Entendimiento
San
Juan Pablo II decía que mediante este don el Espíritu Santo, que ‘escruta las
profundidades de Dios’ (1 Cor 2,10), comunica al creyente una chispa de
capacidad penetrante que le abre el corazón a la gozosa percepción del designio
amoroso de Dios. Se renueva entonces la experiencia de los discípulos de Emaús,
los cuales, tras haber reconocido al Resucitado en la fracción del pan, se
decían uno a otro: "¿No ardía nuestro corazón mientras hablaba con
nosotros en el camino, explicándonos las Escrituras?" (Lc 24:32)
Fortaleza
Decía
San Juan Pablo II: “el hombre cada día experimenta la propia debilidad,
especialmente en el campo espiritual y moral, cediendo a los impulsos de las
pasiones internas y a las presiones que sobre el ejerce el ambiente
circundante. Precisamente para resistir a estas múltiples instigaciones es necesaria
la virtud de la fortaleza, que es una de las cuatro virtudes cardinales sobre
las que se apoya todo el edificio de la vida moral: la fortaleza es la virtud
de quien no se aviene a componendas en el cumplimiento del propio deber”
Ciencia
San
Juan Pablo II decía que “sabemos que el hombre contemporáneo, precisamente en
virtud del desarrollo de las ciencias, está expuesto particularmente a la
tentación de dar una interpretación naturalista del mundo; ante la multiforme
riqueza de las cosas, de su complejidad, variedad y belleza, corre el riesgo de
absolutizarlas y casi de divinizarlas hasta hacer de ellas el fin supremo de su
misma vida. Esto ocurre sobre todo cuando se trata de las riquezas, del placer,
del poder que precisamente se pueden derivar de las cosas materiales. Estos son
los ídolos principales, ante los que el mundo se postra demasiado a menudo.
Para resistir esa tentación sutil y para remediar las consecuencias nefastas a
las que puede llevar, he aquí que el Espíritu Santo socorre al hombre con el
don de la ciencia. Es esta la que le ayuda a valorar rectamente las cosas en su
dependencia esencial del Creador”
Consejo
San
Juan Pablo II decía que es “una necesidad que se siente mucho en nuestro
tiempo, turbado por no pocos motivos de crisis y por una incertidumbre
difundida acerca de los verdaderos valores, es la que se denomina
«reconstrucción de las conciencias». Es decir, se advierte la necesidad de
neutralizar algunos factores destructivos que fácilmente se insinúan en el
espíritu humano, cuando está agitado por las pasiones, y la de introducir en
ellas elementos sanos y positivos”.
Piedad
San
Juan Pablo II decía que “El don de la piedad, además, extingue en el corazón
aquellos focos de tensión y de división como son la amargura, la cólera, la
impaciencia, y lo alimenta con sentimientos de comprensión, de tolerancia, de
perdón. Dicho don está, por tanto, en la raíz de aquella nueva comunidad
humana, que se fundamenta en la civilización del amor”
Temor de Dios
San
Juan Pablo II decía “De este santo y justo temor, conjugado en el alma con el
amor de Dios, depende toda la práctica de las virtudes cristianas, y
especialmente de la humildad, de la templanza, de la castidad, de la
mortificación de los sentidos”
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